Dark Haven
Una luz en la oscuridad
Primero fueron los relámpagos.
Después la oscuridad.
Era como ver el infierno a la mitad del día. Las personas iban y venían, presas del pánico, buscando un lugar para refugiarse de los ataques que parecían llegar por arte de magia. Estaban tan asustados que ni siquiera se dieron cuenta de que seguía ahí, elevado en el aire; mirándonos, juzgándonos, y decidido a acabar con todo.
Olía a carne y cabello quemado. Las cenizas y el fuego era todo lo que podía distinguir a mi alrededor. Estaba sola. Me había quedado sola con él.
Descendió con elegancia. Una silueta extraña entre el humo del desastre que había acabado con todo lo que hasta ese momento conocía. La vida de las personas, los edificios, los recuerdos; mi hogar.
—Corre... —me ordené. Mis piernas estaban paralizadas y la silueta seguía acercándose. — ¡Corre!
Y lo hice. Corrí como si mi vida dependiera de ello, porque realmente esa era la sensación que me invadía a cada respiración y al mirar los cuerpos sin vida de todas las personas que apenas unos instantes atrás habían estado disfrutando de una mañana tranquila, pero no sirvió de nada. En un segundo la silueta ya estaba frente a mí, tan cerca que pude distinguir su rostro.
Era él.
Y quería asesinarme.
