Cambié el título y edité la historia. Era justo y necesario(?) Les seguirá gustando (si se acuerdan), eso espero :)
Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer.
Capítulo 1: "Malvenido a Forks"
BPOV
Crecí con distintos padres, todos menores que mi mamá. Cuando Rennée terminaba con uno de ellos —después de iniciar una "relación" de 3 semanas—, ella creía que la más afectada era ella, o Zac, Ron, Tony, etc. Pero nunca pensaba en mí, en el apresurado cariño que le había tomado a quien me regalaba una sonrisa o aceptaba jugar conmigo.
Siempre esperaba que llegue el que pueda verme crecer, consolarme cuando la bruja me hacía llorar, o engreirme cuando se me antojaba; y al final apareció uno que resultó ser el mejor para mi madre, o sea, una bazofia.
Decidí viajar al horrible pueblo Forks cuando mi relación —si es que había una— con Rennée tocó fondo y entonces, en plena discusión, sí, supe después de 16 años, que tenía un padre aunque sea biológico. Ella se ayudó comprándome el pasaje, y digo eso porque no podía estar más feliz de ser libre. Quién podría drogarse tranquila cuando su hija necesitaba compresas higiénicas urgente. Phoenix era un infierno, literal.
Llegué a Washington y, aparte de estar mojada de la cabeza a los pies, solo tenía un par de maletas y un papel en la mano con la dirección y el nombre de la única persona que se atrevió hacerle un hijo a la psicópata de Rennée.
Charlie, decía escrito desesperadamente. Pedí un taxi, y sintiendo esperanzas por vez primera, indiqué la dirección.
Imaginaba cómo sería su reacción al verme porque supe que Rennée no le habría avisado como se lo pedí, así que pensé en tomarme unos minutos antes de tocar el timbre, total, esperar años hace que los minutos no sean nada.
Llovía a cántaros detrás mío, y el frío era casi insoportable, por lo que tuve miedo de no saber qué hacer si Charlie no me reconocía, o peor aún, ni estuviese vivo.
El hombre que apareció frente a mí, no se parecía en lo mínimo que había creído sería mi padre. Yo imaginaba a un tipo alto, fornido y joven. Pero Charlie solo era casi alto, ojeroso y bigotudo. (Ahora entendía mis ondas en el cabello y mis ojos marrones) E incluso traía un traje de policía, lo cual indicaba que era buena persona. ¿Era posible que Rennée le haya abierto las piernas a un tipo que no se drogaba o no era prófugo de la ley?
— ¿Isabella?—preguntó pasándose la mano por la cara.
— Bella.—corregí.
— Oh, cielos.—me abrazó inmediatamente.— Mírate, hija,—me tomó de los hombros y me miró de arriba hacia abajo para volver a abrazarme.— estás inmensa.
— Gracias...—fue lo único que dije.
— Pasa.—me invitó y al segundo frunció el ceño.—¿Estás sola?
Era la primera vez que me preguntaban algo así. Siempre estaba sola.
— No es novedad.—alcé los hombros.
Le tomó esas 3 palabras para adivinar, o tal vez sospechar la clase de vida que tuve al lado de su ex mujer.
Conversamos poco, en realidad Charlie no quería los detalles de mi vida, y yo tampoco deseaba contarle los años que viví en el infierno.
Cenamos algo ligero; él parecía abrumado con mi llegada, y pensé en lo trabajoso que le resultará convivir con una hija adolescente.
Me ofreció su habitación para dormir; me dijo que no pegaría el ojo porque se pasaría toda la noche viendo todo lo que tendrá que hacer en la casa conmigo ahora. Mi habitación, la escuela, esas cosas que no hicieron más que hacerme sentir incómoda. Era como si el huracán llegó a Charlie, pero aún no pasaba por el ojo de la tormenta.
A la mañana siguiente, supe que llamó a Rennée para pedirle algunos papeles míos, y esta, al saber que no los traje, terminó contándole todas las mierdas que hice tanto en casa como en la escuela. Así que a mi papá no le quedó castigarme incluso antes de salir a pasear a algún maldito centro comercial.
— Profesor particular y prohibidas las salidas hasta nuevo aviso.—parecía dubitativo pero quiso sonar como padre responsable.
Bien, si Rennée no se drogaba tranquila sabiendo que ya no tenía que responder ante mis malos actos en la escuela, eso no significaba que pueda privar a Charlie de eso.
— No estás embarazada, ¿cierto?—me preguntó pálido.
— Si alguna vez me escapo de esta casa, ten la promesa de que nunca regresaré con un feto entre las tripas.—le dije seriamente.— Al ser hija indeseada, ya tomé las precauciones necesarias.—agregué.
Charlie no dijo nada sobre mi última frase, pero esa era la realidad. Rennée lo conoció en el único bar de este pueblo, se encontró con el único hombre sin cortes en la cara, le abrió las piernas temblorosas por el alcohol y la excitación, entonces, bang, nací yo. Obligándolos a lanzarse al abismo del matrimonio y forzándose a aparentar ser una familia cuando no llegaban ni a tener la edad necesaria para beber. Bueno, al menos esa fue la historia que Rennée me contó cuando apenas tenía 7 años.
— Apenas tienes 16, Bella. Solo dime que besaste a un par de chicos en tu vida y confiaré en ti.—sacudió la cabeza.
— Bueno, lo siento.—en realidad no lo sentía. Qué mejor saber de una buena vez que tu hija ya fue "desvirgada" en vez de andar confiando ciegamente en eso de "Pa, me voy a una pijamada". Así también me libraba de la famosa charla.
Cuando vine a Forks, creí ser yo la que lidiará con su padre. Supuse que sería un 'Renneé' pero con corazón. Pero al final era Charlie quien iba a lidiar conmigo.
Yo sabía que él, en menos de una semana, iba a terminar perdiendo los estribos. Me conocía, sabía que metería la pata en menos de 4 horas y no es que no sepa que esté mal, lo sé. La cago muchas veces pero disfruto mientras lo hago. No me arrepiento de lo que he hecho (Aparte de haber estado con Félix en primer año) y a mi poca edad puedo decir con orgullo que me he salvado de las peores sin ayuda de nadie.
•
A la mañana siguiente, Charlie logró reparar su vieja bicicleta y me la regaló. "Necesitas movilizarte con esto mientras te busco un coche", me dijo. Yo ni siquiera tenía brevete, a pesar de que sabía manejar, pero era hija de Rennée...
Aburrida entre las paredes despintadas de aquella casa, decidí dar una vuelta por el casi fantasma vecindario.
La mitad de la reducida población, parecía ser llena de parejas de abuelos. Cuando pasaba por sus casas, observaba que solo se sentaban en el porche y miraban la vista que tenían desde sus acolchados asientos. Supuse que eso harían todos los viejos, yo nunca conocí a mis abuelos.
Busqué con desesperación algún tipo de juventud cerca a mi casa. Quería divertirme, tener amigos y alguien de vez en cuando alguien para disfrutar de un buen rato; pero era como si viviera en un asilo.
Luego recordé que era Enero y todos estaban en clases un martes al medio día, por lo que regresé a la casa y decidí salir a dar otra vuelta más tarde.
Hasta ahora, Forks me resultaba desesperadamente aburrido. No iba a soportar ni un mes si así eran las cosas.
A eso de las cinco de la tarde, mi segunda vuelta por las húmedas calles de mi vecindario había iniciado. El cielo estaba ya por oscurecer, pero no había señales de que podía extraviarme si anocheciera, incluso con tantos árboles y arbustos invadiendo cada rincón.
Me acerqué a un mini-market para comprar unos cigarros, la temperatura estaba bajando y aparte la última vez que fumé fue hace dos días. Inaceptable.
El ridículo vendedor solo me echó un vistazo para deducir que era menor de edad y me prohibió una cajetilla de Marlboro. ¿Estaba bromeando? Los menores de edad son la mayor clientela de cigarros en este país, ¿quién demonios se creía para negarme? Quise discutir, pero el imbécil continuó mirando tv y me ignoró. Cretino.
Salí de la bodega y me topé con un grupo de chicos que, al parecer, se dirigían donde estuve hace unos segundos.
— Hey.—los saludé y enfocaron sus miradas en mí.
Había un rubio y un moreno. El primero tenía los ojos azules con el cielo, pero con una cara de niño más virgen que culo de bebé. No me serviría para cuando necesite de diversión. El moreno tenía razgos de ya haber pasado la pubertad, y digo eso porque no parecía que su erección iba a llegar tan rápida como la de su amigo.
— Ho-hola.—el rubio sonrió.— Soy Mike.—me extendió la mano y pude sentir su sudor cuando se la extendí.
— Hola... Yo soy Bella. Vivo casi finalizando el bosque.
— Por supuesto.—habló el moreno por primera vez.— Hija de Charlie Swan, ¿no?—sonrió como si supiese todo.— Tyler.—se acercó a darme un beso en la mejía y estuve a punto de empujarlo, pero recordé porqué les hablé.
Pude observar que a unos metros, al lado de una van, habían 3 chicas que me observaban conversar con sus de seguro amigos. La más rubia les comentaba algo que no las hacía contentas a las otras. Quédense rabiosas, perras.
— Claro...—me resultaba incómodo hablar con ellos dos porque algo me decía que serían lo que tendría como amigos en este diminuto pueblo. Maldita sea.— Necesito que me hagan un favor...—me mordí el labio y los miré fijamente.
Salí del mini-market con una sonrisa de oreja a oreja gracias a la cajetilla que tenía en manos. Mike y Tyler me invitaron a una fiesta que habría este sábado y dije que asistiría. Tenía que ver el material de este lugar antes de entrar en depresión.
••
A la mañana siguiente, Charlie me despertó temprano ya que iba a iniciar con mis clases particulares.
Salgo de un infierno y vengo a otro. El cielo no existe, pensé con mi cara pegada a la almohada.
Me metí a bañar y el timbre sonó, por lo que evité demorarme.
Cuando llamaron por segunda vez, Charlie dijo desde la primera planta.
— Bella, es para ti.
¿Acaso era idiota? Me estaba bañando y él a un paso de la puerta. Lo ignoré.
El timbre sonó por tercera vez y fue cuando salí del baño con solo una toalla envolviendo mi cuerpo y dejando mi cabello goteando por todos lados. Quería cometer fraticidio.
Estaba por llegar al final de las escaleras, cuando vi que Charlie ya había abierto la puerta.
— Buenos días, Jefe Swan.—ambos estrecharon las manos.
— Hola, hijo. Adelante.—dijo mi Charlie regresando a la sala. Parecía que ya se conocían.— Ella es Bella, mi hija. Bella, Edward Cullen es tu nuevo profesor.—nos presentó pero Edward aún estaba en el umbral, mirándome.
Me mordí el labio discretamente.
Ahí estaba él. Alto, casi rubio y podía apostar unos cigarrillos de que se mandaba un buen cuerpo debajo de esa ropa ridícula que traía. Un buen cuerpo que combinara con esa buena cara. Tenía que.
Cullen me resultaba muy atractivo, y mis calzones se mojaban de pensar que sería mi profesor en estos seis meses.
Imaginé saliendo del infierno, pero aún lejos del cielo.
¡Estúpida Bella! ¿Cómo olvidaste tomar prestadas las pastillas de Rennée?, me reproché. Debía ahorrar para los condones.
Podía, ahora mismo, dejar caer mi toalla frente a él y terminar haciéndolo sobre la mesa de la cocina. Hasta ahora nadie se me había negado cuando me desnudaba, así que por más años que me lleve -que no parecían ser más de 10-, juraría que Edward tampoco.
Solo era cuestión de esperar.
Subí a ponerme lo primero que tenía a la mano. En realidad no tenía muchas opciones para vestir, la mayoría era ropa que ya no le quedaba a Rennée o algunas prendas que yo lograba comprarme de oferta en Wallmart.
Cuando bajé, Charlie ya no estaba y al chocar la mirada con Edward hubo un largo silencio.
Sus ojos verdes con toques dorados me hacían palpitar en distintas partes, incluso aunque su mirada no fuese de seducción. Solo era oscura debido a sus largas pestañas.
Tal vez por el corto short y la camiseta que me llegaba hasta el final de las nalgas es que bajó la vista. Deducí que en Forks no se veían muchas piernas.
— Bien, ehm. Ya sabes que me llamo Edward. Edward Cullen. Y...—trataba de buscar las palabras mientras nos dirigíamos al comedor con nuestros respectivos útiles bajo el brazo. Se le veía tan nervioso que incluso me acerqué más a él para disfrutar de ello.— ¿Qué te parece si empezamos?—miró entre sus libros una vez sentado.
Fui a sentarme y a mirarlo fijamente solo para molestarlo.
— ¿No habrá una bienvenida de inicio de clases?—dije aburrida. Acababa de llegar a Forks y hasta ahora no pasaba nada que me haya hecho sentir bien. Empezar con Biología quedaba descartado.
Se quedó mirándome por un rato sin saber qué decir.
— ¿A qué te refieres?—me preguntó.
— No sé.—enfoqué mi mirada en su pecho. Parecía ser fuerte y velludo bajo esa camisa y chaleco con figura de rombos. Quería comprobarlo.— Conocernos un poco más.—miré sus labios fruncidos por los nervios y sonreí.
— Claro.—cerró sus libros y tomó aire.— Me llamo Edward Cullen, me gradué en la Universidad de Washington hace unos 3 años. Vivo en Seattle, tengo 28.—hablaba rápido.— Perdí mi trabajo en la escuela de Forks, y tu padre fue quien se contactó conmigo para enseñarte. Nunca había dado clases privadas.
Su voz era profunda y moría por escucharla cerca de mi oído mientras me comentaba todas las maneras que quería follarme.
— Entonces me esforzaré por ser una buena primera vez.—sonreí de nuevo y crucé las piernas. El se sonrojó ante mi comentario.— Ya sabes mi nombre. Vine desde Phoenix porque mi madre y yo ya no nos soportábamos. Estudié en tres escuelas, fui expulsada de las dos primeras. Vivo en el piso de arriba y tengo 16 años recién cumplidos.
Él se quedó mirándome con miles de preguntas en los ojos. Quería que me las haga, pero seguró pensó sería imprudente.
Puedes ser imprudente conmigo cuando se le antoje.
— Es un gusto, Bella.—dijo después de unos segundos.—¿Empezamos?—me preguntó y me encogí de hombros.
Yo ya empecé a mojarme más de lo debido.
Hasta acá el primer capítulo. Si les gusta pueden dejarme unos reviews o guardarme en favoritos. Gracias por leer :)
Avance del próximo capítulo:
