Capítulo 1
LA INVITACIÓN
"Este mundo es una comedia para quienes piensan, y una tragedia para quienes sienten"
– Horace Walpole, IV conde de Oxford
Con una serpiente enroscada en el estómago, les contó a sus amigos lo de la invitación aparecida misteriosamente en el umbral de su casa.
¿Quién diría que el señor Stark estaba chapado a la antigua? Mira que enviar una carta de papel opalina, tinta dorada, y una rosa prendada a la dirección de cada uno de sus invitados… Qué conmovedor e inesperado gesto de su parte. Peter creyó que simplemente iba a recibir un correo electrónico como invitación, uno que podía desplazar con el pulgar y archivarlo en el segmento de las cosas dolorosas que no necesitaba atender. Pero una carta era difícil de ignorar. Sobre todo, cuando su tía May la encontraba primero antes que él.
—Mala suerte —se compadeció Ned—, ahora de seguro que te obliga a ir. Las mujeres aman las bodas.
—Esta tarde enviará la confirmación —masculló Peter.
—Mierda…
—¿Pero sólo es para la recepción de la fiesta o para todo el show? —preguntó MJ. La miserable y elocuente mirada de Peter le hizo levantar las dos cejas— Mierda…
—No vayas a la ceremonia —sugirió Ned—. Nadie con un papel secundario va a las ceremonias de todas formas. Sólo los familiares y amigos cercanos asisten a esas partes aburridas. Tú puedes llegar sin ninguna vergüenza a la fiesta y a nadie le importará.
Peter negó con la cabeza.
—Ojalá fuera así de sencillo —suspiró—. Pero el señor Stark nos ha ayudado tanto... Gracias a él, tenemos mejores ingresos por el estipendio que recibo en Stark Industries. Gracias a sus conexiones, pude entrar a MIT y con una generosa, generosa beca. La Navidad pasada nos quiso regalar un auto, sólo para que no me volvieran a asaltar de camino a la Universidad. A May le pareció excesivo y lo tuvimos que devolver, pero —enumeraba sus razones con los dedos al tiempo que veía las palomas revoloteando por el parque donde se encontraban, y hubiese continuado con la interminable lista, de no ser porque MJ lo interrumpió:
—No porque seas la mascota de Tony Stark significa que estás obligado a ir a un acto religioso que no te interesa —dijo agriamente.
—Pues, técnicamente, sí estoy obligado —replicó Peter—. Porque May no dejará de recriminarme hasta que acepte ir. Me echará en cara todo lo que le debemos al señor Stark y de cuánto ha visto por nuestra familia. No tengo opción...
Sus dos amigos cruzaron miradas.
—Siempre pensé que Tony Stark hacía todos esos gestos por ustedes porque estaba interesado en tu tía —comentó Ned.
Peter sólo se encogió de hombros.
—Pues es evidente que te equivocabas —repuso MJ—. Ha estado con esa pelirroja durante mucho tiempo. Si quisiera otro pedazo de culo, ya lo tendría.
—¿Percibo algo de celos en tu voz? —inquirió Peter. Le confortaba no ser el único rumiando la noticia con un mal sabor en la boca.
—Yo ya superé mis decepciones amorosas, tú supera la tuya —respondió ella con un tono que advertía peligro.
—Okey, okey —se apresuró a decir—. Lo siento.
—Ustedes vayan a llorar en el rincón de los amores imposibles, yo seguiré luchando por Betty Brant —dijo Ned.
—Hablando de amores imposibles —se burló MJ—. Considero más seriamente la posibilidad de que Peter le dé un beso con lengua a Flash, a que tú le des un beso a Betty en la mejilla.
—Oye, a mí no me metas en tus retorcidos ejemplos —protestó Peter.
—Pepper Pots nunca te amará —dijo Ned en actitud vengativa. Como respuesta, MJ le pellizcó la regordeta extensión del brazo y el chico aulló de dolor.
Cuando ya se estaban peleando como dos niños pequeños, la entonación del celular de Ned puso fin a sus infantiles discusiones.
—Me tengo que ir —dijo apresuradamente—. Mis horarios son una locura. ¿Quién me mandó a estudiar Ciencia Computacional e Ingeniería? Oh, es cierto. Yo lo hice —recogió su mochila y se levantó de la banca donde estaban sentados. MJ lo imitó.
—Lo siento, yo también tengo clases —se disculpó ella tras ver la expresión de Peter—. Hablamos luego, ¿de acuerdo?
—Te vemos más tarde —prometió Ned. Y Peter supo por el tono y la mirada que iban a continuar hablando infinitamente sobre el hecho de haber sido invitado al compromiso más llamativo y sonado del año. Seguramente ambos profundizarían a consciencia lo que Peter estaba sintiendo, cómo le estaba afectando, y qué pensaba hacer para sobrellevarlo. Peter no tenía la más remota idea de lo último. Lo que sí sabía era que deseaba ser tragado por la tierra, y escupido cuando todo hubiese terminado.
Era su sonrisa. Su majestuosa y agónica sonrisa.
Peter conoció al hombre de sus sueños húmedos a la edad de quince años.
Nadie entendió en aquel entonces por qué Tony Stark había decidido acoger a un chico de clase media baja y perfilarlo como su protegido. Peter era increíblemente listo (nadie lo ponía en tela de juicio), pero como él, existían otros muchachos igual de prometedores, de mejores familias y de abundantes recursos. Peter era tan pobre que tuvo que heredar los tenis mugrientos de su tía cuando éstos le quedaron. Si Tony Stark creía que ese joven era merecedor de sus enseñanzas, atención y tiempo, se debía, obviamente, a uno de esos actos de caridad que solía regalar cuando la cartera le apretaba demasiado. La gente dio por sentada la bondad del hombre y los medios lo catalogaron como un santo.
Y Peter se esforzó al máximo cada día de su existencia para probar que se merecía el favoritismo del genio. Día y noche se dedicó al arduo estudio. Sacaba las mejores notas, diseñaba los más creativos experimentos, ingeniaba las más locas sustancias químicas, y absorbía los conocimientos del señor Stark como una esponja: su mente trabajaba de manera febril para superar las expectativas.
Todo marchó bien los primeros meses. Para entonces, Peter ya había salido del closet y se dio cuenta bastante rápido que tenía una debilidad por su mentor. ¿Quién podría culparlo? El hombre era inteligente, divertido y ferozmente atractivo. Peter simplemente tenía ojos en la cara y los usaba. La cosa no era tan grave: sólo era un flechazo, se decía, un capricho que se le iba a pasar con el tiempo. Después de todo, se puede convivir con el objeto de interés y rechazar el deseo...
Una tarde lluviosa, Peter arribó a Stark Industries mojado y sin paraguas. El chofer del autobús había tenido la "consideración" de arrancar sobre un lodoso charco de agua, empujándolo todo en dirección hacia el muchacho. Calado hasta los huesos, tembloroso y miserable, se encerró en el primer baño que encontró. El aire acondicionado estaba en funcionamiento, y todos los poros de su cuerpo aullaron en señal de protesta. Adiós ropa. Peter se desnudó por completo y dejó de temblar. Con un poco de papel higiénico empezó a tallarse las partes más empapadas. Gimió de alivio, entró en calor poquito a poquito y sintió sus bolas contrayéndose bajo la tersura del papel. Su miembro parecía un bollito, encogido y diminuto, como una tortuga aterrorizada en su caparazón. Sus pezones estaban rígidos por la temperatura, como dos pequeños misiles preparados para sacarle un ojo a alguien, y el cabello goteaba sobre su frente, curveándose con cada esfuerzo que Peter hacía para secarse.
El señor Stark abrió la puerta en ese momento.
Y la cerró casi de inmediato.
Así debió suceder en realidad: llegó, entró, una breve ojeada y cerró la puerta detrás de sí con una disculpa.
Pero Peter sintió que transcurrieron años antes de escuchar el "click" del seguro. Sintió que el pulso de una bomba repiqueteaba hasta resolverse en explosión tardía. A la vez que ocurría, lo visualizaba todo desde las alturas, cada escena convertida en un cuadro congelado, cada latido en una eternidad.
La sorpresa de encontrar a otra persona en el baño.
El shock de ver la desnudez de Peter
La mirada reptando por su piel.
Mortificación.
La incomodidad perceptible incluso desde el otro lado de una puerta.
Todo sucediendo en tortuosa cámara lenta.
¿Qué habrá pensado de él?
¿Qué habrá sentido al verlo?
Inevitables preguntas formuladas durante años venideros.
Pero en el día concreto, Peter estaba tan avergonzado que deseó fundirse en una masa gelatinosa para siempre.
De todas las personas…
Stark lo encontró, literalmente, en las peores condiciones posibles, e ignorando la infame disminución de sus genitales por la baja temperatura, su aspecto cotidiano también dejaba mucho que desear. Se percibía a sí mismo flacucho y sin músculo. Enclenque y poco llamativo. No era ningún atleta, rara vez lograba completar las rutinas del entrenador de la escuela. Los golpes en el hombro que MJ le propinaba cariñosamente le dejaban moretones en su piel de porcelana. El contraste de su endeble anatomía con el cuerpo robusto y delineado de Stark era para debatirse entre reír y llorar.
No obstante, aunque nada ocurrió de manera convencionalmente favorable, Peter no pudo alejar el pensamiento de que la escena parecía una película porno de bajo presupuesto: El papi adinerado y apuesto entra en la habitación, y descubre a un jovencito virgen secándose el cuerpo luego de una escabrosa tormenta. El hombre se congela en el umbral de la puerta, degustando cada centímetro de piel expuesta ante sus ojos. Se relame los labios, sonríe de oreja a oreja, y espanta al pobre chico con una voz profunda y deliciosa: ¿Necesitas ayuda con eso?
¡Corten!
Desgraciadamente, la vida de Peter no era un rodaje de películas para adultos.
Esa misma tarde (cuando Peter se hubo secado y puesto calzoncillos), el señor Stark abordó el incidente desde un lado humorístico para restarle incomodidad al asunto, y le propuso amablemente que se olvidaría de todo aquello si Peter lo olvidaba también. El muchacho accedió, y los dos se pusieron a trabajar como si nada hubiese ocurrido, ése día y el siguiente. Y el siguiente. Y los años lavaron la vergüenza.
Peter se hubiese tomado la experiencia con filosofía si hubiera sido menos joven e impresionable. Pero, como en todo buen inicio de historia, aquel golpe de suerte le desató un estímulo inexorable y estúpido, tan atronador, tan embriagador, que no pudo menos que sentirse extremadamente atraído hacia Tony Jodido Stark. De pequeño siempre había venerado el suelo por donde caminaba; ahora quería besarlo y estremecerse ante el contacto. La cosa se había puesto grave.
Los meses volaron, las estaciones huyeron y regresaron. Peter encontró cierto nivel de confort en distintos pares de labios, al tiempo que seguía creciendo y explorando su sexualidad. Nunca forjó una relación, ni pudo enamorarse, pero al menos satisfizo sus deseos primarios. Físicamente, había llegado muy lejos con varios chicos de su edad, al punto de casi perder por completo la virginidad. No obstante, algo siempre le impedía dar el último paso y graduarse por fin con honores de la materia "sexo avanzado".
No había que devanarse los sesos pensando en el motivo.
Era su sonrisa.
Cuando Tony Stark sonreía; dientes blancos, alegría juguetona y esa manera extraña de pedir perdón antes que pedir permiso… Cuando sonreía, especialmente cuando le sonreía a Peter…dios…
El único pensamiento coherente que cruzaba por la cabeza del joven era el de ponerse de rodillas y hacer lo que el señor Stark le comandara. Peter obedecería sin quejas, sin preocuparse por los códigos de ética, ni las consecuencias.
Pero esa no era una línea de pensamiento muy productiva, sobre todo cuando tenía que jugarse las materias y un promedio, sobre todo cuando había que cultivar el fruto de su carrera. Peter tenía responsabilidades, metas y sueños, no iba a olvidarlo tan fácilmente. No sería sabio –se repetía constantemente– poner en peligro la relación mentor–aprendiz por un poco de lujuria adolescente. Por encima de todas sus calientes hormonas, nada le aseguraba que sería correspondido: Tony nunca actuó diferente después de su pequeño "encuentro", y jamás dio señales de pensar o sentir algo similar al ardor que azotaba a Peter cada vez que se veían. En toda la prolongación de fechas, éste no mostró ni una pizca de interés, ni antes ni después de haberlo visto como lo había visto. A Peter le avergonzaba ser el único que tenía pensamientos lujuriosos, así que decidió hundirlos en el fondo de su corazón. Decidió sufrir una dura y perpetua frustración diaria si aquello significaba que podía permanecer cerca de Stark como un aprendiz obediente y nada más.
Por otro lado, con Stark revisando constantemente su trabajo, apareciendo y desapareciendo en las instalaciones, perturbando con su fogosa presencia a Peter… era comprensible perder la calma de vez en cuando. Aunque Peter se mantenía fuerte y nunca dejaba entrever su deseo, las victorias se sentían menos como eso; victorias. Particularmente con una boda en el horizonte.
Tony Stark nunca fue suyo y nunca lo sería.
No había por qué hacer un drama, el primer paso para superar las malsanas trivialidades de la vida era aceptando la realidad. Y ya había tenido su prueba de fuego cuando se anunció por televisión la noticia del compromiso.
Tía May y él estaban comiendo comida tailandesa en ese momento. La tele del restaurante estaba encendida en frente de su mesa. Tuvo que hacer un esfuerzo supremo para borrar su cara de shock tras ver al señor Stark arrodillándose frente a Pepper Pots en medio de una conferencia de prensa. Tuvo que ignorar la mano invisible comprimiendo sus tripas y dándoles vuelta tras ver el anillo envolviendo el dedo anular izquierdo de la pelirroja. Tuvo que mostrar temple, moderada sorpresa, y un destello de alegría por la increíble primicia de su más querido benefactor y maestro. Enhorabuena. Felicitaciones. Que tengan una maravillosa vida juntos y que ningún accidente de avión les arruine la luna de miel.
Bueno, ser rencoroso no ayudaba a nadie, solamente lo hacía sentir más miserable. Peter no les deseaba el mal a los novios. Pero…
Pero…
¿Por qué no pude ser yo?
«Porque no tienes tetas», le susurraba la baja autoestima.
Pero el señor Stark demostró en muchas ocasiones que es un amante indiscriminado.
«Hombres, no niños», le recordaba esa vieja arpía de su cabeza.
Pero tengo 18 años.
«Oh sí, esa carita de bebé recién nacido es sumamente atractiva», se burlaba. «Tu estatura baja, tu carencia de vello corporal. Ni hablar de tu experiencia».
Tengo experiencia. He besado chicos, he compartido lecho con ellos.
«Pero Tony Stark tiene 30 años de ventaja. ¿Qué tienes tú que pueda sorprenderlo? ¿Qué sabes tú del verdadero sexo?»
Lo suficiente…
«No demasiado entonces».
Cállate.
«Eres adorable».
Cállate.
«Será mejor que lo olvides de una vez por todas. Nunca va a fijarse en ti».
Lo sé.
«Se acabó».
Lo sé.
«Está comprometido. Tú asistirás a su boda».
Peter lo sabía. Lo supo desde hace mucho tiempo en realidad. Pero un joven tiene derecho a soñar, incluso cuando sus inseguridades lo acomplejaban, incluso cuando él mismo se auto-saboteaba. Aquél era su masoquismo expresándose en todo su esplendor, con locura y desazón.
Tony…
¿Cuántas veces se había masturbado en su nombre y por su causa? Peter perdió la cuenta.
Oh, Tony…
El Tony de sus fantasías no estaría contrayendo nupcias con pelirrojas de la alta alcurnia. El señor Stark le llamaría gentilmente por su nombre de pila, lo llevaría todas las noches a su cama y le haría el amor con un desenfreno temerario.
Aquella noche, después de haberles contado la noticia de la invitación a sus amigos, Peter estaba especialmente sensible y necesitado, por lo que el Tony de sus fantasías era un amante gentil, tierno y considerado.
Le besaría la frente, le hablaría en susurros, y le prometería imposibles; un futuro juntos, un amor correspondido. Y encajarían perfectamente. Como dos piezas de rompecabezas destinadas a encontrarse.
Se imaginó al señor Stark guiando suavemente los vaivenes arriba de él…
Peter enterró un gemido en la almohada de su cama, giró sobre su vientre boca abajo y siguió palmeándose su polla medio dura. Quería más, tanto más. Quería ver esos ojos marrones y esos labios curveados hacia arriba en la sonrisa perfecta que siempre hacía que el corazón de Peter se acelerara. Quería todo.
Evocó el resto del señor Stark: comenzando por sus hombros fornidos, seguido por el pecho torneado y bronceado, su abdomen tieso y duro, su barbilla, su vello facial, sus manos grandes, gruesas y rasposas…
Las caderas de Peter se sacudieron. Estaba cerca. Seguramente no necesitaría tocarse para alcanzar el clímax, porque si el Tony de sus fantasías (un hombre que no tenía reparos en deslizar su polla por la garganta de su protegido) le seguía haciendo el amor con ese ritmo…
Su vientre se tensó. Gimió quedito. May estaba en la otra habitación.
Después de tantos años viviendo en un mini departamento ubicado en el corazón de Queens con otra recámara a pocos metros de la suya, Peter ya había adiestrado el arte de ser silencioso cuando se tocaba. Por ello no significaba que sus fantasías eran menos potentes.
Se arqueó en la cama, su cuerpo palpitaba de deseo. Quería que Stark lo cuidara, que se hiciera cargo de él, que lo follara hasta la inconsciencia. El placer se volvía demasiado ruidoso para soportar el silencio. Tenía que aguantar, tenía que aguantar, tenía que…oh…
Peter lamía esos brazos, ese pecho, las gotas de sudor que perlaban sus vaivenes.
—Por favor, por fa…vor… —ya estaba comenzando a balbucear, a rogar por algo que no estaba sucediendo en realidad. Se iba a venir, lo sabía, lo sentía. No había forma de detenerse ahora, no con esa sonrisa que adornaba sus pensamientos, esos ojos oscurecidos por el deseo, y esa polla que lo fornicaba hasta el fondo de-
Un sonido estridente interrumpió su casi-eyaculación.
Peter pegó un salto que casi lo sacó de su piel. ¿Qué demonios…?
Era una llamada. Genial. ¿Quién osaba interrump-
Oh.
Oh…
La sorpresa, el gusto, la vergüenza, y el deseo, afloraron como una tormenta. Definitivamente iba atender esa llamada.
Tomó el celular con la mano izquierda (la que no había usado para masturbarse pensando en su interlocutor) y presionó el botón táctil para contestar.
—¿Hola? —creyó que su voz sonaba bastante normal y estable para alguien que estuvo a punto de alcanzar el clímax.
—Los resultados de tu Investigación sobre las Nanopartículas Metálicas como uso alternativo de Reciclaje han salido —contestó esa voz masculina y cremosa como la mantequilla que tan venerada era por Peter en silencio—. Estoy a punto de patentarla en el Instituto de Bioproductos Renovables. Convénceme de no hacerlo, por favor —su voz no tenía el menor asomo de súplica, pero Peter obedeció como pudo.
—¿Es parte de mi proyecto universitario, y si me lo quita repruebo la materia?
—Cierto —resopló—. Acabamos de esquivar tremenda bala, ¿te das cuenta? Estaba así de cerca de venderles tu producto. Es un alivio que me hayas detenido —tampoco sonaba aliviado. Peter sabía que sólo se trataba de una broma y que su verdadera intención era elogiarlo—. Como sea, ¿qué estabas tramando? ¿Interrumpo algo?
Peter miró su mano derecha embarrada de líquido pre-seminal y lubricante.
—N-no, no-no, para nada —dijo con una voz más aguda de lo que pretendía, y prosiguió a limpiarse con el paquete de kleenex que tenía a su derecha. Para conseguirlo tuvo que retorcer el cuello y sostener el celular entre su oreja y su hombro—. Sólo estaba haciendo tarea, ya sabe, lo usual. Ya iba a terminar —sí, bueno, ya iba a terminar, pero no con su tarea—. ¿Qué hay de nuevo, señor Stark?
—No mucho —respondió—. Otra ovación de pie en la Stark Expo. Aburrido. Las primeras cinco veces fueron excitantes, pero ya después de la octava…mmm no demasiado. Hablando de cosas excitantes: La carta fue enviada hoy, ¿la recibiste?
—Sí, la recibí —hizo lo posible por omitir la amargura inyectada en sus palabras—. May se encargó de enviar la confirmación hace un par de horas.
—Genial. ¿Entonces cuento con tu esencial y significativa participación para el día de mi boda?
—¿Perdón? ¿Dijo significativa participación? —repitió Peter con sorna— No sabía que tengo un rol tan importante dentro del show. Pensé que mi trabajo era quedarme de pie, muy callado y fingiendo que no existo —o al menos ése era el plan…
—Sólo era una pregunta retórica, pequeña alimaña —replicó Tony—. Y que no te escuche Pepper llamándole "show" a nuestra boda. Es capaz de negarte la entrada.
Mejor que no le diera ideas a Peter, porque era capaz de ponerlas a prueba.
—Ahí estaré, señor Stark. Sin falta —suspiró—. Por favor, no me desinvite.
—Voy hacerte un favor y pasaré por alto el tono sarcástico de tu voz —dijo Stark—, y voy a atribuirlo a que sé que estás algo presionado por la Universidad. Odio romper tu concentración con cosas tan mundanas como una boda.
«Si no quiere romper mi concentración, pues no se case», pensó frívolamente Peter.
—Es el día más feliz de su vida —dijo en cambio—. No me lo perdería por nada en el mundo. Gracias por haberme invitado, señor.
—Mucho mejor. Buen chico.
Su actuación de aprendiz devoto ya estaba muy ensayada y bien pulida como para fallar ahora, con todo y una erección punzante y negándose a desaparecer, pues el sonido de su más grande interés vocal estaba en la otra línea.
Mucho mejor. Buen chico. En medio de sus sueños, palabras como ésas frecuentemente lo hacían estremecer de lujuria y placer.
Mucho mejor. Buen chico. Sí, Peter era un buen chico para el señor Stark. Uno muy bueno. Era agradable que ese reconocimiento proviniese de la vida real, para variar.
—No hay problema…—dijo mientras volvía a acariciar la extensión de su polla y cerraba los ojos. Se recostó nuevamente en la cama—. Haría lo que fuera por usted.
—Me consta —dijo Stark riéndose entre dientes.
Peter aceleró el ritmo de su mano, absteniéndose a emitir ruiditos más comprometedores.
—¿Le consta? —preguntó en voz baja.
—Claro que sí —respondió Stark—. ¿Cuánto tiempo llevo de conocer a mi pupilo? Si no fuera porque conozco al doctor Banner desde el 2012, y porque me desollaría vivo si remotamente lo considerara, tú serías el primero en la línea para el puesto de mi padrino de bodas.
La mano de Peter se detuvo.
Eso fue…un golpe bajo. Muy bajo.
A Peter le temblaron los labios y no dijo nada.
Sintió que algo se desinflaba en su interior. O tal vez era su miembro perdiendo grosor y sangre. De cualquier forma, hubo silencio.
—¿Peter? —llamó Tony. Sonaba irritado— ¿Estás ahí? ¿Me quedé hablando solo otra vez?
Peter tragó saliva dificultosamente.
—N-no, a-aquí sigo...
—Oh, ahí estabas. —exclamó Tony—. Es gracioso cómo la gente deja de hablar de repente. ¿Mi sentimentalismo te quitó el aliento?
Sí, eso. Peter se agarró de eso.
—E-exacto, umm, exactamente —relajó los brazos a ambos lados de su cuerpo. El teléfono quedó tendido sobre la almohada muy cerca de su oreja—. Me conmueve, señor Stark.
—Lo sé —exhaló con cierto hastío—. Debe ser la terrible infección de la dicha. Puedo parar si te incomoda tanta cursilería.
—No… —se aclaró la garganta y se obligó a seguir hablando—. La cursilería le queda. La dicha también.
—¿Eso crees?
—Como la mugre al trapo.
Tony rio. A Peter le gustaba escuchar ese sonido.
—Tengo que irme, pequeña alimaña —se despidió Stark cariñosamente—. No puedo esperar a que llegue el día…
—Yo tampoco. Felicidades, señor Stark —dijo ya en modo automático. Ni siquiera sintió dolor.
—¿Qué? Yo estaba hablando del día en que voy a patentar tu investigación. ¡Aun no estoy convencido!
Peter soltó una carcajada sincera.
Pasados algunos minutos de haber colgado y de mirar el techo, Peter retomó sus quehaceres. Siguió frotándose el miembro a pesar de tener pocas ganas de hacerlo; ya había metido la mano, pues ahora terminaba.
Desde la base hasta la punta, con su mano entera en forma de puño, ajustando presión donde se sentía mejor. No fue necesario poner más lubricante. No fue necesario sentir demasiado.
El orgasmo finalmente se elevó y lo alcanzó como punto de ebullición.
Peter quedó hecho un desastre en la cama, respirando agitadamente.
Contempló el techo por otro largo rato, y la madrugada le cayó encima de repente y sin notarlo. Apagó las luces y se acurrucó como gato en su cama diminuta. Cerró los ojos y deseó inducirse en un sueño criogénico por los próximos diez milenios.
