Prologo

Sam caminaba de un lado al otro preocupada, de su rostro caían lágrimas saladas. ¿En qué momento todo cambio? ¿Por qué tenía que besarlo? Solo tenía que seguir fingiendo un par de años más y listo, nadie se enteraría que estaba perdidamente enamorada de Freddie Benson. Pero, cometió un error y ahora tenía que pagar por ello. Renunciaría a iCarly, le pediría traslado al director y estaba dispuesta a perder la amistad de Carly por su estupidez.

-Sam, todos están como locos buscándote… -"Maldición, Gibby" gritaba la rubia en su mente. Se giró mientras lo observaba desafiante.

-Atrévete siquiera a decir que estoy aquí y lo pagaras bien caro… -amenazó rápidamente. Esa era su vida, atemorizar a la gente y ser mala con las personas, así nada ni nadie sería capaz de dañarle.

-No te he visto… no lo he hecho… -gritaba el chico antes de salir huyendo como una nena por las escaleras.

Sam quería desaparecer, si ese chico había sido capaz de conseguirla, él también lo haría. Bajó las escaleras a toda velocidad y se detuvo antes de llegar al pasillo, no había nadie a la vista lo que le alegro mucho porque lograría escapar sin ser vista. Corrió hasta la puerta principal y saco la llave maestra que su tío le había regalado, abrió la puerta lo más rápido que pudo, pero la suerte no estaba de su lado.

-Sam, ¿Qué estás haciendo? –no se detuvo a escuchar su rechazo.

La rubia corrió mientras escuchaba los gritos de Carly y Freddie, no podía detenerse, no quería escuchar la verdad. Comenzó a llover y las frías gotas caían golpeando su rostro, en ese momento se detuvo, ya no podía más.

-¿Qué? –gritó. –No quiero que me digas que no me amas, Benson, déjame en paz ya se tu respuesta.

Freddie hizo una mueca de dolor e intento acercarse a ella, pero Sam se alejo.

-Déjame en paz, por favor… -la rubia había comenzado a sollozar.

-Amiga… no creo que…

-Cállate, no me eches en cara la realidad. Sí, me equivoque y estoy enamorada de este idiota que no hace otra cosa que vivir por ti… -bramó y se giró para cruzar la calle, no le prestó atención a los llamados, ni siquiera quiso mirar a los lados ¿Quién podía estar a las tres de la mañana?

-Sam, espera… No, cuidado –se giró, observó la cara horrorizada de Freddie y luego la oscuridad reino en todos lados.

Quería saber que sucedió, nada le dolía ni siquiera sentía la lluvia. Trato por todos los medios de despertar, sabía que estaba dormida y eso le molestaba aun más. Maldita seas, Sam, como puedes mostrar tanta vulnerabilidad en menos de tres horas, se decía una y otra vez en su mente. Escuchó a lo lejos un sonido molesto que le hizo gemir, ¿Por qué sonaba tan fuerte? Trató de buscar con su mano la fuente del ruido y lo encontró, era la alarma de su radio. Su corazón se detuvo y abrió los ojos tan rápido como pudo, estaba en la habitación de Freddie, ¿Cómo había llegado allí?

-Sam, cariño, es hora de su baño contra los piojos. Recuerda, si no empezamos puede llegar tarde y no queremos eso –gritó la mamá de Freddie desde el pasillo, ¿le iba a dar un baño? Definitivamente estaba loca.

La señora Benson abrió la puerta y le sonrió con cariño.

-Apúrate, osita, es hora… -Sam gritó de sorpresa y le encaro.

-Mira, loca… déjame en paz y haz que aparezca el mal… tu hijo –gritó, estuvo a punto de decirle mal nacido pero se detuvo temerosa.

-¿Qué te pasa, cariño? ¿Estás enferma? –se acercó rápidamente a tomar su temperatura. –Tu temperatura es normal. Sam, tu eres mi hija…

La rubia comenzó a respirar con dificultad, no podía creer eso, era imposible. Las lágrimas se acumularon rápidamente en sus ojos y no pudo retenerlas. Eso debía ser una pesadilla, seguramente se quedó dormida y nada de lo que había pasado, el beso y el fuerte golpe que había sentido, era real. Se pellizcó el brazo derecho soltando un pequeño grito de dolor, ella comenzó a llorar cada vez más, eso no era un sueño.

-Yo soy Sam Puckett… -gruñó entre sollozos.

-¡Oh por Dios! ¿Ese chico te golpeo de nuevo? ¿Se atrevió a hacerte daño? –Sam frunció el ceño sin entender nada de lo que decía esa vieja.

-¿Qué? –preguntó la rubia aun confundida.

-Freddie Puckett te ha molestado por tanto tiempo, aunque tienes una extraña amistad con su mejor amiga Carly, nuestra vecina. Haces el web show con ellos, ¿recuerdas? –Explicó la Señora Benson con preocupación. La rubia estaba segura haber visto eso cuando miraba a Freddie.

-¿iCarly? –susurró con temor.

-Sí mi niña, tu eres su camarógrafo… ¿Por qué estamos teniendo esta conversación? Tú sabes todo esto… –preguntó ella acercándose a Sam, pero se detuvo al ver su cara de horror. -Apúrate y espérame en la ducha, hemos perdido quince minutos de baño –"No puede ser, ¿baño?" pensó Sam con desesperación.

Sam la vio desaparecer de "su cuarto" y se largo a llorar. ¿Qué rayos había pasado? ¿Por qué ahora despertaba en la casa de Freddie? Su vida había sido robada y si eso era una broma de mal gusto lo pagarían bien caro. Ella se levantó de la cama de Freddie e hizo una mueca de asco al ver el orden excesivo en esa habitación, si ese era el calvario que sufría él, lo compadecía.

Ella peleó con la mamá de Freddie y al final tuvo que ceder, no pudo convencerla de que no la necesitaba y eso fue frustrante para la rubia. Sam no podía creer toda la vergüenza por la que tenía que pasar el castaño, ¿su madre lo bañaba aun a sus 16 años? No lo podía creer. Pero, nada se comparaba con la ropa que tenía que usar, era toda horrible y desagradable.

-Dios, pareceré una secretaria –susurró horrorizada al verse en el espejo.

-Osita, te ayudaré con tu cabello para que lo tengas lindo y perfecto –Sam gruñó al verla y se dejo hacer.

Minutos más tarde, estaba parada en el interior del ascensor. Supuestamente debía ir a casa de Carly, pero tenía miedo que todo estuviera cambiado, así que decidió caminar sola hacia la escuela y enfrentar esa realidad. Ahora no se llamaba Sam Puckett, si no Samantha Benson.