Prólogo
La música retumbaba en sus oídos. Quinn bailaba por su habitación mientras se preparaba para un nuevo día. En sus auriculares, se podía escuchar el nuevo hit del momento. Su cama se encontraba deshecha, como de costumbre, y la habitación era un completo caos. Esta muchacha, de cabello rubio y melena despeinada, tan sólo tenía 17 años.
Se escucharon unos golpes, frágiles, en la puerta de su dormitorio. Era su madre. La señora Fabray era una conocidísima empresaria que pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa y, en ese momento, se encontraba tocando la puerta de su hija para llamar su atención.
-Quinn, por favor, ábreme. Soy mamá.
La adolescente no pudo escuchar muy bien lo que le estaba diciendo su madre a gritos, pero sí que se percató de cómo el picaporte de la puerta comenzaba a girar repetidamente y con mucha insistencia.
-¡Quinn, por favor! ¡Quítate esos horribles aparatos de las orejas y escúchame!
La muchacha ya se encontraba junto a la puerta, quitando el cerrojo que prohibía la entrada a su madre.
-¡Ah! Eres tú…-se dio media vuelta para seguir con su baile improvisado, dando así la espalda a su madre.
-Quinn, estamos esperándote para desayunar.
-¿Qué quieres?- se giró bruscamente y gritó.
-Estamos esperándote para el desayuno, ya te lo dije antes pero no me escuchaste al tener esa estúpida música metida en tu cabeza.
-¡Dios! ¿Por qué tienes que ser tan pesada? Shelby me deja bajar a desayunar cuando me da la gana.
-¿Shelby? ¿Ahora la llamas Shelby? Creo que me he perdido… ¿Cuánto tiempo hace que no nos vemos?
-Dos meses mamá, claro que te has perdido. Nunca estás aquí para estar con tu hijo.
Golpe bajo para la señora Fabray. Su hija mayor sabía cómo hacerle sacar de sus casillas; Quinn sabía que hablar de Sam era la conversación clave para que su madre desapareciera rápidamente, ya había aprendido mucho en los 17 años vividos junto a ella.
-Voy abajo con tu padre y tu hermano. Si te da la gana, baja para pasar el desayuno en familia.
-Iré cuando me apetezca, ¿ok?
-Está bien, haz lo que quieras.
Judy se daba media vuelta y volvía a retroceder el camino realizado para llegar hasta la cocina. Allí, Sam y Russel esperaban la llegada de la rubia menor.
-¿Dónde está mi hija?- preguntó Russel en un tono enfadado.
-Ya ves, ahora dice que piensa bajar a desayunar cuando le apetezca.
-¿Acaso me está jodiendo? ¡Sabe que es el único día que podemos desayunar todos juntos!
-No sé, pero creo que "Shelby" ha estado dejándola bajar a desayunar cuando le apetecía –dijo Judy en un tono molesto y desviando su mirada hacia la niñera. –Y ahora no quiere bajar.
-Señora, lo siento. La niña está muy rebelde últimamente y no tenía otra opción. Lo siento- se disculpó Shelby agachando la mirada.
-No te preocupes Shelby, ya sabemos que la niña está en una época mala. Ya se le pasará- comentó el señor Fabray.
-Voy a avisarla, quizá a mí me haga caso-insistió la niñera.
Shelby comenzó a subir los escalones que le llevaban hacia la primera planta, donde se encontraban las habitaciones. Desde ahí, ya podía escuchar el jaleo que tenía la adolescente montado. Giró hacia la derecha en el pasillo y, en la primera puerta, se paró para golpear enérgicamente.
-Quinn, ¿puedes venir a desayunar con tus padres, por favor?
La chica ya había bajado el volumen de su música considerablemente y, ahora, se encontraba arreglándose para salir a la calle. Se acercó a la puerta y permitió a su niñera que pasara al interior.
-¡Buenos días Shelby!-la saludó sonriente y con un beso en la mejilla.
-Buenos días, cielo.
-Qué, ¿te ha mandado la bruja?
-En realidad…no. Deberías bajar a desayunar con tus padres, ellos te han echado mucho de menos.
-Paso de ellos.
-No seas así jovencita o te arrepentirás algún día.
-¿Arrepentirme? ¿Por qué? Si yo no he hecho nada…
-Tu madre te consiente todo lo que quieres, Quinn. Y ni te cuento el señor Fabray…
-¿Y qué? ¿Crees que criar a un hijo sólo conlleva darle una tarjeta de crédito y dejar que compre todo lo que le apetece?
-La señora Fabray nunca te dejó hacer lo que quieres.
-Cuando está, cuando no… ¿Quién me controla?
-Pues yo, señorita.
-Pero tú eres una tía genial. Quiero decir… eres la mejor segunda madre que una persona pueda tener. Sam tiene suerte de tenerte las 24 horas del día.
-Y tú también me tienes aquí para lo que necesites… Lo sabes, ¿no?
-Claro que lo sé Shelby… pero de verdad que no me apetece bajar ahí y sonreír cuando lo único que quiero es salir disparada de casa y no verles la cara. Tú ya me entiendes.
-No te entiendo, pero te respeto. Si no quieres bajar… le diré a tu padre que te encuentras indispuesta.
-Tranqui, ya voy. Si ya me estaba preparando…
-Pues entonces… ¡Genial! Te esperan abajo. Y ponte ese polo de color rosita que tanto le gusta a tu madre, ¿vale?
-¿Perdona?-espetó Quinn con el ceño fruncido.
Shelby no contestó, sólo se limitó a volver sobre sus pasos. Quinn se quedó pensativa por un instante. El polo rosa no. Sería capaz de ponerse cualquier cosa por no oír al ogro de su madre, pero el polo rosa no. Lo odiaba a muerte; decía que no le sentaba bien el color por ser rubia.
-Si cree que me voy a poner el polo rosa…va lista.
El teléfono comenzó a sonar con una melodía que dejó sonar por más tiempo tan sólo para tararearla, a la vez que observaba la foto que identificaba a la persona que la llamaba. Era Kitty, su mejor amiga, o eso decía ella.
-¡Hey Kit! ¿Cómo llevas la mañana?
-Hola hermana, aquí vamos. ¿Y tú? ¿Conseguiste deshacerte ya del ogro?
-¡Qué va! Y vamos a tener que dejar aplazado ese café para más tarde… El ogro quiere que vaya a desayunar con la familia. Ya sabes… es el único día que pasamos todos juntos.
-Tú familia es un rollo, tía. ¡Pero qué cursis sois, de verdad…! Bueno, ¿entonces qué? Yo ya estaba de camino al bar… ¿Te espero o voy haciendo planes?
-Empieza tú si quieres y yo me engancho más tarde, ¿ok? Si puedes empezar a buscar cosas por Internet, vamos adelantando cosas.
-Ok Quinn, te espero allí en un rato.
-¡Gracias! Te veo después.
Inmediatamente colgó el teléfono y terminó de colocar en la mochila las cosas que necesitaba para su encuentro con Kitty. Hacía ya unos meses que la conocía y habían congeniado como si se conociesen de toda la vida… Enseguida bajó a la cocina para tomar el desayuno.
-¡Por fin te dignas a aparecer preciosa!-era su padre el que se levantaba para darle un beso en la cabeza.
-Lo siento, estaba terminando de hacer la mochila para ir a clase.
-Muy bien, señorita. Así me gusta.
-¿No puedes dejar esos auriculares en casa, hija?-su madre volvía a atacarla.
-¿Tanto te molesta que escuche música mamá?
-Me molesta que lleves esa cosa horrorosa en el cuello colgando todo el día.
-Pues yo no veo que tengan nada de malo mis auriculares... ¿Verdad que no, papá?
-En realidad a mí me gustan-le contestó su padre con una sonrisa.
-¿Ves? Tú eres la única que se opone.
Quinn recogió unas tostadas que había sobre la mesa y un vaso de zumo, se cargó la mochila y se dispuso a salir de la cocina.
-¿Dónde crees que vas?-gritó Judy enfurecida.
-Donde me traten mejor que aquí.
-Hija, por favor, vuelve a la mesa. No hagas enfadar a tu madre. Venga…
-No, papá. Estoy harta; estoy harta de tener que hacer siempre lo que ella dice y cuando ella lo dice. Y, encima, tiene tiempo para meterse con lo que llevo o dejo de llevar. Lo siento por ti papá, pero no quiero compartir mesa con "esa".
Todos en la cocina se quedaron enmudecidos por el comportamiento de la rubia y se miraron entre ellos. Fue Sam el que, ésta vez, se acercó a su hermana antes de que saliese por la puerta.
-Quinn, por favor, no te vayas.
-Sam, tú no lo entiendes porque aún eres pequeño. Ya me entenderás cuando seas mayor.
-¿Por qué te peleas tanto con mamá?
-Es ella la que se pelea conmigo, ¿no lo ves? ¡Hasta unos estúpidos auriculares le molestan!
-¿Me los dejas?-preguntó el niño con una sonrisa mientras tendía su mano.
-Claro, enano.
Quinn le dejó los auriculares a su hermano pequeño y éste se los colocó.
-¿A que molan?
-Sí, y suenan genial-contestó el niño.
-Prometo regalarte unos con la siguiente paga, ¿ok?
-¡Vale! ¿Puedes venir ahora a terminar de desayunar conmigo?-preguntó Sam con una carita triste que ablandecía el corazón de su hermana.
-Ok pequeñajo, pero un tazón con cereales y me marcho, ¿ok?
-Gracias Quinn.
Quinn había conseguido salir de su casa tras tomar el tazón de leche con cereales que había prometido a su hermano Sam. Caminó unos cuantos metros para alejarse de casa y atinó a agarrar el paquete de tabaco que llevaba escondido en el bolsillo interior de su mochila. Fumar le relajaba, aunque éste hábito no llegó a su vida hasta hacía un par de meses. ¿Por qué? Realmente no lo sabía, quizá Kitty tuvo algo que ver con aquello.
Encendía el cigarrillo y caminaba con su iPod a todo volumen; ni siquiera su madre había sido capaz de prohibir que saliese con buena música a la calle. Escuchar música y fumar le producía la satisfacción necesaria para continuar con un gran día. Llegó al bar indicado en apenas unos 15 minutos, miró por la cristalera para identificar a su amiga entre la multitud, y se adentró por la puerta segundos más tarde.
Kitty no tardó en visualizarla en su campo de visión y alzó la mano para saludarla.
-¡Q! Estoy aquí-saludó la chica con energía.
-Hola Kitty, ¿qué tal estás?
Quinn se acercó a la mesa de la chica, le regaló dos besos a modo de saludo y se sentó junto a ella.
-No podría estar mejor.
-¿Alguna novedad?
-Pídete primero el café y te cuento. Te vas a morir de la envidia.
Ambas chicas miraron hacia la barra para avisar al camarero que no tardó en llegar a tomarles nota. Kitty, que ya llevaba un tiempo allí, volvió a repetir su pedido para hacerle compañía a su amiga.
-¡No te lo vas a creer!
-Cuéntame ya, que me tienes completamente intrigada desde esta mañana, tía.
-He conseguido entrar en la lista de invitados para los premios MTV, ¿no es alucinante?
-¿Enserio? ¡Whow! ¡Si que tienes influencias…!
-Bueno… en realidad pagué a un tío para que hackeara un concurso y así poder proclamarme vencedora.
-Alucino contigo. Enserio…nunca se me habría ocurrido.
-No te pongas celosona, anda… Que tengo un pase para ti.
-¿Para mí?-cuestionó Quinn completamente sorprendida.
-Sí, para ti… ¿Quién mejor que tú? Eres mi amiga, mi hermana, mi compañera de batallitas… Además, tendremos pase de backstage, ¿sabes lo que es eso? ¡Estaremos rodeadas de todas las celebrities del momento!
-Whow Kitty… No sé qué decir…
-¿Gracias?
-Gracias, es alucinante.
-Bueno, tenemos un pequeño problemilla y es que este año se celebra en Nueva York.
-¿Nueva York? ¡Pero si eso está lejísimos!
-No tanto… El problema es… bueno, yo he conseguido los pases y eso, pero me fundí toda la pasta que tenía ahorrada para pagar el tipo que me realizó el hackeo.
- Ya… Y tú has pensado que quizá Quinn, tu amiga, tu hermana, tu compañera de batallitas… tiene un banco andante que va escupiendo dólares a cada paso que da, ¿no es cierto?-Quinn ironizó su discurso de principio a fin.
-Tía, no seas un muermo. Sólo tienes que usar el plastiquito ese que te dio tu madre para tenerte contenta…
-¿La tarjeta de crédito? ¿Estás loca? Prefiero ahorrar con mi paga del mes antes que comprar algo con la tarjeta y que mi madre se acabe enterando…
-No tiene por qué enterarse. Mira, sacamos el dinero y ¡voilà! Tu madre no sabrá en qué te lo has gastado.
-Déjame que me lo piense, ¿vale? ¿Cuándo sería el viaje?
-Este fin de semana.
-¿Este fin de semana? ¡IMPOSIBLE! ¡Mis padres estarán en casa!-Quinn se levantó alterada por la información.
-Pensaba que eras más enrollada tía… Venga, no tienes nada que perder. ¿Ahora vas a pensar en tu familia? ¿En tus padres? ¿Enserio? Llevan todo el año dejándote tirada como un puto perro en esa mansión, controlada por una mujer súper rarísima que te llama "cielito" y que en realidad está ahí porque tiene que cuidar de tu hermano pequeño. ¿Enserio? No me lo creo, Quinn. Tú siempre me has dicho que odias a tu madre y creo que esta es nuestra oportunidad de conocer a la gran diva. Ya sabes…
-¿A ella? ¿De verdad? ¿Acaso va a esa fiesta de la que me hablas?
-¿Me estás jodiendo Quinn? ¡Es la puta ama! ¡Claro que va a estar! Está nominada en todas las categorías a las que ha podido optar. Porque ya ha enseñado una teta en directo que si no… diría que podría entrar en la categoría de hombre también y ganarles a todos-reía ante su última ocurrencia meneando la cabeza hacia ambos lados.
Quinn se quedó pensativa varios segundos. No podía creer lo que estaba escuchando y se quedó completamente colapsada. Ella iba a estar ahí. La gran diva iba a cantar en directo e iba a poder verla de cerca. Seguramente estaría por el backstage y podrían incluso hasta saludarla… No podía perder esa oportunidad. Era la tarjeta y la diva, o sin tarjeta y sin ELLA.
-De acuerdo Kitty, cuenta conmigo.
-Sabía que no me ibas a fallar, Quinn.
-Pero… ¿y los otros planes?
-Siguen en pie, por supuesto.
-Ok, pues tendrás que contarme algo más sobre toda esa locura. Es la primera vez que lo hago.
Después de tanta insistencia... Hoy publicamos el prólogo de Adicta a Ti; esperamos que os guste.
DiLea
