The lover.-

Parte uno.

Algo rozaba lentamente mi brazo izquierdo descubierto. Me causó cosquillas y reí. Moví un poco mi cuerpo y aquello que me rozaba la piel, dejó su actuar. Comencé a sentir leves presiones en mi espalda, delicadas presiones, que descendían desde mi nuca hasta donde comenzaba la fina tela de mi camisón. Recorriendo mis omóplatos con suaves roces.

Me volteé, aún con los ojos cerrados y sentí que algo suave rozaba mi nariz, y mejillas.

—Scott… —reí y abrí los ojos. Frente a mí había una hermosa rosa roja. Aquella flor se apartó, y reveló que en mi cama no se encontraba, precisamente, mi fiel novio— ¡Joseph!

—Hola, hermosa… —se acercó para besar mis labios con delicadeza. Me aparté súbitamente, sin devolverle el beso.

—Joe…Joe… ¿qué haces en mi cama? —me senté llevando mi mano, a mi frente. Traté de recordar si por la noche, había estado con él, pero ninguna imagen venía a mi cabeza—. Anoche no estuvimos juntos. ¿No?

—No —rió—. Solo nos quedamos acostados en tu sillón mirando unas películas, luego de que le mentiste a Scott, para que no viniera —recordé lo de la noche.

—Es verdad… —le ofrecí una sonrisa.

Me di vuelta en la cama para salir de ella, y dirigirme al baño, para tomar una ducha. Caminé hasta mi ropero, y me propuse a buscar ropa para cambiarme.

Sentí un leve peso sobre mi cadera, miré hacia ella y vi dos manos fuertes sobre mi cuerpo. Sonreí y me volteé.

—¿Me merezco un beso de buenos días, no? —me sonrió con su sonrisa característica.

—¿Y… por qué? —llevé mi dedo índice a su mentón y jugué con él.

—Después de cómo te desperté, merezco algo de cariño —me ofreció una sonrisa.

—Tenés razón, que mala amante que soy… —le sonreí y tomé el cuello de su remera— Tengo una idea… —lo arrastré de a poco, mientras él me tomaba de la cintura delicadamente, hacia dentro del baño. Sus labios apenas rozaban los míos mientras se curvaban en una sonrisa.

Ya dentro del baño, cerré la puerta con traba, mientras apoyaba a Joe contra ésta, con mi cuerpo. Coloqué una de mis piernas en el medio de las suyas, la fleccioné y la fui subiendo llegando a su entrepierna, con mi rodilla. Abrió sus labios y fue en ese momento que me acerqué, rodeando su cuello con mis brazos, y besé sus labios con pasión. Bajé una de mis manos hacia el comienzo de su remera blanca y colé mi mano por debajo de ella. Toqué su cálida piel y comencé a subir mi diestra, arrastrando la prenda por el camino. Me separé de sus labios, solo por un momento, para sacar la remera del camino cómodamente. Joe levantó sus brazos para ayudarme, y luego de que su prenda quedó tirada en el suelo, avanzó desesperadamente hacia mis labios.

Sonreí cuando mordió mi labio superior.

Llevé mis manos a su cadera, apoyando la yema de mis dedos sobre el elástico de su bóxer negro.

—¿Sabías que me vuelve loca tu bóxer negro? —metí mis dedos por debajo de la tela, para encontrarme con esa suave piel de su parte trasera. Rió.

—No me provoques, Mía.

—¿Yo? Jamás —lo miré a los ojos y mordí sus labios, comenzando a devorar su boca lentamente.

Comenzó a deshacerse de mi camisón de seda, -el cual Josh me había obsequiado la navidad pasada, la primera que habíamos pasado juntos- con delicadeza, llevando la yema de sus dedos por mis hombros, arrastrando los delgados breteles por mi sedosa piel. Besó mi hombro izquierdo con parsimonia, delizándose hacia mi cuello y entreteniéndose, deslizando su lengua, causándome escalofríos de los cuales era perfectamente consciente.

Llevó una de sus manos a mi muslo derecho y lo acarició delicadamente mientras subía su mano, llegó al comienzo de mi camisón y comenzó a arrastrarlo. Cada vez que su piel rozaba delicadamente la mía, mi piel se erizaba sin entender muy bien el porqué. Sus caricias siempre me hacían sentir lo que no sentía a la hora de hacer el amor con Scott, aunque con éste último, sí podía llamarlo hacer el amor, porque los sentimientos mutuos, aunque no tenía muy claros los míos hacia él, pero con Joe… no estaba segura.

Sabía perfectamente que, de algún modo, saciaba mi apetito sexual, el cuál no podía satisfacer con Scott desde hacía tiempo ya. Pero admitía que me había atraído desde el primer momento en el que Scott lo había invitado a cenar, porque deseaba que conociera a su mejor amigo, el cuál mucho más tarde, sería mi amante.

Flashback-.

Mucho gusto, soy Joe. Amigo, mejor amigo de Josh —dijo haciendo alusión al papel que cumplía, en la vida de mi novio.

Un gusto Joe. Soy Mía, la novia —sonreí ampliamente y extendí mi mano, en un claro gesto de saludo.

Allí está la mesa que reservé, es el mejor lugar para comer aquí—mi novio hablaba sonriente. Más que de costumbre. Realmente parecía feliz de estar allí.

Mientras habíamos caminado hacia la mesa y durante la cálida velada, pude detectar que Joe no dejaba de observarme. Inspeccionaba cada movimiento que mi cuerpo o extremedidades accionaban, lo cual lograba ponerme nerviosa. Mi novio nunca se había percatado de sus miradas, las cuales nunca devolví, hasta que Scott se disculpó un segundo y se levantó de la mesa.

¿Se me corrió el maquillaje? —le pregunté, y una sonrisa irónica invadió mi rostro.

Para nada… de hecho… —él estaba dispuesto a continuar, pero mi carácter lo prohibió.

Supongo que el problema es que me cuelgan monos de la cara —carcajeó levemente, bajando su mirada. No esperaba una respuesta de su parte, asi que aventuré mi otra pregunta. Delatadora— ¿Entonces, qué es lo que me miras? —mi voz era sumamente tranquila, con un dejo de sensualidad. Vaciló mirando el plato, dónde su postre aguardaba a ser disfrutado y saboreado en su paladar. Levantó su mirada, con una sonrisa cómplice.

Lo siento. Tu belleza y perfección me cautivaron, algo así debe ser admirado. ¿No crees? —y fue ahí cuando nuestras pieles se tocaron.

Él se atrevió a rozar el dorso de mi mano, de forma delicada con la yema de sus dedos.

Por primera vez, su tacto me estremeció.

Luego de un mes, estaba parado ante la puerta de mi casa. A la cual había concurrido varias veces a cenar gustoso, invitado por mi novio. Donde intercambiamos miradas, pero jamás pasó nada. Pero mi fuero interno admitía con pesar que Joe me atraía demasiado.

No, Scott tuvo que quedarse hasta tarde trabajando —dije en el umbral de mi puerta. Solamente vestida con un diminuto short, y una musculosa blanca. Descalza, balanceando mi pierna derecha, sobre la izquierda.

El calor era insoportable, una excusa perfecta para andar vistiendo de esa forma.

Es…está bien… —titubeó y observé su mirada, que subía deseosa desde mis tobillos a mis muslos— Lo llamo por la noche —las manos en los bolsillos de su pantalón lo hacían verse muy bien.

En realidad, no creo que vuelva acá —por primera vez, clavó sus ojos color avellana, en los míos— Cuando trabaja hasta tarde, prefiere quedarse en su departamento. Para no molestarme —sonreí con una ceja levantada— ¿Gustas café? —ofrecí gustosa.

Me encantaría —tomó mi cintura para entrar dentro de mi casa, y dirigirse, no precisamente, a la cocina.

Ese día descubrí que lo prefiría a Joe en la cama, que él me satisfacía más que Scott, y que éste último, no tenía por completo mi corazón. No como antes.

Mi amante era mucho mejor en todo aspecto, por muy doloroso que eso sonara. Además de que lo consideraba solo como un amante. Saber que un amante me brindaba de algo que podía tener en casa, no era una situación que me hiciera muy feliz, ¿quién podría ser feliz al darse cuenta de esa penosa situación?

Sus caricias insesantes sobre uno de mis senos, con la palma de su mano abarcando todo de él, me hicieron despertar de mi ida al pasado. Un suspiro abandonó mis labios. Mis manos se encargaron de descender su bóxer negro, dejando a la vista su deseo por mí. Lo miré a los ojos y sonreí satisfecha. Tomó mi nuca y devoró mi boca sin dejarme tomar una bocanada de aire. Tomó mis muslos y con sus manos los presionó, provocando que los alzara y rodeara su cadera con ellos. Comenzó a caminar y a tientas entró en la ducha. Me presionó cuando encontró la pared, y reí sobre sus labios por los tropiezos que había tenido.

—No es gracioso —volví a reir y él terminó contagiándose.

Volvió a colocarme en el suelo, para luego deslizar sus dedos a mi única prenda y retirarla de mi cuerpo, arrojándola a sus espaldas. Mientras él se mantenía muy ocupado con aquella tarea, yo me dediqué a abrir la canilla de agua.

Cuando mi mirada captó la suya, sus ojos reflejaban algo que no lograba comprender, que me hacía dudar, pero simplemente le dediqué una sonrisa. Volvió a presionar mis muslos para que rodeara su cadera, y estaba a punto de hacerme suya.

—Sos hermosa y… —dijo con apenas un poco de aire en sus pulmones, cuando soltó mis labios.

—Shh… —solo me limité a callarlo, tapando su boca con mi mano, y amagar a besar sus labios para luego, esconder mi rostro en su cuello y morderlo, cuando lo sentí dentro mío.