Un Hilo Rojo

Capítulo 1

Sentado junto a un columpio estaba Kurt, con sus apenas cinco años jugaba con pequeño oso de peluche bajo la mirada atenta de su madre, otro niño unos años mayor que él se acerco y comenzó a columpiarse observando al pequeño.

-Hola.-

Kurt levanto su mirada encontrándose con unos ojos color miel, sonrió y parpadeo un par de veces.

-Hola.-

Blaine quedo asombrado, esos ojos tenían un color tan difícil de descifrar, parecían dos esferas extraídas del cielo, la piel blanca y el rostro perfecto de ese niño, los hacían relucir aún más.

-Me llamo Blaine Anderson-

-Kurt Hummel. Allí esta mi mamá.- dijo el pequeño señalando a Elizabeth quien le sonreía.

Blaine no pudo despegar sus ojos de ese niño, la voz resonó en sus oídos y quedaron todos sus sentidos encantados.

Un tirón lo sacudió bajándolo del columpio.

-Te dije que no hables con esta gente, nosotros no nos mezclamos con los pobres.- dijo James Anderson.

Blaine camino junto a su padre, miro hacia atrás y vio a Kurt despedirse con una mano, él le dio una sonrisa triste y siguió caminando.

Diez años más tarde Blaine llego a New York, su madre estaba enferma, él vivía en Chicago, hacia poco se recibió como policía, pidió unos días en su trabajo para visitar a Pam, pero cuando llego a su casa se encontró con su madre sola, su padre se había marchado y la había abandonado. No pudo dejar a su madre allí, entonces la convenció de mudarse con él. Cuando llego al aeropuerto para volver a su ciudad con Pam, observó a un muchacho más joven que él, estaba sentado, tenía sus maletas a su lado y miraba hacia todas partes como si esperara a alguien. Blaine no podía quitar su vista de él, su rostro le era conocido, sus ojos, estaba seguro que lo conocía de algún lugar, por unos instantes sus miradas de cruzaron, había tanto fuego en él, aunque tenía una mirada triste, Blaine podía ver tantas cosas a la vez, una transparencia no solo en los matices del color, sino también la pureza de ese muchacho. Una voz por el altoparlante lo saco de sus pensamientos, su vuelo estaba por salir, miro a su madre quien ya estaba con sus boletos en sus manos esperándolo, y cuando se giro para buscar esa mirada nuevamente, el muchacho ya no estaba.

"La vida no será fácil, pero mientras exista esperanza, todo va a estar bien". Las palabras de Burt Hummel resonaban en la mente de Kurt. Su madre había fallecido cuando él tenía nueve años, su padre había hecho todo lo que estaba en sus manos para criarlo, incluso cuando a los trece años le confesó que era gay, su padre se encargo de protegerlo y apoyarlo, pero ahora él ya no estaba. Burt murió de un infarto cuando Kurt tenía dieciséis años.

John Hummel, hermano de Burt, se hizo cargo de él, lo llevo a vivir a New York solo para hacerlo trabajar como un esclavo, cuando descubrió que Kurt era gay y podía ganar dinero, no tardo en buscar algunos hombres que pagaran por una noche con él. Cuando Kurt descubrió las intenciones de su tío huyo de su casa, él lo buscó, lo encontró y lo golpeo hasta mandarlo al hospital. Los médicos, al ser menor de edad Kurt, denunciaron a John, la justicia se hizo cargo hasta que cumplió los dieciocho años.

Kurt ya tenía veinte años, estaba en la universidad, estudiaba Sociología y trabajaba medio tiempo en la biblioteca, vivía en un complejo de departamento para universitarios y aunque parecía que su vida estaba mejor, él no se sentía de la misma forma. Su mundo era tan diferente ahora, no podía confiar en nadie, levanto un muro tan alto que nadie podía llegar a él, la única vez que se enamoro, se entrego en cuerpo y alma para que lo usaran como juguete sexual y terminar solo en un cuarto de hotel, con su corazón roto. Después de eso se dedico a estudiar y si la situación se presentaba salía con algún que otro muchacho, sin condiciones, sin obligaciones, solo sexo. Kurt no se reconocía a sí mismo, pero era lo único que podía hacer.

-Hummel!- Grito Kevin Hamilton.

Kurt se giro y vio a su amigo llegar corriendo por el pasillo de la universidad.

-Buenas tardes Kevin.- saludo con ironía Kurt.

-Si, si, como sea. Vas al club esta noche? -

-No. Tengo que estudiar.- Kurt comenzó a caminar por el pasillo.

-Estudiar? Es viernes hombre! Vamos! Tengo una cita y me gustaría que me acompañes.-

-Si tenes una cita para que voy a acompañarte.- Kurt observo a su amigo un instante. - A que adivino?. Tu cita tiene un amigo no? No cuentes conmigo.-

-Oh! Hummel, son dos horas, nada más!-

-Dos horas?- pregunto Kurt.

-Una. Una hora, si no te cae bien, te vas.- Kevin hizo un gesto en forma de suplica con sus manos.

-Una hora como mucho y me voy, entendiste?-

-Me alcanza. No te preocupes. Ah! Hay algo mas.- Kevin se acerco más a Kurt. -Mi padre me dijo algo, pero tiene que quedar entre nosotros.-

-Que cosa?- pregunto curioso Kurt.

-Al parecer, hay un loco asesinando gays, encontraron dos cuerpos, venían a nuestra universidad e iban al club también.-

Kurt no sabía si creerle o no.

-Estas bromeando?-

-No. Claro que no. Mi papá me pidió que no salga solo de noche, están investigando y van a venir especialistas de New York, es serio Kurt. Solo...cuídate si?- Kevin salió caminando por el pasillo rumbo a su clase.

Kurt suspiro y siguió su camino también.

Blaine bajo del avión a la hora exacta. Recordó bien la última vez que estuvo allí. Después de partir a Chicago con su madre, logro hacer una buena carrera como detective, era uno de los mejores, lo solicitaron de New York y aquí estaba, con veinticinco años, buscando un asesino. Era un caso especial, en primera instancia porque el comisario era amigo de su padre y lo conocía de niño, y en segundo lugar, porque las víctimas eran muchachos gays como él. Se podía decir que lo tenía todo, a excepción de un corazón, en algún momento Blaine se volvió frío y sin alma como los criminales que buscaba. Podía culpar a su carrera, pero él sabía que no estaba hecho para amar, lo había intentado, pero solo descubrió que no podía sentir nada de eso. No podía enamorarse.

-Hey! Anderson verdad?.- pregunto un hombre latino.

-Si, soy yo.-

-Me llamo Antonio Juárez pero me dicen Tony. Seré tu compañero de trabajo, el comisario me envió a buscarte.-

-Ok.- dijo Blaine colocándose los lentes negros y siguiendo al hombre hasta un auto.

Ni bien llego a la oficina se encontró con Bruce Hamilton, quien lo esperaba con un abrazo y una pila de papeles.

-Bueno, creciste, todos pensaban que te quedarías como un hobbit.- dijo en broma Bruce abrazando a Blaine.

-Y tú estás más viejo que Gandalf.-

Vamos a mi oficina. Hablaremos allí.

Se internaron en la oficina y acordaron que Blaine comenzaría su trabajo al día siguiente.

Blaine alquilo un departamento y se instalo allí. Era un lugar pequeño, pero para él alcanzaba, solo estaría un par de semanas y luego volvería a Chicago.