Soy hermosa, ¡oh, mortales! cual un sueño de piedra,
Y mi pecho, en el que cada uno seha magullado a su vez,
Está hecho para inspirar al poeta un amor
Eterno y mudo así como la materia.Tengo mi trono en el azar cual una esfinge incomprendida;
Uno un corazón de nieve a la blancura de los cisnes;
Aborrezco el movimiento que desplaza las líneas,
Y jamás lloro y jamás río.Los poetas, ante mis ampulosas actitudes,
Que parezco copiar de los más altivos monumentos,
consumirán sus días en austeros estudios;Porque tengo, para fascinar a esos dóciles amantes,
Puros espejos que tornan todas las cosas más bellas:
¡Mis ojos, mis grandes ojos, los de los fulgores eternos!
"La Belleza", Las Flores del Mal; Charles Baudelaire
-¿¡Por qué lees eso!?
Yellow Pearl se removió, incómoda, a su costado; escondida aun entre la seda rosada que en su momento había pertenecido a Pink Diamond, como aquel palanquín en el que se encontraban ambas sin que nadie más supiese de ello.
De inmediato, Blue cerró el libreto, intentando que su acompañante no se dignara a cogerlo, pero fue un acto bastante obvio e inútil.
-Es de un tal Baudelaire-la perla más descarada alcanzó el objeto entre una de sus manos, balanceándolo sobre su mirada perezosa; no causándole impresión...-… Un humano… Bueno-se encogió de hombros, descubriendo—al apartar el flequillo—parte de sus ojos-, me gusta…
Yellow gruñó de mal humor, lanzando el libro de portada rojizo lejos del trono de la fallecida diamante ante la mirada (además de oculta) despreocupada de la otra, que ni siquiera pareció ofenderse cuando ella se dio la vuelta en el mismo (sitio), evitándola de la mejor forma que podía en ese instante.
-Siempre te gustaron las chorradas…
A pesar de querer y poder contestarle, acalló, apretando sus labios en una mueca horrible que la hacía perder toda belleza existente en sí.
Prediciendo entonces que Yellow iba a dormir (no le costaba demasiado hacerlo: era una costumbre que le gustaba a espaldas de Yellow Diamond y comenzaba a escuchar sus ronquidos que ya adelanta su habla nasal), paseó su vista por el lugar, no sintiendo nada de lo que su diamante podría estar sintiendo.
Recordaba cómo—al enterarse Blue Diamond de la muerte de su "hermana"—lloraba antes de encargarle esa misión a la que ya llevaba cierto retraso.
Debo darme prisa…
Sigilosa, se apartó del cuerpo adormecido de la aparente fémina, abandonándola por instantes para inspeccionar el sitio exacto que su señora—¡su ama!—le había indicado para recoger lo esperado.
Allí estaba.
Justo ahí.
Lentamente, y sin hacer el menor ruido (o al menos el poco que podía generar el objeto), fue deslizando el instrumento entre sus manos, admirándolo por segundos antes de recordar el porqué de estar allí.
Miró de reojo a Yellow Pearl, durmiendo, con una apariencia más apacible de lo que solía tener.
Debo hacerlo…
Blue Pearl avanzó con espada en alto, acercándose hasta dejar la punta prácticamente sobre la gema ajena, desperezándola de pronto.
-¿Eh?-al principio, la amarilla no comprendió que estaba pasando-¿¡Qué haces!?
-Eres una malhablada…-y atravesó la joya, destruyéndola.
"-Debes hacerlo, ¿entiendes? Sé que Yellow lo sabe… Ella lo sabe-le repetía todo el rato, entre lágrimas y gorgoteos algo fingidos-… ¡Escarmiéntala con su perla! ¡Quítala de este sucio planeta!
Eso podría haberle abierto los ojos a cualquiera, pero no a ella.
La perla de Blue Diamond; indiferente y fría como pocas… obediente… La perla perfecta o, como la identificaría el mismo Baudelaire:
La viva flor del mal".
