Disclaimer: Ni Glee ni sus personajes me pertenecen.
Capitulo uno
El amor es la cosa más extraña y difícil de explicar que puede haber en el mundo, muchas veces piensas que no es como te lo demuestran en esas novelas románticas y te pones a pensar que nunca tendrás una relación así, que tu relación nunca será tan perfecta como muchos autores lo hacen ver, piensas que son puras mentiras y que nunca podrías amar a alguien así como ellos lo explican en cada relato. Pero tal vez sí sea así de perfecta y nunca lo sabrías, puede que sientas esa conexión con el amor de tu vida como lo explican allí, tal vez sí logres mirar a los ojos a esa persona y pensar que nunca nadie te hará sentir de esa manera, que nunca podrías amar a alguien como amas a esa persona no importa lo que pase y que si llega un momento en que necesitan separarse tú nunca podrías olvidarla, porque sabes que esa persona te aceptó y te amo tal y como eres, con todos tus defectos e imperfecciones, y eso nunca podría olvidarse.
El amor de tu vida puede ser cualquier persona y tal vez sea la última persona que pensaste que lo sería, pueden conocerse en el lugar más insólito y puede llegar a temprana edad, cuando estás en plena juventud, o puede ser aquella persona que conociste luego de una vida de tanto buscar. Pero nunca sabrías con exactitud quien es el amor de tu vida, es algo que simplemente golpea tu vida sin avisar, esa persona llega tu vida sin tu siquiera darte cuenta y hace que tu mundo de un giro completamente inesperado que a veces desearías que alguien te hubiera dado una advertencia, tal vez con solo verla o verlo a los ojos lo sabes, o no, es bastante frustrante porque es una conexión inexplicable, algo que por más que lo pienses y les vuelta al asunto nunca lograras comprenderlo completamente.
El amor de tu vida puede ser aquella persona con quién te tropezaste al cruzar en una esquina, tal vez puede ser esa persona que sin querer te tiró el café manchando así tu camisa favorita, un compañero de clases, tu mejor amigo, una chica que conociste en una tienda de ropa también puede serlo y nunca lo sabrías. El amor de tu vida también puede ser ese primer amor, ¿por qué no? Quizás esa chica que conociste a los catorce años cuando tus padres te obligaron a ir a iglesia un domingo o tal vez puede ser esa niña que conociste a los nueve años en el parque un día como cualquier otro.
Lucy Quinn Fabray tenía nueve años, casi diez, cuando su madre la llevó al parque de la ciudad. Lima, Ohio, no era un lugar muy grande y aquel parque era el más decente de toda la ciudad. Su madre siempre la llevaba allí aunque a ella no le gustara mucho compartir con otro niños, siempre se burlaban de ella por sus anteojos y su sobrepeso, muchas veces agradecía que todos esos chicos no la conocieran completamente porque la burlas y ataques serían mucho peor, por eso era que mientras su madre conversaba con otras mujeres ella se sentaba en una banca a comer galletas y ver a los demás niños jugar con la esperanza de que en algún momento la invitasen a unirse.
Suspiró bajando las miradas a sus galletas, estaba por tomar una cuando sintió la presencia de alguien a su lado, rogó mentalmente que no fuera un niño que solo estuviera allí para burlase de ella y volteó. Una niña morena estaba sentada a su lado y mirando al área de juego, Lucy notó que era más pequeña que ella porque sus pies no tocaban en suelo y eso hacía que sus piernas se movieran en el aire, bueno, ella misma tampoco era muy grande pero lograba tocar el suelo aunque sea con la punta de sus pies. Cuando estaba por concentrarse nuevamente en sus galletas la niña volteó a verla. Ambas se miraron, Lucy notó que sus ojos eran muy bonitos, marrones, y se movían por todo su rostro como inspeccionándola hasta que se clavaron en sus ojos, mientras nerviosamente se acomodada los anteojos rogó de nuevo que no estuviera allí para burlarse de ella. El brazo de la morena se entendió hacia su rostro y ella simplemente esperó, siempre era así, le quitaban los anteojos, se los tiraban, se iban y ella los recogía para limpiarlos y colocárselos de nuevo. Nada de eso ocurrió, ella sí le quitó los anteojos pero en ningún momento los tiró, simplemente los sujetó entre sus manitos sin dejar de mirarla.
- Tienes unos ojos muy bonitos - Dijo aquella niña y ella sintió como un calor recorría su cuello hasta su rostro.
- G-gracias - Le respondió nerviosamente.
- Son como verdes y tienen otro color algo raro - Lucy tragó nerviosamente - Pero son muy lindos - Sonrió volviendo a colocarle los anteojos.
Lucy bajó la mirada a su envase con galletas para no mirar a la niña a su lado y que ésta notara su vergüenza.
- Se ven deliciosas - Dijo de nuevo aquella niña, ella levantó la mirada para verla pero su acompañante tenía la mirada clavada en sus galletas.
Había algo en esa niña que le daba confianza, algo la llamaba de alguna manera a ella, algo podía conectarlas y ella no entendía, nunca se había sentido cómoda rodeada de otros niños pero la que estaba a su lado le daba la confianza suficiente como para no levantarse e irse de allí aterrada. Lucy nerviosamente tomó una de sus galletas y se la ofreció, la morena rápidamente la aceptó.
- Gracias - sonrió y se la comió en un abrir y cerrar de ojos para mirarla de nuevo - Están muy buenas.
Ella le dio otra galleta y ocurrió lo mismo, dejando a una pequeña Lucy bastante impresionada por su velocidad para comer. Entre ambas se comieron todas las galletas y una vez que no quedó ninguna Lucy iba a decir algo pero la pequeña morena saltó de la banca y corrió al otro lado del área de juegos, ella frunció el ceño siguiéndola con la mirada y vio a la niña hablando con un hombre antes de que éste se levantara de la banca para acercarse al puesto de los helados. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, no le importaba que se metieran con ella pero que esa niña sólo se sentara a su lado para comerse sus galletas hizo que se sintiera muy mal, no era justo.
Volteó a ver a su madre a unas cuantas bancas de allí y ésta seguía hablando con otras mujeres pero luego la miró y señaló el área de juegos asintiéndole y dándole ánimos como cada día pero ella simplemente negó, se quitó sus anteojos y se restregó los ojos evitando hacer un puchero, cuando levantó la mirada y volvió a colocarse sus anteojos vio a la pequeña morena acercarse cuidadosamente a ella con un cono de helado en cada mano, ella la miró sorprendida cuando la morena le extendió uno.
- ¿Para mi? - Preguntó aún sin tomarlo, algo debía haber detrás de todo aquello. La morena asintió.
- Tú me diste de tus galletas y creo que es justo que comparta algo contigo - Insistió aún con su brazo extendido - No sabía que podría gustarte pero traje chocolate porque a todo el mundo le gusta el chocolate y mi papi estuvo de acuerdo.
- Gracias - Respondió tomando el helado - El chocolate me gusta mucho - La morena sonrió orgullosa de sí misma y se sentó a su lado de nuevo.
- Tus galletas estaban deliciosas - Le dijo mirándola y ella asintió.
- Mamá hace muy buenas galletas - Sonrió algo orgullosa de su madre.
- Mi papi también pero no son tan buenas como las de tu mamá - Bajó la mirada frunciendo el ceño, tal vez pensando hablar con su papi para que intentara nueva recetas de galletas, su papi hacía unas galletas de naranja muy ricas pero las de chocolate no les quedaban tan bien como esas que acababa de comer - Como sea - Sacudió la cabeza - Me llamo Rachel, Rachel Babra Berry, me pusieron Barbra por Barbra Streisand, cuando sea grande quiero ser como ella y ser una gran estrella - Finalizó para darle una probada a su helado y mirarla.
Lucy había quedado algo aturdida por todo lo que había dicho, ¿quién era esa mujer Streisend o como se llamara? No lo sabía pero seguramente debía ser muy buena en algo como para que su acompañante quisiera ser como ella, tampoco entendió eso último, las personas no podían ser estrellas, las estrellas estaban en cielo y las personas no podían volar y simplemente ser estrellas, era imposible. Pero prefirió no cuestionarle.
- Yo soy Lucy.
- Bonito nombre, Lucy - Sonrió.
- El tuyo también es bonito - Le dijo tímidamente y notó que la niña se sonrojaba y retiraba la mirada.
Ambas se comieron su helado en silencio y mirando a los demás niños jugar, cuando finalizaron siguieron en silencio y se miraban ocasionalmente.
- ¿Por qué no vas a jugar con los demás? - Lucy rompió el silencio y algo en la mirada de Rachel le dijo que estaba encantada por haberlo hecho.
- Y-yo...
- ¿No quieres? - Preguntó nuevamente, extrañada ante la repentina timidez de su acompañante.
- Sí quiero - Asintió rápidamente - Pero ellos se burlan de mi y no me dejan jugar con ellos - Bajó la mirada.
- ¿Por qué se burlan de ti? - Preguntó frunciendo el ceño, pensaba que esas cosas sólo le pasaban a ella.
- Ellos se burlan de mi nariz, dicen que es fea - Lucy la miró, no había nada malo con su nariz, era algo diferente pero no era fea - Y porque tengo dos papás, los niños de mi escuela dicen que eso es algo raro.
- Todos tienen dos papás - Dijo sin comprender.
- Pero yo tengo dos, papá y papi - Lucy abrió la boca para decir algo pero no salió nada, simplemente asintió - Pero mi papi dice que no debo prestarle atención a lo que ellos digan.
- No creo que tu nariz sea fea - Le dijo haciendo que la morena se sonrojara - Y todas las familias son diferentes, eso dice mi mami, así que no tiene nada de malo - Rachel asintió sonriendo.
- ¿Tú por qué no juegas? - Lucy suspiró acomodándose los anteojos con nerviosismo.
- También se burlan de mi, me llaman Lucy Caboosey y dicen que soy fea - Se encogió de hombros bajando la mirada - Prefiero no jugar con ellos. Ni siquiera sé porqué estás conmigo, nunca nadie está conmigo.
- No creo que seas fea - Inclinó la cabeza para verla - Me pareces muy linda y tus ojos son bonitos - Lucy se sonrojó avergonzada - Te vi desde donde estaba sentada con mi papi y te veías triste, y no quería que estuvieras triste. Papá dice que yo tengo que hacer que mis amigos sonrían, pero yo no tengo amigos y te quería hacer sonreír, tal vez tú querrías ser mi amiga si te hacía sonreír.
- ¿Tú quieres ser mi amiga? - Preguntó sorprendida, nunca nadie quería ser su amiga. Rachel asintió rápidamente.
- Las amigas se comparten galletas y helados así que ya somos amigas - Dijo con seriedad y Lucy sonrió asintiendo - ¿Quieres ir a jugar conmigo?
Lucy asintió emocionada ante la idea de jugar con su primera y única amiga, se levantó y se acercó a su madre para entregarle el envase de las galletas.
- ¿Ya quieres irte a casa, cariño? - Le preguntó dulcemente su madre luego de guardar el envase en su mochila, ella negó rápidamente, no quería irse ahora que tenía una amiga.
- Quiero jugar con Rachel - Señaló a la morenita a su espalda que rápidamente agitó su mano sonriendo - Somos amigas, mami, tengo una amiga.
Judy Fabray asintió sonriendo.
- Te dije que no era difícil, cariño.
- ¿Podemos quedarnos un poco más? - Le preguntó suplicante y su madre asintió.
- Ve, cariño, podemos quedarnos todo lo que quieras.
- Gracias - Sonrió emocionada y se dio la vuelta para luego sentir una mano sujetar la suya.
Ambas niñas corrieron al área de juegos sin notar la mirada orgullosa y sonrisa de sus respectivos padres.
Lucy se detuvo colocando sus manos en sus rodillas para apoyarse, su respiración estaba acelerada y podía sentir su rostro húmedo y ardiendo.
- ¿Estás cansada? - Preguntó Rachel deteniéndose a su lado y ella asintió. Llevaban más de una hora jugado y cuando ambas se aburrieron de los columpios y toboganes la morena sugirió que la atrapara y Lucy lo intentó, de verdad que lo hizo, pero Rachel era más pequeña y delgada que ella por lo que se le hizo imposible, la morena era mucho más rápida.
- ¿Quieres jugar a otra cosa? - Preguntó de nuevo mientras se agachaba frente a ella.
- ¿Cómo qué? - Cuestionó irguiéndose.
- Juguemos a las escondidas - Sugirió levantándose - Y para que veas que soy buena amiga dejaré que te escondas primero.
- Está bien - Asintió.
- De acuerdo - Se cubrió los ojos con sus manos - 1...
Lucy rápidamente buscó con la mirada donde esconderse, habían muchos árboles que podría usar para ocultarse tras ellos pero Rachel la descubriría con facilidad, vio unos arbustos y optó por ellos, de igual manera era fácil de encontrar pero en aquel parque no había lugares estratégicos para esconderse. Rápidamente se ocultó tras el arbusto y se sentó en el suelo, podía sentir las ramas contra su espalda pero no le importó. Sintió que pasaron varios minutos y en una ocasión escuchó a la morena llamándola con gracia y ella reía cubriéndose la boca, pasaron algunos minutos más y bufó con fastidio ante la tardanza de Rachel cuando la voz de un hombre llamando a su amiga para irse a casa capturó su atención. Ella rápidamente se levantó y sacudió su pantalón antes de salir de su escondite, Rachel estaba frente a su padre mientras éste le colocaba la mochila pero la morena miraba a todos lados con una expresión entre decepción y miedo por no haber encontrado a su amiga. Lucy se quedó junto a los arbustos mirando a la morena con tristeza, no quería que se fuera. Rachel seguía mirando a todos lados cuando la vio y sonrió enormemente antes de correr hacía ella.
- Te tardaste mucho - Dijo Lucy rascándose incómodamente el cuello.
- No podía encontrarte, lo siento por tardarme.
- No importa, eso significa que gané - Ambas rieron y la morena asintió pero luego su sonrisa se borró.
- Tengo que irme a casa - Se lamentó la morena y Lucy simplemente asintió - Nos vemos otro día.
- ¿De verdad? - Preguntó esperanzada.
- Lo prometo - Aseguró y se acercó a darle un beso en la mejilla pero Lucy nerviosamente trato de esquivarlo y el beso de su amiga quedó en la esquina de sus labios haciendo que ambas se sonrojaran - Nos vemos después - Repitió antes de correr hacia su padre y ella simplemente se quedó allí de pie viéndola marcharse.
Nunca volvió a verla de nuevo.
