Misunderstood

Todos la llamaban monstruo. Todos le temían y la odiaban. Pero… ¿Acaso no estaba obligada a ser como era? Habiendo visto todos a quienes amaba morir para luego siendo lanzada a un mundo donde tu propia especie te odia, te teme y huye de ti; y donde solo tus compañeras, tan frías como eran, como les enseñaban a ser, eran quienes te comprendían y apoyaban, si es que ellas tenían el valor para sostenerse a sí mismas en aquella inmensa mentira de la que odiaban ser parte.

¿Acaso no fue necesario, imprescindible, el cambiar tan bruscamente en tan poco tiempo?

Y sí... Ella podía ser un monstruo. Una asesina a sangre fría. ¿Pero no era eso, al fin y al cabo, lo que querían que fuese desde el comienzo?

Estuvo obligada… se la fomentó siempre a ser de esa manera. Pero ella, al contrario de lo que algunas hacían, obedeció a sus tutores. Y, con el tiempo, aprendió a amar aquel líquido tan hermoso, y que solo brota del cuerpo en los momentos más penosos. Siempre sonriendo; con aquella sonrisa que mezclaba el resentimiento, la sed de sangre y de venganza y la felicidad de haber acabado exitosamente su tarea en un solo momento y que terminaba malinterpretándose siempre.

Por mucho tiempo había obedecido, había matado a todos los seres que se le pedía e incluso a más, como si aquellos fuesen una compensación, o algo así...

Pero para ella ya no había vuelta atrás. Tantos años de ira, resentimiento y dolor habían acabado con lo que le quedaba de bondad y de cordura. Y fue por eso que, cuando su muerte estaba próxima, solo sonrió. Pues esa era sin duda alguna, su salvación, su escape de aquella existencia tan penosa que odiaba desde hacía demasiado tiempo.

Probablemente Ophelia era un monstruo, pero jamás quiso ella que así fuese, porque nadie en este mundo, nace como un monstruo, pues son las experiencias vividas y los actos perpetrados los que nos convierten en lo que, al final, somos todos…