Horneando al Amor, Mi dulce Alma Gemela.
Una fría mañana de otoño llegaba en aquel mes de Mayo. Eran los primeros atisbos invernales que se hacían sentir gélidamente en el aire, en los huesos y en los corazones de cada ser vivo.
Los Árboles se preparaban para su descanso inerte, pintando delicadamente cada una de sus extremidades de tonos dorados y cobrizos.
El sol del alba delicado y endeble coloreaba tímidamente el horizonte, llamando a despertar a las remolonas avecillas que aun reposaban en la arboleda; sus cantos melodiosos hechizaban aquella mañana llenando con dulces notas la helada brisa matutina.
En el aire se impregnaba un exquisito olor a vainilla, chocolate y canela que huía a través de la hendija de una antigua y desgastada ventana, que decoraba, una vivienda corcovada y derruida por los años. Mas de un transeúnte despistado caía preso de aquel delicioso aroma que navegaba impunemente en el aire, extasiando todos y cada uno de los sentidos. Este rito encantado era llevado a cabo cada mañana desde hacía casi diez años.
En aquel olvidado y maltratado hogar una delicada silueta se dibujaba por sus pasillos y corredores, llevando y trayendo unas pequeñas cajas de cartón artesanalmente decoradas.
Una bella muchacha de ojos blancos, se desplazaba con cierta elegancia de la cocina al living. En su andar, su largo y lacio cabello color negro azabache, acompañaban cada vaivén de sus caderas.
Aquella mañana la joven parecía más atareada que de costumbre; y su paso incansable comenzaba a acelerarse con cada segundo marcado por un viejo reloj cucú que descansaba colgado en la pared de la sala.
El origen de aquel exquisito aroma provenía de unas cuantas bandejas que la muchacha extraía de un pequeño horno viejo y usado que entonaba con el resto de la estructura de la casa.
En cada bandeja, pequeñas galletas circulares, humeaban al ser extraídas de aquel gastado artefacto. Cada una de estas era cuidadosamente dispuesta en su respectiva caja; seleccionando así su gusto o variedad, dejándolas embaladas presentables y listas para ser vendida en el día.
-¡Muy bien todo esta listo! Espero que hoy mi venta sea mejor que la de estos últimos dos días-. Dijo llevando sus dos manos en forma de plegaría frente a su rostro y dibujando una hermosa sonrisa en él.
La joven tomó cada caja y la coloco en una especie de carro no muy grande que servía para llevar cuidadosamente cada preciado paquete, los cuales, serían vendidos como cada mañana en el parque, a la entrada de los colegios y en algunos negocios que ya eran clientes asiduos hace años.
La muchacha volvió a mirar el reloj cucú eran casi las siete de la mañana y ese día iba algo retrasada, ya que no había conseguido conciliar el sueño aquella noche hasta que era ya muy entrada la madrugada.
Las preocupaciones habían inundado sin descanso su mente durante el día y la noche anterior y aun se colaban en su cabeza como si se rehusaran a marcharse con facilidad.
Una carta de intimación había llegado hacía ya una semana, en la misma, le solicitaban no muy amablemente que desalojara aquel que había sido su hogar por casi diez años.
Aquella desdichada nota provenía del banco. Un sin numero de deudas se habían acumulado hacía tiempo en aquella vivienda, las cuales, no había conseguido abonar con éxito en su totalidad. Su fatídico destino parecía ser el quedarse en la calle una vez más y eso era lo que la aterraba.
Se acerco a un pequeño portarretratos depositado en un viejo y enmohecido estante cerca de algunos libros de cocina y un pequeño recipiente de vidrio que contenía unas pálidas flores de tela.
Tomo aquella foto entre sus manos y la observo detenidamente; allí, su padre, su hermana y su madre sonreían tímidamente a su lado. Acaricio el rostro de su madre quien había fallecido hacía ya unos cuantos años. Su corazón palpitó con fuerza llenándose de recuerdos y sentimientos; algunos alegres y otros no tanto.
A pesar de su apariencia o su rustica vida actual, la joven, provenía de una de las más prestigiosas y respetadas familias de la villa.
El linaje Hyuga tenía acciones, tierras y otras fuentes de ingreso que le daban cierto poderío o solemnidad, entre los demás. Su padre, Hiashi Hyuga, se había convertido en un importante empresario de la actualidad. En sus comienzos solo contaba con algunas tierras y una pequeña industria textil heredada de su abuelo y de éste a su padre; que con esmero, dedicación y esfuerzo logro sacar adelante hasta convertirla en una de las más famosas y lucrativas de la zona. Durante años buscaron hacer alianzas o pactos económicos con otras familias de jerarquía con el único fin de expandirse, acrecentar su capital y su renombre.
Incluso dentro de esta aristocrática familia solían haber prejuicios categorizándolos según su importancia de nacimiento. Por lo general solo los primogénitos tenían derecho a acceder a bienes y posesiones materiales.
El simple hecho de haber nacido minutos, meses o años después, era razón suficiente para ser despojado de todo bien ganancial, material y sentimental; pues los hijos secundarios solo eran eso, "Secundarios" al igual que los cargos que por derecho podían ocupar quedando relegados a una vida de servidumbre y respeto hacía sus hermanos mayores.
Como en toda regla siempre hay excepciones, este era el caso de Hinata Hyuga, la primogénita de Hiashi Hyuga. La muchacha fue muy esperada antes de su nacimiento, su padre, había depositado grandes expectativas en su heredero pero para su desencanto y controversia, su primer hijo, no fue varón.
La joven creció en un mundo rodeado de lujos y comodidades; en donde sé priorizaba ante todo, el bienestar familiar y el apellido.
Durante años estuvo bajo la tutela de estrictos maestros privados y el ojo vigilante de Hiashi, su padre, quien veía con el devenir de los años que su pequeña se concentraba más en las artes culinarias y sus mascotas que en las matemáticas o asuntos de oficina.
La desdicha de Hiashi se acrecentaba día con día pues su primogénita no parecía en lo absoluto preparada para estar a la cabeza de la familia Hyuga.
Cuando Hinata llegó a la edad de cuatro años su padre fue bendecido con la llegada de otro hijo, el cual, tampoco resulto ser varón; lo cual Hiashi llegó a considerar una maldición, pero para dicha de éste la hermana menor de Hinata, Hanabi Hyuga, era exactamente lo opuesto a su hermana mayor.
La joven era mas aplicada, mejor en matemáticas, contabilidad he idiomas. Realmente se interesaba por los asuntos familiares y rara vez perdía su tiempo en cosas sin sentido, como ella le llamaba. Era un adulto en el cuerpo de un niño.
Si bien ambas se estimaban y se cuidaban como hermanas, era claro que Hanabi mostraba ante su padre mayor merecimiento de llevar el apellido Hyuga que la propia Hinata.
Hinata era una muchacha más sensible, más sentimental, ella notaba sus propias flaquezas y entendía el por que, su padre, en cierto punto la despreciaba. Cada día de su vida trataba con esmero de conseguir su aprobación pero no importaba lo que hiciese parecía que éste no notaba en absoluto su presencia.
Cuando la muchacha cumplió dieciocho años de edad, Hiashi decidió, que era hora de poner a prueba a su hija mayor. Sabía que no era lo suficientemente apta para hacerse cargo en algún puesto empresarial pues no lograba actuar con frialdad a la hora de tomar decisiones.
Si bien era aun muy joven llegaría el día en donde tuviera que dejar de lado sus propios sentimientos y actuar con cierta tiranía; esto era a lo que Hinata toda su vida trato de rehusarse, pues entendía lo que su padre deseaba que hiciese, pero no podía ir en contra de su propio corazón, el cual, por mas que lo forzara no lograba actuar despiadadamente.
Hiashi decidió que lo mejor que podía hacer su hija era desposar a un hombre lo suficientemente eficiente como para manejar los negocios familiares en lugar de Hinata, esta idea no lo convencía, pero parecía ser una de las mejores opciones que le quedaba.
Una mañana tibia de diciembre, Hinata, preparaba uno de sus más deliciosos bocadillos para el almuerzo. Hiashi la descubrió perdida entre vegetales y harina en medio de la cocina. Esto confirmaba sus peores temores; su hija, no parecía en lo absoluto interesada en hacerse cargo de toda la familia.
Ese día fue el comienzo de una agonía para la joven muchacha quien con tan solo dieciocho años se enteró de que estaba prometida aun joven llamado Kiba Usuru, hijo de una respetable familia del sur de la villa.
Su corazón y alma se lleno de tristeza pues como llegaría a amar a alguien a quien ni siquiera conocía, aun así, acepto con cierta resignación aquel mandato arbitrario de su padre.
Un encuentro entre ambos jóvenes se acordó en poco menos de tres semanas, en una de las estancias de Hiashi.
El sol brillaba con intensidad y calidez aquel día; la brisa matutina se mezclaba con la ansiedad y nerviosismo de la muchacha quien aguardaba la llegada de su futuro prometido. Algunas aves revoloteaban a su alrededor llevando y trayendo pequeñas migajas robadas de la ventana que daba a la cocina; donde minutos antes, Hinata, había despedazado un pequeño pancito para que las mismas se alimentaran.
Su vestido celeste de verano se agitaba con el viento que arremolinaba apenas la pollera del mismo. Trataba de tomar profundas bocanadas de aire para calmar su ansiedad que amenazaba constantemente con apoderarse de su ser. Decidió que lo mejor sería sentarse.
Estaba cerca de la entrada principal de la casa, allí unas preciosas escaleras de mármol la adornaban. Dos pilares blancos envueltos en una frondosa madreselva contrastaban con el blanco de toda la entrada dándole un toque más natural y fresco. Dos enormes ventanales eran visibles en aquel frente, y junto al de la derecha se ubicaba una preciosa hamaca de jardín, con dos almohadones forrados en cuero, que la tornaban sumamente confortable y amena.
La muchacha se sentó en aquel lugar y por unos instantes pareció perderse en sus propios pensamientos. Realmente su padre quería su felicidad o solamente buscaba la manera más sencilla de deshacerse de ella.
Hinata sabía que a pesar de todos sus esfuerzos ella no lograba ser como su padre deseaba, pues había ocasiones en donde su forma de ser y donde su corazón pesaba mucho mas que una fría orden o decisión. Eso ella no lo podía cambiar pero si con esta determinación de casarla su padre se contentaba, ella, intentaría complacerlo, aun que fuera infeliz el resto de su vida.
Su mirada se perdió en el horizonte. Por un instante se planteo el hecho de ser infeliz, de no hallar al hombre correcto, aquel príncipe azul que su madre solía leerle en los cuentos de hadas donde la princesa era salvada y rescatada por aquel ser maravilloso que completaba su vida colmándola de alegría, esperanzas y sueños, coronados con un felices por siempre.
-¿Realmente podré ser feliz para siempre?- suspiro con congoja mientras reflexionaba.
-Estoy segura de que serás sin duda una mujer muy feliz – Dijo con dulzura otra voz.
Una figura femenina se acerco a la joven que permanecía sentada en aquel confortable asiento semi tumbada.
-¡Madre!- volviéndose a incorporar.
-¿Por qué dudas que serás feliz Hinata querida? -Dijo sentándose a su lado
-Por que lo último que hubiese deseado en mi vida es contraer matrimonio con alguien a quien no amo, y mucho menos, con alguien a quien jamás he visto en mi vida.- Mientras miraba con los ojos llenos de tristeza a la joven mujer que se acababa de sentar a su lado.
-Entiendo pero no siempre sabremos lo que nos deparara el destino -Acariciando con dulzura el cabello de la muchacha. -Sino mírame a mí. El casamiento entre tu padre y yo también fue arreglado, mas sin embargo, soy muy feliz a su lado y he tenido dos hermosas hijas a las cuales adoro con todo mi corazón.
-Pero papá no esta orgulloso de mí, lo veo en sus ojos y en su trato diario para conmigo -Exclamo con cierta decepción.
-Tú padre te quiere Hinata, a su manera, y desea lo mejor para ti al igual que yo-. Abrazándola suavemente.
-Estoy segura de que él hubiese querido que Hanabi fuese su primogénita y no yo.
-¡No digas eso! Las amamos a las dos por igual; tu padre sabe que tu corazón es muy puro hija mía y sabes bien que en el dinero y los bienes familiares se corren grandes riesgos, no solo de perderlo todo, si no de ser traicionados por la gente en la que más confiamos.
Es un mundo, en el cual, te sería muy difícil desenvolverte sola, no por que no tengas la capacidad hija mía, sino por que eres demasiado noble, sin egoísmos, y la gente suele aprovecharse de esas circunstancias. No solo nuestro capital esta en juego, lo esta la vida de toda la familia. Han intentado por años desestabilizar a tu padre. La compañía Uzumaki es un duro rival y ellos no se darán por vencidos hasta que nos vean aplastados y humillados.
-¡Uzumaki! ¿Realmente son tan malos? -Suspirando y mirando nuevamente al cielo mientras permanecía en los brazos de su madre.
-¡Hay hija realmente tienes un corazón puro! -Besando la cabeza de la muchacha. -Tu no te preocupes, estoy segura de que Kiba te gustara mucho y llenará todas tus expectativas. Es un chico muy bueno y encantador.
-¿Pero realmente lo amare algún día? ¿Será él mi alma gemela?
-¿Alma gemela? -Dijo con sorpresa
-Si lo leí en un libro; allí decía que era nuestra otra mitad, nuestro verdadero amor -Suspirando nuevamente
-Quizás él lo sea, dale la oportunidad y date la oportunidad.
-Lo intentare... –Con cierta decepción.
-¿Me lo prometes hija?
-Si mamá… lo intentare, te lo prometo.
Nuevamente la mujer acarició su cabello; la abrazo fuerte, y le beso la frente. Se paró rápidamente y se retiro al interior de la casa.
Finalmente luego de una larga de espera, que pareció ser eterna, un coche plateado se dibujó en el horizonte. Su color brillaba con intensidad con los rayos del sol golpeteando en él.
Hinata sintió su corazón llenarse de varios sentimientos confusos. Se sentía nerviosa de eso no había duda. También sentía temor ¿Si aquel que fuese su futuro marido no la quisiera? ¿Y si era ella la que no lograra amarlo? Verdaderamente esto era lo que más estrujaba su corazón, el hecho de tener que permanecer el resto de su vida con un hombre al cual no quisiera.
El coche comenzó a hacerse más y más visible en el horizonte hasta que por fin, estuvo solo a unos cuantos metros.
Un hombre vestido de negro y blanco bajo del mismo. Su cabello era castaño claro, traía puesto un traje, pero su estilo era muy sport. La chaqueta era negra y la camisa blanca, un poco desabotonada a la altura del cuello, los pantalones eran del mismo color de la chaqueta y traía unos lustrosos zapatos a tono. Se saco el saco ni bien bajo del auto, y lo coloco en su hombro, sosteniéndola con su mano derecha. La izquierda guardo rápidamente la llave del coche en el bolsillo y comenzó a acercarse hasta donde se hallaba la muchacha.
El joven Kiba era un chico muy apuesto. Su familia se había dedicado por años a la cría de animales; en su mayoría, eran todos veterinarios, y el muchacho era un gran amante de los canes. Tenía una mascota muy particular la cual solía acompañarlo a donde fuere.
El encuentro de ambos fue esperado con cierta angustia e impaciencia por Hinata, pero esos sentimientos se desvanecieron, el mismo instante en el que vio su rostro.
Sus ojos color miel bailaban alegremente mientras la miraba. Sintió como su corazón galopaba con fuerza en su pecho. Una sensación extraña le recorría el cuerpo y la hacía estremecer hasta el último de sus cabellos.
El joven se acercó a su lado, tomó su mano y la beso. La chica pudo sentir la tibieza de aquellos labios en su tersa piel, provocando que un calorcito se acumulase en su mejilla.
-¿Tú debes ser Hinata Hyuga? Es un placer para mí conocerte.
-Gracias para mí también es un placer -dijo la muchacha con mucha timidez.
-Veo que eres tan bella como me habían dicho, eso me alegra.
-Gracias...
La joven sintió un leve temblequeo de su cuerpo. Miró al joven y no pudo evitar perderse en su mirada, en su sonrisa. Era la primera vez que veía a otro hombre que no fuera de su familia.
-¿Te gustaría dar un paseo conmigo quisiera que hablemos? -Mirándola a los ojos
-Si me encantaría...
Ambos comenzaron a caminar por aquel hermoso paisaje. El aire seguía siendo tibio, algunas mariposas revoloteaban cerca de las bellísimas flores silvestres que crecían en el campo. El murmullo de una fuente no muy lejana, se confundía con el gorgojar de las aves.
Todo aquel paisaje parecía deliciosamente preparado para dulces enamorados. Hinata no pudo evitar pensar en aquellas heroínas de sus cuentos que tanto le gustaban ¿Sería él su príncipe? Miro al muchacho de reojo mientras caminaba. No pudo evitar notar su elegancia, su porte, su silueta resplandeciente, contorneada por aquel cálido sol matutino.
Algo extraño se apoderaba de su cuerpo; algo que no entendía con exactitud que era, pero que le costaba controlar. Sé mordió suave y disimuladamente los labios tratando de controlar un creciente nerviosismo en su interior.
-¿Te sientes bien?-Dijo el muchacho notando que la joven no le dirigía la palabra.
-¿Ehh? -Con sorpresa ante las súbitas palabras de Kiba.
-¿Qué si te sientes bien?
- Si estoy bien, solo un poco nerviosa es todo. - Suspirando.
-¿Por mí causa? -Dijo con rapidez y mirándola a los ojos.
-Es que yo... Es la primera vez que estoy con una persona ajena a mi familia.
-Comprendo...
Se hizo un silencio repentino. Kiba detuvo su marcha y su vista se perdió por unos instantes en el horizonte.
-¿Dime Hinata, que piensas con respecto a la decisión de nuestros padres? -Interrumpiendo el breve silencio.
- Pues yo... A decir verdad no lo se -Mirándolo a los ojos.
-Yo quiero ser sincero contigo. -Acercándose a su lado. -Eres una mujer bellísima y más de un hombre se sentiría orgulloso de convertirse en tu prometido, pero a mí no me gusta que me impongan nada.
Cuando me entere de que mi madre arreglo este casamiento, me enfade, y no solo con ella, sino también con tu familia, pues lo que menos deseaba en la vida era que eligieran a mi futura esposa.
-Comprendo... -Dijo agachando levemente la cabeza y desviando la mirada. Un dejo de tristeza parecía asomarse en su corazón y no comprendía el porque.
-Vine aquí con el único objetivo de rechazar el compromiso contigo.
-Si es lo que quieres… yo lo comprendo y lo acepto.- Dijo la muchacha con resignación
-Pero para serte sincero todo mi enojo se esfumo en cuanto te vi allí parada en la entrada. -Acercándose mucho más a la joven hasta solo quedar a unos centímetros de su cuerpo.
Hinata podía sentir ahora el latido de su propio corazón. Su ritmo cardiaco se aceleraba, le costaba tomar aire con normalidad y su cuerpo se había puesto muy tenso con la cercanía del joven, quien parecía tener un aura electrizante.
-Realmente no podría sentir rencor ni enojo con una mujer tan bella y tan dulce como tú. Me gustaría que nuestro compromiso se llevara a cabo, realmente lo deseo.
Se acerco mucho mas a Hinata; ésta permanecía inmóvil ante el avance del muchacho, quien no solo era muy decidido si no que también era irresistible. El cuerpo de ella parecía no querer responderle y el calor aumentaba con cada segundo en su ser.
-Yo... -La chica estaba sumamente nerviosa y no podía pronunciar palabra.
-Pero comprenderé si tú no deseas tener ningún compromiso conmigo.
Con estas palabras el rostro de Kiba sé coló a unos cuantos milímetros del enrojecido rostro de Hinata. La muchacha podía percibir su perfume, el cual, causaba cierto éxtasis desorbitando todos sus sentidos.
Tragó saliva con dificultad. La respiración de Kiba se mantenía relajada y golpeteaba suavemente sobre los labios de Hinata quien no podía moverse. Estaba paralizada ante la situación pero no por que aquello le desagradara, sino porque era todo lo contrario. Su cuerpo respondía a cierto magnetismo, a cierto instinto que hasta entonces ella desconocía.
Kiba al ver la falta de reacción de la muchacha ante sus encantos, la tomo por la cintura rodeándola entre sus brazos. Sentía la calidez de su cuerpo al estrecharla contra el suyo y el leve estremecimiento que la recorría al verse presa.
-¿Quieres que me detenga? -Pregunto con cierta picardía.
-Yo... -Parecía que a ella le costaba respirar y contestar a esta simple pregunta. -¡No, no lo deseo! -Contesto finalmente con dificultad.
El muchacho la estrujo contra su cuerpo. Sus labios se encontraron con los de la joven, los cuales, no se resistían en lo absoluto al roce con los suyos. Mordió con suavidad el labio inferior de la muchacha haciendo que esta abriera delicadamente su boca; ante este acto, deslizo su lengua invadiendo la intimidad de aquella cavidad, recorriéndola centímetro a centímetro.
Hinata sentía que sus piernas le flaqueaban. No podía contener el calor de su cuerpo ni las manos del joven que recorrían su espalda aumentando su contacto con cada segundo.
Levanto lentamente sus brazos, que hasta entonces se hallaban al costado de su cuerpo, y rodeo con ellos el cuello del joven, acariciando su pelo, y presionando suavemente la cabeza de éste, haciendo que la penetración de su lengua, fuera mucho más intensa.
El aire parecía faltarles, pues la respiración se había vuelto entrecortada y dificultosa, pero esta no les era razón suficiente para interrumpir aquel contacto intimo. Un pequeño gemido se escapó de la boca de la joven interrumpiendo por unos instantes el beso.
Kiba se aparto unos momentos para respirar y permitirle esa misma acción a la muchacha, quien mantenía sus ojos cerrados hasta ese momento.
-¿Estas bien? -Le pregunto mientras ella abría sus ojos con lentitud.
-Si... -Respondió con cierta agitación.
-Realmente me agradas. -Dijo él también con cierta dificultad. -Puede sonar extraño ya que solo nos conocemos hace unos minutos, pero no puedo evitar sentirme muy bien contigo, como si nos conociéramos desde siempre.
-Yo también me siento extraña y jamás me había sentido así por nadie ni siquiera puedo explicarlo. -Mirándolo dulcemente a los ojos.
-¿Qué dices lo intentamos?
-Sí, claro. -Dijo ella acariciando su rostro.
Ambos volvieron a besarse con intensidad y pasión. El día fue trascurriendo con normalidad pasearon a caballo almorzaron y recorrieron aquella enorme estancia hasta que finalmente Kiba se despidió de su amada, con la promesa de volverse a ver muy pronto.
La chica vio desdibujarse y mezclarse el color platino de su coche con fulgores anaranjados, rojizos y dorados en el horizonte.
Esa noche por primera vez en su vida sentía una alegría como nunca antes había experimentado. La imagen de su amado Kiba recorría una y otra vez sus pensamientos. Deseaba ya ser su mujer para estar siempre a su lado.
Ambas familias aprobaron el compromiso de los jóvenes y su futuro casamiento, sobre todo Hiashi Hyuga, quien sentía un gran alivio en su corazón.
Casi seis meses habían pasado desde la primera vez que se conocieron. Hiashi considero que lo mejor era no dejar a ambos jóvenes solos, pues consideraba la situación algo discordante para una familia con la categoría de la suya. No deseaba que su hija se casara en situaciones poco beneficiosas o algo bochornosas sobre todo para los más ancianos de los Hyuga y para evitar las calumnias y chusmerios de las familias rivales sobre todo el clan Uzumaki.
Fue decidido que Hanabi acompañara en todo momento a los enamorados, a lo cual la muchacha accedió sin recelo; para sorpresa de su padre, pues era bastante renuente a inmiscuirse en cosas de ese tipo.
Su función era acompañar a su hermana y no dejarla sola ni un momento. Esto dificultaba concretar cierta intimidad entre la joven pareja.
Al principio la joven era una molestia, pero con el correr del tiempo los tres se fueron haciendo grandes amigos. Parecía que Kiba le había tomado un gran cariño a su peque como él le solía llamar, lo cual, causaba cierto desagrado en Hinata pero que aplacaba conscientemente; pues, después de todo, Hanabi era su hermana menor y Kiba su prometido.
Finalmente el tan ansiado día del compromiso había llegado. Hinata vestía un elegante vestido rosa pálido ajustado al cuerpo que contorneaba su silueta con delicadeza. En la cintura, el mismo, se ampliaba formando una pollera algo acampanada que llegaba a la altura de sus rodillas.
Terminaba de maquillarse y de peinar su largo y hermoso cabello en el cual colocó una delicada horquilla plateada que sujetaba aun lado un mechón de pelo.
-¡Estas preciosa hija! -Dijo su madre acercándose a la muchacha y posando sus manos en los hombros de ella.
-Gracias madre, ciertamente me siento muy feliz.
-Acaso no te lo había pronosticado.
-Si es verdad, pero al principio no lo creí.
-Me alegro de que hallas encontrado a tu hombre ideal.
-Y yo me alegro mucho más por ello. Kiba es realmente todo lo que había soñado. -Dijo suspirando.
-Bueno será mejor que termines de alistarte, te dejare tranquila he iré a recibir a los invitados. -La mujer miró por un momento la ventana de la alcoba de su hija. -¡Parece que va a llover! -Exclamo con asombro.
-Espero que no, aun que la verdad no importa mucho o ¿sí? -Esbozando una sonrisa
-Tienes razón no tiene importancia. -Besando la frente de Hinata.
-¿ Kiba ya llegó? –Pregunto con intriga.
- Si, estaba estacionando su coche en el garaje.
-¡Iré a saludarlo!
–Creo que lo mejor es que lo esperes aquí y termines de arreglarte.
-Ok. –Contesto no muy convencida.
La madre de Hinata se retiro de la habitación dejando sola a su hija. Ésta al verse libre, no pudo evitar el deseo de ir al encuentro de su amado Kiba, pues su novio, se mostraba algo distante desde hacia un tiempo lo cual atribuyo a los nervios y la ansiedad. Esta era su oportunidad de que se vieran a solas, ya que siempre que se veían, Hanabi permanecía a su lado.
Afuera un viento ligeramente gélido soplaba envolviendo las copas de los árboles. El atardecer le daba paso a una oscura noche plagada de nubes tormentosas que amenazaban con verter sus incontenibles lágrimas sobre toda la villa.
Hinata tomo un abrigo de su ropero y se escabullo secretamente a través de las escalinatas de la casa; como las escaleras que daban a los cuartos no tenían salida al gran salón, pudo pasar fácilmente desapercibida sin ser notada por ningún invitado. Tomo una salida accesoria que se hallaba a unos pasos de la cocina y que era utilizada por el personal de servicio. Escapo con rapidez al jardín envolviéndose en su abrigo, protegiéndose del frío y de algunas gotas de lluvia que comenzaban a caer con lentitud.
A unos cuantos metros estaba el garaje de la casa; solamente era utilizado por el padre de Hinata y por quien ese día sería su futuro marido. Al verse segura de estar con él en libertad se dirigió a toda prisa a su encuentro.
Desde fuera se podía ver la luz del garaje aun prendida. Su corazón se alegraba con cada paso dado. Se acerco hacia la puerta y se asomo a la misma, quería darle una sorpresa a Kiba, pero ciertamente la sorpresa se la llevaría ella.
