¡¡BONITO PEINADO!!
Lalalalaaaalalaaaa… sí, esa voz que sonaba más a un gallo afónico era la voz de Ginny Weasley, que canturreaba mientras peinaba su pelo con un cepillo de madera. ¿Es que ese dichoso pelo, con ese dichoso color no iba a desenredarse jamás? Por Merlín ¡llevaba casi media hora peinándose y seguían apareciendo nudos!
Exasperada, abrió el cajón de la mesa de madera que se encontraba al lado de su cama, y sacó de ella un frasco morado con centelleantes letras rosas que exponían el nombre del producto: Quitanudos mágico de la señora Brish. Bufó indignada. Odiaba echarse productos en el pelo, y menos, de los que se hacían llamar "milagrosos", ya que su padre se había tenido que enfrentar a grandes cantidades de cosas así, según tenía entendido.
Pero tenía prisa. En cinco minutos había quedado con Harry en la Sala Común, y no tenía tiempo de pensar en más. Era San Valentín, e iba a aprovechar de esa salida especial a Hogsmeade al máximo. Mientras Ginny se acercaba al espejo, alguien llamó a l puerta, y entró con un pequeño susurro:
-¿Se puede entrar?
Ginny suspiró. Tan solo era Hermione. Pero… ¿qué quería Hermione?¿Que no sabía que tenía prisa? ¡Sólo tenía cinco minutos!
-Lo siento, pero es que Harry está esperando, y piensa que la ducha te ha absorbido…- Hermione luchaba por aguantar la risa, o al menos eso decía su tono de voz.- Sólo venía a asegurarme de que estabas bien…
-¡Espera un minuto!- Ginny abrió el bote y, con decisión, echó un chorro sobre su cabeza, lo frotó rápidamente, y se pasó el cepillo de nuevo. Ni un nudo. Vaya, eso sí que era un milagro…
Cogió a toda prisa la chaqueta y, sin detenerse, bajó aprisa las escaleras con una apresurada Hermione pisándole los talones. Cuando llegó, vio a Harry más elegante que nunca. Con su pelo alborotado, sus verdes ojos mirándola mientras sonreía, sus gafas algo torcidas… ahogó un jadeo. Una visión perfecta para ella.
De pronto escuchó una risita sofocada. Miró hacia su hermano, quien abría la boca de par en par. Hermione reía por lo bajinis a su espalda, señalando a algo que ella no llegaba a ver. Cuando volvió a mirar a Harry, vio como este la miraba algo extrañado.
-¿Pasa…algo?- no PODÍA pasar nada. Era San Valentín, por Morgana, debía de ser todo perfecto.
-¿Tu pelo…tiene algún motivo para ser así, o es que querías que combinara con mis ojos?- Harry no pudo soltar una risotada, desencadenante de que los demás le imitaran con carcajadas verdaderamente molestas.
Se acercó a un espejito que había por allí. Mi pelo… mi pelo… ¡MI PELOOO!
Ya no era rojo. Era de un bonito y sutil rosa chicle, vamos, de los que llaman la atención. Era más rosa que el de la mismísima Tonks. Ahogando un pequeño gritito, se giró y subió a su habitación, cerrando de un portazo. Se observó de nuevo en el espejo, mientras gemía. Rosa. No podía ser ni rubio, ni marrón. Tenía que ser rosa. Puaj. Cuando fue a introducir su cabeza debajo del grifo (con un poco de suerte, se iría el color), vio una pequeña nota a los pies de su cama, que quedaba justo en frente del baño. Cogió el papel, y, con una perfecta letra, se podía leer:
Ginny:
Espero que te haya servido de algo el quitanudos. Jamás pensé que nadie podría necesitarlo, además de Granger, pero creo que hoy te servirá de algo.
Con muchísimo amor,
R.V.
Romilda…pensó Ginny enfurecída mientras rompía la nota y la tiraba al suelo. Se apoyó en su cama, pensando en Harry, en que, después de todo, no podría regalarle aquello que tanto se merecía.
-¡ODIO SAN VALENTÍN!- gritó enfurecida, para añadir en un gruñido apenas audible.- Y a Romilda también…
