CAPÍTULO 1
NUEVO HORIZONTE
Hoy hacía tres años de aquél incendio en mi casa, en Jacksonville, que acabó con la vida de mi madre y con mis ganas de vivir. Ese día fue el último de mi vida humana.
Me quemaba la garganta de la sed que tenía, parecía que había algo dentro de mí que ardía, pero pensé que si me paraba ahora, las imágenes que tanto deseaba evitar resaltarían entre todos los otros recuerdos humanos que tenía y quería evitar eso a toda costa. Corría concentrada entre los espesos árboles de las afueras de Washington debajo la luz del crepúsculo. Bien, si seguía a ese ritmo podría llegar a casa de mi padre antes de media noche.
Hacía apenas unos días que había decidido volver a Forks para intentar retomar mi vida, no de la misma manera que antes, por supuesto. Estar en Florida con tanta luz y tanta gente no ayudaba a alguien como yo así que decidí permanecer en el bosque al menos hasta que me pudiese controlar, hasta que la necesidad de matar gente no fuera mi prioridad número uno. No sabía mucho de esta nueva vida si se la podía llamar así, pero estaba dispuesta a averiguar más, no sé cómo, pero algo haría. Seguí corriendo entre los árboles y me concentré en lo que me rodeaba, podía sentir la caravana que se formaba lentamente a bastantes quilómetros de donde yo me encontraba, en la carretera del norte, podía oír cada latido de corazón de todos y cada uno de los animales que estaban en el bosque, podía oír gotas cayendo lentamente de las verdes hojas contra el suelo húmedo por la reciente tormenta. Estaba disfrutando de mi paseo por el bosque, o al menos lo intentaba, hasta que de pronto, sufrí un déjà-vu. Paré en seco, el lugar donde me encontraba me resultaba demasiado familiar, ya había estado aquí. Unos borrosos recuerdos nublaron mi mente sin ningún otro remedio. Ese era el sitio en que desperté, ese era el sitio dónde un misterioso vampiro me había dejado tirada hacía ya algunos años atrás. Me acordaba perfectamente de cómo me sentí ese día; me desperté con la sed desgarrándome la garganta y con mi ropa hecha pedazos por las llamas del incendio, de una cosa estaba segura, alguien me había rescatado y me había transformado. No sabía dónde me encontraba, no había nadie. Al levantarme, quise correr hacia el horizonte, no podía parar, debía averiguar dónde estaba y qué me había pasado. Estuve dando vueltas durante horas, no sabía dónde iba ni dónde estaba, pero un rétulo con negras letras mayúsculas me hizo pararme, llegué hasta Florida y sentí curiosidad por ver mi casa o lo que quedaba de ella, tenía una pequeña esperanza de que todo lo que me estaba pasando fuese solo una simple pesadilla. La casa estaba derrumbada, con restos de todo tipo de cosas tiradas por el suelo y chamuscadas, había un camión de bomberos y dos coches de policía, quise acercarme hasta allí pero dos hombres, o debería decir, dos armarios me pararon el paso. Por lo que había sentido y visto durante mi pequeño viaje hacia allí, creía que podría barrerlos del mapa sin ningún problema pero entonces, sentí como si el fuego de esa casa se hubiese trasladado a mi garganta, giré mi cabeza para ver de dónde provenía ese fuego, un niño se había cortado con un trozo de cristal del suelo y le sangraba la pierna. Quise ir hacia allí y… probarla, la sangre me llamaba, yo la necesitaba. De repente, el niño alzó la cabeza, dejó de llorar y me miró horrorizado, pude ver en sus ojos azules el reflejo de mi violento rostro. Me horroricé y volví hacia el bosque lo más rápido que pude. Entonces, probé la sangre de un pobre ciervo que se había quedado enganchado con la rama de un árbol; ahí empezó todo.
Ya podía ver las luces de las pocas casas de Forks, me quedaban apenas unos minutos de viaje hasta llegar, por fin, al que sería mi hogar temporalmente, por eso, aminoré el paso hasta andar. Había pasado una semana en Florida comprando ropa y habituándome más o menos al ambiente de ciudad intentando pasar desapercibida e intentando no pensar en la sangre que circulaba por dentro de todas y cada una de las personas que me encontrada. Llevaba una maleta de mano con ropa y todo tipo de accesorios personales que había comprado el día anterior con el dinero que conseguí coger de mi casa el día del incendio, pensaba que a Charlie, mi padre, le extrañaría que me viera sin nada de todo eso. A él le había contado por teléfono hacía tres años, ya convertida, que me quedaría en Florida, en mi casa propia que había comprado. Por supuesto, todo lo que le había contado era mentira pero no podía contarle la verdad, no quería involucrarle en esto, mi familia ya había pasado por demasiado. Debía pasar desapercibida, eso lo tenía más que claro. Llegué hasta la vieja pero aun así acogedora casa de mi padre y piqué a la puerta con una sonrisa.
- ¿¡Bella?!- preguntó mi padre con repentina emoción en sus ojos- ¿ya estás aquí?- me abrazó. No pareció percatarse de mi piel gélida.
- Sí, ya te dije ayer que llegaría por la noche- dije sonriéndole.
Me dejó entrar e inmediatamente me relajé, pasaba todos los veranos esa casa, estar allí me producía seguridad y tranquilidad, presentía que podía estar a salvo de todo. Seguía todo igual que la última vez que vine, el pequeño salón, la cocina, las escaleras, mi habitación… No sé por qué creía que cuando viniese me lo encontraría diferente. En cierto modo, había cambiado, la madera era más vieja y había otros muebles, pero, aparte de eso, todo estaba igual y exactamente como me lo imaginaba cada noche tumbada en el bosque sola e insegura sollozando pero sin lágrimas esperando que apareciese Charlie en algún momento a otro. Cómo había esperado, mi padre ya había preparado los papeles para mi admisión en el instituto de Forks. Esa parte de mi nueva vida no me producía ningún tipo de emoción. Yo ya había estudiado en Florida y en grados superiores ya que se me daba bien estudiar, pero sabía que mi padre seguía pensando que tendría que volver a hacer los tres últimos años de instituto aunque yo estuviera congelada en mis 18 años eternos. Según él, estudiando de nuevo me haría estar preparada, como si lo intentara todo otra vez y casi desde el principio.
Me instalé en mi habitación sin prisa, todo seguía igual e intenté guardar toda la ropa en el mismo sitio que la había estado guardando cada verano, eso me hacía estar más segura, eso me hacía darme cuenta que era la misma persona después de todo. Cuando acabé, decidí ir a cazar diciéndole a Charlie que necesitaba dar una vuelta para volver a conciliarme con Forks, él siempre había pensado que yo tenía alguna clase de aversión a este pequeño pueblo. Mañana me encontraría con cientos y cientos de adolescentes con las hormonas demasiado alteradas y con su sangre sonando deliciosamente en mis oídos, debía estar preparada y para ello debía alimentarme, aunque fuera un poco, solo por si acaso las cosas salían mal. Sólo había probado la sangre humana una vez, fue dos días después de despertarme, una histérica humana me sacó de quicio. Para alguien como yo, la sangre humana era uno de mis mayores placeres, nada se podía comparar con la satisfacción que se quedaba en mi cuerpo después de probarla, pero, yo había aprendido a renunciarlo para un placer un poco menos intenso, sangre de animales. Debía buscar una manera de no matar gente, no quería sentirme culpable y al menos cazando animales no me sentía tanto.
Volví de mi cacería apenas media hora después de haber salido de casa. Charlie seguía despierto, le deseé las buenas noches intentando que no mencionara la cena, funcionó. Me puse mi pijama y me tumbé en mi cama mirando atentamente la luna que se veía desde la ventana de mi habitación, no sabía que me encontraría mañana y, literalmente, estaba aterrada. Había estado practicando durante años mi contacto con los humanos pero temía que establecería algo más que eso, temía que acabaría haciendo amistades, nunca me había pasado eso y solo al imaginármelo se me ponía los pelos de punta, pobres humanos. Las horas pasaron lentamente en mi reloj, no dormía, nunca lo hacía, no me hacía falta y no tenía la necesidad de hacer nada así que estuve divagando en mi mente por mis recuerdos humanos, todos menos los de aquél día.
Me apoyé en el marco de la ventana y me concentré en ver como amanecía, era precioso, hacía demasiados años que no veía algo así, tendría que haber pensado mejor lo que haría con mi "vida" después de saber el monstruo que era. Me volví a tumbar en la cama sin hacer nada de ruido cuando oí cómo Charlie se levantaba y pisaba suavemente el parquet del piso de abajo, cerré los ojos y me hice la dormida.
- Bella, despiértate, debes ir al instituto- dijo él suavemente desde la puerta de mi habitación, parecía no haber recuperado la confianza padre-hija aún. Rodé de costado, suspiré pesadamente y lentamente abrí los ojos, esperaba que mi actuación hubiera sido un éxito, así fue.
-O-
Con mi nuevo Volkswagen que había comprado hacía unos días con dinero prestado de Charlie me dirigí hacia el instituto. El aparcamiento estaba atestado de adolescentes riendo, chillando de alegría y saludándose. Hoy era el primer día de clase para todos, que bien. Salí del coche e intenté parecer normal, intenté que no se notaran mis ganas de hacerlos callar a todos alimentándome de su sangre. Por cómo me miraron todos, supe que todo el pueblo estaba al corriente que la hija del jefe de policía se había instalado en el pueblo después de la terrible muerte de su madre, estoy segura que parecía de todo menos normal. Pasé de las miradas indiscretas que me dirigían todos, los chicos hacían cara de embobados y las chicas de envidia. Esas miradas no me extrañaron, desde que me convertí en lo que soy ahora, mi belleza había mejorado, había pasado de ser una patosa humana a una esbelta y sexi vampira para los ojos de todo el mundo. Con un gesto muy humano, me pasé la mano por el pelo y suspiré. Presentía que iba a ser un día difícil.
- ¿Isabella Swan?- preguntó una chica de pelo castaño claro, más bajita que yo y con evidente curiosidad en sus ojos. Me impidió continuar andando ya que se paró justamente delante de mí.
- Prefiero que me llamen Bella, pero sí, soy yo- contesté intentando sonar amable. Sacó la mano de su bolsillo y nos las estrechamos cálidamente. Se estremeció ligeramente con el contacto de mi piel, pero repuso la compostura. Ahí va, mi primer contacto con un humano en el instituto.
- Yo soy Jessica Stanley- sonrió- voy a enseñarte todo esto- dijo haciendo un gesto informal con la mano señalando el pequeño instituto.
Caminé junto a ella durante un rato, me explicó los horarios de las clases y como iba todo más o menos. La primera clase la teníamos juntas. En la hora libre, me fue presentando a todas sus amigas, la que me caía mejor era una tal Angela Weber, parecía la más sencilla y amable de todas ellas. Las clases pasaron, tuve que soportar decenas y decenas de miradas y cotilleos pero, al fin, llegó la hora de comer. Traspasé la puerta de la cafetería con Jessica cogiéndome del brazo y Angela presentándome por encima los alumnos del instituto. La mayoría de ellos se giraron al vernos entrar, mis acompañantes sabían que esa atención era por mi culpa, por eso, Jessica se puso rígida y me miró intentando sonreír, en cambio, Angela me dio ánimos con la mirada, cada segundo me caía mejor esta chica. En mis oídos, resonaban todos los cuchicheos de todos los alumnos presentes, pasé de ellos de una manera inhumana (nunca mejor dicho).
- No tengo hambre- le susurré a Jessica cuando me dijo que cogiera comida.
- Vamos, hombre… Estás muy delgada, necesitas fibra- dijo sonriendo forzadamente.
- No de verdad, he desayunado mucho- dije sentándome con ellas en la única mesa libre que quedaba. Tendría que pensar un plan con la comida… y pronto.
Jessica empezó a hablar sin interrupción, no le presté intención, sabía que solo estaba sentada conmigo porque quería algo, me limité a sonreír y asentir cuando creí necesario y me concentré en escuchar los murmullos de los adolescentes, quería saber que impresión había causado.
- ¿Habéis visto a la chica Swan? Es un bombón, me la tiraría sin dudarlo, además…- dejé de escuchar. Tenía voz de chico y supuse que estaba a diez mesas de distancia por el volumen de su voz. No me importaba.
- Pues a mí me parece buena chica, debe estar pasándolo mal por lo de su madre…- dejé de escuchar otra vez. No quería oír la compasión de nadie, lo pasado, pasado está.
Todos decían más de lo mismo, ¿acaso no tenían más imaginación? Volví mi atención a la mesa otra vez, Jessica estaba callada comiendo un trozo de pizza, parecía pensativa. Angela me hablaba de sus padres, yo la escuchaba atentamente hasta que un susurro me sacó de la conversación y me hizo girar la cabeza hacia el final de la cafetería.
- Sí, eso lo tenemos claro, Bella es una de nosotros, un vampiro- me quedé en shock. Cinco personas permanecían sentadas en círculo susurrando por lo bajo. Eran extremadamente guapos y muy, muy pálidos, exactamente como yo. Jessica me pedía que la atendiese pero no estaba por ella en esos momentos. ¿Podía ser posible que hubiese encontrado a cinco vampiros en Forks?
Yo los miraba atentamente, no sabía qué hacer. De repente, el chico más joven y de pelo cobrizo me devolvió la mirada. Creía que me iba a caer al suelo, ¿podía alguien ser tan guapo? Acto seguido, los otros cuatro me miraron también. Me quedé atrapada en sus miradas, ¿qué debía hacer?
