Desclaimer: Primero que nada, Hetalia no me pertenece. Solo la historia.
Mi primer fic de Hetalia. Y mi primer Yaoi D=.
Espero y les guste.
Advertencia: Contiene tortura, o algo semejante.
O_O
Estaba cansado, pelear contra esa mujer no fue fácil. Pero después de todo, me atrapó. Una mujer. Maldita sea. Bueno, esa mujer estaba loca. No por nada era la pequeña hermana de Él.
Estoy seguro de que esa mujer me ha roto una costilla. Estar aquí es incomodo, es pequeño. Y atado de pies y manos no puedo hacer nada.
Y ahora él se encontraba encerrado en una especia de caja de madera. Muy resistente, pues no había podido liberarse de ninguna forma o al menos rasgarla un poco.
Sentía un escalofrío recorrer su cuerpo. Ella lo llevaría con él. Con ese psicópata. Estaba frustrado y posiblemente asustado. –Asustado , imposible.- Se dijo para el mismo. ¿Cómo estaría asustado alguien super awesome como él? .Pero sabía lo que le vendría. Interminables horas de tortura por parte de él. Pero intentaría ser fuerte y no mostrarse débil.
Sabía que West no le ayudaría. Estaba ocupado por las consecuencias de su estúpida guerra.
-Razve etoplen? – (¿Es esté el prisionero?)Escuchó hablando a unos hombres.
-¡Sáquenme de aquí idiots! –Grito Prusia golpeando la casa.
Los hombres continuaron hablando y repentinamente guardaron silencio. Uno tartamudeaba y una falsa voz angelical se hizo presente.
-Eto Prussil?- Dijo aquella voz. Prusia la reconoció al instante.
-Hermano…-Una siniestra voz se hizo presente. Una chica de largos cabellos grises se colocó atrás de Rusia. Rusia sintió un escalofrió recorrer su espina.
-Be...larús…-Rusia dijo algo nervioso.
-Tal como lo pediste hermano mayor. Tu hermanita ha traído a este bastardo. – Lo dijo abrazando fuerte a Rusia por la espalda. Rusia se sintió incomodo.
Aquella mujer miró con odio la caja.
-Se rindió, así como si nada. Ahora nos pertenece su territorio. –Belarús besó a Rusia en la mejilla.
-Me retiro hermano.- Le soltó y entró a un lujoso auto y se fue. Y sus tropas con ella.
-Maldito Iván- susurró Prusia.
Iván sacó de entre sus ropas su típica tubería de metal. Y golpeó un poco la caja, esta estallando al contacto y aventado a Prusia unos metros atrás.
-Me llamó Rusia. Mucho gusto. –Saludó cortésmente con una sonrisa en la boca.
Allí estaba él. Con esa maldita y enferma sonrisa. Como si nada pasara.
-Seamos amigos, ¿Da? – El me observó. No le diría nada, y le observé con odio y repulsión. ¿Cómo ser amigo de un tipo como él?
-¿No piensas contestar? –Rusia contestó molesto. Su rostro ya no era angelical.
Rusia levantó aquel tubo y le golpeó con fuerza en la cara. Siguiendo sus brazos, el pecho, las piernas. Parecía como si golpease un costal. Prusia no gritó ni nada. Mordió su labio para no gritar. A tal punto de sangrar. No complacería a ese monstruo.
El cabello de Rusia estaba despeinado. Su cara tenía una que otra gotita de sangre. Y su gabardina estaba manchada. La blanca nieve estaba teñida de un color carmesí. Tal como los ojos escarlata del prusiano.
Prusia lo presintió. Moriría bajo las manos de Iván. Escupió sangre. Intentó arrastrarse por la nieve.
-¿Por qué no gritas? –Rusia le pateó el pecho. -¿Acaso no te duele? –Pisó su cabeza. Se agachó y jaló su cabello. No podía más. Y de la boca del prusiano salió un gemido de dolor.
Y en el rostro de Rusia se formo una enferma y complacida sonrisa.
Estaba cansado. Tantos golpes y la pérdida de sangre. Mi vista era borrosa.
-Moyeĭ novoĭ igrushkoĭ, ne tak li? (serás mi nuevo juguete, ¿si? –
Letonia y Lituania veían aterrados la escena en el frente de la casa. Desde el 3 piso de la casa de Rusia.
Y tenía que ser él. El orgulloso de Prusia. Un soldado acostumbrado a la pelea. Y posiblemente el sadomasoquismo.
.-.
Rusia había tomado a Prusia del saco del uniforme militar.
Y lo arrastró hasta una pequeña choza tras la casa.
-¡Estonia! –Y otra vez, ese tono angelical.
Estonia apareció inmediatamente.
-¿Si...señor Rusia? –Temblaba.
-La llave Estonia, la de ese candado. –Apuntó a la puerta.
Estonia rebuscó nerviosamente entre sus bolsillos. Encontrando una llave naranja y entregándosela a Rusia.
-Gracias Estonia, puedes irte. –Rusia se dio la vuelta, abrió el candado, junto a la puerta y tomo al prusiano sin delicadeza alguna. Y Prusia volvió a gemir de dolor.
-Mal...dito ruso.-
Iván le aventó con fuerza contra la pared del fondo de la cabaña, era tanta que la pared se rajó.
Y al fin, Gilbert gritó. Cayendo de rodillas al piso y después tumbándose de costado.
Iván soltó una risita. Gilbert escupió sangre.
-Habe ich dir weh? –El ruso le habló en su idioma, riendo simpáticamente.
-¡N..ein! .Estos no son más que unos rasguños.- Gilbert contestó difícilmente.
-¡Me alegra! –Rusia sonrió y junto sus manos. -Moĭ drug, ¿Te llamas Gilbert, verdad?
-¡Me...llamo Prusia! – Contestó cansado el hombre.
-Akh, net, net. Tu país no existe más. Solo eres Gilbert. Da~.-Rusia con cuidado, levantó a Gilbert y lo colocó en la cama que se encontraba a la izquierda.
-¿Qué...haces? –Le preguntó molesto.
-Prusia no existe, da. –Tomó una navaja de alguna parte entre sus ropas. Y cortó los amarres de sus manos. –Gilbert es mío, da. – Al terminar de cortar las cuerdas, coloco rápidamente la filosa cuchilla en el cuello de Gilbert, cortándole un poco.
-No intentes nada, ¿da? – Y de un bolsillo en su pantalón sacó unas esposas. Y lo esposó a la cabecera de aquella cama.
Por un pequeño momento, los ojos de Gilbert mostraron miedo.
-¡Se uno con Rusiiaaa ~ , ¡Da! –Y cortó las cuerdas de sus pies. Atándolas a cada extremo de las patas de la cama.
Gilbert intentó liberarse, pero Iván lo golpeó en el estomago.
Rusia se quitó su larga bufanda, la dobló y la colocó en una mesa junto a la puerta e hiso lo mismo con su gabardina militar.
"Conozco los métodos de tortura de Rusia, si no gritas te hiere mas. Y si gritas, te hería más.
Iván tomó una filosa cuchilla de su chamarra.
No sabía que era peor, la idea de que lo torturara, o posiblemente lo violara. Igual tenía que ser fuerte. ¡Por eso fue el gran Prusia!. Pero Iván me veía fijamente, estaba a su merced. ¿Qué me haría?
Rusia colocó la navaja cerca del cuello de Gilbert. Y le cortó un poco. Y después de un movimiento, desgarró la ropa de él.
Gilbert se estremeció al sentir la fría brisa tocar su pecho desnudo.
-Davaĭte igratʹ (vamos a jugar). – Susurró Iván relamiendo la cuchilla . Y lentamente se quitó un guante, y colocó su mano desnuda en el pecho del prusiano. Este estremeciéndose al tacto. Se sorprendió al sentir la cálida mano del ruso.
Iván clavó la cuchilla en la cama. Acercó su rostro al de los ojos escarlata. Quien le veía con odio, frustración y miedo.
Rusia presionó la mano que tenía en el abdomen del prusiano y este gimió de dolor. Y el presionó mas.
-Grita, suplica, llora.- Decía el de los ojos violeta. Y estaba a punto de agarrar la navaja enterrada en el colchón, cuando se escuchó que alguien tocaba la puerta.
-kol kol kol kol
-¡Señor Rusia! ,..em…lamento molestarle pero…necesito decirle algo! –La voz de una chica tras la puerta.
El ruso volteó a ver al prusiano, que respiraba con dificultad y cansado. Acarició su cabello.
-Da las gracias prusiano, han venido a salvarte. –Le dio un beso en la frente y se levantó. Se colocó su abrigo y su bufanda. Abriendo lentamente la puerta.
-Sr. Rusia, le habla su superior. –Dijo la chica como si nada, dando la vuelta para partir.
-Espera, ven aquí. –La chica cumplió su orden. –Quiero que cuides a este hombre, limpia sus heridas, ¿Da?- Le sonrió y colocó una mano en su cabeza y el siguió su camino.
La chica entró a la cabaña. Levantó una loseta del piso y sacó un botiquín medico, volvió a poner la loseta en su lugar.
Tomó un balde y lo llenó con agua, sacó unas toallas y esponjas.
-¿No te molesta el agua fría, verdad? –Dijo ella.
¿Había entrado una chica? ,y ¿donde estaba él…? Me sentía mareado.
La chica se acercó, vio el rostro hinchado del hombre. Los moretones en su pecho y las marcas de cuerdas en sus muñecas.
-Je, parece que llegue a tiempo. Mira que has tenido suerte. – Y quitó la cuerda de sus pies. Retirando las botas. Tomó unas tijeras del botiquín y rompió el pantalón manchado de sangre.
-¿Qui…en eres? – Dijo el pesadamente.
-Tú amiga por el momento. Me encargaré siempre de cuidar tus heridas, hasta el día en el que me digan lo contrario.- Te un golpe rompió las esposas.
Tomó una esponja y la mojo en el agua.
-Um..¿Por dónde empiezo?- Ella colocó una mano en la frente de el. –Tienes fiebre. Y has perdido mucha sangre. –De la parte inferior del botiquín sacó una bolsa de sangre. –No te preocupes, esta es especial y queda con cualquier cuerpo y organismo. –Tomó la esponja y con mucho cuidado limpió un brazo , para posterior mente limpiar con algodón para ponerle la sangre.
Volvió a mojar la esponja, y esta vez limpió su rostro hinchado. Apartando su flequillo. Tomó una toalla, la humedeció y limpió su cabello.
-Por favor, no te quedes dormido y dime si algo te duele. –Ella le sonrió de una forma dulce. La chica tenía cierto parecido con Elizabetha ,pero esta chica era más pequeña y tenía el cabello más oscuro y rizado.
Tomó nuevamente la esponja y limpió su torso. Y colocó una extraña y pastosa crema de color amarillo en las heridas pequeñas, el resto las cocía.
Tanteó su pecho y al parecer no tenía ninguna costilla rota. Si que era resistente este hombre.
-A..gua..-
-Oh, claro.- La chica regreso a la pequeña cocina, tomó un vaso y lo llenó del agua del grifo.
Ella se sentó en la cama, colocando la cabeza de Gilbert entre sus pechos, y acercó el vaso a sus labios.
Se acomodó ella en la cama, colocando sus piernas a los costados de Gilbert, recargándose ella en la pared y él en su pecho.
Empezó a acariciar su cabello.
-Intenta dormir prusiano. El no regresará en hasta dentro de unos días. – Ella se quedó así unas horas. Hasta que él se quedó completamente dormido, ella se movió y le recostó en la cama, terminó de curarlo y vendarlo. No sabía por qué tenía ese trabajo. ¿Para qué curar a quien matarás después?
