Pasaron dos días después de la gran cena de familia, todos comían como cerdos, caminaban con los estómagos llenos a no dar más e inclusive hoy siguen así, como cerdos. Recuerdo que había un niño un niño hermoso rubio de ojos azules y sonrisa soñadora, era pequeño y travieso (de esas que se pierden fácil) corría en círculos con su hermano mayor; Arthur (infundado con cariño por este mismo, siendo el hijo de un amigo de su padre) él iba atrás de el como anclado de su traje de camisa blanca con pantalonsillos cafés; la niño quien gustaba de marearse comía dulces a montón, a pesar de estar tan delgado, comía como mayor, como leñador empedernido, y su hermano atrás, gordo como esos obesos que dan para rodar, esos obesos de los ojos achinados.
Todo era bullicio comida, agua, vino, escándalo también, una fiesta de horror gula y horror desperdicio; gente que comía cerdos, cerdos que comían gente, vacas que comían cerdos y un sinfín de metáforas que sería grotesco describirlas. Las bocas salpicadas de desagrado, los dientes amarillos como canarios a medio morir, así de horribles eran sus bocas, sus rostros achinados, sus dientes amarillos, su ansia de gula, de comer animal, de dormir como peludos al sueño.
En esa noche, el niño corría y corría sin más, su hermano se cansó y durmió rápidamente, el no se dio cuenta, el ambiente lo pasó desapercibido, como si quisiere no saber nada de nadie, mientras los gordos comían, su ánimo se cansaba, pálida como muerto, como fantasma de callejón oscuro, sus pies no daban más y los cerdos que comen cerdos lo veían con cierto apetito voraz, el de comer carne no importa cómo.
- ¿a qué sabe delicioso, no? Pregunto uno de ellos- chef rubio de ojo azul, jefe al mando
- Pero es nuestro invitado –procuro otro en el comedor-
- ¿has probado carne pálida?
- No, no me gustaría, dicen que no es como el cerdo, es insípida y desabrida, prefiero el salmón e inclusive el venado estaría bien
- Tú te lo pierdes -mencionaron al final de la mesa-
Ese día recuerdo que su hermano lloro, al tan solo ver una silueta en la mesa, unos pocos cabellos rubios y partes a medio roer. Aun pienso en eso, no fui capaz de comer del mismo plato, tal vez, Ha de gustarme el conejo, o el codorniz…
- Quien sabe, no me gusta escuchar niños llorar, he de probar alguno algún día; hoy no…
