Moi Moi!

YEEEEEEEEEEEEEEES BITCHES!

Tal y como había prometido, ¡HA SALIDO FINALMENTE LA SECUELA DE LA CODICIA DE LOS TERRENOS! -ruido de truenos- MUAHAHAHAHAHAHAHA!

Okay no.

Pero finalmente, fuera de joda, ¡ha salido la secuela! Sí, estoy muerta, tengo que terminar mi maldito LietPol abandonado a su suerte y el Gakuen Hetalia, pero ya fue :'D Prefiero vivir con la soga al cuello, ¡ahí está la gracia! -grillitos- Bueno, no.

¡Y como he prometido, después de un mes! (¿Han visto? No me tardé tanto :D)

¡MÁS ACCIÓN, MÁS SUSPENSO, MÁS PERSONAJES, MÁS LEMON -carraspeo-!

Muchas gracias a todos por sus reviews :'D Son lo más hermoso que me han pasado artísticamente.

SI ES TU PRIMERA VEZ LEYENDO LA CODICIA DE LOS TERRENOS: Esto es una advertencia. Tienes que dirigirte a mi perfil y buscar el fic que dice "La Codicia de los Terrenos" solo, porque esta es la segunda parte, y no entenderás ni medio. Así que, muchas gracias, y empieza por el principio ;D

SI NO ES TU PRIMERA VEZ LEYENDO LA CODICIA DE LOS TERRENOS:

Te amo y gracias por seguir leyendo. Espero que te guste :'D

HETALIA NO ME PERTENECE. Si no, esto hubiera salido en el manga ?)

¡Empeceeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee mos!


NUEVA ZELANDA, 18:56 hs.

Contemplé en silencio el atardecer.

El sol se escondía en el horizonte como si se tratara de una moneda de oro, con el rojo y naranja entremezclados como telón de fondo. El viento sopló suavemente, provocando que oyera un murmullo entre las hojas. Era fresco, pero no frío, lo cual resultaba agradable. Respiré hondo, inundándome los pulmones de aquel aire con gusto.

-Es hermoso, ¿verdad?

Australia estaba recostado a mi lado, sobre el pasto. El viento desordenaba sus cabellos oscuros y sus ojos tenían un brillo especial. Sonreí ligeramente, adoraba que fuera hiperactivo e inquieto, pero que supiera apreciar algunas cosas que requerían silencio y quietud. Fijó sus ojos en los míos y sonrió feliz, mientras su koala dormitaba sobre su torso. Acaricié la cabeza de la ovejita que se había dormido en mi regazo, sintiendo la lana suave y esponjosa.

-Lo es –afirmé, desviando la mirada hacia la oveja. Deseé que ese momento durara para siempre. Era sencillamente perfecto. Podía estar junto a la persona que más quería sobre este mundo en paz, sin que ningún británico loco o loco en general nos molestara, y no había la necesidad de hablar. El silencio decía más que las palabras. Me sonrojé levemente sin dejar de sonreír, mientras sentía cómo mi interior se tornaba más cálido y tranquilo de lo normal. Era hermoso sentirse así.

Deseé que ese momento durara para siempre.

Pero todo termina tarde o temprano.

vVv

CASA DE INGLATERRA, 06:19 hs.

El llamador golpeó mi puerta.

Me di la vuelta en la cama, ignorándolo. Todavía me sentía muy agotado y débil, me dolía todo el cuerpo y a veces la cabeza me daba vueltas. Estaba más vulnerable que de costumbre y lo sabía. Aunque ya habían pasado cuatro días desde la última lucha contra Belarús, la magia había hecho mella en mí. Cualquiera que la utilizara estaba advertido de que consumía mucha energía, y yo era consciente de ello, pero nunca había imaginado cuánto.

El llamador continuaba sonando, incansable. Me tapé completamente el rostro con la almohada, intentando así apaciguar el estridente ruido, pero no sirvió mucho. ¿Quién sería tan maldito como para molestarme tan temprano? Aquello me ponía los pelos de punta fuera como fuera.

-¡Ya va, ya va! –dije, levantándome resoplando e haciendo lo posible por moverme con cuidado, o el dolor se intensificaría. –God –me quejé, yendo hacia la puerta. –¿Diga?

-¡Arthur!

La voz del otro lado me dejó anonadado. La conocía a la perfección, pero hacía tanto que no la escuchaba que me dejó idiota.

-¿A-Australia?

-Sí, el mismo. Ábrenos la puerta.

Algo abrumado por la repentina visita de mi ex–colonia, fui hasta la puerta y abrí, intrigado y en pijama. Frente a mí estaba el australiano, llevando a Nueva Zelanda en brazos como si fuera una princesa, y con su koala sentado en su hombro mirándome con ojos enojados. Una pequeña oveja blanca temblaba sobre el neozelandés, asustada. El koala bufó y me dirigió un vistazo con desdén.

-¿Qué…

-No está muerto –aclaró Oz, entrando en la casa como si fuera la suya, y obligándome a dirigirle una mirada de reproche. –No sé qué le sucede, estábamos tranquilos y de pronto se desmayó.

-W-What? –me sentía incapaz de articular otra palabra. –W-Wait, ¿me puedes explicar qué demonios está pasando aquí? –exigí mientras cerraba la puerta. Él no me respondió, y al darme la vuelta me percaté que ya no estaba en la sala. También me di cuenta que, como un idiota, continuaba con la ropa de dormir puesta. Me apresuré a llegar al pasillo, al escuchar cómo mi ex-colonia maniobraba uno de los picaportes. –¡Oye! –me quejé cuando entré en la habitación, que justo era la mía. Él depositó con sumo cuidado a Zelanda en la cama, ignorándome. Lo manejó con una delicadeza que me sorprendió de sobremanera, y me asombré más cuando le acarició la mejilla y acercó una silla para sentarse junto a él, dándome la espalda. Tenía una mirada tan triste que sentí una punzada en el corazón.

-Deja de mirarme así –dijo de pronto. Fruncí el ceño y me aproximé a él.

-¿Qué tienes, ojos en la nuca? –pregunté con sarcasmo, para no dejar entrever mi preocupación. La situación era demasiado extraña como para restarle importancia. Australia no me contestó.

Examiné con los ojos entornados al neozelandés. Parecía que sufriera una pesadilla, pues apretaba los ojos y los dientes con una expresión de dolor, como si estuviera siendo torturado. No obstante, su pecho no se movía, dando la impresión de que no respiraba, y cuando apoyé una mano sobre su frente, estaba completamente helada. Su cuerpo temblaba casi imperceptiblemente, presa de un frío inexistente. Me mordí el labio con preocupación. Aunque él también se hubiera independizado de mí (y con gusto), seguía viéndolo como a mi protegido. Volví la vista hacia Oz, que me miraba desconsolado.

-¿Qué le ha sucedido? –me senté en la cama al lado del rubio, apoyando una mano en su brazo e intentando sacar una conclusión con sentido acerca de su estado. El australiano sonrió con amargura.

-No lo sé exactamente. Estábamos afuera de su casa, con sus ovejas y mi koala –me percaté en ese momento de que el koala estaba masticando la punta de mis sábanas. Se la arrebaté de un manotazo y lo miré con bronca. El animal me respondió con una miradita burlona y se bajó de la cama, para saltar al regazo de su dueño. Éste pareció no darse cuenta. –Todo lo más bien, hasta que… no sé cómo explicarlo, sencillamente sus ojos se volvieron más claros, se levantó, dijo que no se sentía muy bien y cuando le estaba por preguntar qué le pasaba, se desmayó. Intenté de todo, tirarle agua en la cara, darle respiración boca a boca… -me sonrojé ante la idea. ¡Era idiota! Tan solo era por ayudarlo, no tenía por qué pensar mal. –Ahí me di cuenta de que no respiraba.

-¿Eh? –¿entonces no había sido imaginación mía? ¿De verdad su pecho no se movía? Lo comprobé: puse una mano sobre su pecho y no sentí nada. Absolutamente nada. Ni su respiración, ni los latidos de su corazón. Asustado, ahora apoyé el oído sobre el mismo lugar y ello sólo sirvió para afirmar mis sospechas.

-Pero no está muerto, fíjate –apuntó Oz. Se levantó, dejando al koala sobre la silla, y alargó su mano hacia el rostro de Zelanda. Le apartó unos mechones de la frente y luego cambió de rumbo, hacia su clavícula. Al llegar viajó hacia atrás, a un punto en la base de la nuca, y lo acarició con la punta de los dedos. Todo el cuerpo neozelandés se estremeció*. –¿Lo ves? –dijo con una sonrisa melancólica, rozando ahora la mejilla pálida con los nudillos.

Me había llamado más la atención la ternura con la que Australia lo trataba. Era extraño, pero ahora me daba cuenta que siempre éste se había mostrado muy mimoso con Zelanda, pero jamás había creído que pudiera llegar a depender tanto de él. Meneando la cabeza, salí de la habitación, abandonándolo un rato para que pudiera estar a solas con el neozelandés inconsciente. Levanté el auricular del teléfono y marqué un número. Detrás de todo esto estaba cierta persona que todos sabíamos perfectamente quién era, estaba seguro.

Y yo no me iba a enfrentar a ella solo.


*Un puntito minúsculo, justo en el final de la nuca y el comienzo de la espalda, que siempre da cosquillas. Bueno, al menos a mí. No soy la única, ¿verdad? Díganme que no soy la única…

LOOOOOOOOL~ :D (¿a qué ha venido eso?)

Por impaciente o por estúpida, no puedo subir el prólogo solo. Así que, ¡al primer capítulo! :'D