NEVILLE RECONSTRUIDO
I
Neville Longbottom estaba seriamente deprimido.
Desde hacía nueve meses desde que Voldemor había caído, Neville se había convertido en algo así como un héroe. Cuando la historia completa de Harry Potter salió a la luz, las personas súbitamente comprendieron el papel que Neville había cumplido al matar a Nagini, el último Horrocruz, con la espada de Griffindor. Neville era repentinamente famoso, y su nombre estaría para siempre ligado al de Hermione Granger y Ron Wesley como el de una de las personas que junto a Potter habían ayudado en la caída de Voldemor; y como uno que incluso bajo la tortura se negó a entrar al lado oscuro.
Y Neville, súbitamente y sin advertencia, se encontró a sí mismo rodeado de más fama que la que nunca había soñado. Tenía cientos de cartas de fanáticos, peticiones para entrevistas, ofertas de empleo, peticiones para la escritura de libros.
Pero Neville no quería nada de ello. Aquellas cosas le habían llegado a costa de muchas vidas y aceptarlas sería tomar ventaja de una horrible situación.
¿Así que qué quería? Neville no lo sabía.
El quería permanecer encerrado en su habitación del segundo piso de la casa de su abuela, con un temor constante de bajar y encontrarse con alguien. Y su abuela no sabía como tratarlo en aquellos días. Ella desandaba alrededor de su habitación cada mañana, tratando de sacarlo de la cama y buscando que al menos tomara una buena caminata en la calle, a la vez que también deseaba que accediera a una entrevista con el Diario el Profeta.
Su abuela había llegado incluso al punto de verter una poción de ánimo en la bebida de su nieto. Cuando Neville, quien nunca fue realmente malo en la clase de pociones de Snape, comprendió lo que era, lanzó el líquido lejos de las manos de su abuela y le gritó que lo dejara en paz. Neville nunca había sido un chico que les gritara a las personas, pero era el tipo de hombre en él cual se estaba convirtiendo ahora.
Neville estaba obviamente sufriendo de culpa. Todos aquellos que superaron la guerra estaban sufriendo en mayor o menor medida del síndrome del sobreviviente. Y Neville se sentía tremendamente culpable de haber sobrevivido a tan tortuosa lucha.
Pero la culpa del chico tenía dos trasfondos. Él se sentía culpable de sobrevivir y saber que toda su familia había sobrevivido a Voldemor intacta. Por supuesto no contaba a sus padres quienes permanecían todavía en la unidad médica del hospital San Mungo. Su anciana abuela había luchado en la guerra y había sobrevivido. Sus tíos vivían. Sus amigos cercanos todavía estaban allí. Un peso más de culpa le cayó encima cuando se enteró que el pequeño Teddy Lupin había perdió a su abuelo Muggle, así como a sus dos padres; y también cuando los padres de Colin Creevy encontraron sin vida a su valiente hijo.
La otra parte de la culpa de Neville era saber todo lo que los demás habían perdido y sin embargo saber que la guerra había hecho su vida mejor. Si llamas a tener fama como algo mejor. Si crees que ganar el respeto por el mundo mágico es lo mejor. Esa era la razón por la cual el chico no deseaba tener nada que ver con aquellas cartas, ofertas y contratos que le llegaran sin fin. Porque el no podía vivir una vida buena y feliz a costa de otras vidas humanas.
De esta manera el pasaba sus días encerrado sólo en su habitación. Trataba de escribir un diario sin ser capaz de poner sus sentimientos en palabras. Entonces pasaba horas contemplando el techo. Se rehusaba a ver a Harry, Ron, Hermione y luna cuando ellos llamaban, quienes lo hacían mucho más seguido al principio, pero que ahora era menos frecuente. También se rehusaba a usar la magia, incluso en simples encantos como manejar una pluma.
Algunas veces, tarde en la noche, cuando el insomnio era inmanejable, tomaba una caminata. Respiraba el aire fresco, odiándose a si mismo por disfrutarlo, por necesitarlo, cuando Tonks y Lupin y todos los demás no podrían hacerlo.
Un día, Neville no tuvo opción y tuvo que salir de la casa durante el día. Se acercaba el cumpleaños de su tío Algie y el chico sabía que había un solo lugar donde podía encontrar un regalo apropiado para su bromista tío: La tienda de objetos mágicos de los Wesley. Podía haber sido mucho más sencillo si la tienda de bromas tuviera todavía su servicio de envío con lechuzas, pero ellos habían dejado de realizar aquel servicio.
Ellos… Bien, ahora que no eran ellos... ¿Qué eran? Neville comprendió con congoja que iba a ver a George Wesley por primera vez desde la guerra. Él iba a ver a George sin su gemelo idéntico y compañero de crímenes, Fred.
Neville se vistió lentamente aquella mañana, ansioso sobre lo que iba a hacer. Lentamente descendió las escaleras y entró en la cocina donde su abuela estaba preparando el desayuno.
—¡Neville!— Exclamó ella, sorprendida de verlo despierto, particularmente a aquella hora.
—Necesito ir al callejo Diagon Abuela. ¿Tenemos polvos Floo?— Neville habló ignorando la abierta sonrisa en el rostro de su abuela.
—Come algo de desayuno primero Neville.
Ella giró su varita hacía la despensa y un plato salió volando y aterrizó suavemente en la mesa al frente de Neville. Ella nuevamente giró su vara hacía la comida y un par de huevos fritos volaron hacía el plato. El tostador expulsó el pan y con un vuelo suave terminaron junto a los huevos. Neville la observaba con interés. Su abuela se había ofrecido llevarle la comida a su habitación y él se había olvidado de todo el proceso de preparación.
—¿A dónde vas a ir?— Le preguntó ella, mientras comía un huevo.
Neville pensó en decirle a su abuela que tratara de disimular su alegría por verlo despierto a aquella hora.
—La tienda de los gemelos Wesley. Uhm... La tienda de George Wesley. Voy por un regalo.
—ah…— Contestó su abuela con una sonrisa. —¿Necesitas algo de dinero?
—No—. Contestó Neville. —Estoy bien—. Tanteó sus bolsillos y su abuela pudo escullar el tintineo de los galeones.
Neville siguió engullendo sus huevos y tostadas. Fue al refrigerador y sacó una botella de jugó de calabaza, alistó un vaso de la despensa y se sirvió.
Su abuela lo observó.
—¿No puedes usar tu varita para hacer eso?
—¿Existe acaso algún problema si hago esto de la forma Muggle?— Le contestó.
Su voz estaba calmada, pero tenía un dejo de advertencia. Un dejo que sugería que podía salir corriendo de vuelta a su habitación y esconderse bajo las cobijas por otros seis meses. El chico se sentó nuevamente y bebió su jugó en un largo trago.
—Por supuesto que no—. Su abuela le respondió rápidamente.
Ella alzó su varita.
—Accio Polvos Floo—. El pequeño sacó de polvos vino de la habitación del frente directo a las manos de la abuela.
Sostuvo el saco fuera del alcance de Neville.
—¿Deseas compañía?— Su voz sonaba a la vez triste y esperanzada.
—No. Puedo manejarlo—. Neville metió el último trozo de huevo en su boca, se limpió, y se despidió de su abuela con un beso.
Tomó los polvos de las manos de su abuela y caminó a la chimenea. Cogió un pellizco del polvo y lo lanzó entre las flamas. Cuando se tornaron verdes, el caminó y dijo:
—¡Callejón Diagon!
Unos pocos segundos después estaba allí.
Caminó bajando la calle sorprendido de lo diferente que se veía el callejón desde la última vez que había estado allí, cuando el reinado de Voldemor estaba en su cenit y la calle era gris y habían más locales clausurados que abiertos. Ahora todos los negocios estaban abiertos de nuevo. Las personas abarrotaban las calles, saludándose alegremente unos y otros. El sol estaba brillando sobre el callejón, y nunca antes se había visto tan hermoso. Y Neville solo deseó dar media vuelta y regresar a casa.
Neville metió sus manos en los bolsillos y caminó calle abajo, notando que la estrella de la tienda de Ollivander estaba encendida y abierta para los compradores. Cuando pasaba junto a ella la puerta se abrió y un destello rubio corrió tras él rodeando su pecho y abrazándolo fuertemente.
—¡Neville!—. Chilló Luna Lovegood mientras lo miraba con los ojos abiertos y felices. —¡Saliste!
Neville le sonrió a Luna
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Soy aprendiz del señor Ollivander—. Sonrió. —Él dice que tengo la mente de una gran hacedora de varitas. Así que he estado viniendo todos los fines de semana al almacén y lo seguiré después de que me gradúe de Hogwarts éste año.
—Es fenomenal Luna. En serio. ¿Cómo le está yendo al señor Ollivander?
—No muy bien. Está muy enfermo, tú comprendes. El quizá nunca podrá recuperarse del tiempo que estuvo como prisionero de voldemor. Esa es la razón por la cual me convirtió en su aprendiz. Mi padre está un poco desilusionado porque nosotros supusimos que íbamos a viajar después de mi graduación a buscar un Snorkack de cuerno estrellado. Pero él entiende. Estará muy orgulloso de tener una hacedora de varitas en la familia.
Neville agradeció internamente a Luna por su habilidad de saltar de tópico a tópico en solo unas pocas frases.
Neville dejó a Luna con un beso en su mejilla. Ella se ruborizó con un tono rojo brillante.
—Me tengo que ir ahora Luna. Tengo un encargo que realizar. Pero encontrémonos pronto, ¿OK?
—Sí, definitivamente—. Luna le sonrió. —Es grandioso verte fuera Neville. Las personas han estado preguntando por ti y yo nunca sé que decirles.
El chico sonrió tristemente, preguntándose si podría decirle a Luna algo acerca de lo que él había estado sintiendo. De hecho, él alzó sus manos y tomó las de ella con un pequeño gesto. Luna se lo devolvió. Neville se volvió y caminó rumbo a la tienda de Sortilegios Wesley, el cual se podía ver fácilmente desde negocios atrás.
Cuando llegó allí, Neville permaneció en el frente del edifico observándolo. La vitrina era tan colorida y destellante como siempre lo había sido. El chico permaneció hipnotizado por unos pocos minutos. Entonces tomó un profundo respiro.
Abrió la puerta y entró en la tienda.
Cuando Neville caminó a la tienda, estaba noqueado por los colores, sonidos y luces a su alrededor. Tanto se había acostumbrado a las formas de su habitación en la antigua casa de su abuela durante todos aquellos meses. Empezó a sentirse mareado por todos aquellos colores y luces que parecían presionarlo. Se zambulló en los colores y todo se tornó oscuro, su pecho se contrajo y perdió su respiración. Neville cerró sus ojos con la cabeza entre sus manos, buscando contenerse. Trató de tomar un gran respiro, pero sentía que el aire no le alcanzaba en lo absoluto.
Escuchó una voz, que provenía desde lejos.
—Señor, ¿Se encuentra bien?
El percibió una mata de pelo rojo. Cuando controló su respiración su vista se aclaró lo suficiente y preguntó débilmente
—¿Ron?
—Soy yo—. Contestó el pelirrojo ayudando a Neville a recuperar su orientación. —¿Estás bien?
—Estoy bien ahora—. Neville rió nerviosamente. —Yo solo.—. Se detuvo por un momento, no muy convencido de decirle "sólo estoy desorientado".
—Ven y siéntate. —Ron tomó el brazo del chico y lo dirigió a la parte trasera del negocio, cruzando una puerta y entrando en una pequeña habitación llena de papeles de oficina. Lo dirigió a la silla detrás del escritorio, y Neville se sentó obedientemente, respirando profundamente y aclarando su cabeza.
—Lamento, eso—. Neville dijo repentinamente abochornado.
—No te preocupes—. Inició Ron observándolo. Sacó su varita y con un giro conjuró un vaso de agua que le ofreció a neville—. ¿Cómo has estado? Ha pasado un tiempo desde la última vez que te vi.
Neville cabeceó y tomo un largo trago de agua antes de hablar.
—No me he sentido muy bien para andar por ahí—. Se rehusaba a mirar a los ojos de Ron. —Quiero decir, he estado algo decaído.
—Lo sé—. Cabeceó Ron.
Sonaba como si quisiera decir algo mas, pero cerró su boca y miró hacía otro lado.
—Lamento lo de Fred.
Ron sonrió tenuemente y cabeceó de nuevo.
—Gracias—. Dijo con voz aguda.
—¿Cómo está George?
—Terrible, si me preguntas—. Masculló el pelirrojo. —Tiene sus días donde se ve bien, y días donde lucha por salir de la cama. Casi siempre está acostado. Duerme la mitad del día.
Neville suspiró y Ron continuó.
—La peor parte es que parece haber perdido su humor. Es como que sin Fred el no supiera.. Bueno… no sé… ser gracioso. Por ese motivo estoy aquí. Estoy ayudándolo en sus ventas por un año, hasta cuando vuelva a recuperarse. El almacén ha estado yendo bien, las personas están recuperando su interés por estas mercancías, después de lo sucedido el último año. Pero los productos son los mismos del año pasado. George no ha podido inventar nuevos chismes desde que Fred…—. La voz de Ron se quebró de nuevo.
—Lamento escuchar eso—. Neville no sabía que otra cosa decir. Sentía su familiar vació en el estomago por la culpa, la misma que no le había permitido salir de la cama en los últimos seis meses. El mismo sentimiento de autodestrucción que George Weasley estaba sintiendo. Aquello lo hizo desear ir directo a casa y enterrarse en su cama.
Los dos chicos permanecieron en absoluto silencio, hasta que el sonido de la puerta de la tienda abriéndose los sobresaltó a ambos.
—Será mejor que suba allí. Puedes permanecer aquí hasta que te sientas mejor. No te vayas, ¿De acuerdo?
—Estaré aquí—. Dijo Neville.
Ron salió y Neville observó atentamente la oficina. Notó que había una pila de cajas contra una de las paredes y se sorprendió de ver que estaban llenas de cremanarios. Neville sonrió recordando que el había sido el primero al que George y Fred engañaron para que comiera uno, causando que su cuerpo entero se llenada de plumas amarillas.
—Neville Longbottom—. Dijo una voz desde la puerta.
Neville se volteó y vio a George Wesley parado allí.
—Hola George—. Neville sonrió tratando de no notar el hueco donde antes había estado su oreja.
Obviamente esto no funcionó porque George volvió su cabeza con el hueco apuntando a la vista de Neville.
—¿Así tienes una mejor vista?—. Preguntó sonriente.
—Uhm, no gracias—. Neville arrugó su nariz. —¿Sobreproducción de Cremanarios?
—Nahh.. —. Contestó. —Las pusimos aquí por seguridad.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Ocurrieron algunos incidentes. ¿Recuerdas como cayeron tus plumas pocos minutos después de que aparecieran?
Neville aprobó con su cabeza.
—Bueno,— continuó George. —evidentemente no todos los cuerpos funcionan igual. Algunas personas permanecieron con las plumas por días enteros hasta que tuvieron que ir a San Mungo para ser removidas. Así que hasta que encuentre algo que remueva eficientemente las plumas no puedo venderlos—. George suspiró. —¿Y tú que haces por aquí?
El rostro de neville se iluminó.
—¿Alguna vez has oído de amorilios pennatenta?
—¿Qué es eso?
—Es una planta. Es amarilla con pequeños botones blancos. Las personas que tienen pájaros como mascotas lo usan para aquellas aves que tienen dificultades en mudar su plumaje. Tú sabes, algunos pájaros tienen plumas muy gruesas para mudarlas y algunas veces es muy doloroso. Por este motivo lo alimentan con sus botones los cuales les ayudan a que el proceso de muda sea suave. Podrías tratar de usarla como antídoto y venderlo con cada cremanario. Digo, tienes que probarlo primero, pero la planta no es venenosa en los humanos.
George agarró una pluma y pergamino.
—¿Cómo es que se llama?
— Amorilios pennatenta. Comúnmente conocida como Ivy amarilla, pero esto es en realidad un error, ellas no hacen parte de la familia de las Ivy.
—¿Dónde puedo conseguirla?
—Estoy cultivándola en mi jardín. Bueno, lo hacía. No estoy seguro que tan bien ha cuidado el jardín mi abuela. Pero el Ivy amarillo es muy adaptable, así que puede haber sobrevivido sin cuidados.
George levantó la vista de su escrito con curiosidad.
—¿Porqué no has estado trabajando en tu jardín?
—No me he sentido con ánimos—. Neville carraspeó.
George asintió. Tomó a Neville de los hombros y lo puso frente a frente. George se veía como si quisiera decir algo, pero zarandeó los hombros del chico y luego se volteó.
—Hemos estado bajo mucha presión—. Dijo suavemente
—Lo sé—. Contestó el chico. —Lo lamento—. Sus ojos estaban fijos en sus pies.
—¿Que lamentas?—. Preguntó George desconcertado.
—Pude haber manejado las cosas mejor—. Neville suspiró. —Yo…— Su voz se quebró y tomó entonces una profunda respiración. —Me siento impotente para hacer algo. Apenas si soy capaz de salir de mi cama, o incluso dormir. No puedo dejar de sentirme terriblemente culpable.
—No te sientas culpable. Todos manejan las cosas a su propia manera. No sabría como describirte como yo he manejado todo. Nunca sé como voy a sentirme de un día para el otro. De un minuto al siguiente, en realidad…
En aquel momento Ron regresó a la oficina y George cambió de tema. Su voz sonaba alegre.
—Así que Neville, ¿Puedo comprarte algo de Ivy amarrillo?
—Podría traerte algo la próxima semana, si tengo todavía. Si no, puedo enviarte algunas semillas y enseñarte como hacerlas crecer en interiores. Podrían estar listas para utilizarlas en sólo tres meses. Pero no tienes que comprármelas, si las necesitas son tuyas—. Neville se puso en pie sintiéndose sorprendentemente mejor. —Bueno, yo vine aquí por algo para mi tío Algie.
George y Ron siguieron a neville al frente de la tienda. Neville estaba maravillado preguntado por todos los productos y Ron iba paso a paso explicándole lo que cada uno hacía. El chico estuvo más que feliz cuando Ron le permitió probar varios de los artículos, mientras George lo observaba atentamente. Había un sombrero colorido que le llamó mucho la atención.
Una vez Neville lo sorprendió observándolo.
—Hermione regresó a Hogwarts a finalizar su séptimo año. Harry y yo decidimos no hacerlo. Ambos vamos a presentarnos al programa de entrenamiento de aurores, pero decidimos descansar este año—. Ron cerca de él le murmuraba. —Neville, aquellos son los sombreros cabeza invisibles, creo que tu tío los amará.
—Y Harry está haciendo ese raro viaje, tratando de encontrar familiares o algo, tú sabes como son esas cosas de familia, creciendo como un huérfano y con Sirius muerto, está haciendo ese árbol genealógico a nivel mundial. Incluso dijo algo sobre hacer los pases con su horrible primo Muggle. Oh, y Luna está trabajando con el señor Ollivander, aprendiendo a ser una hacedora de varitas. Ginny termina en Hogwarts éste año, es la capitana de Quidditch de Griffindor y las Holyhead Harpies están interesadas en ella. Uhm, que más… Si, Bill y Fleur tendrán un bebé en pocos meses. Nuestra madre está que rebota de alegría porque va a tener un nieto. Ella desea tener como veinte nietos o algo así.
Neville escuchaba todo y solo decía—uhmm jumm— o ¿De verdad? Mientras paseaban de aquí a allá. Era interesante escuchar finalmente que todo el mundo había seguido adelante. Pero él solo estaba concentrado en el regalo para su tío Algie mientras George los seguía con la vista.
Ron continuó.
—El próximo fin de semana es salida de Hogsmeade para los estudiantes de Hogwarts. Harry y yo vamos a ir a encontrarnos con Ginny y Hermione. ¿Por qué no vienes?
—¿De verdad?—. Neville preguntó. —pero no puedo aparecerme allí. Nunca tomé mi examen.
Ron lo miró detenidamente con rostro de desconcierto. Cómo Neville no decía nada y enrojeció, Ron dijo.
—Bueno, está bien. Sólo encontrémonos aquí y yo puedo dirigir tu aparición.
—¿Estás seguro?—. Neville preguntó.
El chico no estaba seguro de que estaba listo para un día en Hogsmeade.
—¡Definitivo!—. Dijo Ron entusiasmado
—Está bien entonces. Vendré aquí el sábado, le entregaré la planta a George y podremos irnos.
—Suena bien compañero—. Ron palmeó la espalda de Neville. —Es bueno verte otra vez—. Ron se alejó para ayudar a otros clientes.
George observó a Ron alejándose y entonces le comentó a Neville.
—No tienes que ir si realmente no lo deseas. La gente podrá entender. Todos los que lucharon el año pasado, todos…—. Su voz se apagó y entonces dijo pausadamente. —todos estamos tomándolo día a día.
—Estaré bien, de verdad—. Neville le dijo a George. —Siempre podré irme temprano. Probablemente sea bueno ver gente de nuevo—. Cuando lo dijo no estuvo seguro si estaría listo.
George le sonrió.
—Así que ¿Quieres el sombrero?
Neville sostenía el sombrero que los gemelos habían inventado.
—Cuando lo pones en tu cabeza, tu cabeza, y solo ella, se hace invisible.
—Si… Lo llevaré—. Neville le contestó a George.
—Tómalo entonces. No es necesario ningún pago—. George le sonreía ampliamente a Neville.
—No. No puedo llevarlo sin pagarlo—. Neville negó con su cabeza.
—Bien. Entonces esto cuesta una planta Ivy amarilla. La pondré en tu cuenta.
Neville le devolvió la sonrisa a George y repentinamente sintió una punzada de vergüenza. George murmuró tomándolo del hombro.
—Escucha, estoy muy contento de que te sientas lo suficientemente bien para que vengas aquí. Si tú me necesitas podemos hablar las veces que querías. Mi apartamento está arriba, está conectado a la red Floo.
Neville lo miró sobre su hombro.
—No me estaba sintiendo lo suficientemente bien al principio, pero ahora me siento muchísimo mejor.
Otro comprador entró en la tienda y George deslizó su mano por el brazo del chico.
—Te veré el próximo fin de semana—. Le guiñó a Neville y se volteó a ayudar el cliente.
Cuando Neville salía de la tienda solo pensaba, —¿George Wesley realmente me guiñó el ojo?
