El milenio de plata había sido desde siempre un reino hermoso.

Sus grandes jardines y monumentales fuentes, se expandían por todos los alrededores de el inmenso palacio que habitaban la reina y su hija de tan solo 14 años.

Los habitantes de la luna eran muy felices. Si bien su población era pequeña, el satélite tenía recursos en demasía para que todos tuvieran una vida cómoda.

La luna siempre había tenido una misión: Proteger a la tierra. Y así lo hacían. Los lunares se esforzaban a diario porque el hermosos planeta azul siempre se encontrara en paz.

La reina de la luna...Selene, era hija de 2 titanes y había heredado de sus padres, el poder del legendario cristal de plata para proteger a todo el sistema solar de las fuerzas enemigas. Los demás planetas eran dirigidos por el Milenio de Plata en una muestra de unión interplanetaria, pero conservaban sus tradiciones y costumbres.

Muchos años atrás, la luna y la tierra habían convivido en total armonía. La misma reina Selene había sido criada en la tierra. Sus padres querían que creciera como una niña común y dado que la longevidad de los habitantes de la luna, hacía que casi no hubieran niños, era la mejor opción para que un niño crezca en un ambiente saludable.

Las cosas eran diferentes ahora. Y aunque a la reina le dolía estar alejada de sus amigos de la tierra por tantos años, amaba a aquel pueblo y entendía que su misión era protegerlos.

Cuando asumió el trono de la Luna, lo hizo sin un rey a su lado a pesar de que pretendientes de todo el universo venían desde lejos a pedir su mano. Pero su corazón estaba ocupado, y así lo había estado desde que a sus 15 años vio por primera vez al que el llamaba...el amor de su vida. Ella era consciente de que un amor entre ambos era imposible, pero le gustaba pensar que como su mejor amiga decía..."para el amor nunca hay imposibles". Siempre había imaginado casándose por amor, viviendo una vida feliz y teniendo muchas niñas (ya que las herederas del Milenio de Plata solamente pueden dar a luz a mujeres) y sus sueños se hicieron realidad cuando una noche, aquel muchacho del que estaba enamorada, entró a sus aposentos y la tomó como mujer. Como resultado de aquel encuentro cargado de amor, nació una niña: Serenity.

Serenity era la viva imagen de su madre, pero tenía el cabello dorado y los preciosos ojos azules de su padre. Ella era...por derecho, una diosa...la diosa de luna, lo que la convertía en la mujer más hermosa del universo (regalo que recibió de la diosa Afrodita). Era la luz de los ojos de su padre, quien la amaba tanto como a sus demás hijos, pero que siempre había sentido debilidad por aquella hermosa niña.

Debido a que el padre de Serenity había estado (y siempre estaría) ausente por los deberes que tenía que cumplir, la reina Selene decidió criar a su hija de la misma forma que había sido criada ella: en la Tierra. Sabía que esto la ayudaría a conocer a aquel pueblo que más adelante tendría que proteger, acordó con el padre de Serenity, que al cumplir los 7 años ella ya no iría solamente de visita a la Tierra con su madre, sino que sería educada allí hasta que cumpliera los 16 años y tuviera que regresar a la Luna.

Pero los planes de la reina no pudieron realizarse, pues justo cuando Serenity acababa de cumplir los 5 años, su hermano mayor, Apolo, murió tratado de exterminar una fuerza maligna que crecía en la Tierra. Apolo había cumplido su cometido, pero el dolor que sentía el padre de Serenity ante la pérdida de su hijo mayor fue tan grande, que decretó que a partir de ese día, los dioses protegerían a los humanos, pero nunca más podrían tener contacto con ellos.

La reina Selene vio como sus planes para educar a su niña se derrumbaban pero gracias a la ayuda de Luna y Artemis, sus fieles consejeros, había logrado que 4 niñas de la misma edad de Serenity, vinieran a vivir a la Luna para que la princesa no se sintiera tan sola. Además estas niñas serían entrenadas como guerreras del Milenio de Plata.

Así habían pasado los años y Serenity había cumplido 14 años. A pesar de su corta edad, era muy diestra en combate y extremadamente terca. Su belleza no tenía comparación y se decía que miles de principes del sistema solar habían enviado cartas mostrando sus intensiones de casarse con ella en cuanto cumpliera los 16 años, pero la princesa solo se había molestado por lo "grosero" de las mismas y las había botado a la basura.

-Otra vez mirando la tierra eh- dijo La reina Selene ingresando a la habitación de su hija quien se encontraba en el balcón.

-No puedo evitarlo madre...su color es tan hermoso! Debe ser un lugar de ensueño-respondió la princesa soñadora

-Lo es. Y las personas que viven en el son muy buenas y amables-terminó la reina con una sonrisa

-¿Crees que si me disfrazo de sirviente papá deje que al menos por una vez baje a la tierra?- preguntó curiosa

-¡Pero que cosas dices Serenity!- contestó la reina riendo- Sabes que es nuestra obligación cuidar a los humanos desde...-

-desde aquí y sin que sepan de nuestra presencia...lo sé lo sé-dijo con un dufido

-Para tu padre fue muy doloroso perder a tu hermano ante esa fuerza maligna y no soportaría perderte a ti también ¿lo entiendes verdad?-

-Si ...lo entiendo. Es que a veces...a veces me pregunto como puedo proteger un lugar que no conozco!- y giró para mirar el planeta azul nuevamente- Se que aún hay remanentes de la negafuerza en la tierra, pero los libros dicen que mi hermano acabó con su fuente principal de energía así que yo no veo porque no podemos vivir todos juntos...-terminó resignada

-Serenity...es cierto que tu hermano destruyó la fuente principal de energía, pero la negafuerza es algo que se nutre del egoísmo, el odio y la codicia. Es difícil que lo entiendas porque como diosa, no tienes esos sentimientos, pero los humanos son seres imperfectos, que están descubriendo aun su propia naturaleza. Esa fuerza maligna puede revivir de en mil años o mañana mismo, por eso es que tu padre insiste en la prohibición-

-Lo sé madre...solo desearía que todo fuera diferente-contestó la princesa apoyando la cabeza en el hombro de su madre

La reina Selene no puedo evitar sentirse triste por la pena que sentía su hija.