Disclaimer: Little Witch Academia no me pertenece.


Negación (lado A)

—¡Te digo que es culpa de Diana!

—Explícame cómo es eso posible, Akko —dijo Sucy con voz monótona.

—¡Ya te lo dije! ¡Es porque la muy creída se estaba pavoneando!

—Ella sólo se estaba riendo de un chiste que Hannah había hecho, Akko —intervino Lotte con diplomacia.

—Que tu atención haya estado en ella y no en la poción que estábamos haciendo no es culpa de Diana —agregó Sucy—. Y si hay alguien a quien culpar, es a ti por hacernos quedar después de clase para limpiar tus desastres.

Akko infló las mejillas como siempre hacía cuando no tenía un contraargumento.

La situación se les había salido de las manos de un instante al otro: en un momento se encontraban preparando una poción para la clase de la profesora Lukić como el resto del curso, y en el otro, de alguna forma, Akko había logrado estropear todo. Sólo le había tomado un segundo para que la brujita se distrajese con la risa de Diana, ¡y bum!, el piso, las paredes, los muebles y la ropa acabaron cubiertos de una baba verde. «Demasiadas garras de gorrión», había dicho la profesora Lukić. Y, con la risa de bruja estereotipada que la caracterizaba, castigó no sólo a la culpable, sino que también a sus amigas a limpiar el aula.

Akko pasaba la mopa con efusión para terminar más rápido, Lotte se encargaba de la limpieza de las paredes con magia y Sucy colocaba todos los ingredientes y pociones —caídos a causa de la explosión— en sus respectivos estantes y vitrinas. Ella era la persona idónea para ese trabajo, después de todo.

Mientras guardaba unas botellitas de chispeantes colores en un cajón, Sucy revivía el momento en su cabeza. Qué raro. Después de haber resuelto todo el embrollo con la profesora Croix y el Claiomh Solais, la relación entre Diana y Akko había mejorado exponencialmente. Pero ahora, casi un año después, había días en donde las dos apenas podían dirigirse palabra sin querer matarse la una a la otra. Y aun así había observado que Akko vivía pendiente de la brujita inglesa: qué decía, qué hacía, qué no, qué dejaba de hacer, con quién andaba.

¿Qué podía generar tanta tensión entre dos personas que habían compartido un vínculo tan íntimo y estrecho?

Sucy lo pensó unos instantes.

Ah, eso debía ser. Eso tenía sentido.

—He terminado con las paredes —dijo Lotte, interrumpiendo el silencio—. ¿Cómo van ustedes?

—Me queda guardar unas pociones y ya —respondió Sucy sin levantar la vista de su labor.

—A mí me falta un rincón y habré terminado.

Con su buen y gentil genio de siempre, Lotte se acercó a Sucy a darle una mano. Ésta sólo le sonrió dulcemente a su amiga a modo de agradecimiento. Unos minutos después, el salón ya estaba limpio y pristino. Mejor que antes de la explosión, incluso.

Cuando las tres se disponían a volver a su dormitorio, Akko las detuvo bajo el umbral:

—Lamento haberlas metido en este embrollo. Sucy tiene razón, fue todo mi culpa —dijo apenada.

—Está bien, Akko. No te preocupes —asintió Lotte—. Los accidentes pasan.

Allí fue cuando Sucy tuvo una brillante idea. Sonrió maliciosa.

—Sólo voy a perdonarte si me respondes que sí a la siguiente pregunta —Akko y Lotte la miraron confundidas ante la extraña condición—: Te gusta Diana, ¿verdad?

Sucy jamás olvidaría cómo los colores del rostro de Akko mutaron hasta alcanzar un rojo violento. No pudo evitar reír a carcajadas.

—¿¡Cómo se te ocurre tal ridiculez, Sucy!? —La voz de la japonesita escaló unas cuantas octavas—. Pues, ¿sabes qué?, ¡no me perdones jamás!

Se alejó por el pasillo dando ruidosos pisotones. Sucy seguía riendo con ganas, y Lotte se quedó en silencio unos instantes. Entonces, sin despegar la vista de la espalda de Akko, la segunda habló:

—Así que no fui la única en llegar a esa conclusión… Pero, Sucy, ¿de verdad te parece apropiado decírselo así?

—Si voy a estar pagando las consecuencias del despiste romántico de Akko —Se encogió de hombros—, prefiero por lo menos divertirme en el proceso.


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