Disclaimer: Los personajes y lugares le pertenecen a Akira Toriyama, creador de este increíble anime. Cualquier frase en cursiva, dentro de los diálogos, es el pensamiento de los personajes o la voz de otra persona, durante las llamadas telefónicas.
¡FIESTA, AMOR Y AVENTURA!
Noche de espera… y ansiedad
Habían pasado cuarenta minutos. Los más largos y estresantes de aquel día. Su reloj marcaba las once de la mañana. Cogió nuevamente su lápiz y corrigió el último párrafo que había redactado. Era el más importante. El broche de oro para su discurso.
—¡Listo! —resopló el escritor y levantó el papel, leyendo rápidamente su contenido— No necesita más cambios. Sólo espero acordarme de todo…
—¡Gohan!
Espontáneo como siempre, Goten entró al cuarto de su hermano. El niño vestía un traje formal con moño rojo en el cuello. Algo pomposo para su edad… aunque por el estilo, se podía deducir que lo llevaba por consejo de su madre.
—¡Goten, me asustaste! —el joven guerrero volteó, tocándose el pecho.
—¿Por qué no estás listo? Mamá y papá nos esperan abajo.
—Diles que demoraré un poco, por favor —Gohan volvió a acomodarse en su escritorio.
—¿Por qué? Tu camisa y pantalón ya están allí —señaló el pequeño, con una mirada inocente—. ¿O no te gusta? ¡Si quieres, te ayudo a elegir! —le propuso, muy sonriente.
—Gracias, Goten —le sonrió, mientras le enseñaba su hoja—. Pero me refería a esto.
—¿Qué es?
—El discurso para la graduación. No sé si lo recitaré bien.
—¡Claro que lo harás! Eres muy inteligente.
—¡Goten! —se oyó la voz de Gokú, desde la sala.
—¡Ya voy! —gritó el pequeño saiyajin, para luego mirar a su hermano— Les diré que estás ocupado.
El muchacho despidió a Goten con una mano y volvió a su quehacer. Estaba muy nervioso. Siendo tan hábil en clase, no le costaba nada aprenderse un recital que duraría menos de diez minutos. Jamás le había temido al público, pero esta situación era diferente. No sólo declamaría ante su familia, profesores, padres y amigos de la preparatoria.
También estaba ella. Su mejor amiga. A la que quería mucho… y sin embargo, no le hablaba desde hace una semana.
[…]
Videl tomó por quinta vez la cremallera del vestido palo rosa que se probaba e intentó subirlo, sin llegar a cerrar. El diseño era muy complicado de manipular.
—¿Otra vez, Videl? —mencionó Ireza, su carismática amiga.
—Te dije que me ajustaba.
—No puedo creerlo. De seguro, subiste de peso.
—Claro que no… ¡ay! —Videl pujó por el esfuerzo de Ireza, para cerrar el vestido— Tenemos diferente figura.
—¡Tonterías! Te queda tan bien como a mí, sólo que tú prefieres el amarillo.
—¿Qué tiene?
—Nada. Me parece bonito, pero anticuado. En cambio con éste… —la sonrisa de Ireza cambió al sentir moverse a su amiga— ¿Videl? ¿Qué haces?
Videl se separó y comenzó a quitarse el vestido palo rosa, quedando sólo en ropa interior. Advirtiendo la presencia de su amiga, se cubrió inocentemente con una bata y la enfrentó.
—Ese "vestido anticuado" era de mi madre —dijo, frunciendo el ceño.
—No lo sabía —respondió Ireza, avergonzada.
—Olvídalo… —Videl suspiró, cambiando su molestia por tristeza— Ireza, lo siento.
—Tranquila —la muchacha rubia abrazó a su amiga—. Ya es el último día, es normal que reacciones así.
—No, no lo es…
Ireza guardó silencio. Conocía muy bien a Videl.
—¿Se trata de Gohan, verdad? ¿Aún no se hablan?
—Sí, bueno… —la joven se llevó una mano al cuello— es complicado.
—¡Es un tonto! Tierno, pero tonto.
—¡Oye! —Videl le increpó.
—¡Bueno, ya no importa! Colócate el vestido amarillo que dijiste. No quiero verte mal hoy día —concluyó Ireza, guiñándole un ojo.
Videl se forzó a imitar la alegría de su amiga y fue hasta su armario. Cuando Ireza tomó su traje azul y se despidió, rumbo a su casa, se perdió en sus pensamientos. Su reloj marcaba la una de la tarde. Estaba nerviosa, realmente incómoda. Por ser la hija del Campeón Mundial, sería una de las atracciones de la graduación, pero eso no le preocupaba mucho.
Vería a Gohan. Era su mejor amigo… y llevaba una semana sin hablarle.
Quizás fue su culpa: lo espantó con su insinuación romántica. Sabía que era muy tímido, pero no pudo evitarlo. Se había enamorado de él.
[…]
Piccoro escuchaba atentamente a su protegido, que aprovechó unos minutos de su soledad para buscarlo. Había sentido su ki alterado toda la semana y ahora sabía por qué. Intuía la razón de su malestar.
—Por eso no hablamos —el guerrero terminó su relato.
—Sabes que somos amigos, Gohan. Pero —el namekusei se ruborizó— no entiendo por qué me escogiste para charlar esto.
—Se lo diría a mamá, pero hará un escándalo. Goten es muy pequeño para entender estas cosas. Y papá… bueno, es papá —Gohan se encogió de hombros.
—Ni dudarlo —su maestro sonrió—, pero lo lamento. No ayudaría en nada.
—Imagine que fuera humano, señor Piccoro. ¿Qué haría en mi lugar?
—¿Yo? Creo que esa graduación te está dañando —el guerrero verde lo miró de reojo y soltó una risa.
—¡Esto es importante para mí! Videl es una buena chica.
—Y loca. O bueno, no tanto. Al menos te deja ser como eres.
—Lo sé. La quiero y… —Gohan empezó un monólogo, caminando de un lado a otro— me gusta pasar tiempo con ella. No estaría aquí si pudiera decirle lo que siento, pero… es muy difícil. Su mirada me bloquea, su sonrisa. ¡Todo! Y yo… —guardó silencio, cayendo sentado en medio de un suspiro.
El namekusei lo examinó. Su rostro era el de un muchacho temeroso… tal como en su niñez, cuando ambos peleaban en el desierto. Su memoria evocó aquellos tiempos gloriosos.
—¿Recuerdas nuestro entrenamiento? —Gohan se volteó a verlo— Un día te golpeé muy fuerte. Luego empezaste a chillar, diciendo que jamás iba a vencerte… y aunque respondiste bien mi desafío, tu terquedad te costó cara —Piccoro volvió a reír.
—Su historia no es muy alentadora —mencionó el saiyajin, desconcertado por aquel recuerdo.
—Creo que no entendiste el mensaje. ¿Alguna vez te has rendido a voluntad?
—Pues…
—Nunca. Eres un saiyajin y actúas bien en batalla. ¿Por qué no piensas en Videl como una rival? —Gohan alzó las cejas— Así podrás explicarle todo sin temor.
Una sonrisa se dibujó en el rostro del joven guerrero, impresionado por la sabiduría y estrategia de Piccoro. Su corazón se regocijó: hizo bien en buscarlo. Tenía una esperanza.
—¡Lo haré! —se levantó, sintiéndose triunfador— ¿Vendrá a la graduación, señor Piccoro?
—Las fiestas no son lo mío. Te estaré observando desde un edificio. Por cierto —volvió a llamarlo—, los chocolates también funcionan. No me preguntes cómo lo sé —terminó el namekusei, sonrojándose.
—De acuerdo —Gohan reía, llevando una mano a su cabeza—. ¡Nos vemos!
Piccoro lo vio volar, regresando a su casa. Desde su árbol preferido y gracias a su oído agudo, pudo sentir los gritos de la matriarca Son.
[…]
Ciudad Satan parecía estar de gala. Y no era para menos: el Campeón Mundial era experto en dar buenas celebraciones. Por motivo de la graduación de su hija, consiguió el mejor hotel como local para la fiesta, y todo el recorrido estaba iluminado hasta las cercanías de la preparatoria "Estrella Naranja", donde las familias y profesores se estaban reuniendo.
Eran las seis de la tarde. Faltaban dos horas para la graduación.
—¡Al fin llegamos! —dijo la madre del futuro graduado, emocionada por el tamaño del lugar— Cielos, es más grande de lo que imaginé.
—Sí, Milk. ¿Pero no crees que ya te excediste con esto? —mencionó Gokú, mirando su traje formal con disgusto.
—¡Es por la ceremonia de nuestro Gohan! —gritó bruscamente, para luego retornar a su pasividad y tomar del brazo al saiyajin— Así que haz un esfuerzo y quédate así hasta que termine.
—¿Y eso cuándo será? —inquirió Gokú, caminando con su esposa— ¿Habrá buena comida? Satan lo prometió…
Mientras sus padres hablaban delante, Gohan y Goten los seguían, aguantando las risas.
—¿Es cierto lo que dijo papá? También muero de hambre —dijo el niño, con su típica inocencia.
—Tendrás que esperar hasta la fiesta. ¿No te vas a aburrir?
—No. Aunque me hubiera gustado que Trunks esté aquí.
—¡Cierto! —Gohan revisó su teléfono— Ni siquiera me han llamado. Adelántate con mamá y papá, Goten —dijo, viendo a su hermano irse.
El muchacho tecleó algunos números y esperó el timbre. La llamada entró.
—¿Hola?
—Bulma, habla Gohan.
—¡Gohan! ¿Qué tal?
—Bien. ¿Recuerdas que te hablé de mi graduación? Quería saber si tú y Trunks ya están listos.
[…]
Un lápiz rebotó en la mesa de trabajo de Bulma. Lo había olvidado. ¡Maldito proyecto que retrasaba su vida social!
—Cielos… —la científica miró a todos lados, apenada— ahora mismo, tengo que diseñar un producto para la Corporación y demoraré. Ya sabes cómo son estas cosas.
—¡Oh! Entiendo, Bulma. No te preocupes.
—Lo lamento mucho. Prometo hacerte una fiesta en mi casa, cuando termine.
—Está bien. Y gracias. ¡Buena suerte!
—Cuídate… —la llamada se cortó.
La mujer se quitó la gorra que tenía puesta, un poco frustrada. Quería mucho a Gohan y no deseaba perderse un momento tan importante para él.
—¡Si supiera cómo hacer funcionar esta cosa! —golpeó el chasis del segundo motor de su máquina, haciendo que un tornillo rebotara en su cabeza.
Una risa rompió el silencio del laboratorio de Bulma.
—¿Llamó el hijo de Kakarotto? —habló el príncipe saiyajin, con tono burlón— ¿Qué quería?
—Ahórrate el sarcasmo, Vegeta. Necesito acabar esto —bufó, cansada.
Vegeta se puso a una distancia prudente de Bulma, observando los mil garabatos en su escritorio. Había escuchado toda la conversación telefónica y vio el estado de su esposa. Después se quejaba por qué estaba loca.
—Pierdes el tiempo.
—¡Lo dices tan fácil! —Bulma se enfureció y quiso discutirle, pero el saiyajin la tomó del rostro— Vegeta… ¿qué haces?
—Sólo calla y relájate.
Vegeta la besó sin más reclamos, recostándola en el escritorio. Estaba decidido a darle un descanso reparador a su manera.
[…]
Gohan guardó su teléfono. Esperaba que Bulma pudiera estar mejor.
—¡Oye, Gohan! —una voz femenina lo sacó de sus pensamientos.
Sus amigos lo habían reconocido entre la multitud y se acercaron a él, con sus trajes de gala.
—¡Shapner! ¡Ireza!
—¡Vaya, Gohan! ¡Qué apuesto estás! Creo que te secuestraré para bailar —la joven reía divertida.
—Nada mal, para un nerd —bromeó Shapner, con un apretón de manos.
—No es nada —Gohan reía nervioso, por la repentina atención.
—¿Qué hay de Videl? ¿La has visto? —Gohan tragó saliva.
—No, todavía no viene —dijo, acomodándose la corbata que, de pronto, sentía estorbosa.
—Ojalá que no tarde. Me debe un favor…
—¡Miren, allí está! —señaló Ireza, hacia una limusina, típico lujo de Mr. Satan.
Del auto gigantesco, salieron dos hombres que escoltaron cada lado de la puerta. Uno extendió su mano y alguien la sujetó. En ese momento, la vieron.
—¿No consiguió mejores modelos? —susurró Shapner, examinando su traje.
—¡Cállate! —siseó Ireza, con un leve codazo.
Videl salió al exterior, llevando el vestido amarillo de su madre junto con un lazo celeste que ajustaba su cintura. En la parte superior, complementaba con una tela transparente en todo el contorno del cuello. Su collar y unos pendientes de zafiro combinaban con el color de sus ojos.
No existía más perfección para Gohan. La belleza de su amiga era el Paraíso.
—¡Videl! —corrió Ireza, abrazándola.
—Sí que te encanta causar expectativa. Ni hablar… —Shapner tomó la mano de Videl y la hizo girar— el traje te favorece.
—¿Fue un cumplido?
—No le hagas caso, Videl —Ireza apretó el brazo de Shapner, haciéndole doler—. Está exagerando.
—¿Quieres dejar de hacer eso? —le respondió el muchacho, molesto.
—Videl…
Gohan se hizo notar en medio de la charla, dejando atónita a Videl por unos segundos. Ya lo había visto en trajes formales… pero en esa ocasión, su sastre negro con su camisa blanca y la corbata guinda (sin saberlo, una acertada elección de Goten) le daban un aspecto majestuoso, sumado a su físico de por sí admirable. Sus mejillas ardieron involuntariamente.
—Gohan —le contestó, recuperando la compostura.
Sintiéndose fuera de lugar, Ireza y Shapner se lanzaron una mirada cómplice y fueron al auditorio de la preparatoria. En tanto, Gohan y Videl seguían mirándose, ignorando la ausencia de sus amigos.
—Luces muy bien.
—Piensa como rival, piensa como rival —se repitió mentalmente el joven—. Gracias, Videl. Tú… también te ves linda. ¡No, hermosa! —Gohan tartamudeó un poco— Sí, creo… que es la palabra más adecuada.
—No exageres —Videl sonrió, sintiendo que los nervios la traicionaban, e intentó distraerse con lo primero que saltara a su vista—. ¡Trajiste tu reloj! ¿No pensarás disfrazarte de héroe en la ceremonia, o sí?
—Claro que no. Es que combina con el traje. Además, nunca se sabe…
No dijeron más. Como de costumbre, la timidez y el silencio volvieron a tomar protagonismo. La última semana vino a sus memorias; y aunque ninguno lo decía, se habían extrañado. Bastante. Más de lo que podían imaginar. ¿No querrá hablar conmigo?, pensó ella. ¿Todavía seguirá molesta?, imaginó él.
La situación los entristeció un poco. Habían formado una gran amistad y no querían que se arruinara por algo tonto. Si tan sólo pudieran decirlo todo. Quizás…
—¡Joven Son! —el llamado de un profesor interrumpió a la pareja— Lamento interrumpirlo, pero lo están esperando en el auditorio.
—E-está bien…
—Señorita Videl, acompáñeme –el maestro tomó a la muchacha, que todavía miraba al guerrero—. Tenemos un lugar reservado para usted.
—Claro. Nos vemos… —Videl se despidió, melancólica.
Gohan vio alejarse a la joven. Una de sus manos apretaba el discurso dentro de su bolsillo, tratando de relajarse. ¿Hasta cuándo dejaría que su timidez jugara en su contra?
[…]
Habían pasado tres números, desde el inicio de la ceremonia. El último, hasta ese entonces, representaba una coreografía hecha por quince alumnos de la promoción, fanáticos de la última película musical estrenada en Ciudad Satan.
Entre vítores, la gran mayoría de los invitados aplaudía a los bailarines, mientras los demás se limitaban a contemplar el espectáculo: entre ellos, estaba la familia Son, que ocupaban tres asientos de la tercera fila hacia la derecha. Milk, impaciente por el discurso de su hijo, Goten, moviendo la cabeza al son de la música. Gokú, dormido como siempre.
Por otro lado, Videl y Mr. Satan ocupaban la primera fila, junto a sus maestros. Algo incómodo para la joven, por la evidente preferencia hacia su familia. Deseaba estar con sus amigos y conversar un poco. Pero sobre todo, padecía internamente; desde su posición, era blanco fácil de la mirada de Gohan, sentado cerca del estrado y a quien pilló varias veces observándola.
La interpretación dio fin y los alumnos se despidieron con la aclamación del público, para dar entrada a la máxima autoridad de la preparatoria.
—Les agradecemos a la sección 5 de la promoción por un baile tan… revolucionario —la expresión del director causó risa en los invitados—. Como pueden notar, nuestra escuela cuenta con grandes talentos. Y entre ellos, me place presentar a una de las mentes más brillantes de Estrella Naranja. Con nosotros, el estudiante Son Gohan…
El público volvió a aplaudir, entre los gritos de algunos muchachos que conocían al nerd de la escuela, motivándolo a salir. De la sombra del telón, salió el joven guerrero con una sonrisa; y aunque a la distancia de los invitados no era notable, el sudor perlaba la frente del muchacho, presa de los nervios.
—¡Mi Gohan, ahí está mi Gohan! —gritó Milk, emocionada, para luego sacudir a su esposo— ¡Gokú, despierta! ¡Nuestro hijo va a dar su discurso!
—¿Qué, qué? —el saiyajin se desperezó, limpiándose un hilo de saliva que bajaba de su boca, ante la mirada divertida de Goten.
Mr. Satan también acompañó con sus palmas, sintiéndose extrañamente orgulloso de Gohan. Aún recordaba cuando se llevó una mala impresión del muchacho en aquel Torneo… pero debía aceptar que, por la amistad que mantenía con su hija, su perspectiva respecto a él había cambiado bastante.
¡Hasta sería el novio perfecto para Videl!
Apenas habían pasado unos segundos de su recibimiento, que se le hicieron eternos, y Gohan ya estaba en el podio. Golpeó un poco el micrófono, haciendo que el auditorio guardara silencio.
Había ensayado esto en su mente. Sus amigos de la preparatoria, con sus respectivos padres, los profesores, Mr. Satan, su amada familia. Videl… sí, Videl: estaría allí para escucharlo. Una mezcla contradictoria de valor y temor lo envolvió… y lo habría entorpecido, de no ser por el ki que sintió al instante: ¡Piccoro estaba en alguna parte, fuera de la preparatoria, tal como lo prometió! Recordó su consejo. Su discurso sería su próxima batalla.
—Buenas noches. Tengo el gran honor de dirigirme a ustedes en esta ceremonia. No hablaré de cada detalle de los tres años que pasamos aquí, ya que la emoción no me dejaría terminar y sé que mis amigos querrían guardar algunos secretos, al igual que yo —se oyeron algunas risas cómplices de sus compañeros—. Puede que tampoco mencione el rumbo que cada uno planea continuar, sea aquí o fuera de Ciudad Satan. Porque lo importante, a fin de cuentas, es el gran valor que implica empezar una nueva etapa, como futuros hombres y mujeres de bien.
A la vista de la audiencia, Gohan continuaba su mensaje inspirador con mucha solvencia, causando alegría, nostalgia y unos cuantos episodios de llanto. En su lugar, Gokú hizo su mejor esfuerzo por escuchar a su hijo, siempre vigilado por Milk, que ya tenía su pañuelo empapado de tantas lágrimas. En cuanto a Goten, se acomodó en su asiento, distraído con un videojuego portátil que Trunks le había regalado hace mucho.
Asimismo, Videl permanecía inmóvil en su lugar, contemplando el porte del joven orador… que a la luz del estrado, lucía más pacífico y atractivo que nunca. Quería mucho a Gohan. Era su mejor amigo, el compañero ideal. Se lo hubiera dicho aquel día.
—Nos aguarda un mundo lleno de desafíos. Suena muy poético, pero la vida se compone de momentos especiales. Y sé que con esfuerzo, dedicación y mucha voluntad, podemos alcanzar nuestros sueños. Lo que realmente queremos… —en un acto involuntario, Gohan miró a Videl, con una sonrisa— lo que nos hará felices.
La joven de ojos azules no pudo contenerse y llevó una mano a su mejilla, limpiando discretamente una lágrima de emoción. Si esa última frase no guardaba un significado tan general, juraría que Gohan se la había dedicado, por la forma tan sutil cómo la había observado.
—Hemos hecho grandes compañeros y pasamos las mejores aventuras. Los años correrán y tomaremos caminos distintos, pero la amistad que nos une jamás desaparecerá. Y en cada historia que contemos, se recordará la más increíble experiencia que hayamos podido vivir. ¡Por Estrella Naranja, nuestro segundo hogar! ¡Por un futuro prometedor! ¡Por todo lo bueno que ha surgido aquí, deseo enorme fortuna a nuestra promoción! ¡El éxito nos espera!
Gohan suspiró e hizo una reverencia al público, que inmediatamente lo ovacionó con gritos de alegría. Milk aplaudía el logro de su amado hijo, seguida de Gokú y Goten, que se miraron con alegría y la imitaron, compartiendo su felicidad. Todos se habían levantado de sus asientos, sin detener el sonar de sus palmas.
Entre ellos, también estaba Videl, con una gran sonrisa que iluminaba su rostro. Su corazón galopaba al límite. Estaba muy orgullosa de él.
N.A.:
¡En primera, saludarlos y agradecerles por pasarse a leer mi fic! Esta historia la tenía en mente desde hace tiempo… de hecho, desde que me inicié en Fanfiction, y por fortuna ya está viendo la luz. Sea en la escuela, instituto o universidad, algunos ya hemos experimentado o estamos a puertas de ese momento único, llamado "graduación" (en mi caso, la viviré a final de este año). Y por esa razón, me encandilé a crear este two-shot, con cariño para ustedes. En este caso, Gohan y Videl protagonizarán la historia, pasando algunas aventuras por ahí… ¡pero eso lo verán en el capítulo siguiente! XD
Sin más que decir, disfruten este pedacito de corazón que les comparto y revivan aquellos días gloriosos en su escuela o universidad. ¡Hasta la próxima!
