Titulo: " Por quien suenan las campanas"

Autor:YUKI-NII.

Género: Friendship

RantingNC17

Pareja: LeeGaaLee

N/ANaruto no me pertenece. Todo es de su gran autor, Kishimoto-Sensei

Resumen:Porque no esperaba encontrarlo, en medio de tanta gente, escondido en un pequeño café, porque el primer amor está sobrevalorado, pero Gaara aún así, siente que tiene que se él

Es amargo, cálido, le recorre la garganta y le hace lamerse los labios. Cae a su estomago, calentándole los intestinos, despejándole el sueño. Le abre los ojos de jade, con pestañas cobrizas cayéndole como tejas de una antigua casita de campo.

El aroma se le instala bajo las fosas nasales, haciéndole suspirar y dar ruiditos de satisfacción. Le hace empezar el día cuando solo quiere seguir durmiendo "porque hace un puto frio que congela hasta los huesos"

Gaara da un trago mas al café, recargándose sobre el escritorio, observando a través de las puertas de vidrio templado a un rubio sonriente, frotándose los ojos y siguiéndole el paso al jefe, quien le detiene, al son de un suspiro fastidiado mientras le arregla el cuello de la camisa y re hace el nudo de la corbata.

Y es una escena familiar, casi parte de una rutina, ver pasar a Naruto y Sasuke como única compañía del último piso del edificio. Son poco mas de las nueva de la mañana. El pelirrojo se siente aún como si fuese de madrugada. Con los rayos de sol que no terminan de salir y el clima cambiante de finales de otoño.

Estruja el vaso de unicel entre sus manos, para entrar un poquito en calor, a pesar de estar iniciando diciembre, las oficinas mantienen el aire acondicionado encendido, como si los vientos navideños no osaran colarse entre las gabardinas y bufandas.

Gaara, como no, no ha evitado quejarse sobre ello con el Uchiha, este le ha sonreído, irónico, casi burlesco. Recordándole que él no tiene la culpa de que haya salido de un jodido desierto del otro lado del mundo y que por cierto, Naruto es el que mantiene el edifico a menos de 20 grados, por que traspira como si fuese pleno verano, que se queje con él.

Sasuke sabe que Gaara no lo hará. Naruto es, por mínimo, como el hermano menor del de ojos verdes, una debilidad escondida a medias.

—Gaara-San, la reunión ya va a empezar

Karin, la secretaria de Sasuke, se asoma sin abrir del todo la puerta, con medio cuerpo dentro y sosteniendo una carpeta contra su pecho. El pelirrojo parpadea, tomándose un momento y asiente, mirando como es que la mujer de lentes se retira para seguir con la siguiente oficina, el pelirrojo ya esta frotando sus manos y respirando lentamente.

Gaara aún no ha notado, que la tinta le mancha los dedos. El mensaje de su saludo de Starbucks se ha desfigurado por completo.

Tsunade se cruza de brazos imponente, observa con cuidado a todos en la mesa, se acomoda las gafas y carraspea.

Shizune, de pie a su derecha termina de acomodar las últimas listas con graficas. El estudio de mercado ha revelado, la razón de ese rechazo por el producto de la compañía, se trata de nostalgia, de algo cualitativo, subjetivo incluso, ante el sutil cambio de color que han sufrido los embolses de Baby Taffy Candy, mejor conocida como Baby T.

Las sucursales han tenido perdidas en las paletas de piruleta, por su empaque en un rosa fucsia en lugar de pastel.

A la mujer rubia, eso le parece casi bromista, como es que un tono de color pueda causar mermas y bajas de venta. Respira profundo, Uchiha Enterprise, es famoso por poner a flote a compañías que estuvieron a punto de irse a la ruina por cosas sencillas que jamás arreglaron, con estrategias, información e investigaciones. Ella los ha escogido por sobre otros, el fallo no es una opción dentro del margen de error.

Mira las estadísticas por segunda vez y el producto en si, que esta dentro de una canastita de mimbre, las piruletas de distintos sabores, esas condenadas, que se resisten a abandonar las tiendas de la mano de sus pequeños clientes. Frunce el ceño, tomando una, le da una vuelta entre sus dedos, mientras la frustración, se va iniciando en su interior como chorros de lava sobre madera seca. Gruñe alto, sin abstenerse, tirando la piruleta que se desliza sobre la superficie de madera.

Da vueltas sobre si misma y para, mas por fricción que por la falta de fuerza con la que fue arrojada, justo enfrente de Naruto que, mantiene una pelea interna por no caer en al tentación de tomarla y comerla.

El rubio siente la falta de azúcar en su sistema.

Gaara, que esta a su lado, mira como es que aprieta los labios y desvía sus ojos del dulce, para centrarse en Sasuke. Quien sentado a la cabeza de mesa, preside la reunión, con los codos flexionados y las manos entrelazadas, que le cubre la mitad del rostro. El Uchiha esta leyendo pacientemente cada gesto hecho por Tsunade que chasquea la lengua contra el paladar, enfurruñada, tal niña pequeña.

—Este bien, quiero una propuesta dentro de una semana.

Y es todo, la silla se hace hacia atrás y se levanta, sacudiéndose el cabello y caminando a pasos largos, sus tacones hacen eco contra el suelo, un segundo par le sigue, Shizune con la cabeza gacha en una agenda murmura cosas, y levanta los dedos de la mano, haciendo cuentas imaginarias.

Se detienen un momento frente a Sasuke, hace una reverencia, que es correspondida y corre al ascensor para alcanzar a la alta rubia.

Cuando las puertas metálicas se cierran, el ambiente tenso y cargado de presión se esfuma. Shikamaru murmura algo que ha sonado a "que problemático" antes de masajearse los hombros y dejar caer la frente sobre la mesa.

Neji le da la razón, sintiendo sus sienes a punto de explotar y la espalda demasiado rígida para ser saludable. Naruto al fin toma la piruleta, abriéndola a prisa y haciendo un ruidito de placer cuando el dulce se empieza a derretir en sus papilas gustativas.

—Gaara, Naruto — La voz de Sasuke, que suena sofocada, al tener la barbilla enterrada sobre sus manos aún entrelazadas, hace girar al rubio y pelirrojo que ya empezaban a recoger los papeles de las carpetas. —Ustedes tomaran este proyecto.

Sasuke, sabe esa creatividad nata de Naruto a la hora de encontrarse con compañías que tienen como target a los niños. Naruto entonces se convierte en el rey de midas, transformando en oro – en éxito – todo lo que toca, dice o cambia. Gaara se encarga de que nada salga de la realidad, que trabaje bajo márgenes de costos, de publicidad, de diseño. Le centra cuando su imaginación le absorbe, y deja de dormir y comer, escribiendo ideas, juntando fotografías, viendo colores y visitando las tiendas.

Para Gaara, la tienda de Tsunade es especial, cuando él era un niño recién llegado, a ese país, donde llamaba la atención, con miradas sobre su cabello, su piel, su acento, y sus exóticos ojos. Fue un refugio, de chicles, chocolates, cajeta, caramelos, cacahuates, y jugos.

Gaara solía perderse entre las columnas de gomas azucaradas y huevitos de chocolates con sorpresas en su interior.

La mano de Naruto sobre su brazo, le atrae de nuevo hasta la sala de juntas. Este le mira sonriendo, con los labios pintados de azul, por el sabor de la piruleta. El pelirrojo le corresponde con una muy sutil elevación de las orillas de sus labios, antes de que el palito de madera, con menos de la mitad del dulce se le deslice en un empujón.

Naruto le ha puesto prácticamente la paleta en la boca, corriendo tras de Sasuke, que con sus manos en los bolsillos le espera en el marco de la puerta.

El de ojos verdes, experimenta, ese sabor de moras azules artificiales revuelto con la saliva del rubio. Y piensa que siempre ha sido así, quedándose con aquello con lo que Naruto ya se ha empalagado o que por capricho no quiera más. Le mira desaparecer, ojos azules que reflejan a Sasuke y el tatuaje de un beso que no le ha desaparecido del cuello.

Gaara ha dejado el saco sobre la silla, desliza los guates de tejido de lana y la bufanda que combina. Afloja el nudo de la corbata. Trae la tediosidad pintada en la cara, y una maldición en la punta de la lengua que no termina de encubarle.

El día ha sido una mierda, con Sasuke y Naruto gritándose en la oficina por el último proyecto para Baby T. que aún no se ha terminado. Ese, que en dos días tienen que entregar.

Naruto llega hasta su lado, con dos latas de cerveza en mano y la mejilla hinchada. El rubio se ha marchado antes de que el horario laboral terminara, ofuscado y tomando posesión completa del departamento de diseño grafico, atrancando la puerta con una silla y poniendo música a todo volumen, como una protesta al jefe inhumano que tiene por amigo.

Gaara ha ido, a pedido de una Hinata algo agitada y de un Neji mal humorado por la rabieta. Ha pateado la puerta con todas sus fuerzas, las bisagras han cedido y el gran pedazo de madera ha caído. Naruto se ha escondido tras una Mac, apuntándole con el cargador de su teléfono y a la defensiva.

Gaara se ha llevado una mano a la frente, antes de señalar el espacio junto a él, y hacer que el Uzamki, corra, tal niño yendo a refugiarse a los brazos de mamá.

Después de eso, recogieron sus cosas y se marcharon. Con Sasuke viéndoles de brazos cruzados al final del pasillo, silencioso y sin rastro alguno de emoción en su rostro.

El pelirrojo siente como es que ese Naruto, despeinado y con los ojos acuosos se le recarga en los costados. Hay un puchero sobre sus labios y la obstinación pintándole de un feo purpura su mejilla dañada.

Y Gaara lo sabe, como sucede cada vez que la relación del rubio y el Uchiha ha llegado a un punto de inflexión, donde ambos creen tener la razón, ninguno cederá al otro, pasaran varios días así, hasta que no puedan evitarse mas, se insulten y vuelvan a ser amigos, como si nada hubiese ocurrido.

Da un sorbo de sus cerveza, con el ruido de la calefacción del departamento como único sonido, se esta preparando psicológicamente, para escuchar la borracha voz de Naruto quejarse alto, gritar y lloriquear sobre el bastardo amigo de la infancia que tiene. Pero no sucede, el rubio reacomoda sus hombros, inclinándose un poco sobre si mismo antes de dejarse caer sobre las piernas de Gaara, acomodando la cabeza sobre su regazo y cerrando los ojos. Con la lata de cerveza aun cerrada entre sus manos.

Gaara le mira, con el cabello cayéndole hacia atrás, despejándole la frente y exponiéndole el rostro, las lágrimas se le acumulan en sus pestañas. Esto va a terminar mal.

El pelirrojo por primera vez teme ver el final de algo que pintaba para ser un por siempre

El lugar huele a granos de café tostado, tiene música de jazz y una larga fila que casi llega hasta la puerta de entrada.

Gaara mira el menú, escrito con tizas de colores y dibujos de tazas humeantes. Hay más de 20 combinaciones a escoger, con tamaños escritos en italiano que no forman relación alguna con el nombre. Hay topings, bocadillos, té e infusiones.

El pelirrojo se siente mareado, él solo quiere cafeína dentro de sus venas, que le desentumezcan el cuerpo y le revivan la mente. No le interesa el tipo de leche o si ese día es especial y te dan un brownie por la mitad de su precio total.

Cuando al fin llega su turno, hay una fisonomía sonriente recibiéndole. Gaara no puede evitar pensar como es que el servicio al cliente es requerimiento que te reciban con una cara de idiota.

El hombre de gorra verde – otra parte del uniforme que le parece insustancial- tiene unas gruesas cejas y mucho, demasiado en opinión de Gaara, de entusiasmo al hablar. Le da una bienvenida, mientras recita el menú y se inclina a través de la caja registradora un poco mas de lo reglamentario. Invadiéndole el espacio personal y haciéndole sentir incomodo, Gaara aprieta los labios de manera sutil, con el desagrado picándole la nariz y el entrecejo.

—Quiero un café americano

El hombre asiente y espera. El pelirrojo alza una ceja, con el dinero picándole la mano y el tiempo encima, su celular no deja de vibrar dentro de su bolsillo. Él sabe que solo hay alguien que le llama, desde ese celular de uso personal que no tiene más de 4 números dentro de la agenda.

—Podría decirme el tamaño, por favor.

Gaara mira los nombres de las presentaciones, ahí no existe ni pequeño, ni mediano o grande. Lo pide venti, guiado más por el dibujo del vaso que esta a un lado del nombre, que por conocimiento abstracto del significado de la palabra. El alto hombre vuelve asentir, como si aprobara la elección, sonrisa de dientes brillantes incluida. El ruido de la registradora y la alegría a penas contenida en cada movimiento, son como un repelente que hacen que el pelirrojo, se recorra dos pasos más allá.

Una mirada sobre él, le detiene. El cajero bate sus pestañas espesas y azabaches, mirándolo curioso, casi divertido.

— ¿A nombre de quien es el café?

Los verdes ojos se entrecierran, pedir su nombre es algo personal, intimo. No es para dárselo a un trabajador desconocido de una cafetería a la cual no va a volver, porque queda lejos de casa, de la oficina. Se sale de su ruta y le obliga a pasar por la estética de la esquina. Esa, de la cual su hermana es dueña y tiene la mala costumbre de estrujarle y besarle las mejillas, llenándolo de lápiz labial y perfume de orquídeas.

El hombre, ajeno a sus cavilaciones, espera atento, tiene un marcador en la mano izquierda y un vaso de unicel en la otra.

El pelirrojo respira, prometiéndose no volver jamás.

—Gaara, Subaku No Gaara

El cajero hace un ruidito de que le ha escuchado y comienza escribir. Él termina de salir de la fila para esperar su orden.

Hoy será el día de entrega del proyecto y apenas si ha dormido un par de horas, haciendo las últimas graficas, yendo por el prototipo del empaque y recogiendo a Naruto que arregla los últimos detalles para la promoción de las piruletas. Se masajea las sienes cuando el celular vuelve a vibrar. La presión comienza a endurecerle los músculos de la espalda, a ponerle regidos los hombros

—Gaara-San

El llamado de su nombre le hace dar un respingo involuntario. El celular para de sonar, una nueva llamada se va almacenado en el buzón. Levanta el rostro para ver al mismo hombre, de pobladas cejas y voz eufórica esperándole al final de la barra para entregar su pedido. Gaara camina, inclinándose sobre la vitrina fría que resguarda las rebanadas de pastel. Lo recibe con las ojeras bajos los ojos y el sueño acumulado haciéndole implosión en la frente.

—Que tenga un buen día Gaara-San

El pelirrojo asiente, dándose media vuelta, sacando el celular del bolsillo del pantalón, deslizando su dedo por la pantalla y escuchando como recibimiento el lloriqueo de Naruto que le ruegan por algo dulce, que es una emergencia.

Lo último que se escucha tras la puerta de cristal es algo que sueña a Ramen y bastardo. Los cabellos de fuego ondean con el viento de diciembre

—Es bastante atractivo ¿no lo crees?

Una chica de cabellos castaños recogido en dos altos moños, le entierra el codo en las costillas al cajero que no ha dejado de ver, al hombre de bonitos ojos verdes. Como rupias, de esas que valen mas puntos de los que puede recordar, pero que le encandilan los sentidos de una manera tan literal que tiene que sacudir la cabeza varias veces, cuando la misma chica le masculla, sobre el odio y en un grito, que mueva el trasero, la gente espera.

Shikamaru cargado con una laptop y cables enredados en los brazos, ayuda a despejar la sala de juntas principal. Shizune la subordinada de Tsunade, camina a su lado, con el cargador de su teléfono que esta apunto de morir con la batería baja. Y una sonrisa cómplice pintada en los labios.

La presentación del proyecto ha dejado satisfecha a la alta rubia. Con Naruto exponiendo y Gaara haciéndole segundas con los números, y pronósticos de venta para obtener buenas ganancias.

— Creo que Tsunade-Sama ha quedado impresionada

Shizune se siente igual ante el discurso del rubio que las desventajas que la rubia mujer comenzaba a plantearse. Naruto las revocaba, toda voz chillona y convicción de ojos azules.

Gaara, por el contrario, con su voz calmada y profunda, intervenía, cuando los ánimos del rubio se desbordaban. Dejando a su imponente clienta con una sonrisa de suficiencia y la empatía encendida, ante ese pelirrojo, con palabras certeras y madurez reflejada en sus ojos de jade.

—Naruto- Kun y Gaara-San, son muy buenos juntos. Como si se complementaran.

Shikamaru la mira, apretando los labios y guardándose, como siempre, sus propias conclusiones. Ella no ha visto como es que trabajan Sasuke y Naruto juntos. Es una lastima que sus emociones a veces controlen mas sus vidas que su desempeño laboral tan destacable. Gaara suele quedar en el medio, de todo ello, casi por designación.

A dos habitaciones más a la izquierda, Sasuke le riñe a Naruto como es que ha perdido la compostura varias veces, que no es un niño. Que tiene que comportarse adelante de sus clientes, por muy nieto de Tsunade que sea.

Gaara recargado en la pared, ha escuchado atentamente ese intercambio de palabras que ya había previsto, por la forma en la que Sasuke miró durante toda la presentación al rubio. El pelirrojo esta a la espera de que esa discusión termine de perder la poca calma que aún mantiene. En cuanto Naruto replique, será una hecatombe.

Pero no ocurre, el rubio con la cabeza gacha y las manos hechas puños a sus costados guarda silencio. Sasuke termina su regaño, casi ansioso, preparado ante las replicas de Naruto. Saboreando esa explosión que siempre le libera el estrés y la adrenalina. Que le hace sentir mejor, en paz, esa es la única forma en la que sabe comunicarse con Naruto sin perder el orgullo.

— ¿Terminaste, tebayo?

Sasuke parpadea ante el rostro sereno. Naruto le mira, espera unos segundo y se da la medía vuelta, saliendo de la oficina del presidente, con la frente en alto y paso pacifico.

Gaara hace un movimiento indeciso, abandonando su lugar en la pared, no sabe si ir tras el rubio o quedarse a compartir su incredulidad con el Uchiha.

Esa es la primera vez que Naruto cede una discusión y se retira sosegadamente. El pelirrojo esta seguro de algo que apenas se empieza a maquilar en la mente del Uchiha y que él pide, internamente, estar equivocado.

Todo se ha vuelto una nueva rutina, bastante extraña y un tanto desesperante. Naruto siempre le espera a las puertas de la empresa como un niño pequeño. Incapaz de entrar por su propia cuenta, si no es a espaldas del pelirrojo y con un pastelillo que le ha comprado de camino al trabajo.

Gaara ha optado por desviarse de la ruta normal, salir más temprano e ignorar la calle principal. Para atravesar los parques de los suburbios y conducir en línea recta hasta el Starbucks que esta cerca de la escuela secundaria de la región.

Ahí han aprendido su pedido y nombre de memoria, la hora por sobre la que ya esta pasando por las puertas y su particular forma de mirar todo a su alrededor, alejándose de las personas para mantener un espacio libre en el que pueda moverse con facilidad.

Gaara no hace fila, su café siempre esta listo, esperándole al final de la barra.

El hombre lleno de buenos deseos y sonrisas gratis se llama Lee. Es un poco torpe pero se nota el amor que siente por su trabajo. Siempre a disposición de los cliente y entregando cafés sin equivocarse. Suele poner una carita feliz en el vaso del pelirrojo y despedirlo con la mano en alto.

Lleva más de un mes, de lunes a viernes, a veces los sábados también. Esperando siempre, que el reloj marque las 8:30. Para correr a la maquina de café y preparar un americano especial. Lee no ha querido rotar su turno por el de la tarde. Están en vacaciones de invierno y puede darse el lujo de estar todas las mañanas. El de grandes y expresivos ojos oscuros, teme la llegada de enero, de regresar a su medio tiempo secuencial por ir en las mañanas a la universidad y no ver más los ojos verdes.

Gaara, que aún no se acostumbra a esa efusividad de parte de otra persona que no sea Naruto, se siente incomodo, como si le tocara las barreras de sus espacio personal, cada vez que se inclina por sobre el mesón y baja su habitual tono de voz estridente y que apenas y si puede contener, para hablarle en susurros moderados, para no molestarle.

—Aquí esta tu café Gaara-Kun

Gaara no sabe en que momento es que fue que el honorifico cambio, o cuando dejo de importarle la forma mas amigable en la que Lee comenzó a tratarle a diferencia de la clientela en general, no se lo plantea ni lo piensa solo lo deja ser, correr, como si una pequeña parte de él entendieses, esa personalidad del cajero.

Le mira unos segundos, mas de lo habitual, Lee respinga antes de darle una enorme sonrisas, de hoyuelos y mejillas infladas. Garra, piensa por un momento, que ese gesto ya no le parece tan comercial. Se inclina sobre el refrigerador de los pastelillos y panes dulces. Naruto le ha pedido variedad con mucha azúcar

— ¿Cuál será hoy? — Lee con las tenazas en la mano y una bolsa de papel le mira atentamente.

Gaara que ha mantenido la vista en un pay de queso, le enfoca. Llevando una mano hasta su cabello que le llega ahora hasta los ojos y que pronto Temari tendrá que cortar. Gaara no soporta que nadie mas que ella toque su cabeza por demasiado tiempo. Descubre su frente con su palma, antes de acomodar un mechón, especialmente molesto, tras la oreja.

Lee hace un rudito de sorpresa. Llevando una mano hasta su boca y señalándole con la otra.

De pronto Gaara se siente confundido, gira un poco para ver tras de él, pero no hay nada que sustente la reacción de sorpresa en el rostro de cajero, frunce el ceño ligeramente y esta a punto de preguntarle que jodidos es lo que pasa cuando Lee parece haber recuperado la voz, baja lentamente sus manos y respirar con dificultad.

—Tienes un tatuaje

Lee susurra, como si lo que dijese le causase horror, Gaara da un paso hacia atrás, irguiéndose por completo, frunciendo el entrecejo y permitiendo que su cabello le caiga de nuevo por sobre la frente, se siente agredido, y no lo entiende. Ese sentimiento burbujeante en el pecho de ver las expresiones de ese cajero con el que solo intercambia unas cuantas palabras de cortesía. Demasiado básicas. Pero que se ha tomado tantas inclusiones dentro de esos minutos en los que se ven, que Gaara le había permitido de a poco acercarse como un posible candidato, del cual piensa, no es un idiota.

Ahora Gaara no esta tan seguro de ello.

Y Lee parece notarlo, con los ojos verde que le reflejan, fríos, distantes, con esos brazos que se han cruzado como una puerta cerrándose. Gaara ha aumentado el espacio que les mantiene separados.

—Lo siento yo no quería…

—Quiero el pay — Gaara le interrumpe, con el vaso del café ocultándole la mitad del rostro y la necesidad de irse rápido, instalándose entre sus articulaciones.

Lee trata de buscar su mirada, de volver a tomar la palabra y disculparse ante su poco tacto. Pero no lo logra. Así que solo asiente, abriendo la vitrina y tomando la rebanada del pay de fresas y crema batida para envolverla en el papel de celofán que le proteja e introducirla en la bolsa con la marca del café. Gaara la toma, en un movimiento algo tembloroso y deja caer unas monedas. Se da la media vuelta y se va. Dejando más dinero del total necesario.

Lee le desea un buen día, el pelirrojo no asiente.

Gaara a veces tiene pesadillas. No son de monstruos que le persiguen para comerle ni de peleas con personas que ama. Gaara sueña con la nana de cuna en un ingles sin demasiado acento y de tardes plagadas de cuentos de mama gansa.

Gaara sueña con su madre, con olor a flores del prado y abrazos cálidos. Sueña con una época cerca de las dunas de marruecos, con fotografías del London Bridge y con té de media tarde.

Pero sobre todo sueña con funerales, con ropas de telas brillantes y dátiles cubiertos del roció fresco de los oasis perdidos.

Gaara recuerda su infancia, como si fuese otra vida. Como si jamás le hubiese pertenecido y todo formara parte de memorias rediseñadas que su mente creo, para afrontar esa forma en la que tuvo que enseñarse a vivir en un lugar tan opuesto como lo era Japón. Sin su madre, sin su padre, solo sus hermanos y él.

Lejos de casa, del hogar, de los besos dulces de mamá.

El sonido del timbre de la puerta le saca a la mitad de ese mundo onírico, donde una voz relataba la vida de una numerosa familia que vivía en una enorme bota vieja.

Son las 6 de la mañana de un domingo, reconoce con los ojos entrecerrados los números en rojo del reloj digital, apenas a dormido una hora.

El timbre se detiene para convertirse en toquidos en un código de clave morse. Es Naruto, que quedó con las vieja costumbre de comunicarse con él por entre las paredes, cuando las noches caían y ellos con sus 8 años eran puestos en diferentes habitaciones, separados y Naruto quería seguir hablándole, para no sentirse solo, para no dejarle solo.

Gaara se levanta, despabilando sus sentidos, que se resisten a funcionar de manera correcta sin café y una ducha. Toma el pantalón de su pijama, mientras atraviesa el corredor, con pies descalzos y la piel enfriándosele. Cuando abre la puerta se encuentra con un Naruto vestido a prisa, los zapatos no le combinan y trae una voluminosa mochila tras su espalda.

Gaara sabe que corrió, por su pecho agitado y la dilatación en sus fosas nasales. Gaara esta seguro que lloró, con ese enrojecimientos de la orilla de sus ojos y su nariz constipada, hay liquido nasal saliendo que el rubio limpia con su antebrazo.

El pelirrojo cierra los ojos, cuando la sonrisa amarga de Naruto se presenta, pidiéndole hospedaje provisional, diciéndole entre líneas que todo esta a punto de explotar, que no tardara en estallar y que no esta muy seguro de tener las suficientes fuerzas para levantarse seguir, por lo menos dentro de unas horas.

Gaara se hace un lado, dejándole entrar, quitándole la mochila, le sitúa una mano sobre la espalda y lo guía, como un niño pequeño hasta su cama.

Naruto con medias rojas que tenían otro destino y que le resaltan por debajo de los pantalones holgados, envuelve sus piernas con las del alto hombre de ojos verdes, que le retiene en un abrazo de protección, En un circulo donde Naruto ha encontrado como terreno seguro para quebrase, en un grito angustioso y doloroso, mientras se sostiene de los ante brazos de su amigo.

Gaara no puede evitar sentir, como se le estremece el alma, entierra la frente en los cabello que huelen a Shampoo de vainilla y piensa en ese tatuaje que pareció asustar a Lee y del que Naruto siempre besa como su aprobación silenciosa. Y que nadie que no sea el rubio entendería.

Le levanta la camiseta, observando el que Naruto tiene en el estomago, el que se hicieron juntos un día, con 16 años, compartiendo la tinta y las emociones, Gaara le suelta, para besarle el vientre, para decirle que esta ahí. Naruto sonríe apenas, forzoso, cansado. Le acaricia la frente y llora, como si fuese un final de algo que nunca quiso aceptar.

Lee lo miró un viernes por la tarde, con bolsas de supermercado enredadas en los brazos, esperando bajo el techo extendido de una tienda cerrada, viendo la lluvia de forma ausente. Lo reconoció enseguida como su cliente pelirrojo.

Gaara que no había vuelto más. Gaara que cambio de cafetería al día siguiente. Gaara que tenia 11 días, y contando, sin ver.

Sus ojos verdes estaban clavados en el cielo gris, tenia las puntas del cabello húmedo, y gotas de agua le corrían por el cuello, el final de su pantalón tenía la mancha de un charco algo hondo por el que se había visto obligado a pasar dibujándole una línea entre lo mojado y seco.

Lee se dio ese tiempo de verle, desde la distancia, de disfrutar de sus cabellos mas cortos, de sus pómulos marcados y sus hermosos ojos verdes. "Son jades, son una joya, son algo único. Quiero verlos mas de cerca"

El pelinegro, que se encontraba en la acera de enfrente, con un paraguas en alto y el deseos palpitándole mas que el corazón, decidió acercarse, cruzar esos metros que Gaara había instalado entre ellos a modo de defensa. Respiro profundo y dio el primer paso.

Gaara le miro, evaluándole, con la boca en un línea recta y repagándose mas contra la cortina cerrada de esa tienda donde se refugiaba de la lluvia que había improvisado, fría y triste, nieve que no terminaba de congelarse para convertirse en copos y que caía con una precipitación elevada, colándose por la tela de los abrigos, uniéndose con las ráfagas de viento traídos del sur.

—Gaara-San.

Y Lee, fue cuidadoso, como si acercase a una bestia herida, que con un movimiento en falso atacaría e huiría. El pelirrojo no contesto, mirando la hora en el reloj de su muñeca, se le hacia tarde para preparar la cena. Naruto había ido hasta su viejo apartamento, ese que compartía con el Uchiha, para recoger las últimas cosas de su casa. Gaara le había prestado el auto, bajo el juramento solemne de que estaría bien y que era algo que debía hacer solo.

Casi quiere arrepentirse, por no haber visto lo nublado del cielo, por haber salido impulsivamente a comprar ingredientes para preparar Ramen casero, por no haber seguido caminando, cuando vio como es que ese hombre de cabellos negros fue hasta él. Por sentirse avergonzado sin razón aparente y con esa urgencia de girar el rostro, de esconder su frente. De evitar que viese ese tatuaje.

—Quería disculparme Gaara-san, por mi imprudencia del la ultima vez. Usted jamás regreso.

Gaara no lo mira, se gira un poco y se hunde sobre sus hombros, ese hombre tiene algo en su voz, que le hace repicar los tímpanos y ponerle nervioso, su cercanía, su olor, su presencia, le presionan contra el suelo y le vuelve ansioso. Gaara no ha pasado por alto, la forma en la que Lee le esta llamando, con propiedad, lejanía. Marcando una diferencia que el mismo había roto, tras harinas dulces, granos de café, y fondo de jazz y baterías.

—Ese Kanji, debe significar mucho para usted, y yo no quería incomodarlo, es solo que me sorprendió. ¡No de la mala manera! De verdad—Lee hablar rápido, las palabras se le atoran, regresan y salen impulsadas de vuelta desde su garganta, usando como trampolín su lengua. Mueve sus brazos hacia todas direcciones y mira el techo sobre su cabeza, sintiendo el rostro caliente y la pena coloreándole las mejillas morenas. —así que yo, de verdad lo lamento, haberle faltado al respeto Gaara-san porque no fue mi intención, tan solo…

—Gaara-Kun

— ¿Disculpe como ha…

—Tú me llamabas Gaara-Kun, no San.

Lee lo mira, con el rostro hacia su izquierda, aún continua evitándole. Sin embargo hay algo, pequeñito flotándole en el pecho, que le hace sonreír, y que no entiende muy bien. La lluvia continúa cayendo. Gaara ha visto por tercera vez su reloj.

—Y, sobre lo del tatuaje, no importa. No eres el primero en reaccionar así

Lee, que suele ser torpe y siempre tiene ideas que termina mal, que se esfuerza mucho por las cosas en las que cree y que ha quedado flechado como un idiota por un par de ojos verdes ojerosos, asiente, sintiéndose redimido, aliviado. Entendiendo esa absolución flotando entre las palabras hoscas del pelirrojo.

Se queda un momento mas ahí, dándose el placer de compartir el mismo espacio, y el armonioso silencio. Se inclina un poco y deja sobre la mano derecha, esa que sostiene la bolsa de los fideos, la agarradera del paraguas de plástico transparente. Y esos ojos le enfocan, con confusión y sorpresa. Lee sonríe mas amplio aún, si es posible.

—Vivo cerca, así que no me mojare mucho — Lee da un paso largo hacia un lado, se gira sobre si mismo y comienza a caminar, antes de levar su mano en un alto y gritar. Por vez primera, con toda esa euforia que mantuvo guardada —Que tengas un buen día Gaara-Kun

A ese pelirrojo, de mejillas coloreadas que le mira, todo seño fruncido, alteración y sonrisa pequeña, cuando su cerebro ha procesado la manera con la que Lee le ha llamado.

Temari cuelga guirnaldas en las ventanas, mientras canta Merry Christmas en un perfecto ingles junto a Naruto, que hace los coros más estridentes de lo que el compas a piano requiere, esta sentado junto un resignado pelirrojo. Que tiene su apartamento invadido, por dos rubios manipuladores e hiperactivos.

Termina de presionar la última nota, y Naruto estalla en risas y aplausos, demasiado lleno de ponche de huevo, bastones de caramelo y galletas de jengibre. Están a solo unos días de navidad y él se ha vuelto adicto al café americano de Starbucks que le espera en la mesa.

Temari ha llegado a comprar bebidas calientes, sabiendo cuanto es que el frio afecta a su pequeño hermano. Gaara ha agradecido a regañadientes. El vaso con una carita feliz y un mensajitos de buenos deseos que proviene de Lee.

Su hermana, no ha tardado en interrogarle, en hablarle en tono dolido y luego amenazarle. Ante el poco, nulo, intercambio de afecto que el pelirrojo le ha brindado en esas ultima semanas. Descuidándola y haciéndola sentir abandonada.

Ella aún no puede perdonarle, que la contactara mas por obligación que por amor filial, luego de que Naruto le cortara el cabello a tijerazos resueltos, sin forma ni estilo. Quejándose de ese cabello que le picaba las mejillas y no le deja verle el rostro por completo.

Temari llego armada de todas sus herramientas, furiosa e indignada. Luego fue comprada por dulces de edición especial de Baby T. por parte de Naruto y todo quedo en paz. Gaara no puede creer, cuando fácil es su hermana de convencer cuando se trata de Naruto, pero en realidad no le sorprende, pues para su desgracia entra en la misma línea, de consentidor empedernido cuando del Uzumaki se trata y que se invierte de lado a las primeras de cambio, para molestarlo y saber mas, de ese tal Lee que anda rondando muy cerca de su mejor amigo y él cual todavía no conoce.

Gaara los ha mandado callar a los dos, de mal humor, y con el futuro rompimiento de su promesa sobre tocar canciones el día de navidad. Ambos ha desistido, Gaara en el piano, no es algo que este dispuestos a sacrificar.

El pelirrojo se levanta del banco compartido, escuchando la sonata de estrellita fugaz que ha estado enseñando a Naruto a tocar mientras bebe ese liquido que le calienta le estomago y le mantiene alerta, de cuidar a su hermana y amigo de que no le cambien por completo la decoración de su casa.

Temari grita, desde la cocina que necesita las luces para adornar el pequeño pino de la salita. Gaara ya se esta dirigiéndose hasta su habitación para sacarlas del armario. Toma su último trago de café y abre el baúl de la esquina, mira el vaso, dándole una vuelta y sonriendo, a escondidas, con el pensamiento de estar comportándose como un idiota sobre su cabeza y echando el vaso, a esa torre, de envases vacíos llenos de mensajitos. Todos y cada uno escritos por la mano de Lee.

Gaara aún esta en negación, de que eso signifique algo, que le remueva las entrañas y le provoque mariposas que él a veces quiere vomitar, Gaara lo ignora, ese sentimiento que tiene cada vez que mira a Lee sonreírle. Porque es una tontería, porque es un hombre, un trabajador de servicio al cliente que regala muchos de esos gestos a desconocidos.

Gaara aún no nota los celos invadiéndole los pensamientos y el amor comenzándole anidar en el cerebro.

Noche buena es un caos. Con las calles atestadas de automóviles y la masa de gente moviéndose a un ritmo lento, sale mas temprano ese día de la oficina. Naruto se ha quedado en la sala de juntas con Sasuke, enfurruñado y quejándose con cualquier persona que este a 10 metros a la redonda.

Sasuke, le ha pedido –ordenado- que se marchase antes. No quiere darle la oportunidad a Naruto de escapar ni una vez más.

Gaara le ha mirada por largo rato, para después dar la media vuelta y advertirle, en voz baja, que quiere que los azules ojos de Naruto, no se conviertan en una marea roja. Gaara se siente incapaz de contenerse por una segunda vez de golpear al Uchiha. Naruto es sobre todo alguien que esta bajo su protección le guste a Sasuke o no.

Baja hasta el sótano del edificio, para esperar a su amigo. Para volver juntos a casa, y tener esa cena, sus hermanos incluidos, que Naruto ha estado esperando todo el año. Gaara sabe que no puede ser imparcial, que el rubio no ha querido relatarle como es que fue el rompimiento con Sasuke, cambia el tema, corre, o comienza hacerle cosquillas, para distraerle, para distraerse y no pensar mas en el Uchiha.

Y Gaara ha aprendido a ser paciente, a esperar. Ambos saben que cuando el rubio diga en voz alta que el final llego para esa seudo relación de pareja que sostenía con Sasuke, todo habrá acabado, oficialmente. Aún no esta listo par ello. No en navidad.

—Gaara-Kun

El pelirrojo da media vuelta, en mitad de su camino hacia el auto, puede reconocer la voz. Lee esta esperándole, al lado de una columna con lámparas de luz, dos vasos de café y medio rostro escondido en una bufanda. Trae el cabello húmedo y revuelto. Esta nevando.

Da largos pasos para acercarse a él, se ve un poco cansado y ojeroso, sus ojos siguen brillando, tal tarde de sol veraniego. A Gaara le recuerda al ébano, que resplandece en las noches de luna llena. Hay una sonrisa, que revela manchas de chóclate que a Lee se le han escapado.

Y es un gesto inconsciente, ese, el de relamerse los labios y dar un paso al frente para acortarle la distancia a caminar al pelinegro.

Quiere preguntarle, que hace ahí, como llego, como supo, como le encontró. Pero no lo hace, solo extiende su mano cuando hay un vaso de café con nombre frente a él. Gaara mira el saludo, no es la letra de Lee, lo reconoce enseguida. Esa es mas espigada, casi hecha de forma rápida. Tal cual y como suele escribir Temari, cuando esta emocionada.

"Es navidad, disfruta tu regalo"

Hay un beso y un guiño seguido de ello, Gaara estruja el vaso con demasiada fuerza, derramando el liquido que le escurre entre los dedos, le quema, ante la mirada asustada de Lee, que aleja el vaso y esta por entrar en pánico. Toma la mano de piel irritada, Gaara aún no puede creer el descaro de su hermana.

—Gaara-Kun, tu mano… ¿duele?

La voz de Lee, le golpea, le atarea de nuevo y le obliga enfocarle, tiene las cejas arqueadas y los labios apretados. Esta preocupados, no deja de mirarle la mano, de rozarle la piel del dorso con cuidado. Y él se deja hacer, cerrando sus dedos sobre la palma del pelinegro. Respirando profundo y mandado todo al demonio.

Porque el idiota de Lee, ese cajero de Starbucks, esta ahí, rompiéndole la política e invadiéndole el espacio personal, presionándole, seduciéndole. Mirándole de esa forma que debería de ser ilegal, que esta mal, joder, mal…muy mal. Si no se aleja, si no retira su mano. Lee escuchara el tambor que es su corazón, que retumba tal danza africana en plena celebración.

—Deberíamos ir a buscar agua fría, para que no se lastime más. Gaara-Kun. Hey, Gaara-Kun ¿me estas escuchando?

Si, si lo esta, pero Gaara solo puede ver los labios en movimiento. Tan cerca, maldita sea, tan cerca, solo un poco mas, por que es noche buena, y Naruto siempre dice que en esa fecha pasan cosas buenas. Que los deseos se cumplen. Y el deseo de Gaara en ese momento es que le besan, o que le dejan besar. No importa el orden del factor, si el producto final es la saliva de Lee revuelta con granos de café.

Retira su mano del agarre hasta entonces mantenido. Siente mucho si Lee, no comparte sus gustos y después de eso no le vuelve a ver, seguirá viviendo. No morirá. Quiere murmurar algo antes de hacerlo, pero no se le ocurre nada, Gaara nunca ha sido de muchas palabras.

Es por eso que tomando las solapas del mullido abrigo del cajero le acerca, brusco, hosco, impaciente y se estampa contra él. Pegando sus frentes y hediéndole los labios, Lee hace un rudito de sorpresa, se tensa y quiere replicar, Gaara solo puede sonreír, y Lee siente ese gesto antes de que una lengua se resbale por su paladar y le comiencen a chupar los labios, este de acuerdo o no.

Hay algo que le implosiona por dentro, es una mezcla de sorpresa, ternura y mucha buena suerte. Pone sus manos sorbe las frías del pelirrojo, para suavizar el contacto, para ahuyentarle el miedo. Para hacerle entender que él también quiere ese beso.

Gaara afloja sus dedos de la tela, para deslizarlos y que sus brazos rodeen el cuello del alto hombre, Lee ya le esta tomando de la cintura, apretándole contra él, olvidándose de su preocupación por la mano quemada del pelirrojo, momentáneamente. Intoxicándose del olor a lana y kiwi con fresas que Gaara despide. Su cuerpo más pequeño y que se aproxima al propio, se le amolda en el pecho. Lee inclina su cabeza, profundiza ese beso, de saliva escurriendo por el mentón y gemido tragados en mutuo acuerdo.

Hay devoción, cariño, satisfacción. Es un por fin de una tensión encubierta que les hace separarse antes de volver a unirse.

Es demasiado, piensa Gaara, cuando hay una mano su mejilla que le acaricia lentamente. Es demasiado, el grito de Naruto que le hace sonrojarse, a Lee cubriéndole, resguardándole de ver los azules ojos brillar complacidos.

Naruto siempre ha sido escandalado a la hora de secundar la felicidad de alguien. Gaara no se espero menos de su rubio amigo.

Continuara…