Era tarde en la escuela Furinkan, Akane caminaba por los pasillos, había sido su turno para limpiar el salón de clases, salió del edificio y se disponía a ir a su casa, caminó por las poco transitadas calles de Nerima.
—Disculpa- le habló un joven bien parecido. —Me podrías ¿decir dónde se encuentra la escuela Furinkan?
—E… es aquí- contestó desconcertada Akane.
—Sí, por fin llegue, Ranma Saotome prepárate por fin tendré mi revancha.
—Disculpa, dijiste ¿Ranma?- preguntó al oír el nombre de su reciente prometido
—Así es, perdón por no presentarme soy Ryoga Hibiki, estoy buscando a Ranma porque el muy cobarde no se presentó a la un duelo- Las palabras de Ryoga expresaban la rabia que sentía por Ranma.
Akane, que ya estaba enojada por el mal comportamiento de su prometido, simpatizo con Ryoga.
El agua empezaba a caer del cielo, pronto una lluvia torrencial caía encima de los dos. Antes de que Akane lo notara Ryoga sacó su sombrilla y empezó a caminar en dirección a la escuela.
—Espera ¿a dónde vas? – La preocupación inundaba a la joven al ver el inclemente clima al que se enfrentaría él.
—Me quedare aquí a esperar a Ranma, mañana le enseñare que es un verdadero artista marcial- el agua pasaba alrededor suyo, la miraba como si se tratara de la sustancia más venenosa del mundo.
—Pero no vendrá hasta mañana.
—Estaré aquí, he pasado por peores condiciones. No es nada- le dijo.
—Si quieres puedo llevarte a mi casa para que te seques, además Ranma vive conmigo ahora no tendrías que quedarte en la lluvia- Le tendió la mano y le dio una gran sonrisa.
—Gracias- Fue lo único que atino a decir Ryoga ante una muestra de afecto que jamás había recibido, tomó la mano de aquella linda chica.
El pequeño espacio que ofrecía la sombrilla para resguardarse de la lluvia no era suficiente para que dos personas estuvieran cómodas, él quería dejarle la sombrilla, pero su condición le impedía hacerlo por el miedo de que la única persona que le había dado un poco de calor humano le despreciara.
El viento se hizo más fuete mientras avanzaban, inconscientemente Akane se acercaba al joven Hibiki, el frío estaba haciendo mella en su persona.
Ryoga intento separarse lo más que pudo de ella para no incomodarla, ella lo notó y sonrió para sus adentros.
—"Es un buen tipo, no como los pervertidos de la escuela o el estúpido de Ranma"- pensó.
Llegaron al complejo Tendo tiritando de frío.
—Es aquí- dijo en voz baja Akane que a pesar de la sombrilla se había mojado considerablemente.
—Estás segura de que debo entrar a tu casa no quiero que mis peleas con Saotome molesten a tu familia- dijo controlando el rubor por estar tan cerca de una mujer.
—Sí…- antes de contestarle resbalo por lo mucho que estaba mojado el suelo.
En un rápido movimiento, la agarró evitando la inminente caída, quedaron en una comprometedora postura, mirándose a los ojos, todavía sosteniendo la sombrilla naranja.
En cuanto se recupero del estupor le ayudó a sobreponerse. Sus rostros se ruborizaron.
—Recordé que tengo algo que hacer- dijo repentinamente Ryoga rompiendo el incomodo silencio que se formó éntrelos dos.
—Pensé que querías arreglar tus asuntos con Ranma- El color rojo aún se notaba en la cara de Akane.
—Vendré luego- respondió tratando de ocultar su nerviosismo.
Sin notarlo siquiera le dio un rápido beso en su mejilla.
Akane no lo podía creer, pero el repentino impulso de tener contacto con el chico que acaba de conocer no pudo reprimirlo, apartó la mirada y se preparó por si el muchacho intentaba propasarse, cuál fue su sorpresa al no encontrar a Ryoga, sólo su mochila y su sombrilla tiradas en la calle, mojándose, y junto a estos un lindo lechón negro.
—Eso fue… raro- Se metió a su casa y no notó la triste mirada que le dirigía el lechón.
Un pensamiento rondaba la mente de aquel cerdito.
"Ranma, todo esto es tu culpa".
