EDV: La última gran ciudad
Derion corría desesperadamente a través de las callejuelas del barrio superior, la ciudad estaba bajo asedio, la sombra de los grandes dragones precedía a las llamaradas que arrasaban sin piedad los últimos reductos de resistencia. Había sido un ataque inesperado, una traición, un grave error… y por culpa de ello la localización de la que hasta entonces era llamada Ciudad Oculta ahora era conocida por el enemigo. Por ello Derion, con tan solo quince años se veía obligado a correr en busca de su padre para tratar de escapar de ese infierno de piedra blanca.
-¡Derion!- Gritó la voz de su padre -¡Por aquí!
El hombre le alcanzó y ambos corrieron sin tregua cuesta arriba, siempre hacia arriba, en busca de la última vía de escape.
-Escúchame bien Derion, los dragones son los únicos que podrán sacarte de aquí. El enemigo no sabe que los tenemos y por ello, seguramente puedas pasar desapercibido entre los suyos mientras te alejas de la ciudad.
-¿Pero y tú padre?
-Yo te seguiré más tarde. Soy de la guardia nocturna, lo sabes. Un guerrero que ha jurado defender a su ciudad por encima de todo y no puedo abandonar ahora. Lo entiendes ¿verdad?
-Si…- Murmuró con un hilo de voz.
-Buen chico…
Finalmente habían alcanzado la parte más alta de la ciudad y se internaban ahora en un gran edificio circular, con techos de cristal y verdes suelos sobre los que descansaban tendidos tres blancos dragones.
-¿Por qué no enviamos a nuestros dragones a luchar padre?- Se aferró Derion en un último intento por creer en la supervivencia de la ciudadela.
-No están preparados para ello… han pasado toda su vida aquí encerrados y no aguantarían ni un minuto frente a los del enemigo. Ahora sube hijo mío, sube y vuela lejos de aquí.
-Padre…- Balbuceó suplicante agarrándose a las escamas en la espalda de la criatura alada. -Por favor… ¡¡Vuelve!!
Pero el viento se llevó sus palabras mientras la majestuosa criatura rompía en mil pedazos la cúpula y escapaba hacia su libertad. Ambos, niño y bestia volaron a gran velocidad, surcando los cielos y cruzando sobre el enemigo, pero Derion ya no veía nada, las lágrimas empañaban sus ojos. Finalmente el dragón se detuvo, Derion descendió y observó como se encontraban sobre un pequeño saliente en una de las grandes montañas que ocultaban aquella maravillosa ciudad, la urbe que durante tantos años había estado oculta de todo y que ahora ardía cruelmente, la ciudad de Gondolin.
El chico se dejó caer sobre la roca y miro al dragón mientras una lágrima bajaba por su rostro. La bestia respiraba tranquila, ajena a todo y absorta en las nubes que surcaban el cielo, Derion sintió la necesidad de imitarle y por un momento logró liberarse de la pesada carga que aguantaba por dentro. Finalmente estaba a salvo.
