Rose caminaba por los pasillos de Hogwarts terminando de realizar la ronda de aquella noche. Su compañero de casa le había pedido que le cubriera esta noche, que él tenía asuntos pendientes que no podía dejar de lado.

Rose, como buena Ravenclaw que era, había querido pensar que a su compañero le había quedado alguna tarea pendiente. Sin embargo, siempre pecaba en pensar mal de las personas porque como decía el dicho, siempre acertaba. ¡No era posible que en la primera semana de clases del curso ya tuviera tareas atrasadas!

Rose comenzó a juguetear con uno de sus rizos mientras miraba distraída como las personas de los retratos dormían plácidamente. Probablemente su compañero estaría con esa otra chica de su casa besuqueándose por la parte del castillo que no estaba siendo vigilada. Y ella ahí, queriéndose ir a dormir de una maldita vez.

Aunque disfrutaba del privilegio de poder pasear por los pasillos sin que eso la perjudicara a ella o a los puntos de su casa, este curso, el último que le quedaba en Hogwarts, era una tarea más bien tediosa.

Tediosa porque al contrario que el año pasado, no tenía con quien escaparse para meterse en un armario lleno de escobas raídas y viejas. Sintió como sus ojos se empañaban pensando en el que había sido su novio, Dave Thomas. Aunque un novio no era necesario para pasarlo bien, le había hecho bastante daño.

Dave había sido su novio desde finales de quinto curso. Él la respetaba, quería y mimaba pero siempre le dejaba el espacio que ella tanto apreciaba. Dave había sido el novio perfecto hasta que había llegado el día de su graduación y con palabras nada bonitas, le había dicho que ya no la necesitaba. Que mientras ella siguiera en Hogwarts, habría fuera chicas más que dispuestas a estar con él.

Rose se había hundido completamente. Se había sentido como una tonta, un juguete que Dave había utilizado para pasar el rato mientras su tiempo en Hogwarts se agotaba. Una lágrima cayó por su mejilla manchando su túnica. Aunque de cara a su familia ya no se mostrara triste, era cuando estaba sola que comenzaba a comerse la cabeza con ese idiota.

Comenzó a tararear un canción para evadirse. Sabía que así lo único que conseguiría era alertar a los alumnos que anduvieran por las cercanías fuera del toque de queda, pero le daba igual. Había hablado con McGonagall para que la revocara del puesto de prefecta pera la anciana mujer había hecho oídos sordos a su petición.

Sabía que todos confiaban en ella pero no tenía ganas de hacer nada. Ponerse así por un ex novio era algo típico de su edad pero es que tampoco se veía mentalizada para salir al mundo real dentro de unos meses cuando tuviera que escoger que quería hacer con su carrera.

Giró en la esquina, el viento que soplaba en ese pasillo lleno de arcos hizo que la pelirroja tuviera que meter las manos en sus bolsillos. No le gustaba para nada el frío, si tan solo hubiera una estufa portátil que llevar en su bolsillo, ella sería la chica más feliz del mundo.

El reloj de la torre de Astronomía sonó retumbando en su pecho, ya era la medianoche por lo que podría volver a su sala común. Rose sonrió. Ya podía imaginarse dentro de sus sábanas color azul cielo dejando que sus rizos descansaran sobre la almohada. Aunque a la mañana siguiente se despertara con la boca llena de pelos como si fuera su gato.

Aligeró el paso, llegando al recibidor del Gran Comedor. Estaba tan cerca de ser libre que ya se estaba visualizando con su pijama de franela. Sin embargo, cuando giró en la última esquina, vio como una figura se paseaba tranquilamente por el centro del pasillo, como si él —Rose, a pesar de no llevar las gafas puestas, podía adivinar que era un chico por su estatura y espaldas— fuera dueño y señor del castillo.

La luz proveniente del exterior iluminó brevemente al desconocido y Rose quiso maldecir su suerte. Por supuesto que, de entre todas las personas que podía encontrarse merodeando por los pasillos, el destino había querido cruzarla con el bicho raro de Scorpius Malfoy.

Su larga melena rubia brilló de nuevo cuando la luz volvió a caer sobre ella, a excepción de ese mechón que el chico en un acto de estúpida rebeldía llevaba teñido de castaño para recordar a Regulus Black, su héroe de guerra.

Rose bufó más alto de lo que le hubiera gustado pero esperaba que el rubio no la hubiera escuchado. Comenzó a andar detrás de él dado que les separaba bastante distancia y dudaba que el compañero de casa de Albus la pudiera escuchar desde tan lejos.

Caminó de puntillas, como si fuera ella la que estuviera haciendo algo mal. Sin darse cuenta, su varita cayó del bolsillo de la capa haciendo un ruido sordo contra el suelo. Scorpius se paró girando su cabeza pero sin llegar a verla. Rose aguantó la respiración hasta que el chico reanudó la marcha.

Las piernas de Rose no eran tan largas como las del rubio y casi le perdía de vista, por lo que, queriendo saber a donde se dirigía el chico, aceleró el paso hasta llegar a las escaleras que llevaban al vestíbulo del Gran Comedor. Scorpius estaba quieto al pie de las mismas, casi como si estuviera esperándola.

—Voy a salir a fumar al lago, si quieres quitarme puntos por estar fuera de mi sala común, aprovecha ahora. En cuanto salga por esa puerta, me esconderé entre las sombras y ahí no podrás encontrarme, Weasley.

Rose rodó los ojos desde su escondite mostrándose finalmente ante el rubio. No había sido tan silenciosa como ella creía, todo su sigilo no había servido de nada. Scorpius Malfoy continuaba de espaldas a ella pero cuando se giró, sonreía. Rose pensaba que el chico no era capaz de sonreír, ya que su carácter siempre había sido taciturno, como si el resto de la gente le molestara. Scorpius Malfoy parecía hasta casi amigable, sería porque de noche, todos los gatos son pardos. Rose habló cuando bajaba los últimos escalones.

—Que conste que no te estaba siguiendo, iba ya hacia mi cuarto porque había terminado mi ronda cuando te encontré paseando.

—Bueno, alguna vez tenían que pillarme. Me alegro de que al menos hayas sido tú, Weasley. Llega a ser el alcornoque de Lorcan Scamander y hubiera acabado en la enfermería.

—Lorcan no utiliza la violencia, no al menos que yo sepa.

—Oh, claro. No me has entendido, quería decir que él sería quien hubiera acabado en la enfermería por culpa de uno de mis hechizos. Formulé mal la frase, perdona.

Rose le miró con duda. Era la primera vez que escuchaba la voz del chico sin estar compartiendo una clase. Movió sus hombros porque tampoco sabía que decirle.

—¿Te ha comido la lengua la gata de Filch? Si vas a quitarme puntos, hazlo ya. Tengo cosas más importantes que hacer.

Rose titubeó. No podía dejar que nadie saliera del castillo, por muy empeñado que estuviera el rubio en salir por la puerta.

—No te voy a quitar puntos.

—Vaya, quien diría que serías tan generosa. Entonces, me temo que nuestra pequeña charla ha llegado a su fin. Buenas noches, Weasley.

Scorpius se despidió con un asentimiento de cabeza girándose de nuevo. Rose dio dos pasos que retumbaron en el vacío vestíbulo colocándose delante de él impidiéndole el paso.

—Pero tampoco voy a dejar que salgas fuera, tienes que ir a tu Sala Común.

—Weasley, no me jodas. Déjame salir a fumar un cigarrillo, solo uno. Por mí como si te quedas aquí esperando a que vuelva a entrar.

—Fumar es una actividad prohibida por la normativa de Hogwarts.

—Hay tantas cosas prohibidas en esa normativa. Por ejemplo, esa capa que llevas, está prohibidas. El director Dippet las prohibió después de un pequeño incidente con un alumno y una criaturas mágicas que producían fuego pero nadie lo sabía.

—¿Dónde has leído eso? No lo sabía...

—Me lo he inventado pero ¿A qué he sonado creíble?

—Imbécil.

Rose hizo un mohín. Siempre le gustaba descubrir cosas nuevas y se había llegado a emocionar con ese nuevo dato. Scorpius era un rematado idiota, esta vez no se mordió la lengua.

—Para una vez que hablas con alguien que no sea Alexander Nott podrías ser más amable. Venga, quiero verte bajar las escaleras para ir a Slyhterin o si no, sí que te quitaré puntos.

Scorpius se peinó las cejas mientras suspiraba. Rose se fijó por primera vez que llevaba un cigarro entre los dedos y un mechero.

—Mira, soy como soy. Dado que parece que no te vas a ir de aquí, te propongo lo siguiente. Continúas tu ruta de vigilancia por los terrenos de Hogwarts mientras yo me relajo envenenándome a tu lado, ¿qué te parece? En cuanto acabe de fumar, te prometo que volvemos dentro.

Rose miró alrededor esperando que apareciese alguien pero eso iba a ser prácticamente imposible. El trato que le proponía Scorpius no era tan malo, si alguien llegara a pillarlos, ella tendría una excusa.

—Además, si según tú tengo que mejorar mi amabilidad, ¿qué mejor que hacerlo continuando esta charla? Venga, sígueme, sé que ahora de lo que menos ganas tienes es de ir a tu cuarto. Te tienta demasiado poder hablar con el misterioso y enigmático de Scorpius Malfoy.

—¿Sabes que resultas muy pretencioso hablando de ti mismo como si fueras un narrador?

—¿Sabes que utilizar la palabra "pretencioso" te hace parecerlo?

Rose entrecerró los ojos mirándole. ¿Desde cuándo tenía tanta labia el chico Malfoy? Scorpius tenía su mentón apoyado sobre la mano con el cigarrillo y la miraba con una ceja levantada.

—Está bien, saldré contigo. ¡Pero volvemos enseguida!

Rose sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, no sólo porque estuviera incumpliendo las normas sino porque también estaba interactuando con Scorpius Malfoy, a quien su padre le había recomendado no acercarse y quien era prácticamente un paria en el colegio.

Rose no es que fuera especialmente popular pero su apellido traía consigo tener que quedar bien con todo el mundo. Si alguien la veía con Malfoy, probablemente sería el blanco de todas las bromas. Y quizás, si llevaran un par de meses del curso le daría igual pero no quería añadir más drama a su vida en la primera semana.

Salieron fuera del castillo. Su aliento formó una nube de vaho en el aire. Rose no entendía como Scorpius no se estaba muriendo de frío con ese fino traje negro que llevaba puesto.

—Sé que esto te va a sonar extraño, Weasley. Más aún viniendo de mí pero, necesito que me tomes de la mano. Tenemos que bajar unos escalones de roca para llegar a mi guarida.

—¿Tu guarida? ¿Pero, a dónde vamos?

—Ya lo verás, no seas impaciente. ¡Si no hubieras insistido tanto, ya estaríamos los dos en la cama!

Rose se quedó sorprendida ante las palabras que habían salido de los labios de Scorpius. Sentía que se había sonrojado al haber pensado mal pero ¿acaso Scorpius no se había dado cuenta de lo que había dicho? Rose sonrió, una sonrisa genuina.

—Creo que te va a venir bien interactuar con alguien más que con tu ego. ¡Ya van dos veces que te expresas erróneamente!

—¿Qué quieres decir? ¿He dicho algo malo?

—Nada, déjalo. Hay veces que pienso un poco mal.

Rose se fijó en la tímida sonrisa que Scorpius parecía querer esconder.

—Resulta que ahora Rose Weasley tiene una parte pervertida que esconde al resto del mundo. ¡Claro que me he dado cuenta de lo que he dicho! Pero es que, bueno, tú lo has dicho. No interactúo demasiado y cuando lo hago, como esta noche, suelo cagarla bastante. Venga, vamos.

Rose sintió como su mano quedaba aprisionada por la de Scorpius. Tenía las manos suaves aunque frías. Tenía que estar congelándose. Comenzaron a descender por una gruta que estaba bastante cerca del paredón del colegio. Rose nunca se había fijado en que allí hubiera es hueco en la tierra. Caminaron bajo tierra en silencio un rato, sin prisa alguna, hasta que volvieron a salir a la superficie y Rose dejó de sentir el agradable olor a tierra.

—Podíamos a ver dado la vuelta entera al castillo pero este camino es más corto. Hemos cruzado el ala oeste en diagonal.

Scorpius soltó su mano y Rose sintió como la suya se había acostumbrado al contacto. Vio como el rubio trepaba por una roca con vistas al lago. Rose le siguió, no iba a volverse ahora. Estaba realmente oscuro, lo que había dicho Scorpius en el vestíbulo tenía sentido. Apenas podía ver el punto de luz roja del cigarro consumiéndose y la melena de Scorpius brillando ligeramente.

No queriendo resbalar, subió poco a poco hasta sentarse a una distancia prudencial de su extraño acompañante. Scorpius permanecía en silencio, dio un par de caladas más y habló.

—Nunca me imaginé que traería nadie aquí. Menos aún a ti, Weasley. Siéntete afortunada.

Scorpius la miró mientras volvía a colocar el cigarrillo entre sus labios.

—Sé que es meterme en donde no me llaman pero, ¿por qué siempre estás solo?

—Sabía que preguntarías eso. Siéndote sincero, no tengo la menor idea. Pero lo prefiero así, de este modo no le puedo hacer daño a nadie.

—Pero te haces daño a ti mismo. No sé, siempre se te ve tan independiente que da miedo acercarse a ti.

Scorpius la miró, o al menos Rose escuchó como el cuerpo del chico se movía en su dirección.

—¿Me lo dice la chica que se esconde detrás de la Sección Prohibida en la biblioteca?

Rose frunció el ceño. Esa mesa era su guarida, casi como esta roca en la que estaban sentados lo era para Scorpius. ¿Cómo era posible que supiera eso? ¡Ni siquiera Albus lo sabía!

—Nunca te has fijado, supongo que porque llegas sin las gafas puestas. Yo siempre estudio dos mesas por detrás de ti. Siempre lo he hecho, desde primero.

—¿Y cómo puede ser que no te haya visto?

Rose escuchó como Scorpius se reía. El punto de luz rojo volvía a encenderse en la noche y de nuevo, la voz de Scorpius acarició sus oídos.

—Sé como hacerme invisible. Solo me muestro si quiero que me encuentren.

—¿Y hoy has querido que te encontrara yo?

El silencio volvió a cernirse entre ambos. De nuevo el punto rojo. Rose no sabía porqué le había preguntado eso a Scorpius. Eran dos extraños que llevaban recorriendo el mismo camino durante años sin hablarse. Había un amplio mar que les separaba a ambos pero allí estaban, dejando que el frío humedeciera sus huesos mientras los pulmones del chico se llenaban de ese nocivo humo.

—Puede. Quizás estoy harto de estar solo. ¿Y tú, te has perdido hoy a ti misma?

No era capaz de verle la cara a Scorpius por lo que no podía intentar descifrar sus intenciones como hacía con el resto de la gente. No tenía idea de que podía decir, ni siquiera de porqué había accedido a acompañarle.

—Puede. Quizás nunca me haya encontrado. No estoy muy segura de conocerme a mí misma.

—Nadie puede estar seguro de eso. Mi padre siempre me ha dicho que no dejas de descubrirte a ti mismo, que cosas que te veías incapaz de hacer, acabas haciéndolas. Que aquello que creías impensable, puede acabar ocurriendo.

—¿Cómo que tú y yo estemos hablando de existencialismos en plena noche en a saber que parte de Hogwarts?

Rose volvió a escuchar la risa de Scorpius. Tenía que reconocer que era un sonido bonito. ¿Reiría mucho Scorpius cuando estaba con Alexander? Ella sí que se reía cuando estaba con Albus.

—Sí, incluso algo tan increíble como eso. Lástima que en cuanto nos separemos en el vestíbulos, esta bonita coincidencia quedé grabado como un recuerdo más en nuestras mentes. Ya me he acabado el cigarro, si quieres, podemos volver. No estamos ni siquiera cerca y puedo notar como tiemblas. ¿Quieres que baje yo primero para ayudarte, Weasley?

Rose se mordió el labio. Scorpius era un completo desconocido, como también lo era ella para él y sin embargo, se había sentido cómoda con él.

—¿Weasley, sigues ahí? Malfoy llamando a Weasley.

—Eh, ¡sí! Creo que estos no son los mejores zapatos para trepar rocas.

—No creo que no. Pero bueno, si se me estropean, mi madre me enviará otro par. ¿Cómo vas a ayudarme?

—Perdóname el atrevimiento pero, esta es la única manera.

Rose sintió como su trasero se despegaba de la roca y como sus pies flotaron por un segundo en el aire antes de volver a posarse sobre el suelo. Había cerrado los ojos instintivamente y se había sentido liberada a pesar de no saber porqué.

Esta vez Scorpius no le tomó de la mano. Quizás había sido demasiado contacto humano por una noche para el rubio con un mechón castaño. Volvieron a caminar en silencio y Rose sentía que esa sensación de liberación se esfumaba de su ser con cada paso que daba.

Llegaron de nuevo a la tosca escalinata de roca y se colaron en el castillo. Nadie sabría nunca de ese encuentro, a lo sumo el diario que escribía desde pequeña sería el único testigo. Scorpius caminó hasta llegar a las escaleras que llevaban para su cuarto. Rose tenía que tomar el camino contrario.

—Bueno, supongo que nuestros caminos se separan aquí esta noche. Ha sido un placer descubrirte bajo una nueva luz, Rose Weasley.

Rose se sacudió la tierra de sus zapatos con una mano apoyada sobre una columna.

—Querrás decir que ha sido un placer descubrirnos sin ningún tipo de luz. Porque yo solo podía ver tu maldito cigarro.

Scorpius sonrió como queriendo hacer una pregunta pero su semblante cambió rápidamente.

—Bueno, te prometo de veras que para nuestro próximo encuentro llevaré una linterna. Intentaré cuadrar mis escapas con tus rondas de vigilancia. Buenas noches, Weasley.

Rose se quedó sin palabras y para cuando quiso decir algo, el rubio ya había desaparecido escaleras abajo. Se descalzó, sus zapatos habían quedado completamente cubiertos de tierra y no quería que a Filch le diera por seguirla. Subió los escalones de dos en dos. A el raro de Scorpius Malfoy, que quizás no era tan raro, más le valía cumplir su promesa si volvían a encontrarse.