DESTINO Y UNIVERSOS
Loki, descendiente directo de Ymir, el gigante de hielo primigenio, una raza extraordinaria y complicada desde su inicio. Loki era un joven pelirrojo (de tonalidad anaranjada) con ondulaciones y rizos al final, piel pálida y muy pecosa, estatura alta, cuerpo proporcionado, gestos gráciles y gallardos, todo él era hermoso y buena hechura, pero lo más atrayente eran sus increíbles ojos verdes, esos dos luceros esmeraldas que dejaban hipnotizados por su peculiaridad.
Los mundos eran primerizos, sinónimo de exploración para una mente astuta e inquieta como la poseía él; no se quedaría sentado esperando los relatos de otros, por supuesto que no, él mismo tenía que descubrir e investigar todo lo que le interese y más, por si acaso, nunca está de más saber algo que no guste mucho pero sabes que en algún momento será útil.
Caminaba bastante, en estos momentos se encontraba por una llanura rocosa que parecía no tener fin, sólo con alguno que otro árbol con más ramas que hojas, pero tupido de alguna manera y brindaban las pocas sombras que se podían encontrar. Claro sólo a él se le ocurría perder su manto (la única que le quedaba) en ese abismo, que por suerte él no cayó con todo el ventarrón que hubo. Por poco y ve su final. No fue una experiencia agradable. Pero no la necesitaba para cubrirse del sol, pues el calor no le afectaba, como dios del fuego ¿cómo le iba a afectar?, sino para tenderla en el suelo y poder descansar.
Un bufido molesto salió de su boca, por nada del mundo se ensuciaría la ropa para que al día siguiente usara la misma vestimenta y proseguir su camino. No claro que no, podría ser un nómade pero jamás un indigente.
Su estómago gruñó exigiendo alimento, fue un sonido fuerte que hasta él mismo se sobresaltó –qué vergüenza, si alguien me escucharía dijeran que soy un muerto de hambre- y es que estaba delgado para el colmo.
Divisó un árbol más o menos grande y se sentó un rato en su base. Se acomodó lo mejor que pudo y empezó a escribir el camino que anduvo y lo que vio. No pasó mucho tiempo para que empezara a cabecear, pero el dolor de estómago producido por el hambre lo mantenía fastidiosamente despierto.
-¡Aaargh, es que no hay comida cerca por aquí!- gritó irritado y se sintió estúpido por regañar a su estómago. –genial, ahora hablo con mis propios órganos-. Barrió el paisaje agreste con sus bellos ojos, pero no pudo ver más lejos porque empezaba a atardecer y antes de que la noche le cayera en ese lugar polvoriento mejor caminaba y encontraba un lugar adecuado para dormir, aunque sus pies ya le dolían y sus pasos se volvían más torpes.
Cuando ya todo era oscuro, aún no ubicaba un sitio para descansar, sin embargo ya había salido de ese inhóspito paraje y la temperatura descendió.
Ahora sí que no podía ignorar su hambruna, su cansancio, su creciente mal humor; y al pasar por un pequeño riachuelo para beber y calmar su sed, fue consciente de su aspecto al reflejarse en el agua. Se veía flaco, algo ojeroso y para su desagrado, sucio. No era una imagen de alegría.
Observó detenidamente el lugar en el que se encontraba y por los sonidos a lo lejos, podía decir que había un pueblo cerca de allí. Tomó toda el agua que le era necesario y se aseó un poco. Debía llegar al pueblo y conseguir posada y de una vez por todas, dormir. Y así lo hizo.
A la mañana siguiente despertó tarde, se desperezó y arregló. Este día saldría a comprar cosas que le faltaban, como ropa y comida para llevar en su exploración.
Salió del cuarto y se despidió del hospedero.
-Gracias por su servicio, tome el pago por las mantas que me dio- dijo sacando el dinero y dejándolo en el mostrador –no hay de qué joven, cuando guste vuelva-le respondió amablemente el hospedero –y buena suerte en su viaje, aunque tal vez ya no continúe por mucho tiempo- le dijo tranquilamente.
-A qué se refiere- Loki le preguntó con intriga.
-Me refiero a que usted ha causado gran sensación en el pueblo, dese una vuelta y lo comprobará-.
-No creo que me quede más tiempo, sólo voy a abastecerme-.
El señor se rió y negó con la cabeza –sólo vaya joven-.
Loki lo miró extraño y también a los trabajadores del lugar.
-No quiero que los trabajadores de este lugar dejen su trabajo por deleitar sus ojos con algo exótico y efímero en sus vidas- pronunció mirando a sus trabajadores que estaban detenidos observando a Loki.
Loki sin más se dio media vuelta y salió rápido de aquel hospedaje, no quería ser blanco de miradas indiscretas a su parecer. Y es que él consideraba indiscreto que uno se quede viendo por mucho tiempo a alguien, causando incomodidad al observado, en este caso, él; mas no era consciente que esas miradas estaban cargadas de algo más que sólo ver algo nuevo y dejarlo pasar, sino que se embelesaban por su apariencia, tan peculiar y atrayente. No cabe decir que causaba esos efectos tanto en mujeres y uno que otro hombre.
Al comprar sus cosas, no pudo evitar sentirse desnudo a la mirada de algunos, que sin vergüenza se le quedaban viendo indiscretamente. Aunque muchos eran amables.
-Pero que hermoso joven, escoja una fruta de regalo, es para que en sus viajes se acuerde de este pueblo y su gente- le ofreció una mujer entrada en años.
-Este manto le sienta mejor con su color de cabello- le dijo otra mujer joven que le mostraba mantos en muchas gamas de colores.
-La buena bebida fortalece el cuerpo y da energía- le ofreció un sujeto que sostenía en su mano una garrafa de licor.
-Muchas gracias, pero no viajo ebrio- respondió, ganándose la risa escandalosa del hombre, Loki lo miró y decidió alejarse rápido. No se sentía bien siendo el centro de atención de tanta gente, mucho más si era desconocida. Vamos, tampoco es que sea popular así como así.
El reconocimiento se ganaba haciendo cosas extraordinarias o escandalosas a su parecer.
Hasta ahora él había sido muy discreto en su vida, aunque le gustaba las bromas y se aburría rápidamente. Su mente despierta era siempre un caldo de ideas y deseos. No tardaba en hacer realidad lo que su mente producía.
Nuevamente emprendió su viaje y pasó por varios paisajes encantadores y otros no tanto.
Pararon años y al sentirse algo cansado de viajar, decidió instalarse en una valle fértil, construyó su casa cerca de un riachuelo. Era una casa cómoda, no muy grande, pero sí con el suficiente espacio para recrearse dentro con algún invento u objeto que consiguiera, especialmente libros.
A veces pasaba días leyendo, sin percatarse de otras cosas, tan absorto en su lectura que nada lo interrumpía.
En fin, vivía sólo y tranquilo. Si, una vida buena.
De vez en cuando realizaba viajes cortos a pueblos cercanos a conseguir más libros. Le causaban gran interés los de magia, que se dio cuenta, tenía una habilidad innata para aprender y manejarla. Le gustaba y lo hacía feliz.
Poco a poco iba ganándose la fama de hechicero y bromista, podía curar, crear, trasformar y manipular cosas y materias a su antojo. Su habilidad natural de cambiaformas le ayudaba bastante cuando quería trasladarse de un lugar a otro y hacer jugarretas a incautos por allí, le causaba gran entretenimiento.
Éste día en particular se sentía muy aburrido, ya leídos todos los libros que trajo, no tenía nada más que hacer. Se encontraba despatarrado en el suelo de su patio, mirando el cielo.
-Tal vez es hora de otra excursión por allí- habló al aire.
Se levantó, cogió un morral y lo llenó de las cosas que consideraba suficientes, como un manto, agua, pan, queso y libros ligeros.
-No estaría mal las montañas esta ocasión- sonrió.
Aseguró su casa y se ubicó en un espacio libre. Poco a poco plumas negras brillantes cubrieron gran parte de su cuerpo y sus brazos se convirtieron en grandes alas, pero manteniendo su forma humana. Ahora el cabello lo tenía largo hasta los omóplatos y al volar parecía la llama de una vela.
Le gustaba sentir el viento en su cuerpo, desde arriba tenía una vista panorámica del valle en el que vivía. La zona donde estaba su casa, era rodeada por frondosos árboles frutales, así que la comida nunca le faltaba; el riachuelo de aguas muy limpias y cristalinas proporcionaba sustento diario. La mayor parte del tiempo era vegetariano, pero consumía carne si se le presentaba la ocasión y no lo desperdiciaba.
Comida es comida.
No se imaginó estar en esta situación, volando y sobresaltándose por cada trueno de una tormenta que se avecinada.
Un trueno en especial, sonó tan fuerte que gritó del susto.
Con los ojos muy abiertos, voló a toda velocidad para pasar las grandes nubes negras, no le gustaba para nada temerles a los truenos.
-¡AAAHH!- gritó espantado por un rayo que apareció muy cerca suyo, de por sí, erizándolo de miedo y de estática. No quería pensar en lo ridículo que se veía, pero no le importó mucho, sólo quería salir rápido de esa zona.
Descendía a un lugar más seguro y un tanto alejado de la tormenta que aún no caía. De lejos parecía una esponja negra con una pelusa roja cayendo. Tan pronto tocó el suelo corrió a una cueva a protegerse de la lluvia torrencial que se avecinaba, y no tardó en precipitarse fuerte.
-No es el lugar más cómodo pero peor es afuera- murmuró adentrándose más y acurrucándose en un rincón.
Pasó los siguientes dos días atrapado en la cueva.
-¿Es que se murió alguien especial para que los cielos lloren tanto?- espetó rodando los ojos.
-Si fuera por mí, nadie lloraría tanto- dijo aburrido, eso lo llevó a pensar en su vida. La mayor parte de sus recuerdos, él estaba sólo y no porque su familia no lo quisieran, sino que cada uno buscaba una aventura que vivir y se alejaban.
Teniendo la edad suficiente, él también salió y no regresó; estaba seguro que todos ellos vivían la vida que eligieron y no era molestia para nadie. Echaban alas rápido, y él, literalmente… si, así se fue de casa.
Otra vez tenía hambre, se acabó su pan, su queso y su agua. Los libros ya los leyó y releyó… y la lluvia se calmaba lento, muy lento.
-Mmm-
-Mmmmm-
-Mmmmdjbaigs-
-¡Qué irritanteeeeeee!-
Apretaba la mandíbula de cólera, cómo era posible que él, se quedara en esa cueva sin poder salir.
-Mmmm-
Hizo una fogata con sólo soplar un poco y con la ayuda de su magia, la llama se mantuvo flotante e inextinguible hasta que quisiera. Tenía que distraerse con algo en ese pequeño lugar.
El día siguiente amaneció despejado y la luz lo despertó. El reflejo de los charcos iluminaba su rostro y le daban un aspecto etéreo.
Se estiró algo tosco y se levantó, listo para marcharse y llenar su estómago.
Caminó mucho, comiendo frutos y semillas que encontraba en el camino. Sus vestimentas lucían algo arrugadas, los zapatos embarrados y su morral desgastado por el polvo de la cueva.
-Me veo andrajoso, pero sé cómo arreglarlo- y recitando un hechizo quedó limpio como le gustaba.
La tierra se iba secando y él caminaba feliz. Tarareaba una canción que escuchó en algún lugar. Loki era muy cercano a los animales, más bien se podría decir que tenía una facilidad grande de ganarse su confianza. Por eso la mayoría de sus transformaciones eran de animales.
Pero no significaba que se la pasaba cantando, coreando con los pajaritos cual princesa y soñando con un amor. Para nada.
Mientras caminaba, recordaba las historias de los antepasados, tenía una memoria excelente, guardaba cada detalle y las analizaba cuidadosamente. Era una biblioteca andante de todo lo que conocía y se sentía orgulloso por eso. No cualquiera poseía una memoria como la de él.
Alzó las cejas y su rostro tomó una expresión de "lo sé, lo sé" para él mismo. Le causó gracia lo que pensaba de sí. Sólo era alguien viajero, aventurero, pícaro, devorador de libros, bromista, estudioso y le faltaba más que agregar. Estaba seguro que siempre habría algo por ahí que le fascinara y aprender cosas nuevas era una de sus actividades favoritas.
Una punzada en el estómago era la clara advertencia de que su cuerpo ya no podría resistir sin comer mucho más tiempo sin comida, y tenía que buscar algo.
De pronto percibió el ligero aroma de algo asándose y claramente era carne. Su boca inmediatamente empezó a salivar, olía delicioso, y él sustentándose en la cueva con pan y queso por dos días (de una ración para medio día). Buscó rápidamente la dirección de la fuente del olor.
Desesperado apartó ramas, arbustos, saltó piedras hasta que lo encontró. Era una fogata y alrededor equipaje pesado. Los dueños de esas cosas evidentemente estaban en un largo viaje; pero nadie se encontraba en ese momento allí y la carne asándose era un corazón que estaba medio crudo. No lo pensó mucho, tenía tanta hambre que sacó el corazón de la estaca y se lo devoró sin pausa.
Y milagrosamente, ese corazón lo llenó como si hubiera comido un gran banquete, fue delicioso. Y antes de que los dueños del equipaje regresaran mejor se alejó. No quería tener que dar explicaciones de la desaparición de su asado.
Corrió un poco y se alejó lo suficiente, tranquilo y con la barriga llena… hasta que…
Se palpó el estómago al sentir una sensación extraña, como una energía que fluía de todo su cuerpo para arremolinarse en ese punto, y fue más extraño al sentir esa energía descender un poco más al sur, justo en el bajo vientre. Sus manos que aún estaban sobre su estómago bajaron sin despegarse de su cuerpo hasta ubicarse en el punto de energía.
Y es allí cuando lo supo, en ese lugar de su cuerpo se instaló una energía vital, propia de un ser vivo. Abrió la boca y los ojos en shock.
-No puede ser- fue lo único que logró articular, con las manos temblorosas sujetándose.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH!- se escuchó en toda la extensión de la montaña.
