"Harry observó los cuerpos tendidos junto a Fred. Remus y Tonks, pálidos, quietos y con una mirada de paz, parecían dormir bajo el negro cielo encantado.

El Gran Comedor parecía alejarse volando, hacerse más pequeño, encogerse, mientras Harry se alejaba rápidamente del umbral. No podía respirar. No podía soportar mirar los otros cadáveres para ver quienes más habían muerto por él. No podía soportar el estar con los Weasleys, no podía mirarlos a los ojos sabiendo que de haberse rendido de inmediato, Fred nunca hubiese muerto.

Dio media vuelta y corrió hacia la escalera de mármol. Lupin, Tonks… Anhelaba no sentir… deseaba poder arrancarse el corazón, el estómago, todo lo que gritaba dentro de él."

Se removió con el corazón inquieto y los ojos fuertemente cerrados. Un grito ahogado de desesperación salió de su boca, aclamando por ayuda.

"Harry volvió a ponerse la Capa y echó a andar. Alguien se movía no muy lejos, deteniéndose sobre otra figura tendida en los campos. Estaba a sólo unos metros de ella cuando se dio cuenta de que era Ginny.

Se detuvo. Ella se estaba inclinando sobre una chica que susurraba llamando a su madre.

-Tranquila -decía Ginny-. Todo va bien. Vamos a llevarte dentro.

-Pero quiero ir a casa -susurró la chica-. ¡Ya no quiero luchar más!

-Lo sé -dijo Ginny, y su voz se quebró-. Todo va a ir bien.

Olas de frío corrieron por su piel. Quería gritar a la noche, quería que Ginny supiera que él estaba allí, quería que ella supiera dónde iba. Quería que le detuvieran, que le sujetaran, que le arrastraran de vuelta a casa..."

Harry despertó de golpe bañado en sudor. Su corazón latía desbocado y tenía la respiración agitada. Cerró los ojos con fuerza intentando deshacerse de las imágenes en su cabeza y por un momento temió lo peor, que seguía ahí, en medio de la guerra... pero ese sentimiento de miedo se fue tan rápido como llegó para ser reemplazado por el dolor.

Pasó su mano derecha por su rostro y su pelo llevando con aquel movimiento unas gotas de transpiración. Miró el techo de aquel lugar que conocía tan bien y un sentimiento de melancolía y culpa se apoderó de él. Se sentó en la cama, molesto, agitado, culpable. No estaba seguro si quería seguir en esa realidad o volver a despertar en la carpa en medio del bosque escondiéndose de los carroñeros.

Un leve ronquido proveniente de la otra cama lo hizo lamentarse de no haber tomado la poción para dormir aquella noche. Ya no recordaba hacía cuánto que no dormía. Lo que sí recordaba a la perfección era cuándo habían comenzado sus pesadillas.

Aquél fatídico día, después de haber salido victorioso en su lucha contra Voldemort, había dormido tan solo un par de horas gracias a su agotamiento y dolor corporal. Tres horas le bastaron para empezar a soñar. Estaba indignado, molesto por no poder dormir... ¡por fin había logrado vencer y sin embargo no podía descansar en paz por unas cuantas horas! La vida le estaba jugando una mala pasada otra vez. Cada vez que lograba conciliar algo de sueño, se veía transportado a alguna parte dentro de los seis meses pasados. El bosque, gringots, el dragón, todo lo perseguía. La guerra que acababa de terminar se había trasladado en realidad a su cabeza, librando una pelea entre el alivio, la culpa, la tristeza, las ganas de festejar... todo se arremolinaba y enredaba en una intensa lucha por ver qué parte salía victoriosa. Y por el momento le ganaba la culpa, pues los rostros de aquellos que habían caído desfilaban una y otra vez por su cabeza.

Desde entonces sus noche se vieron interrumpidas por repetidas pesadillas y momentos de su pasado que se aferraban con fuerza a él para no dejarlo avanzar.

Tomó sus anteojos de la mesita de luz que se encontraba al lado de su cama. Las tres de la madrugada. Una hora y media había pasado desde que se había despertado de otra pesadilla. Sabía que no iba a poder dormir el resto de la noche por lo que se le levantó y soltó un largo suspiro.

-Tendría que haber accedido a la poción para dormir que me ofreció Hermione- murmuró lamentándose en su fuero interno mientras en la otra cama los ronquidos se interrumpían y volvían a empezar.

Sabía que Ron también libraba su propia lucha contra las pesadillas, pero él había aceptado de buena gana comenzar a dormir gracias a la ayuda de la poción que preparaba Hermione. Harry se lamentó de su testarudez, por más que no pudiera dormir sabía que no iba a aceptar tomar nunca la poción. Tomaba sus noches en vela, sus pesadillas y todo aquello que vivía como una especie de castigo por las vidas que se habían perdido por su culpa. Hacía dos meses que no dormía una noche completa. Dos meses en que sus noches estaban plagadas de pesadillas y la imposibilidad de dormir se reflejaba en las profundas ojeras moradas debajo de sus ojos. Todos en la casa Weasley habían intentado animarse unos a otros, incluido él mismo, pero la ausencia de Fred se notaba a leguas a pesar de el insistente actitud de George por fingir estar bien y devolver la alegría a la casa alegando que así lo habría querido Fred. "Fred está cuidando de mi oreja, claro está" decía constantemente George, pero todos sabían que era un chiste en vano, que no tenía ni pies ni cabeza.

Harry salió de la habitación que compartía con Ron con cautela y bajó las escaleras. Se detuvo un momento en el rellano del tercer piso mirando hacia la puerta de la habitación de Ginny. Quería entrar, verla. Quería simplemente estar a su lado. Con un impulso repentino se acercó a la puerta dispuesto a golpear sin importarle que Hermione también se encontrara durmiendo en la misma habitación. Soltó un suspiro, hizo un ademán con la cabeza, volvió sobre sus pasos y continuó bajando las escaleras hasta llegar al sillón en frente de la chimenea. Al lado del sillón había un libro que estaba leyendo para entrar a la academia de Aurores y que tomaba cada noche cuando su insomnio se hacía presente. Ya había tomado la decisión de no volver a Hogwarts... no podía, no después de toda la masacre que había sucedido allí y por lo menos aquél libro lo preparaba para un prometedor futuro como auror, ya que escaseaban de ellos.

Media hora había pasado aproximadamente desde que había comenzado a leer cuando escuchó un ruido proveniente de la escalera. Harry pegó un salto en el sillón e hizo el ademán de tomar su varita para darse cuenta que no la llevaba consigo. Le tomó un minuto calmarse y recordar que se encontraba en la Madriguera, que ya no había peligro alguno y que lo más probable es que fuera un Weasley quien bajaba por las escaleras, alguien que como él no podía conciliar el sueño.

-¿Harry?- la voz suave y ronca de Ginny resonó al pie de las escaleras.

Harry fue a su encuentro y le sonrió con pena.

-¿Te desperté? -ella negó con su cabeza devolviéndole la sonrisa- ¿Qué haces aquí? ¿No puedes dormir?

-Lo mismo te preguntaría a ti, pero ya se la respuesta. ¿Qué estabas haciendo?

Ginny se dirigió a la cocina restregándose los ojos con Harry caminando detrás. Harry sabía que ella, como él, tenía noches sin dormir, pero jamás la había visto deambulando por la casa.

-Leía un poco, para pasar el tiempo...

-Ya te estás pareciendo a Hermione, que lo único que hacen para pasar el tiempo es leer -soltó una risa silenciosa y carente de diversión-. Aunque, a decir verdad, lo que menos hace este mes es leer. Se la pasa tanto tiempo con Ron haciendo... -hizo un gesto con las manos entrelazando sus dedos junto con una mueca en sus labios-, que ya me están causando un subidón de azúcar.

Harry sonrió, una sonrisa sincera y verdadera para ese momento.

-Alguien tiene que ocupar el lugar que Hermione está dejando libre, supongo.

Ginny se acercó hacia la mesada de la cocina y tomó un plato, dos tenedores y un cuchillo.

-¿Te despertaste con hambre?

-Algo así... hay tarta de melaza, ¿quieres?

Un brillo particular iluminó los ojos de Harry, algo que hizo reír a Ginny. Sirvió una porción de tarta grande en el plato y se sentó a la mesa invitando a Harry a su lado con un gesto de la cabeza. Comieron en silencio, saboreando cada pedazo de tarta y su mutua compañía. La verdad era que después de la guerra no habían tenido una charla muy profunda acerca de sus sentimientos o de sus intenciones, pues ninguno creía que fuera necesaria. Harry se había ubicado a su lado en el funeral en Hogwarts, ella le tomó la mano y fue lo único que necesitaron para saber que volverían a estar juntos. Harry le había contado parte de lo que habían hecho esos meses y cada día que pasaba procuraba contarle un pedazo más. Lo que le gustaba de tenerla a su lado era que ella no insistía, simplemente lo dejaba hablar cuando sabía que podía hablar y hacía las preguntas adecuadas en el momento adecuado sin tener la necesidad de indagar más. Harry, por su lado, se dedicó a estar cerca y a consolarla cuando lo necesitara, aunque a decir verdad era ella quien más lo consolaba y cuidaba.

-¡Estuvo deliciosa!

-¿En serio? -Ginny sonrió ampliamente con orgullo- Es la primera vez que la hago, ¿de verdad te gustó?

-¿Que la hiciste tu? ¿en verdad? ¡Ginny, te salió espectacular! Pensé que era tu mamá quien la había hecho -Harry le tomó la mano sonriente-. Realmente estuvo deliciosa. - besó su mejilla con ternura, una que solo ella sabía despertarle-. Gracias.

-Ven- Ginny lo tomó de la mano dirigiéndose al sillón-, te acompaño un rato en tu... hmm suena raro decirlo, pero en tu lectura.

Harry soltó una risa silenciosa y se sentó a su lado sintiendo su corazón bailar de alegría y a su estómago con una revolución de mariposas.

Ginny dejó que Harry apoyara la cabeza en sus piernas y le acarició la cabeza jugando con algunos mechones de su desordenado cabello negro. Harry, en un vano intento de poner atención al libro, terminó dejándolo de lado y miró a su querida pelirroja agradeciendo en lo más profundo de su interior por tener la suerte de tenerla a su lado. Harry a veces pensaba en su fuero interno, y eso es algo que no compartía con nadie, que después de tanto mal que había habido en su vida y toda la infancia que le había sido arrebatada, aquello era lo mínimo que podía tener... es decir, un poco de amor en su vida era su recompensa. Luego la culpa por ser egoísta lo atormentaba y terminaba alejando esos pensamientos agradeciendo con el alma que fuera Ginny quien le brindara ese amor que creía no debería merecer por ser el causante de tantas muertes. Que los Weasley fuera la familia que lo iba a acompañar el resto de su vida era un plus mayor y lo mejor que podría haber pedido para esa vida, sobre todo a sabiendas que todos aceptaban su relación aunque ninguno hubiera aclarado que fueran pareja. Simplemente los dejaban en su silencio y en su burbuja así como a Ron y Hermione. Aunque, a decir verdad, Ron había gritado a los cuatro vientos que Hermione era su novia y cada vez que podía lo volvía a repetir.

Ninguno se dio cuenta de cuándo fue que se quedaron dormidos en el sofá, pero aquella noche fue la primera vez después de mucho tiempo en que Harry había dormido sin pesadillas, al menos por unas cuantas horas.

Esa misma mañana Molly Weasley fue la primera en despertar. Los ojos un poco hinchados, el corazón todavía roto en pedazos desde la perdida de Fred y el cansancio reflejado en sus ojos eran las características que la definían en ese tiempo. Al bajar las escaleras e ir hacia la cocina para comenzar con el desayuno grata fue su sorpresa de ver a su hija y a Harry completamente dormidos en el sillón. Sonrió con ternura al verlos. Ginny dormía recostada contra el respaldo del sillón y sus piernas estaban estiradas sobre una mesita ratona. La cabeza le caía hacia un costado y llevaba los lentes de Harry colgando en el cuello de la remera que usaba para dormir. Harry, por su parte, tenía la cabeza apoyada sobre el regazo de Ginny, dormía boca arriba y las piernas le sobresalían por sobre el apoyabrazos. Ambos dormían un poco incómodos en aquel sillón de dos cuerpos, pero el detalle de color y el que despertó la ternura de Molly era ver las manos entrelazadas de la pareja descansando en el pecho de Harry. Hacía tiempo que no veía a Harry con tanta paz reflejada en su rostro pues sabía que el muchacho no podía dormir una noche entera sin tener pesadillas. La vida le había arrebatado un hijo, pero dado otro y que ese otro fuera el que hiciera feliz a su hija, la llenaba de dicha. Decidió dejarlos descansar un poco más y despertarlos antes de que la casa se pusiera en movimiento y sus hijos quisieran amordazar y torturar a Harry.

Ginny se removió un poco incómoda y adolorida en el sillón al escuchar ruido en la cocina. Estaba despertando de lo que había sido unas horas de profundo y reparador sueño. Se detuvo al notar un peso en su pierna izquierda y sonrió recordando lo ocurrido esa madrugada. Miró a Harry que seguía durmiendo en la misma posición en que se había quedado dormido, tenía una expresión serena en su rostro, respiraba pausadamente y tenía aferrada entre las manos la mano izquierda de Ginny. Se dedicó a contemplarlo dormir hasta que abrió los ojos.

-Buenos días- Ginny le acarició la mejilla con un dedo y recorrió la cicatriz de su frente con suavidad-. ¿Pudiste dormir algo?

-Buenos días Ginn -Harry se sentó y estiró un poco acalambrado, pero con una sonrisa en su rostro. Hacía tiempo no dormía unas cuantas horas sin soñar-. Siento como si hubiese dormido una eternidad y...

Un ruido proveniente de la cocina lo hizo interrumpir lo que iba a decir. Miró alarmado a su alrededor, a pesar de no ver con claridad ya que no tenía sus lentes puestos, tomando la mano de Ginny con fuerza en un impulso de protegerla de un peligro inexistente.

-Oh, justo venía a despertarlos -Molly apareció por detrás del sillón con su delantal para cocinar atado a su cintura. Las mejillas de Harry se tornaron de color rojo y carraspeó para aclarar su garganta, mas sin embargo no soltó la mano de su novia. Molly rió silenciosamente-. El desayuno está listo. -, dijo sin más para luego volver a desparecer en la cocina.

Harry se rascó la cabeza con vergüenza agradeciendo y rogando que solo la Sra. Weasley los hubiera visto dormir juntos. Ginny lo miró con diversión y le guiñó un ojo.

-Buen día- repitió dándole un casto beso en los labios y logrando intensificar el color en las mejillas de Harry.

La casa de los Weasley comenzó a llenarse del aroma del desayuno y ruidos provenientes de los pisos superiores. La casa cobraba vida en esa mañana soleada.

A pesar de haber dormido bien la noche anterior, aquella noche le volvía a costar conciliar el sueño recostado en su cama. Sabía que Ron se encontraba en la misma situación que él, puesto que sus ronquidos no se escuchaban en medio de la oscuridad de la habitación. Harry se giró por enecima vez en la cama intentando, en vano, dormir sin pesadillas. Suspiró resignado a volver a dormir un par de horas y volvió a girar.

-Harry, ¡por las barbas de Merlín! ¡Elige una posición y quédate quieto!

La voz exasperada de su amigo lo hizo girar la cabeza hacia donde provenía la voz. Tomó los lentes de la mesita de luz y miró a Ron bajo la poca luz que les brindaba la luna.

-Lo siento Ron, no puedo dormir.

-Ya me di cuenta. Te juro que no te culpo, todos tenemos pesadillas... Lamentablemente Hermione se quedó sin poción para dormir hoy, pero por una vez en tu vida podrías hacernos caso y tomar la bendita poción para dormir una noche entera.

-Ya lo sé... pasa que anoche puede por fin dormir un par de horas y creí que hoy podría volver a hacerlo... se ve que no.

Harry se preguntó por un momento si Ginny tendría algo que ver en su falta de pesadillas de la noche anterior. Quizás en el pastel de melaza había echado algunas gotas de poción...

-Da igual, de todas formas yo tampoco estoy pudiendo dormir hoy. -Harry escuchó a Ron removerse entre las sábanas- ¿Sabes? Hermione me comentó que ya encontró el paradero de sus padres. Pretende salir a buscarlos en una semana y deshacer el hechizo desmemorizante... ¿debería...?

-Deberías acompañarla -Harry terminó la frase de su amigo eliminando cualquier rastro de pregunta para volverla una afirmación.

-¿Tu dices?

-Ron, no creo que sea fácil para Hermione afrontar esto ella sola. Desde que terminó la guerra se dedicó completamente a buscar a sus padres. Dos meses le llevó encontrarlos... dudo mucho que quiera enfrentarse a esta situación sin tu apoyo. Habla con tus padres y acompáñala... no creo que les lleve mucho tiempo.

Ron pareció meditarlo por un momento.

-Sí, puede que tengas razón... Hermione encontró sus padres al sur de París. Quizás sería una buena idea que vengas tu también y puedas salir un poco de la casa y de la depresión que te rodea todo el tiempo. En serio Harry, es bastante deprimente estar a tu lado. No sé cómo Ginny te aguanta.

-¡JA! ¿Estar a mi lado es deprimente? ¡Si casi ni te veo! Tu y Hermione se la pasan besuqueándose por toda la casa y me dices que es deprimente estar conmigo cuando ni te veo. No seas hipócrita Ron.

-Ya, ya, ya -Harry adivinó que su amigo se había puesto tan rojo como su cabello-. De igual forma te hablo en serio. Le voy a decir a Hermione de acompañarla, pero creo que sería una buena idea que vinieras con nosotros.

Harry lo meditó por un segundo. Volver a salir de viaje con sus amigos, aunque fuera por unos días y alejarse de todo lo que le hacía recordar la pérdida de sus seres queridos, no era una mala idea. Además, en esta ocasión y a pesar de ir a buscar a los padres de su amiga castaña para que volvieran a recordarla, no estarían escapando de nada ni de nadie. No estarían corriendo peligro alguno y por si fuera poco, quizás hasta podrían disfrutar un poco de el viaje. Estuvo a punto de responderle afirmativamente a su amigo cuando el rostro de Ginny se le cruzó por la cabeza. ¿Qué diría su novia si le dijera que se volvería a ir aunque fueran pocos días? ¿Podría él tener la voluntad suficiente como para volver a dejarla sola después de este último tiempo y el cariño, el alivio, la calidez, la compasión y el amor que ella le brindaba día a día? No necesitó ni un minuto para dar con la respuesta a aquellas preguntas. Definitivamente estaba perdido sin ella y enamorado, sobre todo enamorado. Ahora que sabía que podía tener un futuro junto a ella, no quería dejarla ni por un segundo. Quería disfrutar de todo aquello de lo cual por un momento pensó que nunca podría vivir.

-Sí, a Ginny también le haría bien venir -la voz de su amigo lo sacó de sus pensamientos, sorprendiéndolo por la afirmación y la seguridad de su voz a la vez que adivinaba sus pensamientos-. Creo que a Hermione le vendría bien algo de compañía femenina para variar.

-¿Tu crees que tus padres nos dejarán? -Harry murmuró mirando al techo, imaginando cómo serían sus vacaciones por primera vez en la vida libre y en otro país. No quería ilusionarse, pero sabía que su cerebro estaba recreando todas las posibilidades habidas y por haber de un merecido descanso.

Ron pareció meditarlo durante un minuto.

-Bueno... a ti y a Hermione no pueden decirles nada. Por otro lado, saben que yo ya soy mayor y que no voy a dejar a Hermione ir sola... y en cuanto a Ginny... bueno, podría encargarme de hacer que le permitan venir... Supongo que con tal de volver para el comienzo de las clases y la academia, estaremos a salvo. De verdad creo que sería una buena idea...

-Veremos que tan buena idea le parece a tus padres.