N/T: Nadie se mueva o saldré herida D: Si entraste al topic porque el summary te parecía interesante, te digo, querido lector, que es más que interesante. Titulo original de la historia es The Green Bench, y está escrito por Camee. Bella historia, intrigante, digna de leer, abrasadora. Te deja con ganas de seguir leyendo, pero ¡oops!, hay que esperar la actualización, lol :) Actualmente la historia lleva cuatro capítulos, pero fueron los mejores capítulos de la historia. Deja un review y prometo traducirlo y hacérselo llegar a la autora. Por cierto, apoyo las cuchilladas – vía review o mp – para que la autora actualice. Léanlo hasta el final. El summary completo lo encuentran abajo. (:

Thanks again, Cammy, for letting me translate your story (: I know, I know... This is so exciting.

N/A: Supongo que esta primera parte no tiene eventos destacables, pero supongo que recién estoy situando la historia, introduciendo. Les prometo que se volverá mucho más interesante :) He tenido esta idea de historia en la cabeza por mucho tiempo, pero he estado muy ocupada como para escribirla. Supongo que comenzaré a subir los capítulos de manera seguida cuando ya tenga escritos algunos, así que por favor, sopórtenme. Gracias por leer y, – tal vez – dejar review.

Summary: Una tormenta se avecina. Bella echa un vistazo por la ventana y se encuentra con una figura alta, encorvada en su banca verde botella favorita, y teme por su seguridad. Ella sólo intentaba ser una buena samaritana, pero todo cambia cuando se pierde en sus problemáticos ojos. Edward/Bella.

Disclaimer: Twilight no me pertenece, la historia tampoco. Sólo adjudico la traducción.

La Banca Verde

Bella se sentó en su larga y blanca ventana salediza mientras observaba su lugar favorito de todo el mundo. Era aún más perfecto, pensó, en este momento del día. El Crepúsculo. El escénico sol con su colección de colores parecía cautivarle, como si de un gran y cálido abrazo de tonalidades rojas, anaranjadas y púrpuras se tratara. Era calmante y la inmensidad e intensidad de ésta le daba la hermosa sensación de insignificancia. Donde quiera que esté, en cualquier lugar; ella siempre sería tan insignificante como una partícula de sal en el océano. Dejándose llevar por el viento, a veces sin propósito alguno, por el vasto océano que era la vida.

Miró la escena que tenía en frente, con una pequeña sonrisa jugueteando en sus labios mientras recordaba y reflexionaba los eventos de ese día. Bella, siendo una persona compleja, siempre sentía la necesidad de ordenar sus pensamientos luego de un largo día; y para ella, el día de hoy había sido mucho más largo que largo. Era como separar los pensamientos en trozos manejables. De esa manera, ella podía repasarlos como si se tratara de documentos en un gabinete; y, por supuesto, trabajarlos hasta encontrar lo que necesitaba para su media felicidad.

Ella siempre había sido así, una pensadora. Bella pensaba sobre nada y todo. A veces era una carga pesada el estar pensando constantemente, pero era así como ella lo quería. De hecho, ella sabía que su mente siempre había trabajado de manera diferente a las de los otros, por lo que le dedicaba todo el corazón. Temía pensar sobre la vida si fuera una de esas simples personas que veía día a día. Vagando por la vida en un apuro, casi volando, de un lado al otro. Nunca defendiéndose a pensar, sentir o absorber lo que los rodea. Nunca teniendo interés por nadar profundamente en sus pensamientos o acciones. Sí, ella temía ser así. Pero no se alarmen, ella – gracias a Dios – ella nunca sería una de esas personas. No era que ella se creía superior, tan sólo… diferente. Ella sabía que tenía sus propios medios de ver el mundo; y también, reconocía que en el mundo las personas eran diferentes y eso le fascinaba. Su abrumante deseo por descubrir lo que era la vida y sus millones de ocupantes le fascinaba puramente.

Bella se podría sentar feliz en un café o librería por horas y pensar y observar a las personas pasar por su camino. Ella no miraba a su inusual hábito como rudo o grosero, era simplemente ella, aunque no lo hacía muy a menudo o muy obviamente ya que al parecer una minoría de gente no le agradaba también. Se dio cuenta de que debería ser intrusito para ellos. La mayoría del tiempo, la gente la ignoraba; siempre lo habían echo y probablemente para siempre.

Bella, después de veinticinco años, ciento setenta y dos días y aproximadamente veinte horas de vida, había llegado a la decepcionante conclusión de que las personas eran predecibles. Esa era una de las principales razones por las que nunca había tenido una cita. Cada hombre que había conocido era eso: simple, predecible, humano. Sólo un cuerpo, con huesos y piel. Ella solía buscar a alguien como ella, alguien que no era tan sólo un cuerpo, sino que poseyera una inteligente y compleja mente bajo ese montón de huesos y piel. Después de todo, ¿no era la mente la parte más insondable parte humana y por lo tanto, la más conveniente? Ella había buscado a una persona que tuviera muchas interesantes e impredecibles cáscaras. Cáscaras que ella podría pelar e investigar, explorar. Ella sabía que era una analogía estúpida el creer que la mayoría de gente eran naranjas – con cáscaras fáciles de pelar. Por lo tanto, ella buscaba algo como una cebolla, con muchas cáscaras y profundidades. Entonces, ¿dónde demonios estaba su cebolla?

En ningún lado.

Esa era otra conclusión a la que había llegado y esta conclusión era la que le había echo dejar de buscar. Se había dado cuenta de que si había la menor cantidad de oportunidades de que esa persona en verdad existiera, era el destino el encargado de juntarlos. Ella llegó a ésta decisión el año pasado. Fue cuando decidió moverse a este lugar, para un fresco comienzo, para escapar de lo que había ocurrido, y seguir. Y probablemente era mejor decisión que había tomado en toda su vida, hasta ahora. Para el tiempo en que ella había vivido – un mes – en esta pequeña y blanca cada con vista al océano, ya la consideraba su hogar o lo más cercano a un hogar que podría conseguir; y sabía que viviría en este lugar por años, sentada en su ventana salediza, sola.

Y mientras Bella se sentaba ahí y ponderaba esto, como lo había ponderado muchas otras veces, se dio cuenta de lo mucho que lo había ponderado. Recordando, desde su cómoda posición, se dio cuenta de que su escena favorita – el crepúsculo – ya se había ido y que ahora se encontraba sentada, perdiéndose en la oscura playa en la que estaba situada su preciada y pequeña casa. Ella notó – desde que el sol había salido – que el mar se había vuelto más rebelde y movido que de costumbre y sintió una tormenta acercándose.

Sí, eso era, la calma antes de la tormenta.

Y fue entonces, mientras se levantaba y se disponía a alcanzar las cortinas y cerrarlas por la noche cuando divisó una figura alta. Estaba encorvada en una banca de color verde botella, casi a treinta metros de su casa. Se sentaba ahí a menudo, en esa misma banca, observando su alrededor. De hecho, esa banca era uno de sus lugares favoritos para sentarse y disfrutar del paisaje. Esta figura, sin embargo, no parecía estar sentada para apreciar la belleza que rodeaba la solitaria banca verde. Estrechando sus ojos, Bella se dio cuenta de que la figura parecía estar temblando e intuitivamente, ella supo lo que debía hacer. Ella sabía que esta persona necesitaba ayuda y ella se encontró a sí misma propulsada a hacer eso, ayudar a esa pobre persona.

Con rapidez, pero no con tanta – ya que ella tenía la tendencia de caer de redondo sobre su cara – ella tomó cautelosamente su cálida manta gris del sofá, sus viejas zapatillas y su saco color chocolate. Abrió la puerta de roble de un tirón. El poderoso viento la empujó en protesta y ella comenzó a caminar hacia la banca. Molestas cuchilladas de aire le daban en el rostro. Bella levantó la mirada y continuó andando, determinada a llegar a su destino. ¿Cómo llegó en tan poco tiempo? No lo sabía, pero pronto se encontró frente a la figura alta, bien formada del hombre.

— Disculpa, pero, ¿estás bien? —preguntó dudosa, con los pensamientos atravesando su mente a una milla por segundo. Ella ni siquiera conocía a este hombre y ya estaba ofreciéndole ayuda a estas horas de la noche. De repente, comenzó a preocuparse por su seguridad. ¿Qué tal si este hombre eran malas noticias?

El hombre no dio señal alguna de haber oído su pregunta, por lo que ella preguntó una vez más, esta vez un poco más fuerte para evitar que el porfiado viento se llevara sus palabras de los oídos del hombre.

— Disculpa, pero, ¿te encuentras bien? ¿Necesitas ayuda?

El cuerpo del hombre seguía temblando cuando volteó en su dirección, lentamente. Con la cabeza gacha, fuera de cualquier contacto con el viento helado, sus ojos la observaron. Y qué ojos tenía.

Perforante verde esmeralda. Oscuros y profundos y bastante honestos, hermosos —pensó inmediatamente. Eran largos y perfectamente redondos; delgadas pestañas decoraban las diseñadas ventanas. Ella era una firme creyente en eso, que los ojos era las ventanas del alma; y él, acaba de confirmar su creencia. Observando con mayor cercanía se dio cuenta cuán llenos de expresión y sentimiento eran. Fácilmente legible, como un libro. Ella leyó rápidamente los sentimientos de tristeza, desesperación, tristeza, culpa e impotencia. Se preguntó cuántas páginas podría escribir sobre las emociones de sus ojos solitarios. Muchísimas páginas, pensó, mientras seguía mirándolos interminablemente. Bella se dio cuenta de que ella felizmente podría escribir por días y días, si continuaba observándolos.

Definitivamente se encontraba en territorios desconocidos.

Esta extraña realidad golpeó a Bella a un estado de conciencia. Su naturaleza protectiva y cuidadora pateó desde el interior de su cuerpo y salió a la superficie mientras comenzaba a desentrañar la manta que había tomado minutos antes, intentando cubrir seguramente al hombre que – obviamente – se congelaba.

Mientras lo hacía, una gota gorda de lluvia aterrizó en su mejilla y siguió corriendo por su rostro hasta su barbilla. Con la combinada sensación del viento invernal, la hizo temblar hasta los huesos.

Levantando la mirada, Bella vio cientos de gotas similares, viajando de caída en espirales. Inevitablemente, esas fascinantes gotas irían a hacer contacto con ella y con el hombre de ojos verdes.

La tormenta que había anticipado había llegado.

Ella temió por la salud del hombre ahora, por que con tan sólo posar su ojos en los suyos, le había bastado para eliminar todos sus temores previos. Podía confiar en este hombre. Él, una vez más, era alguien que necesitaba su ayuda y ella se sentía la necesidad de ayudarlo… y hasta más.

Bella se sentó en el borde de la banca mientras extendía el brazo hacia el hombre con la manta. Los ojos del extraño la observaron minuciosamente mientras ella le decía con la mirada que estaba ahí para ayudar. Finalmente, ella aseguró su brazo alrededor de sus hombros fuertes y cubiertos de ropa.

— Por favor, ven conmigo. Mi casa tan sólo está allí —ella apuntó en dirección a su casa—. Podemos secarte y calentarte un poco.

Él asintió lentamente, y juntos, se dirigieron hasta la vieja puerta de roble. Todo ese tiempo, la lluvia mojó sus rostros y el viendo sopló sus pálidas pieles.

Fin del Capítulo.

N/T: Gah. Sí, señores, pueden gritar a todo pulmón: Ac-tua-li-za. Lo haré, si me llegan doscientos reviews :). Entonces, si les gustó la historia, dejen un bello review. Si es que no les gustó la historia, váyanse a lustrar los zapatos de su madre D: Broma, broma. No me miren así, sólo soy una payasa. Gracias por llegar hasta aquí. Para animar un poco las cosas dejo un regalo abajo. (:

Spoiler:

— ¿Quieres que te ayude a cambiarte de ropa?

Esperó.

Y luego, con los ojos ligeramente caídos, él asintió con la cabeza, por segunda vez en la noche. ¡Finalmente una reacción!