Disclaimer: Notice me senpai es propiedad de Skill Shot Labs.
Notas autora: Madotsuki significa ventana, le he dado este nombre a Kouhai al ser una ventana entre el juego y quien lo juega. Cada capítulo será auto conclusivo e independiente.
Historias de cafetería
Capítulo 1: La colección de Kouhai
Canción: Madness of Duke Venomania de Gakupo.
Advertencia: Universo alterno.
Madotsuki terminó de colocar la silla de villano, sabía que Kyouya, Katsuo y Ryuu disfrutarían de esta. Dio un vistazo a la cafetería, no había colocado todos los objetos de la lista pues carecía del espacio necesario pero no era algo que le preocupara, podía lidiar con eso, con intercambiar los objetos era suficiente. Estaba el juego de ajedrez para Izumi y Reiji, el esqueleto para Touya, Wakatoshi, Kurou e Itsuki, Madotsuki sonríe al recordar la manera en que supo el nombre del senpai fantasma, la nota que le había dejado le resultó de lo más tierna, esperaba poder verlo pronto pero sabía que era difícil, Itsuki solía pasar desapercibido con tanta facilidad.
Revisó su catálogo y encontró unos antifaces de lo más lindos, había uno de Pío-kun que sabía Wakatoshi adoraría. Mentalmente se propuso comprarles uno a cada uno de los senpais, adoraba ver la sonrisa que adquirían cada vez que les hacía un obsequio. Con algunos senpais era más complicado, Ryu, Kyouya y Katsuo difícilmente admitían sus sentimientos pero el sonrojo que adquirían era de lo más adorable.
En cuanto terminó de decorar la cafetería se apresuró a ocultar la lista, sabía que justificar su existencia sería muy sencillo, bastaba con decir que era su forma para hacer que los estudiantes se sintieran cómodos pero no quería arriesgarse. En ese momento no tenía motivos para preocuparse, Souma había pedido un permiso para ausentarse durante un tiempo para visitar a su familia pero dudaba que pudiera mantener la situación bajo control conforme su colección que comenzara a aumentar.
Cuando pasó por la máquina de café supo que tenía que recargarla, no podía abrir la cafetería sin café. Se dirigió a la bodega de suministros y tomó un paquete grande de granos mágicos, sabía que era uno de los favoritos de los senpais, también de los más caros pero consideraba que valía la pena con tal de verlos felices. Las probabilidades de que la visitaran aumentaban cuando los usaba.
Aprovechó para revisar el inventario. Le quedaban dos granos gourmet, nueve mega granos gourmet, dos granos dorados, cinco granos mágicos y veintisiete mega granos mágicos. Takahiro había dejado unas cajas tres días antes por lo que necesitaba de otros motivos para llevarlo a su cafetería.
Preparó pastel de carne, receta que Souma le había enseñado la semana anterior. Tuvo especial cuidado para no cortarse los dedos como había ocurrido cuando aprendió esa receta, en esa ocasión Souma no estaba allí para tratar su herida. Aquel recuerdo le hizo sonrojar, el senpai del club gourmet era tan detallista con ella que le era imposible no sentirse enternecida.
Había ingresado el pastel en el horno cuando vio a Ren ingresar a la cafetería. Aunque faltaba poco para que la cafetería abriera no le parecía extraño el que estuviera allí, Ren solía acudir a la cafetería antes de que abriera para ayudarla. Sabía que él solía ser perezoso, faltaba a sus clases con frecuencia pero con ella hacía una excepción.
—¿Pasa algo, Ren-senpai?
No obstante cada vez que lo hacía se sorprendía. Desde que había llegado a esa escuela le resultaba difícil acostumbrarse a la forma en que era tratada. Ella sabía por qué sucedía pero eso no lo hacía tan sencillo, en su infancia no era precisamente la estudiante más popular.
—Nada, Madotsuki-chan, soy yo quien debería hacer esa pregunta, he venido a ayudarte.
—Gracias, Ren-senpai, pero no debes preocuparte, solo me falta barrer y sacar los panecillos del horno.
—Yo me encargo de barrer, descansa, Madotsuki-chan.
Madotsuki quiso insistir en que no era necesario y que podría encargarse de todo sola pues ese era su trabajo pero las palabras no salieron de su boca, en su lugar se dirigió corriendo hasta el horno, de haberse quedado unos minutos más los pastelillos se hubieran quemado. Se felicitó mentalmente al saber que no era así, no quería tener problemas con la cafetería, sabía que a ningún senpai le molestaría por lo que ese no era un problema.
—¿Pasó algo, Madotsuki-chan? —le preguntó Ren en cuanto estuvo a su lado, había llegado con rapidez.
—No, nada —respondió Madotsuki con una sonrisa —. Solo horneaba unos pastelillos.
—Deberías ser más cuidadosa, podrías lastimarte —le dijo Ren con un tono cariñoso mientras tomaba sus manos sobre las suyas.
Permanecieron en esa posición por varios minutos hasta que finalmente Madotsuki movió sus manos. Desvió la mirada notablemente incómoda sin decidirse por la forma en que haría esa pregunta que por mucho tiempo había esperado poder hacer. Había visto sus ojos y sabía que ese era el momento adecuado para hacerlo.
—¿Podrías ir esta noche a mi casa? —le preguntó Madotsuki entre tartamudeos —. Alquile una película y me gustaría verla contigo, quisiera compensarte por tu ayuda.
—Ningún trabajo es demasiado si es para ayudarte. Estaré feliz de poder hacerte compañía.
Madotsuki le dio un último vistazo a la cafetería antes de abrir, el lugar estaba ordenado y en perfectas condiciones. Se sintió orgullosa ante esa visión, el saber que había hecho un buen trabajo la hacía sentir satisfecha, en aquella cafetería guardaba sus mejores recuerdos y conoció mejor a los senpais que tanto quería.
Aprovechó uno de sus descansos para comer el bento que Souma le había preparado. Entre las clases y su trabajo en la cafetería se había quedado sin energías. Agradeció por los alimentos y comenzó a comer. Al hacerlo sintió algo de remordimiento, Souma había hecho tanto por ella y ella no le había sido del todo sincera con el sentimiento que le profesaba.
La primera vez que consideró olvidarse de su plan fue cuando Izumi la citó en la azotea de la secundaria. Sus mejillas sonrojadas y la dulzura con la que le hablaba le hizo desear poder corresponder sus sentimientos de manera sincera, él había dejado sus temores de lado y le pedía que lo ayudara a formar su historia junto a él, lo haría, ella estaba escribiendo una historia en la que lo involucraría pero dudaba que fuera una en la que a Izumi le gustaría participar. A veces Madotsuki pensaba que no había marcha atrás, otras veces era sincera y se decía que no quería retroceder, adoraba sentir el amor de sus senpais.
Lo primero que hizo Madotsuki al llegar a su casa fue quitarse los zapatos. Los pies le dolían, había sido un largo día de trabajo. Sus padres se encontraban viajando constantemente por lo que ella prefirió establecerse en ese lugar. Todos los estudiantes creían que ella trabajaba para poder costear sus estudios y ella prefería que fuera de ese modo.
También consideró el pedirle a Souma que le preparara algo, no conocía a nadie que cocinara tan bien como él. Desistió de la idea al recordar que Ren la visitaría. Una parte de ella temía lo que llegara a pensar si se enteraba pero otra le decía que eso era absurdo y poco probable y una voz que no parecía provenir de ninguna parte le decía que era más divertido con los dos.
—Pero eso no estaría bien —dijo en voz alta aunque sabía que estaba sola o eso era lo que ellos esperaban.
Decidió leer un libro mientras esperaba a Ren, mantenerse ocupada mantenía los pensamientos que deseaba evitar fuera de la cabeza. Sí las cosas resultaban como deseaba ese día podría dar el último paso. No se sentía nerviosa a pesar de que era la primera vez que Ren la visitaba. Otros senpais lo habían hecho antes y ella sabía que pasara lo que pasara tendría todo bajo control.
Deslizó su mano sobre su estantería sin poder decidirse por uno. Al final tomó uno al azar, era el primer libro de la saga de Harry Potter. Lo había leído en más de una ocasión pero sintió el deseo de volver a hacerlo. Inevitablemente pensó en Izumi, sabía que él estaría feliz de ver su biblioteca personal, la última vez que la había visto le había pedido prestado "Mientras no tengamos rostro" de C-S Lewis. También se habían besado en la sala de su casa. Madotsuki planeaba darle un lugar en su casa la próxima vez que la visitara, lo único que la había detenido era el hecho de que se había resfriado y no pudo asistir a clases o visitar la cefetería en la última semana.
El sonido de la puerta la distrajo. Supuso que debía ser Ren. Sus padres no tenían la llave pero acostumbraban hacerlo antes de visitarla y dudaban que lo hicieran en ese momento, se encontraban visitando a la familia. Ella se negó, si bien visitar el castillo del duque era interesante ella tenía otros planes por cumplir. Cuando abrió se encontró con el rostro de Ren. Lucía adormilado aunque no tanto como de costumbre. Sus audífonos colgaban de sus hombros y su uniforme había sido reemplazado por una ropa casual.
—¿Bailamos? —le preguntó Madotsuki mientras extendía su mano.
Ren tomó la mano de Madotsuki entre las suyas y la estrechó con delicadeza. Ella lo guió hasta el interior de su casa. La dueña de la casa le dirigió una mirada al vecindario y cuando comprobó que nadie estuviera cerca, cerró la puerta. Días después Ren fue catalogado como desaparecido.
—Gracias por permitirme colocar los carteles aquí —Kyouya colocó el último cartel de desaparecido, en él se podía ver a un adormilado Ren.
Al lado del cartel con el rostro de Ren se encontraban cinco carteles más con los rostros de Sousuke, Hinata, Hideki, Akira y Souma, todos ellos sonrientes. Afuera de la cafetería Viktor y Haruka se encargaban de repartir volantes con la información de los desaparecidos. Hasta el momento no habían encontrado ninguna pista que pudiera servir para dar con el paradero de los estudiantes desaparecidos.
De no haber estado tan involucrada en el caso, Madotsuki habría hablado. Sabía que una palabra suya bastaría para cambiar la situación pero no lo hacía. Kyouya estaba frente a ella y podría hacerlo. Solo tenía que confesar y asumir las consecuencias.
—Es lo menos que puedo hacer —comentó Madotsuki con una expresión triste.
—Si fuera solo Ren no sería extraño —agregó Kyouya —. Ren no tenía la mejor de las asistencias pero no ha faltado tanto tiempo. Muchos son unos irresponsables pero dudo que desaparezcan tanto tiempo sin dar señales de vida, en especial Hideki, él nunca ha faltado a un examen ni siquiera estando enfermo.
—¿Cree que estén en peligro?
—Es lo más probable. Madotsuki-chan, debes ser muy cuidadosa —le dijo Kyouya con el ceño fruncido —, no hables con desconocidos ni camines sola por lugares peligrosos.
—Lo haré —respondió Madotsuki sin apartar su mirada de los carteles en la pared.
No se atrevía a mirar a Kyouya o a los rostros de esos carteles, no cuando ella podía hacer algo y no lo hacía. Había muchas personas que estaban sufriendo, padres y amigos desesperados por ver a los estudiantes desaparecidos, una escuela que podría cerrar si no se encontraban a los desaparecidos o se atrapaba a un culpable. Ella sabía de todo el daño que estaba causando pero cada vez que intentaba hablar las palabras se extinguían en sus labios y un solo pensamiento asaltaba su mente, podía esperar y hacerlo el día siguiente pero el mañana nunca llegaba.
Abrió la boca para intentar hablar, una voz en su interior le decía que había llegado demasiado lejos y que debería detenerse pero ninguna palabra salió de sus labios. Lo intentó varias veces pero en todas ellas fracasó, cada vez que lo intentaba había una voz que la detenía, la voz de su senpai favorito al que no quería perder.
—¿Pasa algo? —le preguntó Kyouya, Madotsuki mentalmente se recriminó por lo poco discreta que fue —. Luces enferma.
—Me preguntaba si podría ayudarme con unos problemas que no entiendo —dijo finalmente después de meditarlo por mucho tiempo, no estaba orgullosa de lo que había hecho..
—Podemos vernos después de clases en mi oficina.
—Preferiría que fuera en mi casa, olvide mi libro de ejercicios y allí está el problema que necesito que veas.
Vio a Kyouya dudar por unos instantes y quiso que se negara. Hacer esa petición fue demasiado impulsivo, una parte de ella quería que su profesor atara los cabos sueltos y la detuviera porque no podía hacerlo por sí misma.
—Nos vemos mañana, todavía tengo muchos carteles que pegar, esos estudiantes desaparecidos deben ser encontrados cuanto antes, de seguir así la situación no dude que se impondrá un toque de queda.
Viktor interrumpió la conversación de ambos y se llevó a Kyouya para continuar con la búsqueda. Lo último que Madotsuki vio de Viktor fue cómo le guiñaba un ojo a espaldas del otro profesor.
Decidió continuar con su trabajo. La cafetería estaba en orden pero hacía falta recargar el café. Las visitas no habían disminuido a pesar de las desapariciones y ella sabía que no lo harían. Eran muchos los rumores que se escuchaban en torno a las desapariciones pero dudaba que alguien pudiera siquiera imaginar lo que realmente estaba pasando.
—Debes ser cuidadosa —le dijo Kei apareciendo de pronto, de una forma en que solo él podía hacerlo —. Podrías ser la siguiente en desaparecer, eres demasiado valiosa como para perderte.
—Gracias, Kei-senpai ¿Vendrías esta noche a mi casa?
Kei asintió con la cabeza antes de desaparecer y continuar con su trabajo. Era poco lo que sabía de él pero le gustaba. Adoraba el que la sorprendiera con cada una de sus apariciones y el misterio que lo envolvía pero también el cariño que sentía por las plantas. Tiempo atrás le había dado una nota y sabía que era el momento de agregarlo a su colección.
Cuando Kei entró a su casa las puertas se cerraron impidiéndole salir aunque no era necesario, el senpai ninja no tenía intenciones de marcharse. Deslizó la máscara de Kei para tener libre acceso hacia sus labios y poder besarlo Introdujo sus manos en la camisa de su senpai y las deslizó sobre su abdomen, no le preocupaba el que la interrumpieran, sus padres estarían fuera del país durante toda el mes, probablemente más. Las prendas cayeron al suelo y no hubo marcha atrás. Los pensamientos de Kei habían sido nublados por la lujuria.
En cuanto Kei se encontró sin ninguna prenda encima, Madotsuki se permitió admirar por unos segundos al hombre frente a ella. Sabía que era hermoso pero nunca le había parecido tan bello como en ese momento, vestido únicamente por una capa de sudor. Anhelaba poder unir su cuerpo al suyo.
Madotsuki sabía que cuando Kei se uniera a la lista de desaparecidos tendría que aparentar tristeza y pretender que no sabía nada. Buscó una bufanda para cubrir las huellas de su noche de pasión con el senpai ninja, no quería que nadie sospechara aunque dudaba que eso pudiera pasar, había un demonio que la protegía y le había dado un rostro que ningún hombre podría ignorar.
Dirigió una última mirada a Kei antes de levantarse. Estaba dormido, no le extrañaría que estuviera agotado. Su pecho desnudo subía de manera armoniosa, se veía tan tranquilo que no deseaba apartarse de su lado. Era hermoso, no podía pensar en otra palabra para describirlo.
Recogió las prendas esparcidas en el suelo y le dedicó una última mirada a los hombres con los que había pasado la noche. Akira e Itsuki se encontraban dormidos en su cama, vestidos únicamente con la ropa interior. Se vistió no con mucha prisa, rememorando lo sucedido horas antes en esa misma sabana. Su entrepierna le dolía por la intensidad de sus amantes pero no se arrepentía de lo que había hecho, ellos la habían hecho tocar el cielo.
Y probar el infierno.
"Eres una prostituta", creyó escuchar y ella se sentía de ese modo. En su sótano se encontraban todos los jóvenes desaparecidos, esperando poder cumplir sus más bajos deseos, amarla y decirle las más bellas palabras al oído. Sabía que lo que estaba haciendo era mal pero ese sentimiento desaparecía cuando recordaba los rostros de los hombres de su colección, la forma en que la hacían sentir cada vez que sus cuerpos se unían o que tenían un detalle para con ella, amaba la sensación de sentirse adorada.
Se acercó al espejo para retocar su peinado y cubrir las huellas de su crimen. En cuanto su apariencia era aceptable el reflejo en el espejo se distorsionó dando lado a una imagen que solo había visto en sus pesadillas. Era una mujer pero no se parecía en lo absoluto a ella, su cabello era negro y no castaño como el suyo, estaba atado en un peinado que le recordaba al de las geishas y en su rostro lucía una sonrisa perversa. Sus rasgos eran delicados, poseía una belleza inalcanzable para cualquier humano, todo en ella incitaba a pecar. Lucía un hermoso vestido incrustado con diamantes y zafiros, Quiso alejarse pero no pudo, una mano salió del espejo y la retuvo contra su voluntad. Las largar uñas se clavaron contra su mejilla hasta hacerla sangrar como castigo por haberle desafiado.
De repente su imagen volvió a ser la que le devolvía el espejo y la sangre en sus mejillas desapareció. Madotsuki salió corriendo y se dirigió a clases. Aquello era solo una pequeña parte del precio que debía pagar por el poder que tenía, era el recuerdo de que su alma se encontraba condenada.
Recordaba cuando todo aquello comenzó, cuando se había escondido en la biblioteca de sus padres para esconderse de Takeru. Nunca había ingresado a esa sección, estaba prohibida para cualquiera pero no le importaba, después de escuchar a Takeru responder que las niñas tenían piojos cuando le preguntaron si ella le gustaba.
Quizás si no hubiera recibido tantas burlas por su fealdad o si no estuviera enamorada de su amigo de la infancia no le habría tomado importancia a esas palabras y las podría tomar como lo que eran, un comentario de un niño que se avergonzaba por tener sentimientos por una niña y que no quería recibir las burlas de los otros niños, quizás habría escuchado cuando se disculpaba y no se hubiera dejado corromper por ese poder. Pero eso era algo que nunca podría saber.
El libro golpeó su cabeza cuando intentaba ocultarse, cuando pensaba en ello creía que, tal vez, no fue una conciencia y todo eso fue planeado. Era un libro de magia negra perteneciente a uno de sus antepasados, el duque de Venomania que había secuestrado y violado a todas las mujeres del lugar y de sus alrededores.
Lo primero en lo que pensó era que era falso. Aquella historia solo podía tratarse de un mito, su familia se había encargado de hacerlo parecer de ese modo, pero cuando el demonio apareció en el interior de su espejo años después descartó esos pensamientos. Era real y le estaba ofreciendo la oportunidad de conseguir lo que tanto anhelaba, el amor de Takeru.
Takeru la buscó en varias ocasiones pero en todas ellas lo evitó con una excusa muy poco creíble. Deseaba poder verlo pero no estaba segura de poder hacerlo. Había escuchado a Takeru decirles a sus amigos que ella no le gustaba y se sintió ofendida. Quizás exageraba y no era motivo suficiente para evitarlo pero ella estaba enamorada de él y escucharlo decir que no la consideraba linda la había ofendido más que los insultos y burlas de todos esos niños.
Cuando Takeru dejó de visitar su casa lo dejó pasar. Creyó que había entendido que quería estar a solas pero luego comprendió el verdadero motivo, sus padres le dijeron que su amigo de la infancia se había mudado a otro pueblo. No volvió a saber de él en mucho tiempo y cuando lo hizo no fue la mejor de las noticias, le habían dicho que Takeru tenía novia.
Y el libro llegó nuevamente a ella. Madotsuki no quería perder nuevamente a Takeru por lo que realizó el ritual. Creía que no funcionaría pero quería intentarlo. Seguir comiendo helado mientras veía películas románticas no parecía una buena idea. Había gastado una gran cantidad de pañuelos desechables con su llanto.
Una mujer apareció frente al espejo que había usado como portal, era hermosa, tal y como ella soñaba ser. Madotsuki restregó sus ojos convencida de que era su imaginación lo que había distorsionado su reflejo pero cuando sintió unas uñas enterrarse en sus mejillas supo que no era una alucinación y que lo que veía era tan real como la sangre en su rostro.
Quiso correr, huir a un lugar en el que estuviera segura. No sabía lo que había hecho y de lo único que estaba segura era de que había cometido un terrible error al invocar ese ente. En ese momento comer helado y lamentarse por no haberse podido despedir de Takeru sonaba tan tentador incluso consideró escribir un fic en el que Takeru era su novia y mataba a su novia para lidiar con el dolor.
—¿Sabes que un fic no hará que Takeru te ame? —le preguntó el ente y su voz la hipnotizó, era tan seductora que parecía opacar el hecho de que había dicho en lo que estaba pensando —. Has un contrato conmigo y haré tus sueños realidad.
"No", fue lo que trató de decir Madotsuki, no quería terminar como el duque de Venomania, lo último que deseaba era tener una muerte tan terrible y ser considerada solo un rumor pero la respuesta que salió de sus labios fue muy diferente. "Sí", fue lo que dijo y planeó agregar "Quiero que Takeru me ame" pero nuevamente su mente y sus labios no parecieron estar en armonía.
—Quiero ser amada, ser como tú, una mujer hermosa a la que ningún hombre pueda resistirse.
La mujer en el espejo pasó un dedo sobre sus labios y en su rostro apareció una sonrisa maliciosa, con un tinte de lujuria que la hacía parecer un demonio y ciertamente no dudaba que fuera así, solo un demonio podría hacer lo que ella así, darle lo que ella le dio.
—Interesante.
La mujer del reflejo volvió a salir del espejo y tocarla. Colocó sus manos sobre su rostro y antes de que ella pudiera reaccionar la estaba besando y morder su labio antes de separarse. Madotsuki no supo qué hacer, no podía mover su cuerpo, su mente estaba en blanco, nunca nadie la había besado de una forma tan intensa.
—Con esto has sellado un trato conmigo. Todo hombre que te vea se enamorara de ti pero para ello deberás mantener su atención primero, te dejaré una lista con las instrucciones que debes seguir para lograrlo. Pero hay algo que debes saber, nunca podrás tomarte una fotografía en la que se vea su rostro por completo, serás amada por todos los hombres pero estarás maldita.
La mujer del espejo le sonrío como señal de aceptación. Salió de su espejo como si este fuera una ventana y tomó sus mejillas. Sintió sus uñas hundirse en su piel y como esa zona quemaba, como si le estuvieran clavando agujas ardiendo. Quiso gritar pero sus intentos fueron acallados por los labios de esa mujer. Sintió un sabor metálico y se horrorizó al saber que se trataba de su propia sangre. Luego de eso perdió la consciencia.
Cuando despertó, al día siguiente, creyó que todo se trataba de un sueño pero la falta de recuerdos desde el momento en que habló con el reflejo del espejo la hizo dudar. Se levantó y vistió con rapidez antes de dirigirse al espejo. Se veía diferente, se sentía diferente. Su cara había cambiado, ya no era el feo rostro del que muchas veces se burlaron, era hermoso, casi tan bello como el de la mujer que se lo había obsequiado. Deslizo su mano sobre el espejo, lo que más deseaba era poder contemplarse, admirarse por horas.
Ese día quemó todas sus fotografías, no quería nada que le recordara a su antiguo ser. Se tomó varias fotografías pero ninguna mostró su rostro en su totalidad, se sintió asustada a pesar de saber que eso sucedería pues el ente con el que había hablado se lo había dicho. Mandó a llamar a uno de los mejores pintores de la zona, quería que su retrato fuera perfecto, el demonio le había dicho que estaba maldito pero ella no se sentía de ese modo, al contrario, se sentía afortunada.
Luego de eso consiguió una beca en Ikemen Academy Bishounen St, ella sería la primer estudiante femenina en ese lugar. Estaba más que dispuesta a hacer que senpai la notara, el demonio le había dejado las instrucciones que debía seguir para poder lograrlo.
No parecían complicadas y no hubiera creído en las mismas de no haber visto a ese demonio con sus propios ojos. Eran tareas demasiado sencillas pero que requerían de mucho tiempo. Si ella lograba atraer la atención de los hombres estos no podrían olvidarla, en el momento en que la miraran por primera vez estarían enamorados de ella pero para poseerlos debía hacer más.
—Te amo.
—Dilo otra vez.
—Te amo, siempre lo hecho, aún más que a los osos de peluche.
—Entonces demuéstramelo.
Madotuski deslizó las manos sobre el cabello de Takeru, había sido una de las adquisiciones más difíciles pero sin duda su favorita. Su cabello era tan suave como había imaginado que sería. Acercó su rostro hasta el suyo y lo besó con desesperación. Adentró su lengua en la boca de Takeru, explorando la boca de su amante con desesperación.
Deslizó sus manos hasta la camisa de Takeru y las introdujo en su interior, acariciando el abdomen, maravillándose con las formas que encontraba, su piel era suave y su abdomen trabajado propio de un deportista.
Ambos se separaron durante unos minutos. Madotsuki quería contemplar a Takeru, admirarlo, sentirlo suyo. Se tomó su tiempo para desvestirlo. Lo hizo con lentitud, como si se tratara de un regalo, depositando pequeños besos en cada porción de piel que iba descubriendo. Cada parte de su cuerpo parecía reaccionar ante la cercanía de Takeru.
Se detuvo en cuanto llegó a su bóxer. Una ansiedad la invadió, no era la primera vez que lo hacía pero sí que sentía tantas emocionas juntas. Tomó el miembro de Takeru y lo rozó con su lengua, por primera vez ella quería causar placer y no ser quien lo recibiera. Una parte de ella sabía que Takeru disfrutaría todo lo que hiciera, que estaba bajo su hechizo pero quería alargar ese momento todo lo que pudiera, hacer de ese momento eterno, amar a Takeru en todos lo sentidos posibles antes de volver a su vida cotidiana, de pretender que era una estudiante como cualquier otra o de volver junto a otro de sus senpais. Madotsuki no quería engañarse, ya había pasado por esa etapa en la que quería pensar que había algo bueno en ella, que podía seguir las normas de la sociedad pero no podía, había llegado a un punto en el que no había retorno, disfrutaba tanto de la compañía de sus senpais y senseis.
Un nuevo hombre llegó a su casa. No estaba segura de haberlo visto antes y ciertamente no le interesaba, podría ser un estudiante de intercambio o un profesor nuevo, esto era muy posible, con Kyouya y Viktor desaparecidos lo normal era que llevaran a un reemplazo, el director del colegio se había negado a cerrar las instalaciones pues nada aseguraba que la Ikemen Academy Bishounen St estuviera involucrada con los incidentes pues también habían desaparecido de otras secundarias pero en menor número. Si era un hombre no tenía de que preocuparse por lo que le pertenecería en poco tiempo.
Le extendió la mano y lo invitó a bailar como hacía con todos los que llegaban a su casa. Vio cómo se acercó a ella sin oponer resistencia. Una pare de ella dudó, nunca había conseguido que un hombre cayera tan rápido, si bien la amaban desde la primera vez que la veían su voluntad no desaparecía hasta que hubiera pasado un tiempo relativamente prudencial.
Extendió sus brazos y se dejó abrazar. Buscó sus labios pero algo la detuvo, un profundo dolor en su pecho la hizo detenerse. Llevó su mano hasta la zona de la que provenía esa molestia, grande fue el terror que sintió cuando la vio teñida de rojo y un puñal enterrado en la zona, lo único visible del mismo era el mango. Se alejó, no entendía porque le afectaba de esa manera, había un demonio que la protegía, no podría morir tan fácilmente.
—Es veneno —escuchó que le decían, no era la voz de un hombre.
Levantó la mirada, preguntándose qué había salido mal. Encontró en la sonrisa del recién llegado una sonrisa irónica mientras se desataba el cabello. En ese momento la reconoció, no sabía su nombre pues solo la había visto en unas pocas ocasiones, era una mujer, lo único que no había tomado en cuenta cuando empezó con todo.
Sintiendo como sus piernas no podían con el peso de su cuerpo se dejó caer de rodillas, el veneno actuaba con rapidez. Vio a la mujer que la había engañado acercarse a ella y patear su rostro. Madotsuki estaba segura de que le había roto la nariz, la sangre que brotaba de la misma le dificultaba respirar.
La mujer no se detuvo. Volvió a patearla y lo hizo en repetidas ocasiones provocando que de las zonas golpeadas comenzaran a sangrar. Madotsuki intentó huir, arrastrarse lejos de esa mujer, aunque era inútil su instinto le decía que debía huir, dolía tanto que ni siquiera podía pensar con claridad, solo quería hacer que se detuviera. Lo único que podía hacer era llorar y suplicar por misericordia.
Un grito escapó de sus labios cuando un puñal se clavó en sus manos impidiéndole cualquier intento de escape. Sintió su cabello ser tirado con fuerza, levantó su rostro pero las lágrimas le impedían ver con claridad. Si bien no estaba atada escapar no era una opción, su cuerpo adolorido no parecía responder a sus deseos de escapar.
—Hiciste mucho daño, engañaste a muchos hombres pero yo te quitaré todo de lo que te sentiste orgullosa, esa belleza engañosa que solo ha causado sufrimiento —le dijo su verdugo, cada una de sus palabras estaba marcada por un profundo odio, mientras colocaba un puñal sobre sus pechos.
Lo siguiente que sintió fue el filo del acero atravesar su carne, hundirse en su pecho y cortar de tajo sus pechos. Madotsuki gritó de forma desgarradora mientras que la sangre salía a borbotones de lo que eran sus pechos. Aquello en circunstancias normales no la mataría ni siquiera le haría daño pues un demonio la protegía pero no era así, las armas que usaron en su contra fueron rociadas con agua bendita y la sangre de un violador durante un ritual de brujería.
Hasta ese momento Madotsuki no había podido comprobar qué tan efectiva era la protección del demonio, había llegado a cortarse pero solo fueron heridas superficiales, nada comparado con lo que experimentaba en ese momento. Nunca tuvo la intención de comprobar que tan lejos podía llegar.
Su cuerpo estaba deshecho pero la mujer no se detuvo, parecía disfrutar lo que hacía y Madotsuki no dudaba que fuera así, desde el momento en que se reveló ante ella como mujer le había demostrado el más profundo desprecio. Esa mujer utilizó el mismo puñal que había clavado en su mano para cortar su falda y ropa interior. Quiso gritar que se detuviera pero de su garganta solo salieron unos sonidos que parecían carecer de significado.
—No entiendo de qué te quejas, parecías disfrutar mucho de esto —le dijo su verdugo mientras hundía el puñal en su interior, desgarrándola por dentro y retorciendo el arma para que el daño fuera aún más profundo. Sus piernas no tardaron en cubrirse con su sangre.
La sangre y el sudor se mezclaron. Todos los hombres volvieron al sentido y buscaron la forma de escapar. Las puertas se abrieron dando paso a los prisioneros. Sus prisioneros habían dejado de estar bajo su influjo y buscaban su libertad. La mayoría pasaban de largo y los pocos que se animaban a verla le dedicaban una mirada cargada de desprecio, ninguno podía sentir lástima por ella después de lo que le habían hecho.
El último en dejar la mansión la miró por un segundo. En su mirada había muchas emociones pero la que más destacaba era la decepción. Era Takeru, el amigo de la infancia de Madotsuki. Quiso gritarle que la esperara pero de su boca solo salió un susurro que, al parecer escuchó, pues se detuvo.
—Todavía no te he dicho que te amo.
—¿Crees que eso cambia algo? Yo te amaba, desde que éramos niños pero tú has matado todo lo que sentía por ti, ahora solo puedo sentir lástima —fueron las palabras de Takeru antes de marcharse.
La espalda de Takeru fue la última visión que tuvo en su vida.
