Bueno, como no he podido acabar a tiempo el capítulo de "La muchacha en las sombras", para que pudiera leerlo en su cumple, para disculparme, empezaré a subir esto. La segunda parte de "Llamas en la noche".
La verdad es que ya falta poco para terminar la historia de Artemisa, y ya empezaba a echar de menos a Nadya y Lyosha… Me estaba haciendo falta volver a ellos.
Espero que os guste, y espero vuestros reviews… (¿Os he dicho ya que los adoro?)
NADEZHDA. El reencuentro
Milton, nuestro anciano amigo mortal, había intentado entretenerme por todos los medios, hablando sin parar y recibiendo a cambio sólo un sombrío silencio por mi parte. Nada conseguiría serenarme hasta que volviera a verlos otra vez, sanos y salvos junto a mí. Había conseguido deshacerme por un rato de sus atenciones, y salí al exterior para respirar un poco de aire fresco. El ambiente de la casa me estaba asfixiando. La adrenalina recorría mi cuerpo enloquecida, y empezaba a sentir unos irracionales deseos de destrozar algo a mi alrededor.
Inquieta, dejé vagar mi mente por mis recuerdos, intentando alejar de mi cabeza la preocupación, que casi empieza a convertirse en locura. Hace casi un año que soy un vampiro, desde que Lyosha me transformó para salvarme de la muerte. Si no hubiera tenido ese accidente, probablemente hoy aún estaría añorando su aroma, su presencia siguiéndome sigilosamente entre las calles. Pero el destino se comportó por una vez, y puso en mi camino a ese zorro que casi me mata, pero que lo que en realidad consiguió fue abrirme a una nueva vida. Una nueva vida junto al hombre más maravilloso que el azar podía regalarme. Pero pronto empezaron los problemas. Un grupo de bebedores neófitos, descontrolados, amenazó con ponernos al descubierto. Y precisamente cerca de nuestra ciudad, del área de influencia de mi compañero. Vinimos a casa de Milton buscando ayuda, y una vez aquí, cuando apenas me había acostumbrado a la idea de tener un compañero que me amaría por toda la eternidad, mi mente se sumió en la más absoluta confusión al conocer a Leo. Mi Leo. Intenté por todos los medios negar lo que mi corazón ya sabía. Que al poco de conocerlo, lo amaba con tanta intensidad como amaba a Lyosha. No lo comprendía, no podía entender cómo eso era posible. Pero Lyosha me habló de familia, de sentimientos. De lo larga que es la eternidad para sólo dos personas, y poco después tenía a ese latino alocado compartiendo nuestra cama.
Pensar en ellos me devolvió mi preocupación. La batalla ya debe haber terminado, y ellos aún no llegan para recogerme. ¿Les habrá ocurrido algo? Si yo no hubiera bebido la sangre de uno de los neófitos, si no les hubiera enseñado su localización, quizá esto no habría sucedido. Magnífico don el mío. Puedo conocer la historia de cualquiera a través de su sangre, pero su sangre puede matarme. De no ser por Lisías – el poderoso Lisías, el más antiguo entre los nuestros – quizá estaría muerta ya. Fantástico, Nadezhda. Una habilidad muy útil.
Si no tuviera ese don, quizá ahora ellos y yo estaríamos juntos, escondidos y felices, disfrutando de nuestra vida en común, y olvidándonos de esta locura. Pero hasta yo sé que eso no es cierto. Mis compañeros son guerreros, y jamás renunciarían a luchar.
Me senté en las escaleras de la entrada, incapaz de serenarme, cuando un olor familiar llegó a mi nariz. Me levanté a toda velocidad, buscando el punto de origen de ese aroma. Y entonces los vi a unos trescientos metros de la casa, caminando con actitud satisfecha en mi dirección, charlando entre ellos y sonriendo alegremente. La sensación de alivio que me recorrió, casi me hace desfallecer. Me quedé donde estaba, paralizada, incapaz de correr hacia ellos, contemplándolos encantada. Están cubiertos de sangre y cenizas de los pies a la cabeza, sus cabellos pegados a la cara y sus ropas desgarradas por varios sitios. Pero aún así se ven tan imposiblemente hermosos, que el deseo me sacudió de arriba abajo, haciéndome jadear. Fue entonces cuando se dieron cuenta de mi presencia, y se detuvieron en el camino, sonriéndome abiertamente. No esperé más. Corrí hacia ellos a toda velocidad. Lyosha se adelantó y salté sobre él, besándolo fieramente. Me devolvió el beso sonriente, y me soltó para que pudiera correr hacia Leo. Lo abracé y lo besé apretando mi cuerpo contra el suyo, y él gimió, separándome con suavidad y llevando la mano a su vientre. Mis ojos volaron hasta esa mano, y fue entonces cuando sentí el olor de su sangre.
"¡Estás herido!", exclamé.
"No es nada, Nadya". Eso no va a convencerme. Levante su camiseta y vi una terrible herida de al menos diez centímetros de diámetro, y tan profunda que cabría la mitad de uno de mis dedos.
"¡Leo, es enorme!"
Me dirigió una sonrisa maliciosa.
"Lo sé, querida. Me lo dicen siempre" comentó alegremente, dirigiéndole una arrogante mirada satisfecha a Lyosha que hizo rodar los ojos con exasperación.
Lo miré con un gesto de reproche, aunque no pretendo ser muy dura con él. Al fin y al cabo, está herido
"¿Te duele?", inquirí con preocupación.
En la cara de Leo apareció una mirada que no pude identificar, y finalmente una expresión contrita.
"La verdad es que sí, amor. Me duele mucho. Si pudieras llevarme arriba, y ayudarme a quitar toda esta ropa sucia y darme un baño, sería estupendo. No creo que pueda hacerlo solo", gimió.
Iba a responderle que por supuesto que lo haría, cuando las carcajadas de Lyosha me detuvieron. Lo miré intrigada. Su hermano tiene una herida espantosa en el vientre, y acaba de reconocer lo mucho que le duele, y él se ríe a carcajadas. ¿En qué demonios está pensando?
"Te está tomando el pelo, Nadya. ¿No viste como te miró? Estaba a punto de decirte que sólo le molestaba un poco cuando se dio cuenta que podía sacar partido de su herida si renunciaba por un momento a su orgullo", rió en mi mente.
Me volví a mirar a Leo, empezando a enfadarme, buscando la confirmación de las palabras de Lyosha.
"Lo siento, querida. Se te veía tan dispuesta, que no pude evitarlo. No te preocupes por la herida. No es nada serio. Escuece como el diablo, pero estará regenerada en unas cuantas horas". Gruñí molesta, y los dos se rieron. Lyosha se acercó a mí y pasó su mano por mis hombros.
"Vamos, querida. Deja que se cure su herida. Mientras tu y yo podemos darnos ese baño que querías preparar para él", ofreció sugerente.
Estuve más que tentada a aceptar su oferta, pero me di cuenta de que lo que quería era provocar a Leo. Y no estoy dispuesta a consentir que me utilicen otra vez como objeto de su mutua competitividad.
"Tengo una idea mejor", espeté enfadada. "Yo iré a buscar algo de ropa que no apeste a sangre, y vosotros os bañáis el uno al otro como buenos hermanos"
Ambos se rieron a carcajadas, y después me miraron con una ternura que yo no acababa de comprender a que venía
"A que es estupendo estar de vuelta en casa, querida", comentó Lyosha.
"Ya echaba de menos que alguien me riñera", rió Leo.
Sacudí la cabeza. Estaba a punto de rendirme y arrastrarlos a los dos a mi habitación, cuando llegó el inoportuno Milton, deshaciéndose en obsequiosos saludos y bienvenidas. Me entraron unas ganas terribles de golpearlo. Lyosha lo vio y rió entre dientes.
"Después, querida. Después", susurró en mi mente, dejándome ver unas imágenes que me hicieron sentir aún más deseos de sumir a Milton en la inconsciencia.
Ajeno a mis pensamientos homicidas, éste acaba de volver los ojos hacia el vientre de Leo, fijándose en la herida que se adivina tras el desgarrón de su ropa.
"¿Serías tan amable de permitirme ver esa herida?", solicitó con gesto preocupado, recibiendo a cambio un divertido encogimiento de hombros por parte de mi compañero. Aunque no podemos negar que con muchos de nosotros esa exagerada cortesía resulta más que necesaria para su supervivencia, no deja de hacernos gracia. Con mucho cuidado, e intentando no hacer ningún gesto brusco que pudiera sobresaltarlo, Milton levantó la camiseta de Leo y abrió los ojos como platos.
"¡Santo Cielo, es horrible!", exclamó.
Lyosha miró a Leo con una sonrisa maquiavélica.
"¿Eso también suelen decírtelo, hermano?", le provocó entre risas. Leo le miró divertido.
"No, eso no lo había escuchado nunca. Enorme, si. Increíble, sorprendente... Incluso da miedo´, si la dama no es muy experta. Pero ¿horrible?... No puedo imaginar a que viene"
Milton pasea sus ojos asustados de uno a otro de mis compañeros, sin saber como reaccionar, sin duda temiendo haber dicho algo inapropiado. Decidí salir en su ayuda.
"No les hagas caso, Milton. Conozco adolescentes humanos con más madurez que este par de niñatos" Los ojos de mis compañeros volaron hacia mí.
"¿Ha dicho niñatos´, Lyosha? ¿El bebé nos ha llamado niñatos´?"
"Me temo que sí, Leo. Quizá deberíamos llevarla arriba ahora mismo y hacer que se tragara sus palabras. Creo que necesitamos un desagravio por su parte de inmediato", sugirió Lyosha sonriente, caminando hacia mí.
Están de un humor excelente. Los he visto bromeando antes, por supuesto, pero no se trata sólo de eso. Parecen relajados, felices, y absolutamente encantados consigo mismos. Si eso es lo que consigue una buena pelea, yo misma me encargaré de provocar una guerra entre los nuestros una vez al año, sólo para verlos así de satisfechos. Lyosha tendió sus brazos hacia mi, y yo alcé los míos para detenerlo.
"Basta ya. Lo que necesitáis es un buen baño. Apestáis. Mientras tanto, Milton puede ayudarme a encontrar algo de ropa para vosotros. No veo vuestras mochilas por ninguna parte, y no vais a pasearos desnudos por la casa"
"No veo porque eso iba a molestarte, querida. No parecías muy reticente a nuestra desnudez ayer mismo", se burló Leo
Milton nos miró a los tres con los ojos abiertos de par en par. Lo ignoré. Ya habría tiempo para explicaciones más adelante. Compuse la más seria de mis expresiones y los miré airada.
"Se acabó. Suficientes bromas por el momento. Os quiero arriba ya", ordené
"Me vuelves loco cuando no puedes controlar tu impaciencia, querida. Pero serénate, el pobre Leo está convaleciente. No podrá dar lo mejor de sí mismo aún", me susurró Lyosha con voz seductora. Gruñí
"Que te crees tú eso, hermano. Sería mejor que tú hasta con dos lesiones como esta. Deja decidir a Nadya lo que puedo o no puedo dar", replicó Leo sonriente.
"He dicho arriba", rugí.
Me lanzaron una mirada divertida, se miraron entre ellos y encogiéndose de hombros se dirigieron al fin hacia la casa, sonriendo felices. Sacudí la cabeza. Definitivamente, voy a provocar una guerra al año. Las consecuencias son deliciosas. Me volví hacia Milton, que contempla la escena con una expresión de absoluta confusión pintada en su rostro. Me reí entre dientes.
"Milton, vamos. Ayúdame a encontrar algo de ropa para Leo y Lyosha, porque te garantizo que son más que capaces de pasearse desnudos por la casa. No es que me moleste, pero si hay alguna mujer en la mansión, no respondo de su seguridad. La mataré sólo por lo que puede llegar a pensar", bromeé.
Milton me miró aterrorizado. Es evidente que ha tomado mis palabras al pie de la letra. Volví a reírme, esta vez a carcajadas.
"Es broma, Milton", sonreí. Me miró un momento, aún confuso, y finalmente asintió.
"Si, bien. Acompáñame. Creo que podremos encontrar algo para ellos. Connor nos ayudará".
Buscamos por toda la casa algo que pudiera servirles. No hubo mucho problema para encontrar un par de camisetas lo bastante grandes, pero los pantalones eran otra cosa. Mis dos compañeros son con diferencia mucho más altos que cualquiera de los colaboradores de Milton. Finalmente encontramos algo que parecía adecuado, y le pedí a Connor que lo acercara a la habitación. Sabía perfectamente que si subía yo misma, no me permitirían bajar. Acompañé a Milton al salón y me dispuse a esperar a que volvieran, deseando escuchar de una vez el relato de la batalla. Ayudé con cortesía al anciano a acomodarse en un sofá junto al fuego, y me senté junto a él en el suelo, disfrutando del calor de la chimenea. Milton me miraba con una concentrada expresión de curiosidad, pero sin atreverse a abrir la boca, así que lo animé.
"Pregunta lo que desees, Milton. No voy a ofenderme", sonreí
Pareció dudar un instante, pero finalmente se decidió.
"He oído como tu compañero llamaba hermano a Leonardo, y ciertos comentarios jocosos que no sé muy bien como interpretar", empezó. Yo asentí, animándolo a continuar. "Disculpa mi ignorancia, pero la mayoría de los que me visitan lo hacen en solitario, y son muy reticentes a hablar de sus vidas privadas, más allá de los combates y la filosofía".
"Lo que has oído, Milton, es como uno de mis compañeros llamaba hermano al otro. Ahora los tres somos una familia", respondí, sintiendo el calor que esas palabras me producen. Pareció sorprendido un instante, pero se repuso de inmediato.
"Comprendo. Cuanto más creo saber de vosotros, más me sorprendéis" sonreí. Si él supiera lo mucho que me sorprendía yo a mí misma. Pareció perdido unos instantes en sus pensamientos antes de mirarme con una sonrisa dulce. "Claro que si hubiera tomado más en serio la conversación que tuvimos antes de vuestra marcha, no debería sorprenderme"
"Supongo que te refieres a cuando estuvisteis hablando de mujeres", me miró con asombro y yo sonreí. "Estaba cotilleando, Milton. Me enteré de casi toda la conversación. Pero no comprendo lo de no sorprenderte"
"Querida, no estoy ciego. Hasta para un pobre mortal como yo resultaba evidente la forma en que Leonardo clavaba sus ojos en ti. De hecho, recuerdo haber pensado que si Aleksei leía su mente, no tardaríamos en tener un problema. Está loco por ti desde la primera vez que te vio", rió.
Diablos, ¿es qué yo era la única que no se había dado cuenta? Intenté recordar algún detalle que diera la razón a Milton, pero mis pensamientos sobre Leo en esos momentos distaban mucho de ser coherentes. Oí una puerta abrirse en el piso superior, y los pasos de mis compañeros apresurándose escaleras abajo. Su olor me estremeció. No me había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos. En menos de un segundo, estaban sentados en el sillón frente a Milton, sonriéndome alegremente. Me pregunté de pasada si Lyosha habría escuchado mi conversación con Milton.
"Por supuesto, querida. Ya te dije que siempre estaba contigo. Como ves, fuiste la última en darse cuenta de lo que era evidente hasta para los ojos de un humano"
"Tampoco era tan evidente", protesté mirando el fuego, intentando que Leo no se percatara de nuestra conversación privada. Sé lo celoso que eso le pone. Eso me hizo recordar su herida.
"¿Cómo está la herida, Leo?", pregunté.
"Muy mal, querida. Mi hermano mayor aquí presente se ha negado a enjabonarme la espalda, y he tenido que estirarme hasta hacerla sangrar. Tenías que haber venido conmigo, y cuidar de mí", contestó en tono de reproche.
Lo miré fijamente, intentando decidir si me estaba mintiendo, o si debía sentirme culpable.
"Miente, por supuesto. Aunque sí es cierto que ha vuelto a sangrar", me respondió alegremente la voz mental de Lyosha.
"Voy a matarlo".
"Leo", empecé con voz amenazante.
"¿Querida?" me respondió sonriendo. Iba a soltarle un discurso acerca de lo mal que está intentar tomarme el pelo de esa forma, y de lo mucho que va a sufrir antes de que yo vuelva a frotarle la espalda o cualquier otra cosa, cuando la voz de Lyosha me detuvo.
"Espera. No seas dura con él. Quizá no te necesite por la herida, pero te garantizo que si en algún momento le has hecho falta es ahora"
"Si esto es un truco Lyosha..."
"No lo es. Hazme caso, Nadya. Es importante"
Hice un esfuerzo sobrehumano para no mostrar ninguna reacción a las palabras de Lyosha, aunque la seriedad y el dolor que manaban de su tono de voz, me habían preocupado profundamente. Cambié mi expresión molesta por otra sonriente, y me acurruqué en el sillón junto a mis compañeros, recostándome contra Lyosha, quien rodeó mi cintura con uno de sus brazos, ayudándome a acomodarme sobre su pecho.
"¿Me perdonarás si cuido de ti ahora?", pregunté mientras incitaba a Leo a apoyar la cabeza en mi regazo para poder acariciarle el cabello, lo que hizo de inmediato.
"No sé. Me siento muy abandonado", replicó en el tono dolido más falso que ninguna mujer ha oído jamás.
"Síguele el juego. Se siente feliz cuando consigue tomarte el pelo"
"Bueno, ¿me perdonaras si cuido de ti luego?" Pregunté con voz tentadora. Leo levantó la cabeza de inmediato para mirarme con una sonrisa maliciosa.
"Puede. ¿En qué estás pensando exactamente, querida?"
"Es suficiente, hermano. Creo que a Milton no le interesa lo más mínimo esta conversación. Ya tendréis tiempo para esto más adelante", le riñó Lyosha sonriente. Leo rió alegremente, y se incorporó en el sofá, haciendo que apoyara mis pies sobre su regazo. Sonreí, bloqueando mi mente a Lyosha. Yo no soy la única celosa de los tres. Si su hermano me abraza, Leo también.
"Bueno, no es que pretenda decirlos lo que debéis o no decirme, pero sí preferiría saber como han ido las cosas en Chernobil", sonrió Milton
"Todo ha sido perfecto, Milton. La fuente destruida, los bebedores acabados, Sila muerto. ¿Se puede pedir más por menos?", contestó Lyosha
"¿Sila está muerto?", preguntó atónito Milton. "¿Ha caído alguien más?"
"No. Ha sido el único", rió Leo. "Y no puedo decir que lo considere una tragedia", terminó entre carcajadas
Pobre Milton. Casi me da pena mentirle de ese modo, pero es mejor para todos que él se crea la patraña que habíamos decidido con Lisías. Al fin y al cabo, él sólo es un humano. No hay motivo para ponerlo al tanto de nuestros secretos. Me sorprendí a mi misma al pensar así. Yo rara vez trazaba unas distinciones tan claras entre los humanos y los nuestros. Mi seguridad acerca de la diferencia entre lo que nosotros debíamos saber y lo que podíamos contarle a él es una novedad que para mi propia sorpresa, me agrada profundamente. Lyosha aumentó la presión de su abrazo sobre mi cintura, y supe que él también se siente feliz de mi recién descubierta madurez.
"¿Y cómo te hiciste esa fea herida, Leonardo?", estaba preguntando Milton.
Leo gruñó, molesto. Supuse que no le hacía ninguna gracia reconocer que lo habían herido, pero es imposible negarlo.
"Todo iba estupendamente. Habíamos partido decenas de cabezas cuando llegamos junto al creador. No teníamos ni un rasguño hasta ese momento. Pero el maldito diablo me tomó por sorpresa y me lanzó contra la pared, con tan mala suerte que quedé ensartado en un hierro". Me estremecí y Leo me sonrió con dulzura, acariciando mis pies. "Tranquila, querida. No es la primera vez que me pasa algo así. Por suerte, Lyosha lo hizo volar en pedazos antes de que pudiera ocuparse de mí o las cosas se habrían puesto realmente feas. Creo que no te he dado aún las gracias por eso, hermano", añadió mirándolo con gratitud.
Lyosha rechazó su agradecimiento con un gesto de la mano.
"Tú habrías hecho lo mismo, de estar en mi lugar. Además, había prometido a Nadya que volveríamos los dos sanos y salvos, y no puedo faltar a mi palabra"
"Y eso te ayudó a empatar la apuesta. Una verdadera lástima", rió Leo.
"¿Qué apuesta?", pregunté con curiosidad. Por única respuesta recibí dos beatíficas sonrisas que me hicieron gruñir. Cuando esos dos sonríen de ese modo, es que se trata de algo que no va a gustarme lo más mínimo. "¿Qué apuesta?", repetí amenazante.
"Hicimos una apuesta sobre quien iba a matar más vampiros, Nadya. Sólo para añadir un poco de emoción a la batalla. Nada importante", replicó Leo.
Pero yo ya he aprendido a no darme por satisfecha con la primera respuesta.
"Ya. ¿Y cual se supone que era el precio de la apuesta?".
Una mirada espantada apareció en el rostro de mis compañeros, haciéndome comprender que había acertado de pleno.
"Nada, querida. Tonterías. Al fin, todo quedó en un empate, así que no tiene importancia", contestó Lyosha
"Estoy esperando una respuesta", exigí.
"Bueno", comenzó Leo. "Mi hermano sugirió..."
"Y mi hermano aceptó", añadió Lyosha, tratando de evitar llevarse toda la culpa. Leo le dedicó una sonrisa torcida antes de continuar.
"Que el que perdiera debería ir de compras contigo, dejándote conducir. Ah, y que debía permitir que tú le compraras algo"
¡Será posible! Es que aún cuando no estoy, me utilizan para apostar el uno contra el otro. Estaba empezando a enfurecerme, cuando la discreta risa de Milton me sacó por completo de mis casillas. Iba a ponerme a gritar como de costumbre, cuando se me ocurrió algo mejor.
"Ya veo. Muy bien. Pues ya que ha sido un empate, los dos me acompañareis en mi coche. Y os aseguro que conduciré mucho tiempo e iremos muy lejos. Y respetaré todas y cada una de las señales que me encuentre por el camino. Y por supuesto, compraré algo para los dos"
"Diablos", masculló Leo
"Bocazas", le espetó Lyosha.
Milton reía a carcajadas y yo sonreía satisfecha, mientras mis compañeros se miraban el uno al otro, acusándose mutuamente con los ojos.
"Espero que os quedéis un tiempo, amigos. Lamento de verdad mi reacción, pero hacía mucho que no me reía con tantas ganas", comentó Milton sin poder dejar de reírse.
"Lo siento, pero no nos quedaremos mucho más, Milton. De hecho, teníamos pensado partir esta misma noche", contestó Lyosha.
"¿Volvemos a casa?", pregunté entusiasmada
"No, querida. Los hombres de Lisías se están ocupando en este mismo instante de recoger nuestras pertenencias y cerrar nuestra casa de Irkutsk"
"¿Cerrar nuestra casa? ¿Por qué?", pregunté confusa. Durante todo este tiempo, había pensado que cuando todo terminara, volveríamos a casa los tres, y pasaríamos una temporada tranquilos como la familia que ahora éramos.
"Querida, Irkutsk no va a ser un buen lugar donde vivir en los próximos meses. Los cazadores estarán rastreándolo todo como poseídos. Piénsalo, primero las noticias sobre extrañas desapariciones y cadáveres desangrados, y luego una sorprendente explosión en Chernobil. La mayoría son idiotas, es cierto, pero alguno es capaz de sumar dos y dos. Es mejor para cualquiera de nosotros mantenernos alejados de toda Rusia durante una buena temporada", explicó Leo pacientemente.
"¿Y dónde viviremos entonces?", pregunté aturdida. Mis planes de futuro están cambiando a toda velocidad, y no sé si estoy preparada para eso
"Eso aún tendremos que decidirlo, Nadya. Por el momento, nos trasladaremos a casa de Lisías una temporada tal como prometimos. Luego ya veremos donde instalaremos nuestra residencia. Es algo que habrá que pensar mucho", contestó Lyosha.
"¿Y no podemos volver a nuestra casa después de dejar a Lisías?". No entiendo porque hay que buscar otra residencia, ni porque es un tema que haya que pensar tanto.
"¿Y quién se supone que sería yo, querida? ¿El primo del extranjero que ha ido a visitaros una temporada?" preguntó Leo con un deje sarcástico en su voz. No había pensado en eso, claro. No es que tenga mucha relación con los vecinos, salvo los ancianos que viven junto a nosotros, pero es imposible que no provocáramos algún comentario, y eso atraería demasiada atención sobre nosotros.
"No se trata sólo de eso Nadya. Pero ya hablaremos de eso en otro momento, no es un tema para discutir ahora". No hizo falta más. Entendí que eso quería decir que no era un tema que Lyosha deseara tratar frente a Milton, y reprimí mi curiosidad por el momento.
--
Bueno, ya sé que no es gran cosa, pero sólo es el primer capítulo. Os prometo que mejorará mucho en lo próximos. Y antes de que "alguna" lo pregunte… Si, sale Lisías. jaja
