Disclaimer: Harry Potter y etc. pertenecen a JK Rowling
Este fanfiction es una precuela de El Principe de la Oscuridad.
Titulo provisional! Necesito ideas sobre titulos bonitos que le peguen a esta historia... de momento aqui el primer capi:
Chapter 1: Al borde del precipio.
Las altas torres de Hogwarts se erguian orgullosas, mostrando al fantasmal resplandor de la Luna su superficie pedregosa. Sobre el gran lago de enturbiadas aguas oscuras se proyectaba el debil reflejo del astro en cuarto menguante, titilando cuando el liquido de la superficie se movia por la accion del viento. Los jardines, amplios y con arboles frondosos, se veian en esa noche del veinticuatro de Diciembre nevados y de un blanco impoluto, virgen. Parecia tener una paz intensa que se respiraba en el ambiente, mientras el silencio inundaba el castillo antiguo, esparciendo por doquier su espiritu tranquilizante.
O al menos, eso veia el chico de cabellos negros y figura encorvada que miraba la estampa de la noche de Navidad desde la torre de Astronomia. Tenia diecisiete años, ojos oscuros al igual que su cabello graso, unas facciones marcadas con dureza y una nariz aguileña. Tenia diecisiete años, una vida por delante y en sus ojos escrita la amargura. Odiaba la Navidad, al igual que odiaba cada dia de su asquerosa y maldita existencia, y odiaba todo lo que le rodeaba.
Extrañamente, nunca habia conseguido encajar del todo en ningun sitio; ya no sabia si se debia por su apariencia semejante a la de una gran murciélago, o por su actitud tan fria. Aunque, desde hacia un tiempo, a Severus le daba igual. Realmente, desde hacia un tiempo a esta parte, mas concretamente desde verano, sentia que quizas el problema no estaba fuera de si mismo, sino en su interior. No eran los demas los que no congeniaban con el si no al reves, el no conseguia acercarse a nadie, y desde que Lily no estaba a su lado se sentia solo.
Y solo estaba. Aun la recordaba como en una vaga ilusion: sus cabellos de color rojo fuego ondeando al viento, sus mejillas ligeramente sonrojadas por la carrera, y sobre todo, sus ojos verdes esmeralda, tan vivaces que parecian capaces de levantar el animo a cualquier persona. Pero ella ya no estaba; no desde que sus labios hablaran sin pensar, no desde que su odio y deseo de venganza superaran a su parte racional. Lily se habia enfadado, y ellos, solo habian sonreido; sin lugar a dudas, habian conseguido finalmente su objetivo.
Ellos eran los llamados y aclamados Merodeadores: cuatro chicos idiotas y arrogantes que intentaban amargarle la existencia. Pues bien; lo habian logrado.- penso con resignacion. Llevaban dos años gastandole bromas crueles, aun mas si se podia decir, insultandole y acosandole. Bien podria haberse quejado a Dumbledore, haberles denunciado y miles de otras acciones que habian pasado por su cabeza durante esos setecientos treinta dias que formaban los dos años, pero sabia que, como siempre, el anciano decrepito se fiaria antes de la palabra de los Gryffindors que de la suya.
Si, ciertamente hacia tiempo que habia perdido la fe en la justicia, y mas concretamente, en Albus Dumbledore, que tan justo e imparcial se creia. Desde finales de quinto curso, cuando Sirius Black, o Canuto para los amigos, habia decidido gastarle una ultima broma de final de curso. Le habia incitado a ir a la casa de los gritos por el pasadizo bajo el Sauce Boxeador, y, al final del recorrido, se habia encontrado a Lupin. Bien, si solamente hubiera ocurrido eso podria decir que era una pesima broma, pero Lupin no era Lupin, si es que a esa bestia inmunda que lo habia mirado con los ojos amarillentos inyectados en sangre servia como descripción.
Habia hablado con Dumbledore, despues de que el chico Potter, en un alarde de valentia Gryffindor, le salvara. No podria llamarlo de ninguna manera menos estupido: al parecer el era el encargado de hacer el trabajo sucio de su amiguito del alma, y para salvar su propio pellejo, y el de sus amigos, le habia salvado del lobo sarnoso. Y por ello le odiaba mas todavía: el anciano director habia decidido que, a sus ojos, era una muy loable accion salvar la vida de un compañero, y por ello, los puntos que habia ganado Gryffindor anulaban los que habían perdido por culpa de Black. Para severus, no obstante, solo hubo una amenaza de expulsión si decia el secreto de Lupin.
Por lo tanto, a los ojos del afectado, su vida equivalia a… cero puntos menos para Gryffindor y una prohibición. Es decir, nada, o incluso menos que nada. Y eso le habia destrozado por dentro, aunque se negase a aceptarlo. Sin el incondicional apoyo de Lily, se habia ido hundiendo en silencio, dejandose arrastrar cada vez mas por sus compañeros slytherins sangrelimpia. Ellos no lo querian como un amigo, mas bien necesitaban de sus conocimientos, pero para el era un consuelo minimo saber que si moria, alguien le recordaria, o al menos, le echarian en falta.
Y, con esos pensamientos lugubres, habia empezado su verano hacia sexto curso, en un hogar roto, con una familia disfuncional, un padre borracho y violento, y una madre enajenada. Los tres meses de vacaciones se habian hecho eternos para el muchacho de cabellos grasos, y al no tener a nadie con quien compartir los dias, habia sido peor.
Y el comienzo de su sexto año en Hogwarts solo habia ido a peor: aparentemente, a ellos les habia gustado el jueguecito de intimidarle, y no querian dejar esas practicas aparcadas a un lado. Lily seguia sin hablar con el, y a su alrededor no veia a nadie en quien apoyarse, o al menos, confiar. Y, a finales de Marzo, para echarle mas leña al fuego, su madre habia muerto. Por un lado se habia sentido mucho mas solo y triste, nadie le habia dado el pesame ni se había interesado por saber como estaba, pero por otro, no podia evitar alegrarse por su madre, que finalmente, habia conseguido encontrar la paz que tanto ansiaba.
Habia pasado el verano entre constantes golpes cuyo ejecutor no era mas que su padre, y habia vuelto a Hogwarts con la esperanza de que ese año le dejaran en paz. Por supuesto, ese deseo no se habia hecho realidad, ellos seguian molestandole, pero, sin embargo, con el amor de Lily y su influencia en Potter, habia conseguido que el nivel de bromas se redujera casi imperceptiblemente. E intentaba con todas sus fuerzas mostrarse optimista respecto a ese tema, pero le resultaba imposible.
Asi que, ese dia de Navidad, se encontraba solo en la torre mas alta de todo el castillo. Nadie le esperaba en el Gran Comedor, y tampoco el queria bajar; ese año, como conmemoración al año de salida y graduación, la mayoria de sus compañeros se habian quedado en el Colegio de Magia y Hechiceria, lo que conllevaba unas vacaciones llenas de bromas y buen humor, para todos menos para el. Por razones que no llegaba a comprender, habia sentido el irracional impulso de subir a esa torre, y sin ganas de cenar, habia seguido sus instintos por una vez.
Cuando habia llegado al aula de astronomia, se había acercado a la baranda metalica de seguridad, y apoyando sus antebrazos sobre la superficie redondeada y fria, se habia asomado a ver los terrenos de Hogwarts. Por un momento, se atrevio a mirar hacia abajo, con la consiguiente sensación de irrealidad y el mareo, todo producto de su vertigo, mas o menos superado con dificultad. Siempre habia sido asi; su aversión hacia las escobas habia empezado a raiz de su problema con las alturas, y a consecuencia de eso, odiaba ver a todos sonrientes en esos palos de madera, subiendo en el aire doscientos metros sin perder la respiración siquiera, sin empezar a temblar como una hoja de papel, algo que le sucedia a el continuamente.
Por un momento, considero la opcion de tirarse al vacio: nadie le echaria de menos, y, tal y como Black le habia dicho en mas de una ocasión, les haria un gran favor a todos. Su mirada, perdida en la esfera que irradiaba un color blanquecino fantasmal, se dirigio al Lago: solo se reflejaba el astro rey de la noche, ya que el cielo, aunque despejado, conformaba un manto oscuro e impenetrable por la ausencia de estrellas. La atracción hacia el vacio cada vez se hacia mas fuerte en su interior, apaciguando el dolor que llevaba instalado en el pecho desde que subiera a la torre por las escaleras de piedra.
Sin razon alguna, sus ojos oscuros se humedecieron ligeramente: nunca en su vida se habia planteado el suicido como via de escape. Eso siempre le habia dado una idea de cobardia, de no saber luchar por lo que se tiene… pero ahora: ¿Qué tenia el? No habia ido a Gryffindor precisamente por eso: nunca se habia considerado una persona valiente ni noble, mas bien todo lo contrario: el creia que era ruin y falto de nobleza, caracteristicas que se reflejaban en sus comentario acidos. Y, sin embargo, ahora la opcion de suicidarse no se veia tan lejana como antes: prácticamente su vida era una mierda absoluta, rodeado de personas que le odiaban o mostraban una indiferencia digna de pasar a los anales de la historia. Y no es como si Severus fuese tan ingenuo como para pensar que esos comportamientos cambiarian cuando encontrase un trabajo.
Suspiro con suavidad, frotandose los ojos, no dispuesto a dejar que las lagrimas que tenia atragantadas desde verano saltasen esa noche. Su vida podia ser miserable, pero habia quien lo pasaba peor, estaba seguro de ello. Aunque para consolarse necesitase saber que alguien lo pasaba peor que el; era un consuelo mezquino y cetrino, pero al fin y al cabo, un consuelo.
Estaba seguro de que esa noche, tal como las anteriores, no dormiria bien. Desde que volviera a su casa y las palizas se hicieran mas frecuentes, no habia podido cerrar los ojos ni un momento, esperando que su padre viniera a por el en cualquier momento. Habia acabado paranoico, y no habia sido capaz de relegar pesadillas y paranoias a un lado, ahora que volvia a Hogwarts, a un lugar seguro, donde podia estar tranquilo. Aunque solo se engañaba; Potter y sus amigos no le habian dado un minuto de tranquilidad desde quinto año, y la seguridad que se suponia debia tener el castillo habia resultado ser un fiasco, porque la amenaza precisamente estaba dentro, en forma de niño inocente, pero dentro, al fin y al cabo.
Por unos instantes sintio su sangre hervir dentro de sus venas; su mente se habia vuelto a llenar de esos recuerdos, todos humillantes, todos violentos. No dejaban de pasar por delante de sus ojos, como si se tratara de una pelicula muggle, uno tras otro, dandole el tiempo suficiente para escuchar en su cabeza los gritos de su padre, las burlas de los merodeadores, las palabras de Dumbledore, los susurros de los gryffindors cuando le amenazaban… Se martirizaba a si mismo recordandose todos esos momentos, esos malos tragos que no deseaba volver a pasar, pero en cierta parte se sentia reconfortado. Quizas era masoquista, eso no lo sabia por el momento, pero la posibilidad llego a su mente con claridad.
Resoplo, intentando alejar la probabilidad remota que habia surgido desde sus entrañas. El masoquismo era lo último que necesitaba en esos momentos: sentirse más fuera de lugar que de costumbre. Las humillaciones que le ocasionaban nunca la habian producido placer, ni siquiera le habian agradado minimamente. Volvio a mirar hacia abajo, esta vez con lentitud para no marearse. Del Gran Comedor, por los amplios ventanales de cristal, se desprendia una luz calida, producida por la llama de las velas flotantes, dentro de la estancia. No necesitaba imaginar nada; sabia que, en la calidez y comodidad del Comedor, todos los alli presentes estarian pasandoselo bien.
Al mirar esa luz debil proyectada sobre la fria nieve, la idea del suicido volvio mas clara a la mente del moreno: lo unico que impedia su caida era una barandilla de metal facil de saltar. Seria verdaderamente sencillo sortearla y posarse en el alfeizar de la torre, y una vez alli, simplemente dejarse caer y olvidar sus preocupaciones. Sencillo, indoloro, y mortal. Algo que le dejaria horriblemente satisfecho.
Sus manos, palidas y con finos y largos dedos, sobaron su cara, intentando tranquilizarse en vano. En momentos como ese, en los que el suicidio venia a su cabeza y el vacio le llamaba con fuerza, un recuerdo minimamente feliz le hacia desistir de sus intentos, hacia que su estado de animo subiera lo suficiente como para sentirse mortalmente deprimido, y no encontrarse al borde del suicidio. Pero, en ese instante en que el vacio lo llamaba con fuerza, no encontraba ningun recuerdo que mereciera la pena revivir.
Relativamente pronto, sintio como las lagrimas, saladas y humedas, caian por sus mejillas, demasiado frias. Ni siquiera sabia el tiempo que llevaba en la torre, a la intemperie, sin mas abrigo que un sueter gris de tela fina. Al no ser dia lectivo, no llevaba puesto el equipaje del colegio, y esas ropas demasiado grandes para el le hacian sentirse incomodo. Respiro hondo varias veces; debia tranquilizarse antes de realizar cualquier accion estupida como intentar quitarse la vida, peor no lo consiguió en ningun momento.
En el interior de su persona, la atracción hacia el vacio se hacia cada vez mas intensa, mas potente, y, tras unos segundos de vacilación, termino cediendo. Poco a poco, se desperezo y empezo a moverse: sus brazos, que durante largo tiempo se habian apoyado en la superficie metalica, se encontraban entumecidos, por lo que le costo un esfuerzo considerable comenzar a mover los musculos. Sin ver bien debido a las desbordantes lágrimas, sus manos se apoyaron y sujetaron firmemente la barandilla, y, con un movimiento torpe, consiguió sortearla, poniendo con lentitud sus pies sobre el alfeizar.
La nieve bajo sus zapatillas empezo a cuajar rapidamente, mojando la suela de goma desgastada, y por momentos, penso que se caeria. La superficie era inestable y, a su parecer, se movia demasiado. Aunque quizas era todo una consecuencia del repentino mareo que había sufrido al verse tan cerca del precipicio. Su aliento, agitado, formaba nubes humo blanco frente a su cara, que ascendian graciosamente hacia el cielo, haciendo formas semejantes a las de los huracanes.
Sus cabellos negros como el carbon y grasientos se adherian a su craneo de una forma pegajosa, haciendole sentir incomodo. Sus facciones, alargadas, se apreciaban aparentemente deformadas por el cabello, resaltando asi su forma prolongada y larguirucha. A pesar de sentirse casi muerto por dentro, en una constante agonia, empezo a sentirse vivo en el plano fisico, a comenzar a percibir la humedad del aire o el frio que inundaba el ambiente.
Asi, pudo sentir claramente el frio colandose entre sus ropas, atenazando su piel y haciendole temblar inconscientemente, provocando que su mano derecha, la cual todavía se encontraba agarrada a la baranda metalica como una garra, se agarrotara. A su vez, su pobre ropa de abrigo, muy escasa, se encontraba empapada, a pesar de que hacia largo rato que habia dejado de nevar, aunque en ese momento, pareciera amenazar con seguir expulsando copos de nieve.
Severus inspiro profundamente: el nudo en su garganta, con el consiguiente dolor en su pecho, iba en aumento, mientras su mente, obnubilada, revivía uno tras otro, los recuerdos de su vida, desde el menos infeliz al mas amargo. Con el dorso de su mano izquierda, intento limpiarse como pudo las lagrimas que resbalaban por sus mejillas hasta su barbilla, y que no dejaban de brotar de sus ojos. Por un momento los cerro; la sensación de mareo e irrealidad aumentaba cada vez mas.
Ensimismado como estaba, el muchacho de cabellos azabache no percibio como la pequeña puerta de madera que daba a la torre de astronomia se abria con cuidado. Simplemente, su mano se deshizo del fuerte agarre, y sin mirar siquiera hacia abajo, consciente del panico que sentiria al ver el suelo tan lejos de sus pies, se dejo caer.
En el ultimo instante antes de su completa caida, sintio unos poderosos brazos calidos alrededor de su cuerpo, abrazandolo. Y no pudo evitar sentirse en cierta parte triste, y por otra parte humillado. Tenia la extraña premonicion de que, una vez el extraño que le habia salvado supiese de sus intenciones, usaria su debilidad contra el. Como siempre habia sido con los Merodeadores; investigar a Quejicus, sacarle sus sucios secretos y prodigarlos por el Colegio para satisfacción pública.
El deseo de tirarse al vacio se incremento en su interior, y con la mente y ojos nublados por el dolor y las lagrimas, se revolvio no aceptando su fracaso. Como pudo agarro con sus dedos largos las manos grandes y asperas de su salvador, e intento hacer que se soltaran con fuerza e insistencia, en vano. Sus pies, hasta hacia unos segundos en el alfeizar, se encontraban en ese momento descansando libremente en el aire, y al notarlo, su cuerpo se quedo rigido y tenso, preso del panico.
- Deja de moverte…- susurro una voz grave y varonil en su oido, intentando tranquilizarle. A pesar de que no podia verle, sabia perfectamente quien era, puesto que era la misma persona que murmuraba amenazas en su oido cada dia, la misma persona que le atormentaba y le humillaba cruelmente, solo por el mero hecho de que existia: James Potter.
NdA: Que tal? esta historia esta situada en la Navidad del septimo curso de los merodeadores... es el pasado tormentoso de Sev y James. Si te gusta, no te pierdas El Principe de la Oscuridad!
Saludos! y no os olvideis de dejar review!
