Antes de comenzar, aclaro que hace un buen tiempo que no leo Harry Potter, y hace mucho más tiempo que dejé de escribir, pero esta idea la tenía hace bastante en mi cabeza, así que espero que les guste.

Aclaro que los personajes que ustedes conocen no me pertenecen, y este fic lo hago sin fines de lucro, sólo por entretención.


Denial
Por Alisse.


Capítulo I.


Dudley Dursley sentía cómo sus manos apretaban con fuerza el volante. Estaba sentado rígido, sin quitar la mirada del frente y sin escuchar mucho la conversación que su familia llevaba. Incluso sentía que la mandíbula le dolía levemente, por la fuerza con que llevaba los dientes apretados. Una sola pregunta pasaba por su cabeza una y otra vez: ¿cómo había llegado a estar en esa situación?

Miró de reojo a su esposa, que iba sentada a su lado. Podía ver la emoción pintada en su rostro, y también la alegría. Mientras que él, lo único que podía sentir era pavor. Escuchaba las voces de sus hijos, Phillip de 15 y Mara, de 19, que contaban sus historias de lo que habían pasado los últimos días en su mundo. A ellos esas historias los hacía feliz, a él les causaba escalofríos.

Si lo pensaba realmente, esa reacción que tenía no tenía por qué extrañarlo. Debía considerar que hasta los once años había crecido con sus padres hablándole pestes acerca de la magia. Para él, no existía, eran mentiras y trucos de la gente normal, que quería sobresalir. Era por esa razón que nunca se había preocupado mayormente por las cosas raras que pasaban alrededor de su primo, Harry.

Eso fue hasta que se enteró que su primo, ese niño flacucho al que él y sus padres trataban pésimo, eran un mago. Después de unas cuantas experiencias más bien traumantes, temió el poder que su primo tenía, y también aquellos que lo iban a buscar algunos veranos, gente extraña.

Pero su primo Harry se había ido a los 17 años de su casa y desde ese día no había vuelto a verlo ni a tener noticias de él. Fue más que nada por eso que su nombre pasó a ser algo prohibido en su familia, lo más seguro que de la misma manera en que el nombre de Lily y James Potter lo habían sido una vez que habían muerto. Dursley no estaba molesto por eso, al contrario, podía volver a tener aquella vida "normal" que él y sus padres siempre habían deseado.

Lo que fuera que eso significaba.

Dudley siguió el deseo de su padre y estudió una carrera que le permitiera continuar con el negocio de taladros perteneciente a su padre, y fue en esos años que conoció a Edith, estudiante algo estrafalaria de teatro, de quién se terminó enamorando después de un tiempo de interactuar con ella. Para su buena fortuna, ella sentía lo mismo por él.

Un poco después de estar con ella, se casaron. No estaba seguro que a su madre le complació demasiado la idea (al menos ese fue el primer sentimiento que le dio cuando vio su rostro al decirle la noticia), pero él estaba convencido de lo que había decidido. Además, estaba lo bastante seguro y grande como para tomar demasiado en cuenta a su madre…

Pasó un tiempo antes que tuvieran su primer hijo, una niña. La llamaron Mara, y luego, cuatro años después, con ellos llegó Phillip. Si bien dentro de su cabeza tenía el plan de tener una vida relativamente "normal", con Edith eso no podía estar del todo asegurado… su madre una vez le había dicho que ella estaba algo loca, y a pesar que por algunos momentos se sintió ofendido, decidió simplemente sonreír.

Todo ese ambiente que había logrado construir con su familia, se acabó cuando Mara cumpliría los once años. Antes de eso había olvidado completamente que su vida había dado un giro cuando su primo cumpliría la misma edad. Nunca, pero nunca, pensó que podría pasarle lo mismo a él.

Una mañana que se veía de lo más normal, mientras él y Edith desayunaban (los niños estaban de vacaciones de verano), Mara llegó corriendo a la cocina, con una gran sonrisa y con algo en su mano. Detrás de ella, muy cerca, llegaba Phillip, dando saltitos por doquier.

-¿Qué es lo que pasa?- les preguntó Edith, sonriendo divertida al ver el estado en el que los dos estaban –no es Navidad para que anden corriendo por la casa de esa manera.

-¡Mira lo que me llegó!- gritó Mara, extendiéndole a su madre lo que tenía en su mano.

Fue en ese momento que Dudley puso atención a lo que su hija mayor tenía en sus manos, y no tuvo que pasar demasiado tiempo para que él finalmente los reconociera. Fue como un flash, y al mismo tiempo sintió que palidecía. Recordó todo lo que su padre hizo para que ni él ni Harry pudieran ver esas cartas.

No podía creer que volvía a ver esas cartas otra vez, y peor aún, en manos de su hija. Con su nombre en el sobre color verde esmeralda.

De pronto se sentía muy enfermo.

-¡Un colegio de Magia y Hechicería!- decía Edith, mientras iba leyendo la carta. Dudley notó perfectamente cómo su rostro se iluminaba por la emoción –Es la primera vez que veo una carta así… ¿será una broma o algo así?- se preguntó, después de unos minutos de dudar. Observó con mayor atención las hojas.

-¡No lo es, no lo es!- exclamó Mara, que continuaba al lado de su madre -¡dime que puedo ir, yo quiero ir, yo quiero ir!

Dudley, que aún no parecía reaccionar, las quedó viendo. Por su cabeza pasaba las palabras de Edith, eso que nunca había escuchado sobre esa escuela. Con eso sólo podía pensar que la "sangre mágica" venía por parte de su familia.

¡Qué ironía!

Sintió que sudaba, pero aún así, tuvo la fuerza para decir su siguiente frase.

-No irás…- balbuceó Dudley, primero un poco inseguro. Luego sus palabras fueron más fuertes –nunca irás a ese lugar a estudiar, ¿escuchaste?

Los tres lo quedaron mirando, primero con sorpresa. Después se dieron cuenta que él hablaba muy en serio, y pudo ver perfectamente cómo las lágrimas se formaban en los ojos de su hija.

-Pero… pero…- Mara se acercó a él, con ojos llorosos –yo… quiero ir…

-Ya dije que no- replicó Dudley, y antes que cualquiera de su familia dijera alguna palabra, se puso de pie y se fue a preparar para irse al trabajo. Cualquier cosa era mejor que el soportar los ojos de cachorro herido de Mara. Desde donde estaba, podía sentir la voz de Edith consolándola, y a Mara llorando a mares.

Sacó fuerzas de flaqueza para no ceder ante ellas. De una sola cosa estaba seguro: su hija no iría a ese colegio de magos.

Se fue al trabajo, con la esperanza que cuando llegara todo estuviera normal en su casa... y con normal era que los chicos estuvieran entusiasmados jugando en la calle o en el patio, o viendo televisión, y Edith con sus actividades.

Eso esperaba, mientras que de su cabeza no podía sacar el pensamiento que, a pesar de todo lo que había pasado en su familia cuando era niño, los magos continuaban apareciendo sin ser llamados. Definitivamente no deseaba que su hija, su niña, fuera uno de ellos, vestidos tan extraño y utilizando una varita para cada cosa que hacían. Estaba decidido a no aceptarlo.

Y durante toda la jornada de trabajo estuvo dándose fuerzas para estar preparado ante la inminente emboscada que seguramente debían tenerle en casa. Se esperaba a Edith rogándole con toda una actuación que dejara a Mara ir a ese colegio, y también a sus propios hijos (a su manera), rogándole también para que la dejara ir.

Estaba preparado para cualquier cosa, pero no para lo que se encontró.

Al llegar, no vio a los chicos jugando, ni en la calle ni en el patio. Tampoco Edith salió a recibirlo al entrar, ni los chicos lo saludaron. Pensaba que ellos iban a pedirle que cambiara de opinión, pero no que ellos prácticamente le hicieran la Ley del Hielo.

Dudley en esos momentos pensó que podría soportarlo. No contaba con que todo empeoraría en la cena.

A diferencia de lo que ocurría con su propia familia cuando niño, ellos sí tenían una relación más cercana que él con sus padres, y eso sabía que se debía a Edith más que nada. Durante la cena en los días de la semana, ellos solían compartir, conversar sobre lo que había pasado durante el día, el trabajo de los chicos o sus actividades en las vacaciones. Su esposa había prohibido terminantemente encender la televisión (a menos que hubiera algo importante... como un partido de la selección de fútbol, por ejemplo)

Era por eso que Dudley no estaba acostumbrado a las cenas silenciosas, y a decir verdad las odiaba. Durante la cena hizo algunos comentarios, recibiendo a lo más, unos cuantos "mmm" de respuesta. Trató de no molestarse por la reacción de ellos, aunque no tenía por qué.

Esas cartas otra vez estaba causando problemas en su familia, y la verdad era que estaba decidido a terminar con todo. Él tenía una familia "normal", tal como sus padres hubieran deseado, y estaba decidido a mantenerlo.

Viendo el camino en frente de él, viendo que estaba anocheciendo, pensó que aquellos dos días en que tercamente él se negaba a que su hija fuera a esa escuela, han sido los peores de sus matrimonio, y estaba decidido a no repetirlo.

Aquella mañana en que no aguantó más, en que terminó cediendo a sus peticiones, se dio cuenta que le daba lo mismo la normalidad, si es que la felicidad de su hija estaba en medio.

Sonrió derrotado al escuchar los gritos de alegría que todos dieron cuando, mientras desayunaban, finalmente dijo las palabras que ellos deseaban.

-Está bien, ustedes ganan- dijo, suspirando -Mara, puedes ir a esa escuela de raros.

Trató de mostrarse enojado, quizás un poco ofendido, pero todo terminó cuando sintió los brazos de su hija alrededor de su cuello, y suaves besos en su mejilla.

El problema de Mara se había solucionado, pero ahora el problema que ellos tenían era si Phillip también recibiría aquella carta al cumplir los once años. Definitivamente Dudley no deseaba que pasara lo de Lily Potter y su madre con sus hijos. Edith y él, después de conversarlo, llegaron al acuerdo que no valía la pena preocuparse antes, por lo que simplemente esperaron a que llegara el momento.

Y llegó, y su segundo hijo también recibió aquella carta durante el verano. Phillip Dursley lo celebró tal como lo hizo cuando llegó la carta a su hermana. Edith lo miró, sonriendo.

-Supongo que esta vez no te harás el difícil, ¿cierto?

Quiso reír con ironía, pero sólo hizo ojos al cielo. Luego, al igual que lo había hecho con Mara, habló con Phil sobre sus abuelos, Petunia y Vernon. Todo era muy simple: si llegaban a preguntar sobre la escuela a que irían, simplemente tenían que hablar de un internado previamente acordado. Era lo mejor, según Dudley.

-… Harry Potter...

Si bien Dursley no estaba escuchando la conversación, las dos palabras dichas por Phillip llamaron completamente su atención, al punto de estar interesado en lo que ellos estaban conversando.

-¿A quién nombraste, Phil?- preguntó después de unos momentos. Quizás había escuchado mal, no podía ser que tuviera tanta mala suerte.

-Harry Potter- contestó contento Phillip, sin darse cuenta de la palidez que el rostro de Dursley estaba tomando. El chico no se dio cuenta, pero sí lo hicieron Mara y Edith, que lo quedaron viendo con sorpresa -¿no es genial?

-¿El qué?- preguntó Dudley, pensando que con la mala suerte que solía tener, podía esperar cualquier cosa de eso.

-Que el gran Harry Potter es tío de Fred.

Dentro de todo, Dursley pensó que era posible que algo así ocurriera, así que en vez de comenzar a gritar como si estuviera condenado, o todo eso fuera una cámara oculta, simplemente continuó conduciendo. La verdad era que a esas alturas, podía esperar cualquier cosa, incluso hasta que el Primer Ministro conociera el mundo de los magos y estuviera en constante comunicación con ellos, en algo así como "relaciones internacionales"

Edith y Mara lo quedaron viendo, tratando de comprender a qué se debía su extraña manera de actuar.

-¿Estás bien, Dudley?- le preguntó Edith, mirándolo con curiosidad.

-Claro, ¿cómo no lo voy a estar?- preguntó él, con la voz demasiado falsa como para que los demás le creyeran –todo es perfecto.

"Alguien debe estar riéndose de mi vida" pensó Dudley, sin quitar los ojos del volante.

Una vez que Mara se había graduado de ese lugar, Dudley tuvo unas pocas esperanzas que ella volviera a la vida "normal" o "muggle", como llamaban ellos a la gente sin magia. Por supuesto que no contaba con que Mara llegarían con una noticia especial…

-Mamá… Fred me pidió matrimonio.

Ese fue otro ataque que Dursley tuvo, más que nada porque el famoso Fred no era otro que un mago. Habían estado de novios unos tres años, desde la escuela, y ahora que ambos estaban graduados, querían casarse.

El siguiente ataque que le quiso dar fue cuando se enteró que tenía que ir a una reunión con la familia de él. Sintió que su estómago se retorcía por los nervios que le causó la posibilidad de estar nuevamente en una casa llena de magos. Con sólo pensarlo sentía deseos de vomitar.

Por algunos instantes, después de conocer la noticia, tuvo la intención de no ir, que Edith se encargara de todo eso y él simplemente apareciera el día del matrimonio. Cuando se lo dijo a Edith, por la cara que puso se dio cuenta inmediatamente que no le pareció tan buena la idea, al menos no tanto como a él.

-¿Es broma, cierto?- le preguntó ella, enarcando una ceja. Momentos después, cuando se dio cuenta que él hablaba en serio, frunció el ceño –no puedes estar hablando en serio, Dudley Dursley.

-¿Y por qué no?- preguntó él, de vuelta, tratando de parecer inocente –sabes que no tengo intenciones de relacionarme con ese tipo de gente, ¡ni siquiera deseaba que ellos fueran a Hogwarts! ¿Y ahora debo soportar que mi hija quiera casarse con uno de esos…?

-Por supuesto que sí- lo interrumpió Edith, hablando algo molesta –si pudiste aceptar que ellos asistieran a Hogwarts, bien podrás soportar el que se case con uno de ellos, y tener una relación decente con su familia. ¿Me entendiste?

-Es que aquí eres tú la que no entiende…- comenzó a decir él, tratando que los chicos no se dieran cuenta que estaban discutiendo.

-No, eres tú- lo interrumpió Edith, esta vez molesta -¿te olvidas que es tú hija la que desea esa reunión? Mara se va a casar, no puedo creer que estés preocupado de estupideces. ¿Irás o tendrás que soportar nuevamente el llanto de tu hija, como hacía años cuando recibió la carta y tú no deseabas que asistiera?

Esta vez Dudley no contestó, simplemente asintió con lentitud. Sí, aunque no deseara reconocerlo, Edith tenía toda la razón. Y fue así que nuevamente Dudley terminó cediendo ante las peticiones de su esposa.

A ratos no podía creer el poder que tenía sobre él.

Pudo escuchar, entre las conversaciones de ellos, que Mara explicaba que en un comienzo deseaban juntarse en casa de lo abuelos de Fred, llamada LaMadriguera, pero después lo consideraron un poco mejor y lo dejaron en que lo harían en casa de uno de los tíos de éste, para asegurarse que los padres de Mara no sufrirían algún ataque, o algo así, o no se sintieran muy cómodos.

Dudley frunció el ceño al escuchar lo anterior. Era obvio que entre magos no se sentiría cómodo, y mucho menos con la familia Weasley. Recordó que las primeras veces que Mara los nombró, le daba la impresión que en alguna parte lo había escuchado, pero no podía recordar dónde.

Y ahora que sabía de la relación de Harry con ellos, recordó que esa famosa familia eran amigos de Harry, que primero le escribían en los veranos (aún recordaba lo que su padre sufría con las famosas lechuzas… jamás pensó que después tendría a un par viviendo en su casa, llamadas Quijotey Marge. Sobre el segundo nombre no quiso preguntar la razón, mucho menos cuando vio a la lechuza regordeta que Phillip había escogido)

Dudley no podía creer lo pequeño que era el mundo…

-¡Ya estamos llegando!- exclamó Mara, feliz. Dudley sintió que su estómago se retorcía por los nervios. No podía creer que el momento estaba llegando.

Dudley estacionó en frente de una casa más bien grande, que estaba en el centro de una pequeña parcela. Se podía ver que las luces estaban encendidas, seguramente los estarían esperando para iniciar la celebración. Y Dudley se arrepentía demasiado al haber cedido ante las peticiones de su esposa.

Mara y Phillip bajaron del automóvil a penas estuvo estacionado. Casi de inmediato del interior de la casa abrieron la puerta, y el primero en salir fue Fred Weasley, que se acercó rápidamente a Mara. Desde el interior, Edith y Dudley observaron el reencuentro de los novios.

-¿Estás bien?- le preguntó Edith, al notar su palidez. Dudley la quedó mirando en vez de contestar –es sólo un encuentro familiar, no es para tanto…

-Es que tú no entiendes…- balbuceó Dudley, abriendo la puerta del automóvil. Si tenía que reencontrarse con su primo después de más de diez años, lo quería hacer lo antes posible, ya con seguir dilatando el asunto sólo él se sentiría nervioso.

-Tienes razón, no lo entiendo…- suspiró Edith –pero lo que me molesta es que nunca te has molestado en intentar explicarlo…

Ambos salieron del automóvil, los otros dos se acercaron a ellos.

-Un gusto tenerlo aquí, señor- dijo Fred, sonriendo, notándose un poco serio. Extendió la mano a Dudley y éste se la estrechó.

-Gracias por invitarnos- dijo Dudley, serio. Había hablado unas cuantas veces con el muchacho cuando se encontraban en el andén, ya que él se acercaba a saludarlos. Dudley normalmente estaba tan preocupado de no cruzarle con Harry Potter, que nunca le había puesto demasiada atención.

-Que bueno es conocer por fin a tu familia- sonrió Edith, también dándole la mano.

-Sí, ellos están igual de contentos- dijo Fred –pasen, los están esperando.

-¿Dónde está Phil?- preguntó Edith, mirando a su alrededor.

-Ya entró- sonrió Fred –mi primo Hugo lo estaba esperando.

Dudley a penas asintió. Siguió a su hija y su novio al interior de la casa, y se encontró con una gran cantidad de gente, la mayoría de ellos pelirrojos.

Dudley se dio cuenta que había llegado la hora de la verdad.