Notas de autora: Bueeeno, aquí vengo con otro Ling/LanFan, aprovechando la bofetada de inspiración que me ha venido últimamente con ellos. El efecto de los exámenes es fatal para mi cerebro, ¡siempre está buscando cualquier forma de evadirse y no estudiar! De todas formas, escribir one-shots es comodísimo. Le tengo mucho cariño a mis historias largas, de verdad que sí, pero no hay nada como escribir algo corto de 10 folios como mucho, cerrar y olvidarse. Practicas y aprovechas la inspiración, pero no te vuelves excesivamente loco XD

Bien, sólo quiero comentar una cosa antes de empezar. Para mí tiene MUCHO peligro que el seiyuu de Ling en Brotherhood sea Mamoru Miyano. Primero porque amo totalmente a ese hombre, estoy enamoradísima de su voz (acabo de enterarme de que le dieron el premio al mejor seiyuu en 2007, y bien merecido se lo tiene porque es absolutamente fantástico) Y segundo porque no puedo evitar visualizar a Tamaki de Ouran Host Club cada vez que le veo abrir la boca XD Siempre he pensado que se dan un aire en ciertas cosas (influencia del seiyuu, seguramente) y es posible que eso me haya afectado a la hora de escribir este one-shot. Quizá os encontréis con algún momento Tama!Ling, pero prometo que no será demasiado oocc, juas!

Espero que os guste de todas formas… :D

¡A leer~! ¡Sigamos expandiendo el amor al LingFan por el mundooo~! 8D

Title: Una vez al año
Author: Dikana
Fandom: Fullmetal Alchemist
Pairing: Ling/LanFan
Disclaimer: FMA no me pertenece, todo es propiedad de Arakawa-sensei 8D
Summary: Pronto empezarían las dificultades. Las responsabilidades se descargarían de golpe sobre sus hombros. Así que Ling le hizo prometer a Lan Fan que, aunque sólo fuera una vez al año, ambos se tomarían un descanso.
Rating: G

Una vez al año

Lan Fan nunca celebraba nada. Y a Ling, que adoraba las fiestas, aquello le traía por el camino de la amargura.

No podía comprender por qué a la chica no le atraían en absoluto ninguno de los festivales de Xing, o que considerara absurda la grandiosa ceremonia de de Año Nuevo que vestía al país de gala durante dos semanas. Se ponía de mal humor cuando se hablaba demasiado de las ferias ambulantes que recorrían los pueblos periódicamente, y en los banquetes de protocolo Ling podía sentir a distancia su aura negativa extendiéndose en torno a ella como un gas tóxico, hasta tal punto que casi lograba indigestarle la comida. Incluso consideraba su cumpleaños un día sin importancia, que no merecía la más mínima mención. Jamás aceptaba las felicitaciones de nadie.

Cuando Ling le preguntó a cuento de qué venía esa actitud, Lan Fan se limitó a contestar que en las fiestas había demasiado jaleo y era la oportunidad perfecta para atentar contra el príncipe, por lo que la tensión habitual de sus guardaespaldas se incrementaba a niveles exorbitantes.

La cosa podría haber quedado ahí y él habría podido aprender a convivir con aquel peculiar rasgo de su compañera. Pero ese no era el caso, por supuesto. Porque la única fecha que Lan Fan celebraba, con un fervor que casi rallaba en lo surrealista, era su cumpleaños. El de su señor Ling. Cada vez que llegaba el día señalado, la muchacha tiraba la casa por la ventana, organizando por todo lo alto grandes eventos, dentro de lo que le permitían sus posibilidades. La guardia de élite del clan Yao colaboraba en pleno por orden suya y montaban auténticos espectáculos para que su señor pasara un día lo más agradable posible. No faltaban los banquetes, repletos de los platos favoritos de Ling, ni demostraciones de artes marciales, juegos malabares, bailes o cualquier cosa que se le pasara a Lan Fan por la cabeza. Daba la impresión de que para ella el advenimiento de Ling al mundo había sido mucho más relevante incluso que la llegada del Sabio del Oeste a Xing, siglos atrás.

Ling no se podía quejar, porque adoraba aquellas fiestas. El clan Yao siempre organizaba algo oficial para la fecha, pero para él la fiesta sorpresa típica que le preparaban Lan Fan y los demás guerreros, casi a escondidas, era lo más especial de su cumpleaños. Se reunían los compañeros más cercanos, aquellos escoltas que además eran sus íntimos amigos, con los que se había criado desde que tenía memoria. Los protocolos quedaban bastante de lado y todos terminaban riendo a carcajadas hasta la madrugada, comiendo, bebiendo y contando viejas historias, a cada cuál más estrambótica. Se divertían muchísimo y disfrutaban al máximo de la compañía mutua, como una auténtica familia. De hecho, aquello era lo más parecido a una celebración familiar que Ling conocía. Y jamás sería capaz de expresar con palabras lo mucho que le llenaban el corazón aquellos momentos en los que él dejaba de ser un príncipe para convertirse en un amigo y compañero más.

Él sabía desde el principio que la que se encargaba de todo era Lan Fan. No en vano era la que mejor le conocía en todo el clan y la que sabía siempre cómo acertar. Muchas veces había intentado agradecérselo devolviéndole el favor para su cumpleaños, pero ella se negaba en rotundo, salía huyendo o directamente se enfadaba si él insistía demasiado en preparar algo especial. Como su hermetismo con el tema parecía infranqueable, Ling terminó optando por dejar pasar el asunto, aunque fuera a regañadientes.

Sin embargo, cuando el 15 cumpleaños de Lan Fan se acercaba, aquello se hizo insostenible. La mayoría de edad debía celebrarse en condiciones, era intolerable que ella siguiera escaqueándose como si tal cosa de una fecha tan trascendental. Y ya que las buenas formas no parecían funcionar, Ling tomó la determinación de hacer uso finalmente de su autoridad.

- ¡Esto no puede seguir así, Lan Fan! –le espetó con dureza la tarde del día en cuestión, plantándose ante ella con los brazos en jarras.

La joven, que acababa de salir de su sesión de entrenamiento vespertino y estaba lavándose la cara en el pozo que había junto al dojo, se le quedó mirando con la boca abierta en desconcierto.

- ¿Waka? –musitó estupefacta, parpadeando.

- ¡Ya he soportado tu actitud durante bastante tiempo! ¡Esto se acabó! ¡Jun, Xiang, a por ella!

- ¿Qué…?

Dos jóvenes salidas de no se sabía donde se abalanzaron sobre la petrificada Lan Fan y, agarrándola por los brazos, la levantaron del suelo y se la llevaron en volandas hacia el interior, con Ling en cabeza corriendo como un gamo, antes de que su compañera reaccionara y les pateara a todos el trasero para liberarse. El berrido que soltó la joven guardaespaldas se extendió por toda la residencia de los Yao mientras la comitiva atravesaba al vuelo pasillos y corredores en dirección a las cámaras privadas de Ling, que no sólo abarcaban su propio dormitorio sino también los de Lan Fan y Fuu, por ser su escolta personal.

- ¡Rápido, rápido! –apremió el príncipe, abriendo la puerta para ceder el paso a las chicas que cargaban a la amordazada Lan Fan-. ¡Daos prisa! ¡No dejéis que se escape!

Las muchachas cruzaron el umbral de inmediato, pero cuando Ling se disponía a entrar tras ellas, Xiang se volvió y le plantó una mano frente al rostro para detenerle.

- ¡De eso nada, waka, usted no puede entrar aquí mientras arreglamos a Lan Fan! –soltó con decisión-. Tendrá que esperar fuera.

- ¿Ehhh? –protestó él, decepcionado-. ¡Pero yo quiero verlo!

- ¡No sea pervertido, por favor!

Y le cerró la puerta en las narices.

A Ling no le quedó más remedio que quedarse sentado junto al quicio de la puerta mientras dentro parecía estar desarrollándose la batalla del Apocalipsis. Las pesadas y gruesas puertas de madera maciza no amortiguaban los improperios de Lan Fan, que protestaba a gritos contra lo que sea que estuvieran haciéndole sus compañeras, soltando más palabrotas de las que Ling le había oído en toda su vida (y de las que creyó que oiría jamás) Acostumbrado a la faceta taciturna y tímida de la muchacha, no pudo evitar que un tenso sudor frío empezara a correrle por la espalda, y de repente se alegró horrores de no haber entrado en la sala con las demás.

De vez cuando, alguna de las chicas salía corriendo al pasillo y se perdía por ahí para volver al rato con objetos inclasificables (cosas del aseo femenino, supuso él) o acompañada de más chicas dispuestas a echar una mano en la misión. Ling tenía la impresión de que todas las féminas de la residencia de los Yao, ya fueran criadas o guerreras, habían pasado por el cuarto de Lan Fan en las casi dos horas que le tuvieron allí esperando. Y la presión psicológica debía surtir efecto, porque las protestas de la muchacha se fueron debilitando conforme pasaba el tiempo, hasta que una quietud absoluta invadió el lugar.

Cuando la curiosidad por saber qué demonios estaban haciendo ahí dentro empezaba a resultar insoportable, las puertas volvieron a abrirse y una procesión de muchachas empezó a abandonar el cuarto. Ling se levantó con rapidez, expectante, pero la última en salir volvió a cerrar la puerta a cal y canto tras ella, haciendo que el joven se hundiera de hombros, resoplando.

- ¿Falta mucho? –le preguntó a las chicas, aburrido.

- No se preocupe, waka –contestó una de ellas con una expresión siniestramente ilusionada-. Sólo son los últimos detalles, ya está casi lista.

Y de repente todas empezaron a reírse tontamente, mirándose entre sí con ojos chispeantes, igual que si acabaran de escuchar la historia de amor más empalagosa de la tierra. A Ling le rodó lentamente una gotita de sudor por la nuca, pero prefirió no hacer comentarios al respecto y volvió a sentarse para seguir esperando mientras las demás se marchaban.

Aquello se estaba haciendo interminable, no le entraba en la cabeza que los "últimos detalles" pudieran llevar tanto tiempo. La somnolencia le invadía por momentos, haciéndole cabecear. Hasta que oyó la puerta abrirse de nuevo a su espalda y se espabiló en el acto, volviéndose. Jun y Xiang aparecieron en el umbral con deslumbrantes sonrisas desbordantes de satisfacción.

- ¡Waka, ya hemos terminado!

- ¡Genial! –exclamó aliviado, levantándose con una amplia sonrisa también-. Ya se estaba haciendo tarde, tenemos que darnos prisa si queremos llegar a tiempo a…

No terminó la frase, porque las chicas se apartaron y Lan Fan apareció en la entrada.

La habían vestido con un elegante traje rojo oscuro que se le ceñía al cuerpo, sin mangas y con el corte tradicional de Xing, por cuya falda se extendían motivos bordados en oro hasta la altura de la cadera. Aunque mantenía el cabello recogido en el mismo moño de siempre, de repente su pelo negro se veía más lustroso que nunca, reflejando la luz de los farolillos que alumbraban el pasillo, con una discreta pero trabajada cadena de pequeñas perlas adornando el rodete de su nuca. Incluso la envolvía un suave perfume a flores que llegó hasta Ling como una agradable brisa de primavera.

No tenía nada que envidiar a algunas de sus hermanas mayores, las princesas de los clanes más prósperos de Xing. Sólo la delataba la inconfundible expresión de incomodidad que le marcaba el rostro entero, con los ojos fijos en el suelo, las mejillas sonrojadas y la boca torcida en una mueca de disgusto mientras se pasaba las manos por la larga falda una y otra vez, como si no terminara de creerse que ella estuviese metida ahí dentro.

- Lan Fan –soltó Ling para llamar su atención, plantado frente a ella con la misma sonrisa despreocupada de siempre.

Ésta le miró abochornada, incapaz de articular palabra.

- ¡Kawaii! –exclamó entonces el joven, alzando un pulgar en gesto aprobatorio.

A Lan Fan le palpitó la vena de la sien y se puso como un tomate en cuestión de microsegundos.

- ¡Waka, debo protestar! –estalló enfurruñada-. ¡Esto era totalmente innecesario! ¡Es una exageración! ¡No puedo consentir que…!

Ling pasó de largo y se acercó a las otras dos chicas para coger sus manos con expresión maravillada, dejando atrás a una ignorada Lan Fan temblando de furia.

- ¡Chicas, sois fantásticas! ¡Muy buen trabajo, estoy orgulloso de vosotras!

- ¡Siempre a su servicio, waka! –contestaron a coro las otras dos, encantadas.

Las malas vibraciones que desprendía la guardaespaldas alcanzaron cotas altísimas, llegando hasta el príncipe como oscuros tentáculos invisibles. Ling se volvió hacia ella con las cejas enarcadas, como si la muchacha hubiese hablado.

- ¿Cuál es el problema, Lan Fan?

- ¡Han intentado maquillarme! –empezó a protestar, con los puños apretados como una niña pequeña.

- ¿Y qué? Yo les pedí que te ayudaran a arreglarte un poco.

- ¡También me han bañado con potingues que ni sabía que existían!

- ¿En serio? –Ling rompió a reír alegremente-. ¡Me hubiese gustado verlo!

- ¡Soy una guerrera, no un muñeco! –chilló Lan Fan, perdiendo la poca compostura que le quedaba, roja a más no poder.

- ¡Puedes ser las dos cosas! –replicó Ling como si fuese obvio, y siguió riéndose.

Dio la impresión de que a Lan Fan estaba a punto de estallarle la cabeza. El temblor que le sacudía todo el cuerpo no auguraba nada bueno, pero hizo un esfuerzo sobrehumano por dominarse y recuperó el control sobre sí misma lo suficiente como para componer una terrorífica mirada fulminante que clavó en los autores de aquel complot con toda su potencia asesina.

- Waka… -masculló con voz pétrea-, ésta es la mayor humillación que me ha hecho pasar en toda mi vida…

- Cállate ya y vámonos –atajó Ling sin inmutarse, sonriendo aún.

Y Lan Fan se hundió de hombros con desconsuelo, derrotada.

Prepararle una fiesta de cumpleaños a su vieja amiga no era una tarea fácil, precisamente. Ling la conocía demasiado bien y sabía que se ahogaría en la vergüenza si organizaba algo multitudinario con los demás miembros de la guardia de élite, como hacía ella para el cumpleaños de su señor. Lan Fan era demasiado tímida para algo así, prefería las cosas tranquilas, familiares. Pero, al mismo tiempo, aquella celebración no podía ser cualquier cosa, porque la ocasión merecía algo especial. De modo que al final decidió que lo más cómodo y sensato sería festejar la fecha los dos solos, aprovechando para hacer una pequeña escapada de incógnito al pueblo de al lado, donde se había instalado la semana anterior una de las tantas ferias ambulantes que iban haciendo itinerario por las aldeas de Xing. Yendo sólo ellos no llamarían la atención y en un festival encontrarían todo lo necesario para divertirse y pasar una noche agradable como dos personas normales, relajándose y olvidándose un poco de las responsabilidades.

O al menos ésa era la intención de Ling, hasta que llegaron por fin a la feria y Lan Fan, que iba cogida de su brazo, se tensó de golpe como la cuerda de un arco y le clavó las uñas inconscientemente a través de la camisa.

- ¿Vas a estar toda la noche con cara de perro? –inquirió Ling como quién no quiere la cosa, observándolo todo con ilusión.

- Quizá pueda obligarme a venir a un sitio como éste aunque yo no quiera –murmuró Lan Fan, malhumorada-. Pero no puede obligarme a estar contenta.

- Por Dios, no seas así, todos hemos trabajado mucho para poder prepararte esta sorpresa… ¡Ah, mira, kingyo sukui! ¡Vamos a jugar!

Ling la arrastró con él hacia uno de los puestos más cercanos, dedicado a la pesca de pececitos dorados con redes de papel. El ambiente era estupendo, la noche de principios de primavera había resultado más cálida de lo que esperaba, y aquello estaba lleno de gente que curioseaba alegremente por ahí. Parejas, familias con sus hijos pequeños, grupos de niños que corrían de aquí para allá armando escándalo, todo aderezado con las voces de los feriantes que se anunciaban a sí mismos y con el tintineo de la música de tambores, campañillas y flautas. El lugar entero parecía emitir un aura agradable que invitaba a la diversión. Pero Lan Fan miraba a todas partes con ojos atentos, como si temiese que en el momento más inesperado apareciera una banda de asesinos para atacar a su señor. Y Ling, al verla tan poco motivada para jugar, suspiró decepcionado.

- Está bien, lo intentaré yo primero…

Se pasaron los siguientes 20 minutos en aquel puesto. Ling, en cuclillas junto a los barreños de agua donde estaban los pececitos, competía con todos los niños que se acercaban a jugar por ver quién atrapaba más, haciéndose el torpe a propósito. No paraba de reírse a carcajadas, divertidísimo. Hasta que se hartó de sentir en la nuca la tensión que irradiaba su compañera y se volvió a mirarla con una redecilla en la mano.

- ¡Vamos, Lan Fan! Inténtalo tú ahora, ¿vale?

Ella se agachó a regañadientes, mascullando algo sobre lo estúpido que era todo aquello. Se quedó mirando en barreño fijamente, estática. Y en un abrir y cerrar de ojos, descargó la red sobre el agua y cazó todos los peces que quedaban en un solo e inquietantemente certero movimiento.

- No tienes remedio… -musitó Ling, con otra gotita rodando por su sien.

El siguiente puesto al que se acercaron fue el de puntería. Pero Ling se dio cuenta de que tampoco había sido una buena opción cuando Lan Fan lanzó los kunais que le ofrecía el feriante, acertando a los 5 maniquís de madera entre los ojos con precisión asesina. El dueño del puesto lucía un color exageradamente pálido cuando les pasó un par de brochetas de dulces de arroz como premio.

- ¿Es que no puedes relajarte ni siquiera un poco? –volvió a comentar Ling distraídamente, mientras Lan Fan se hundía de hombros con impotencia-. Si esto es lo que nos espera, me encargaré de disfrutar yo por los dos. Vamos a los puestos de comida.

Era el momento de utilizar la artillería pesada. Si Lan Fan estaba demasiado ocupada vigilando los alrededores como para divertirse, él se encargaría de que se olvidara de hipotéticos ataques sorpresa. Comentando con despreocupación que no quería irse de la feria sin probar todo lo que ofrecían, Ling comenzó una ruta brutal, inflándose a comer todo lo que podía y más, ignorando abiertamente la creciente irritación de Lan Fan, cuyos nervios parecían una auténtica montaña rusa. Cuando se dirigían a saquear el quinto puesto de comida, la muchacha no lo soportó más y por fin estalló.

- ¡Waka, por favor, ya basta! ¡Va a ponerse enfermo si continúa así, y no podré ocuparme de llevarle de vuelta a salvo yo so…!

- ¿Waka? –Ling se detuvo a medio camino de llevarse un pastelillo a la boca y entreabrió un ojo para fulminarla con la mirada de soslayo, mortalmente serio-. Te recuerdo que estamos de incógnito, Lan Fan, haz el favor de disimular. Usando el protocolo podrías descubrirnos a los dos ante un ataque enemigo.

Lan Fan se puso lívida en un dos por tres.

- Es cierto… -musitó, hundiendo el rostro en una mano con los dientes apretados-. Lo siento… no sé qué me pasa…

- Ehhh, ¡sólo estaba bromeando! ¡Ajajaja!

Lo siguiente que sintió el príncipe fue el puño de su compañera estrellándosele en la cara, dejándole momentáneamente noqueado.

- ¡Baka! –le gritó con contundencia, logrando que la gente que les rodeaba se volviera a mirarlos-. ¡Para de comer de una maldita vez! ¿Acaso quieres arruinar a la familia? ¿Eh? ¿Quieres que nos quedemos sin dinero? ¡Cuánto más comes, más se dilata tu estómago y más hambre tienes! ¡Si sigues así, llegará un momento en el que tendrás que estar comiendo todo el tiempo para no caerte desmayado por ahí! ¡No volveré a traerte a un festival jamás si no te comportas!

Ling se incorporó como mejor pudo, llevándose una mano a la mejilla golpeada, riendo débilmente.

- Jejeje… cariño, eso ha sido cruel… -y cuando la gente dejó de mirarlos, haciendo comentarios sobre los matrimonios jóvenes y las mujeres dominantes, añadió en voz baja-: ¿Estabas metiéndote en el papel o vengándote de mí?

- Ambas –replicó Lan Fan, dedicándole una mueca.

Ling suspiró, mirándola a los ojos con la frente arrugada. Sí, estaba enfadada. Mucho más enfadada de lo que él consideró en un principio. Aquella sorpresa no le había gustado en absoluto y daba la impresión de que, hiciera lo que hiciera, ella seguiría recordándoselo durante toda la noche. Por un momento consideró dar su brazo a torcer, abortar la misión y volver a casa… pero no quería darse por vencido. No a esas alturas. Cumplir 15 años era algo importante. Era el momento en el que dejabas de ser un niño definitivamente y nunca más podrías volver atrás. De ahora en adelante sólo les esperaban problemas y dificultades. Relajarse, poder pasar un rato agradable lejos de las responsabilidades, no era ninguna estupidez. Y ella tenía que entenderlo.

- Lan Fan… dentro de poco nos iremos de Xing. Quién sabe el tiempo que pasará hasta que podamos volver a ver nuestra casa, nuestro pueblo, a nuestros amigos… o venir a uno de estos ridículos festivales, como dices tú.

Lan Fan se sonrojó y bajó rápidamente la mirada, avergonzada. Al parecer había dado en el clavo con su comentario. Y, esbozando una sonrisa, colocó una mano sobre el hombro de la chica en un gesto lleno de cariño.

- Escucha, creo que nunca te lo he dicho. Las fiestas que me preparas por mi cumpleaños siempre me hacen muy feliz. Es genial estar con vosotros como una familia. Nunca sé cómo darte las gracias. Así que me harías mucho más feliz todavía si por una vez te olvidaras de tu trabajo y me permitieras a mí hacer algo por ti, ¿de acuerdo? Divirtámonos los dos juntos.

- No puedo olvidarme de mi trabajo –protestó Lan Fan, frunciendo el ceño-. Si le llegara a pasar algo por un descuido mío, yo…

- ¡No va a pasarme nada, eres la mejor escolta del mundo! –rió Ling, animado-. Sólo una vez al año, por favor. Sólo un día. Ya tendrás tiempo de cumplir eficientemente con tu trabajo durante los otros 364 días. La vida ya es bastante gris por sí misma, vamos a necesitar buenos recuerdos que nos ayuden a seguir un año más de ahora en adelante.

Lan Fan no parecía muy convencida aún. Apretó los labios con indecisión, dudando, y abrió la boca para decir algo, pero en ese momento una intensa llamarada se alzó hacia el oscuro cielo nocturno, iluminando la noche, y ambos brincaron del sobresalto, tensándose. Ling se volvió en el acto y su rostro se aclaró de golpe.

- ¡Mira, un tragafuegos! –exclamó emocionado, clavando la mirada en un hombre cercano que acababa de empezar su espectáculo, haciendo bailar antorchas encendidas y escupiendo lenguas de fuego hacia las estrellas-. Nunca habíamos visto ninguno, ¿verdad? ¡Vamos!

Cogiéndola de la mano, la enganchó a su brazo nuevamente y corrió con ella para unirse a la multitud que empezaba a arremolinarse en torno al tragafuegos. Pronto quedaron totalmente apiñados por la gente, pero nadie les estaba prestando atención. Nadie sabía quiénes eran, sin títulos, sin cargos. A nadie de allí le importaban su trabajo o sus proyectos. Podían permitirse un descanso y olvidarse de todo sin miedo. De verdad podían…

La representación fue impresionante. Todos lanzaban contenidas exclamaciones cuando la pirueta era especialmente compleja, o las llamas especialmente altas. En un momento determinado, Ling miró de reojo a Lan Fan, que seguía agarrada con fuerza a su brazo. Se había quedado boquiabierta, toda su atención fija en los juegos malabares. El fuego se reflejaba en sus impresionados ojos negros. Y Ling sonrió, satisfecho, seguro de haberlo logrado por fin, y aplaudió más fuerte que nadie cuando el espectáculo terminó, entusiasmado.

Ella no volvió a hacer ningún comentario, pero su actitud cambió notablemente. Cenó fideos con él en otro de los puestos de comida, charlando animadamente sobre los pormenores de la vida diaria en la residencia de los Yao, las extrañas ocurrencias de uno u otro compañero, cotilleos varios entre las criadas y los soldados, y demás cosas por el estilo. Ling incluso logró que finalmente Lan Fan riera, relajándose.

Curiosearon en los puestos de artesanía y la joven se probó collares y horquillas con timidez mientras Ling opinaba con gesto experto. Llegaron a tiempo de ver la representación de unos bailarines locales, que realizaron una compleja y bella danza al son de los tambores. Sus ropas eran como explosiones de color a la luz de las antorchas. En otro puesto, un maestro en cetrería exponía a sus aves, organizando exhibiciones de vuelo. A Lan Fan se le iluminaron los ojos cuando un precioso halcón le permitió que le acariciara la cabeza. Y al final se sentaron en una pequeña explanada en la que los feriantes habían montado un improvisado escenario para representar una pequeña obra de teatro. Ling, que seguía mirándola disimuladamente cada dos por tres para registrar su expresión, estuvo seguro de que a su amiga se le había humedecido la mirada cuando la obra llegaba a su emocionante desenlace. El agarre que mantenía en su brazo se apretaba y aflojaba alternativamente, siguiendo el ritmo de la trama. Esos detalles lograban que a él le burbujeara la risa en el pecho, feliz.

Ninguno de los dos se preocupó demasiado del tiempo que llevaban allí, pero estaba bien entrada la madrugada cuando por fin decidieron volver. Antes de abandonar la feria, sin embargo, Ling se detuvo ante el puesto de una anciana que vendía muñecas y se quedó un rato mirándolas con expresión concentrada.

- ¡Señora, déme una! –exclamó, alzando una mano-. ¡La más bonita!

- ¡Ling! –chilló Lan Fan, sonrojándose violentamente-. N-no me compres una muñeca, no la necesito para nada…

- Claro que la necesitas, en casa no tienes ninguna y sé que siempre te han gustado.

La chica se puso a balbucear incoherencias mientras la anciana reía y le pasaba al príncipe camuflado una muñeca con la cara de porcelana, vestida como una emperatriz en todo su esplendor y con el cabello recogido en un impresionante moño.

- Aquí tiene, joven. La muñeca más bonita para la muchacha más bonita.

- Vaya que sí –asintió él, y se echó a reír alegremente cuando Lan Fan se puso como un tomate.

No importaron las protestas de la joven guerrera. Valió la pena ver cómo se enterneció su expresión cuando cogió la muñeca entre sus brazos y se le escapó una pequeña sonrisa.

- Gracias…

Él no necesitó más. Salieron del pueblo en silencio, caminando uno al lado del otro hasta que al rato Lan Fan se acercó un poco más y volvió a cogerse de su brazo con aire vacilante. Ling no opuso la menor resistencia. Y entonces empezaron a comentar todo lo que habían visto: el tragafuegos, el baile, el teatro, los distintos puestos, los juegos, la gente, el ambiente, cada pequeño detalle, riendo unas veces, quejándose otras, pero mirándose siempre al final con muda comprensión y sendas sonrisas. Después de todo, ella se sentía agradecida por la sorpresa, había disfrutado y se había divertido. Y él se sentía agradecido por haber logrado hacerla feliz, después de toda la tensión que tenían que soportar día a día, de la terrible responsabilidad que cargaban sobre sus hombros.

Tardaron apenas media hora en llegar de vuelta a la residencia de los Yao y se colaron a escondidas por una de las entradas laterales que sólo conocían los miembros de la casa. Allí les esperaba un centinela vestido de negro, apenas visible en la oscuridad.

- Tadaima, Huan –saludó Ling alegremente-. Gracias por esperarnos.

- Okaeri nasai, waka –contestó el chico, sonriendo-. ¿Se lo han pasado bien?

Y miró elocuentemente a Lan Fan, que volvió a sonrojarse, aferrada a su muñeca.

- ¡Sí, todo ha salido bien! Aunque Lan Fan es un hueso duro de roer, me ha costado horrores conseguir que desconectara un poco –los dos muchachos se echaron a reír, ignorando el bochorno que consumía a su compañera-. Bueno, nos vamos a dormir. Ya puedes volver a tu puesto. ¿Sabes dónde está Fuu?

- Creo que sigue reunido con su abuelo para ultimar los detalles del viaje a Amestris.

- Ah, estupendo. Buenas noches.

- Buenas noches, waka. Buenas noches, Lan Fan.

Entraron en la casa y cruzaron los corredores sin hacer el menor ruido, sigilosos en la penumbra como una ráfaga de viento. Cuando llegaron a los aposentos privados de Ling, ambos se colaron por una rendija de la puerta, procurando hacer los menos movimientos posibles. Y una vez dentro de la cámara principal, Lan Fan se quedó estática, como si acabaran de clavarla al suelo, con la vista fija en sus zapatillas negras. Ling, que había seguido andando en dirección a su dormitorio, se detuvo al darse cuenta y giró el rostro hacia su amiga, con la mano ya en pomo de la puerta.

- ¿Qué pasa? –inquirió con curiosidad.

Lan Fan se removió, inquieta. Con la luz que había allí era todavía más obvio el tono sonrosado que cubría sus mejillas.

- Waka, yo… q-quería darle las gracias por todo –musitó, y de forma totalmente inesperada, se inclinó ante él con una profunda reverencia.

Ling se quedó desconcertado y apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Lan Fan se apresurara a dirigirse al extremo opuesto de la sala, donde estaba la entrada a su propio dormitorio.

- ¡Lan Fan! –llamó.

Qué extraño fue el silencio que se produjo en aquel momento. Ling estaba seguro de que no podría olvidarlo, por muchos años que pasaran. Como tampoco olvidaría la expresión con la que le miró Lan Fan al volver la vista hacia él, cargada de una intensidad muy mal disimulada, con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas.

Se había emocionado.

Su sorpresa, su insistencia, su regalo… Todo lo ocurrido la había emocionado, y esa emoción acababa de desquebrajar su compostura, ahí, en el momento de la despedida.

Ling cruzó la estancia a zancadas, casi tropezándose con unos cojines que había tirados por el suelo, y cuando llegó hasta Lan Fan se plantó ante ella con aire preocupado. Bastó un simple intercambio de miradas. Y entonces la joven se llevó una mano a la boca para contenerse y Ling dejó escapar un murmullo de risa, sintiendo que se emocionaba también. Posó una mano sobre la cabeza de Lan Fan y la atrajo hacia él hasta apoyar su frente en la de ella suavemente, en un gesto cargado de ternura.

- No seas tonta –le murmuró enternecido-. ¿Acaso no eres mi mejor amiga? ¿Es que no tengo derecho a intentar hacerte feliz, aunque sólo sea una vez al año?

- Protegerle cada día ya me hace feliz, waka –contestó Lan Fan con voz temblorosa, sorbiendo por la nariz-. Siempre ha sido así. No merezco más…

- Te equivocas. Mereces mucho más. Así que el año que viene volveremos a celebrar tu cumpleaños como hoy, ¿vale?

Lan Fan rió quedamente también, pasándose el dorso de la mano por los ojos.

- Vale…

Aún podía percibir ese perfume a flores, envolviéndole por estar tan cerca de ella. Qué blanca parecía la piel de sus brazos desnudos, y qué suave su cabello negro contra la palma de su mano. Ling inspiró profundamente, cerrando los ojos un momento, y deslizó la mano por el pelo de Lan Fan a modo de caricia, atrapando entre sus dedos uno de los largos mechones que le enmarcaba el rostro.

- Lo celebraremos así todos los años a partir de ahora, pase lo que pase. Quiero que me lo prometas.

- Lo prometo –musitó ella, asintiendo.

- Feliz cumpleaños, Lan Fan.

Y entonces la joven alzó el rostro hacia él para dedicarle una amplia sonrisa cargada de gratitud. Estaba preciosa. Realmente preciosa. Y Ling aún seguía pensando en ello cuando Lan Fan alzó una mano, vacilante, y cubrió con ella una de las mejillas del príncipe en una tímida caricia.

- Gracias, Ling…

Su murmullo le recorrió de arriba abajo como un escalofrío. Su roce le llenó de calma y calidez el espíritu. Era como estar en casa, como volver al hogar. Adoraba aquellos pequeños momentos de intimidad. Los guardaba siempre en su corazón como valiosos tesoros, buenos recuerdos que le devolvían las fuerzas en los momentos de flaqueza y le recordaban las cosas hermosas que valía la pena proteger, por las que valía la pena luchar. De modo que se quedó ahí, sin moverse, con los ojos cerrados y la frente contra la de Lan Fan, acariciando su pelo mientras ella acariciaba su rostro, disfrutando de su calor y de la paz que le daba su cercanía, como siempre, haciendo que los problemas se esfumaran y que las dificultades parecieran nimiedades…

- ¡Eh! ¡EH! ¡¿En qué demonios estás pensando?!

Ling abrió los ojos de golpe, sobresaltado. Y el ruido volvió violentamente, como un torrente que se desborda, trayendo los gritos y gemidos de las almas que bullían dentro de su cuerpo, en torno a él, y el desagradable zumbido que le invadía el cerebro. La voz de Greed resonaba en aquella distorsionada oscuridad como si hablara a gritos dentro de una profunda caverna. No pudo evitar chasquear la lengua con disgusto.

- ¡No estoy pensando en nada! –replicó furioso, llevándose una mano a la frente.

La irritación amenazó con colmar su pecho e intentó aferrarse desesperadamente a la paz que le había devuelto el recuerdo de Lan Fan. Allí dentro necesitaba todo su autocontrol para no bajar la guardia en ningún momento y correr el riesgo de ser engullido por aquel furioso mar de almas en pena.

- ¡Ja! ¿Crees que me chupo el dedo? Te recuerdo que estás dentro de mí, puedo sentir perfectamente lo que tú sientes. ¡Y estás haciendo que me pique todo el cuerpo, así que para de una vez!

Ling rió con amargura, haciéndose un ovillo para apoyar los brazos sobre las rodillas.

- Tú no puedes darme órdenes. Desde aquí se tiene mejor perspectiva, ¿sabes?

Y era verdad. Con el tiempo se había dado cuenta de que, aunque no tuviera el control sobre su cuerpo, estar allí dentro le permitía acceso directo a todo lo que Greed veía, oía y pensaba. Sin embargo, él podía cerrar su mente de forma hermética y evadirse cuanto quisiera sin que Greed pudiera seguirle. Había sido un auténtico consuelo. Al principio había tenido terror a pensar en Lan Fan y los demás, por si el homúnculo usaba esos recuerdos contra él de alguna forma.

- Ohhh… -musitó Greed, sarcástico. Ling podía ver sus ojos estrecharse con suspicacia-. Es cierto, puede que tú tengas mejor perspectiva. Pero yo tampoco soy idiota. Conozco de sobra esta sensación… ¿Quieres que salgamos a buscar alguna mujer con la que desahogarnos, principito?

Ling se tensó en el acto, como si hubiese recibido una descarga eléctrica.

- ¡NO! –le gritó a la oscuridad, frunciendo el ceño con dureza.

La estrepitosa carcajada de Greed le perforó los tímpanos, desquebrajando su compostura.

- ¿No? ¡Qué noble! ¿Significa eso que no quieres a una cualquiera, sino a una en concreto? ¿Tienes una mujercita ahí fuera, mocoso?

- Eso no es asunto tuyo…

- ¿Es la mujer a la que le mandaste ese mensaje a través del enano?

- ¡Eso no es asunto tuyo!

- Me muero de la ternura… ¡Ajajaja!

Ling decidió ignorarle en la medida de lo posible. Aquel día le dolía horriblemente la cabeza. Cerró los ojos de nuevo, apretándose los puños contra la frente. Era en esa oscuridad, en la que sólo le pertenecía a él, detrás de sus párpados, donde podía recuperar de nuevo la imagen de su compañera. Su suave sonrisa, sus ojos emocionados. Su cercanía, su rostro junto al de él. Podía recordar su gesto furioso al llegar a la feria, su cara de abatimiento, de reproche, de duda. La expresión que compuso ante el fuego, ante los bailarines, ante el teatro o al sostener la muñeca. Volver a sentir la presión de su mano agarrándole el brazo, o volver a oír su murmullo de risa, hablando de aquellas cosas que durante toda la vida habían sido tan familiares para él y que ahora parecían tan lejanas como si no hubiesen existido nunca.

No se arrepentía de la decisión que había tomado al aceptar a Greed. Pero los meses pasaban y él seguía allí dentro, atrapado. Estaba cansado. Quería volver a su casa, volver a ver a Lan Fan y apoyar de nuevo su frente en la de ella para poder recuperar la calma y la sensación de que nada era imposible, que todo saldría bien. La echaba de menos. Echaba de menos la sensación de tenerla al lado. Estaba deseando volver a verla…

¿Dónde estaría ella ahora? ¿Se encontraría mejor? ¿Habría logrado recuperarse lo suficiente como para conseguir un automail para su brazo?

… ¿Estaría recordando en ese instante su promesa, como hacía él?

- ¿Qué día es hoy? –masculló con los dientes apretados.

- ¿Eh?

- ¡¿Qué día es hoy?!

- ¿Y yo qué sé? ¡Cómo si me importara!

Ling apretó los dientes aún más, con la borrosa sonrisa de Lan Fan parpadeando en sus retinas.

- Hoy estás insoportable, Ling. Me estás dando dolor de cabeza.

- ¿Y a quién le importa? –gruñó él-. Sólo era una vez al año, maldita sea… Y por tu culpa no podré cumplir mi promesa.

- ¿De qué hablas?

Pero el joven príncipe no contestó, acurrucándose en aquel espacio vacío hasta abrazarse a sí mismo, como si tuviera frío, buscando en sus recuerdos el calor y la seguridad hasta arañarlos con desconsuelo.

"Feliz cumpleaños, Lan Fan…".

--Fin--

N/A: ¿Creíais que iba a tener un happy ending? ¡Pues no! XD ¡Aquí no hay happy ending hasta que Arakawa termine el manga y nos diga qué coño va a pasar, que ya estoy harta de escribir cosas enfocadas en el futuro, hacerme la ilusión de que serán canon y luego llevarme una patada en la boca!

En realidad esto iba a ser más largo originalmente, porque quería incluir otro trozo desde el punto de vista de Lan Fan y hablar un poco de cómo está llevando ella la rehabilitación y el estar separada de Ling. Pienso que para dos personas como ellos, que se han criado juntos y han estado toda su vida el uno al lado del otro sin separarse más de un día, debió ser terrible permanecer tanto tiempo lejos, sin verse y sin saber nada del otro. Ling no sólo estaba atrapado dentro de Greed, sino también lejos de su país, su hogar y su familia, sin saber cuándo demonios podría regresar o si lo conseguiría algún día. Por muy fuerte que sea o mucha fuerza de voluntad que tenga para luchar por sus objetivos, dudo mucho que aguantara todo eso fresco como una lechuga.

Sin embargo, quería que esto fuera realmente un one-shot y me he puesto a mí misma la meta de no escribir nada más largo de lo que admite el límite de caracteres de Live Journal, para no tener que estar cortando los archivos XD Así que decidí dejarlo aquí. Lo más seguro es que escriba la parte de Lan Fan como un one-shot independiente y lo suba por separado, o a continuación de éste como si fuera un capítulo 2. Ya veremos. Me apetece mucho meterme en la cabeza de Lan Fan, sinceramente… :D

En fin, ahí queda eso. Espero que os haya gustado, aunque sea una cosa pequeña e incluso medio extraña. No pretendía convertir este one-shot en la continuación de "Sacrificios", pero tengo que admitir que cuando me hago una idea sobre un tema o una pareja, tiendo a convertirla en canon dentro de mi cabeza y me cuesta bastante desconectar ideas para explorar otras alternativas. En realidad estos dos one-shots sólo se complementan entre sí para ofreceros de forma más amplia la opinión que tengo yo personalmente sobre Ling y Lan Fan, y la relación que comparten. Y posiblemente los próximos que escriba irán en la misma línea (tsk, tenía que haberme buscado una buena tabla para ellos y dejarme de tonterías XD)

¡Muchísimas gracias a todos por leer! ¡Si os animáis a dejar review contándome vuestras impresiones me haréis híper feliz! :D Me encanta intercambiar opiniones con los compañeros del fandom.

Hala, hasta la próxima. ¡Cuidaos todos un montón! ;)