Bonjour mes amis! ¿Cómo se encuentran? ¿Ya listos para el lunes?

Yo no, pero que se le va a hacer. D: Por eso les traje algo súper random. Más detalles al final del capítulo.

Disclaimer: No soy dueña de Frozen, solo de mi imaginación, la cual tal vez algun día me de los medios suficientes como para tener una multinacional tan maligna y poderosa como la de Mickey Mouse.


1


Elsa dejó caer su cabeza contra la pared en la que se hallaba recargada emitiendo un hondo suspiro de tristeza. El frío ambiente que se sentía dentro de la celda le habría helado los huesos a cualquiera, pero ella solo era consciente de la desafortunada situación en la que se encontraba y durante las últimas horas, no había hecho más que pensar en sus padres y en cuanto desearía regresar a casa.

El frío nunca le había molestado además.

El leve rayo de luz que se filtraba por el pequeño ventanal del calabozo le indicaba que aún era de día. Era curioso como el tiempo parecía volverse irregular, cuando uno se encontraba encerrado en un lugar desconocido y en la más absoluta soledad.

Había aprendido a lidiar con esa sensación desde su infancia, por supuesto, pero esta vez era diferente. Esta vez sabía que estaba completamente sola. Y saberlo le asustaba.

Sentada como estaba en el suelo, levantó las manos hasta su cabeza y enterró su rostro entre las palmas, tratando de ignorar los pesados grilletes que se cerraban en torno a sus muñecas. Ella no debería encontrarse ahí, sino con sus padres, en una nación lejana, arreglando un matrimonio que si bien la llenaba de incertidumbre, era mejor que haber terminado encarcelada en un país extranjero y que para colmo, había tenido roces en el pasado con su propio reino.

El destino podría torcerse de las maneras más crueles, en ocasiones.

Una fina capa de hielo comenzó a cubrir las paredes de la celda, tal y como había sucedido horas atrás, cuando apenas le habían encarcelado dentro del lugar y en vano, había gritado y llorado por un buen rato para que la dejaran en libertad. Hasta ese entonces había luchado por mantener ocultos sus poderes, pues estaba consciente de que sería un peligro exponerse de esa manera.

En un lugar desconocido y con varios soldados que fácilmente la podrían atacar, aquella definitivamente no habría sido una decisión inteligente. Aparte del temor que sentía ante sí misma como para siquiera intentarlo.

Desde que era niña, Elsa siempre había vivido con el miedo de salirse de control y lastimar a alguien con el don que tenía para crear nieve y hielo. Era una habilidad hermosa a simple vista, pero que solo le había traído dolor y le había hecho aislarse del resto del mundo. No podía evitar pensar en él como una maldición con la que tendría que cargar por el resto de su vida.

Su padre, el rey Adgar del reino de Arendelle, había tenido a bien enseñarle a ocultar sus sentimientos para evitar accidentes, como el que casi le había costado la vida a su hermana menor mientras jugaban en el Salón Principal de palacio cuando eran pequeñas.

Hasta entonces aquello había sido suficiente para contenerse y por supuesto, todo el tiempo se cuidaba de llevar un par de guantes. Como los que aun llevaba en ese momento, debajo de los grilletes. No obstante se encontraban tan estropeados y su desesperación era tal, que había terminado por congelar repetidamente las paredes de la tétrica estancia en donde se encontraba.

Elsa respiró profundo y cerró los ojos, tratando de concentrarse en desaparecer todo el hielo que había conjurado. Si alguien bajaba y encontraba el lugar en aquel estado seguramente estaría en problemas.

La gente no reaccionaba bien ante lo desconocido.

"No sientas… no sientas", se repitió en el interior.

Lentamente el hielo se fue desvaneciendo y los gruesos muros de roca recuperaron su apariencia habitual. Era una suerte que estuvieran en pleno invierno, porque aquello de alguna manera explicaría el repentino descenso de la temperatura.

Unos pasos bajando por la escalinata de piedra que conducía a los calabozos la pusieron alerta. Su corazón latió bruscamente y tuvo que enfocarse en mantener su compostura.

Los pasos se detuvieron justo frente a la puerta y enseguida escuchó el tintineo de unas gruesas llaves. La figura robusta de un guardia no tardó en aparecer por el umbral. Era uno de los que la habían apresado en la costa por la mañana, después de haber sido arrastrada por las aguas desde la embarcación en la que no hace poco viajaba con sus padres y que desafortunadamente, había perecido en una fuerte tormenta.

El hombre la miró con severidad al tiempo que se acercaba y Elsa no pudo evitar tensarse.

—Es hora de que te levantes, muchacha. Su Majestad quiere hablar contigo.

Él introdujo una de las llaves que traía consigo dentro de los grilletes y pasaron unos cuantos segundos, antes de que sus muñecas volvieran a estar libres.

—De pie—ordenó el guardia tomándola por el antebrazo con poca delicadeza y obligándole a pararse, ante lo que ella apretó los labios en una línea delgada. No estaba acostumbrada al contacto físico y ciertamente, aquello no era bueno para "su condición".

—Por favor—logró decir con voz suave—, puedo ir yo sola.

El recién llegado le dirigió una mirada de profunda condescendencia antes de soltarla y darle un leve empujón para que avanzara.

—Más te vale no intentar nada, señorita—le espetó conforme le indicaba que salieran de la celda—, estoy justo detrás de ti. No vayas a cometer una tontería.

Se refería a que no tratara de correr o escapar. Ella sabía que no tenía ninguna posibilidad de todas maneras. Nerviosa, cruzó las manos por delante de ella en un intento por seguir controlándose y avanzó lo más dignamente que pudo. Nadie le había hablado antes con tan poco respeto como aquel hombre. Pero supuso que no podía esperar otra cosa, debido a su situación.

Vio de reojo como él tiritaba ligeramente debido al frío del calabozo, antes de cerrar la puerta tras ellos y conducirla escaleras arriba.

—Será mejor que sepas comportarte frente al rey, muchacha—le advirtió al tiempo que subían—, nada de lloriqueos, ni de súplicas. No esperes la lástima de Su Majestad. Él no es alguien comprensivo.

Elsa trató de no externar ningún gesto de preocupación, pero por dentro se sintió cada vez más desesperanzada.

—No lo mires a los ojos y no le dirijas la palabra, a menos que él lo haga—continuó su indeseado acompañante con seriedad—. A la derecha—agregó indicándole por donde debía seguir.

La joven siguió su indicación observando por el rabillo del ojo el largo pasillo en el que avanzaban. Amplios ventanales dejaban pasar la luz del exterior proyectándola sobre las losas de mármol del suelo.

El palacio de las Islas del Sur no era demasiado diferente al de Arendelle, excepto que en su propio hogar Elsa no había sentido jamás esa atmósfera de severidad y frialdad; incluso después de que sus padres decidieran que se mantuviera en su habitación, hasta que aprendiera a lidiar con su don.

Aun después de ello, su vida no se había visto desprovista por algo de afecto de parte de los reyes y hasta la servidumbre que de vez en cuando, acudía para atenderla.

Inclusive su hermana tocando a la puerta para convencerla de salir muchas veces, era una muestra de que al menos contaba con el cariño sincero de alguien; aunque siempre tuviera que negarse a estar con ella.

Pero en aquel lugar no había nada de eso. Lo único que podía percibir era un silencio absoluto.

Al llegar al final del pasillo, el guardia le indicó escuetamente que se adelantara hasta el centro mientras él tomaba lugar en uno de los costados de la estancia. Supo de inmediato que debían hallarse en el Salón Principal, pues había un trono situado al extremo final de la enorme habitación, tras un par de amplios escalones. Una enorme araña de cristal colgaba del techo.

Elsa apretó sus palmas juntas en señal de nerviosismo. Debía luchar por permanecer tranquila, pues aquella era claramente su oportunidad para regresar a casa.

Hablar con el rey sin duda tenía que ser algo bueno, puesto que podría convencerle de enviarla de regreso a su reino; incluso después de que fueran sus propios guardias quienes la arrestaran y la encerraran en un horrible calabozo la mañana entera. Seguro que todo se trataba de un malentendido y él, como cualquier persona razonable podría entender.

Un nudo se le hizo en el estómago al recordar las palabras del soldado que la había acompañado. ¿Sería verdad que Su Majestad serían tan poco comprensivo? ¿Y si se negaba a ayudarla?

"No", se dijo a sí misma mordiéndose el labio inferior, "¿Por qué habría de negarse? No gana nada con retenerme aquí".

Si bien era verdad que existía cierta hostilidad entre Arendelle y las Islas del Sur, a causa de conflictos pasados, todo ese asunto se remontaba a decenas de años atrás. No era como si actualmente importara demasiado, ¿o sí? Después de todo, ni ella ni sus padres tenían la culpa de dicha situación, ¡ni siquiera habían nacido entonces!

"Todo va a salir bien", se repitió internamente mientras escuchaba varios pasos aproximándose al salón.

—Agacha la cabeza, niña—le espetó el guardia y con esfuerzo, Elsa tuvo que obedecerle.

Aquel gesto tan simple le resultaba más complicado de lo que debería. Siendo de la realeza y en especial como heredera al trono, se le había enseñado desde siempre a mirar a los ojos y mantener la cabeza bien en alto. Una costumbre difícil de dejar incluso en circunstancias como en las que se hallaba.

Aunque siendo justos, tampoco podía decir que su aspecto fuera de lo más presentable. Después de haber quedado momentáneamente a la deriva en el mar, su lujoso vestido se hallaba estropeado, al igual que su calzado. La tela, al igual que sus guantes, mostraba pequeños desgarres en ciertas partes y su pelo rubio platinado se hallaba desordenado y caía sobre sus hombros, libre del usual agarre en el que acostumbraba trenzarlo. De no ser porque ya estaba lo suficientemente preocupada o asustada, habría reparado en sentir algo más de vergüenza por su aspecto, pero lo primordial en esos momentos era encontrar la manera de volver a Arendelle.

Aun con la vista en el suelo, pudo ver cómo tres personas hacían acto de aparición por la entrada opuesta a donde ella había ingresado y que se hallaba más cerca del trono.

Dos de ellas, sin lugar a dudas eran también guardias del palacio, puesto que se colocaron a ambos lados de la plataforma donde se hallaba el trono y vestían uniformes con los colores del reino. La tercera avanzó con elegancia pero no se sentó en su lugar designado, sino que permaneció de pie a poca distancia de ella, quien solo se quedó estática y con la cabeza gacha sin atreverse a mirar.

Su presencia realmente imponía.

—Su Majestad, el rey Hans Westerguard de las Islas del Sur—escuchó anunciar al primer soldado.

Elsa contuvo la respiración conforme el mencionado daba un par de pasos hasta ella. Sintió un enorme impulso de levantar la mirada pero a la vez, no quería hacerlo. Sus ojos azules se quedaron puestos sobre las botas oscuras que pesadamente avanzaban sobre la alfombra.

—Bueno, ¿qué tenemos aquí?—la voz grave del monarca provocó que la muchacha se sintiera aún más intimidada. Podía sentir como él clavaba sus ojos en ella sin miramientos—. Así que esta es la joven que me mencionaron.

—Sí, Su Majestad—respondió el guardia que permanecía a un costado de la estancia—. La que encontramos merodeando en la costa.

Elsa frunció levemente el ceño. ¿Merodeando? ¡Había naufragado ahí, por todos los cielos!

—Ya veo—dijo el rey inexpresivamente y a continuación, sintió como le colocaba una mano debajo de su barbilla para obligarla a alzar la mirada.

Una ola de temor le invadió y se obligó a sí misma a vaciar su mente de todo tipo de pensamientos, ante el imprevisto contacto. Se habría soltado de su agarre de no ser por la firmeza de los dedos del hombre y la expresión severa plasmada en su rostro.

"Ocúltalo. No sientas", se dijo una vez más.

No obstante se sintió impresionada una vez que miro su rostro. Esperaba encontrarse a alguien que fuera tan mayor como su padre, pero el rey parecía una persona muy joven, no con mucha diferencia a su propia edad.

Y también era apuesto. Casi se sintió ruborizar cuando sus ojos verdes recorrieron cada uno de sus rasgos mientras ella a su vez, mantenía la mirada fija en los suyos. Observó la nariz recta y las cejas rojizas, así como el cabello de un rojo oscuro que se extendía en dos elegantes patillas que perfilaban su cara y que le sentaban realmente bien. Definitivamente tenía una apariencia agradable.

En silencio, soportó su escrutinio silencioso por varios segundos que parecieron extenderse como una eternidad. Creyó ver una leve expresión de admiración en sus ojos, antes de que volviera a hablarle de nuevo.

—¿Por qué estás tan nerviosa?—le preguntó con cierto tono de burla que le consternó por completo—. No hay nada de lo que estar asustada.

Elsa se obligó a sí misma a sostenerle la mirada. Con su cercanía podía apreciar que era mucho más alto que ella, ya que tenía que mantener su cabeza ligeramente inclinada hacia atrás para verlo a la cara.

—¿Cuál es tu nombre?—volvió a preguntar él.

—Elsa—contestó con voz firme, aunque por dentro la inquietud estaba matándola—. Soy princesa de Arendelle—agregó creyéndolo oportuno.

A pesar de su juventud, el monarca no se veía como un tipo accesible, tal y como le había advertido el guardia. La mención de su título provocó que él alzara una ceja.

—¿Princesa?—repitió con cierta ironía—. Muy bien Su Alteza. Debo decir que es un placer sumamente inesperado tenerla aquí, entonces—dijo comenzando a caminar lentamente en un círculo a su alrededor, mientras sus orbes esmeraldas continuaban analizándola—. No esperábamos contar con una visita tan… distinguida.

El ligero sarcasmo que acompañó a sus últimas palabras provocó que los guardias dibujaran una mueca burlona, que a ella le dio desconfianza. Aclaró su garganta.

—Con todo respeto Su Majestad, esperaba que usted pudiera…

—Silencio—la interrumpió el pelirrojo subiendo un poco la voz—. No hables a menos que te haga una pregunta, ¿entiendes?

Le hablaba con suavidad pero aun así, la joven podía notar el tono velado de amenaza que ocultaba debajo de su aparente tranquilidad. La escena cada vez le daba más mala espina. Sin embargo le dio un solo asentimiento en señal de respeto, presintiendo que sería mejor no forzar la situación.

—¿Encontraron a otros sobrevivientes?—esta vez el rey se dirigía hacia el soldado que la había llevado a aquel salón.

Ella supo que hablaba acerca del hundimiento del barco en que viajaba.

—Ninguno Su Majestad—contestó el aludido—. Los restos del barco han sido hallados a distancia de aquí en altamar, por un par de nuestros navìos. Pero no hay ni rastro de sobrevivientes. La tormenta de anoche fue realmente terrible.

Aquellas palabras cayeron como una pesada piedra sobre el corazón de la princesa, que repentinamente sintió como sus ojos se aguaban. Por supuesto, había guardado la esperanza de que como ella, quizá sus padres hubieran llegado a tierra firme. O al menos alguien más de la tripulación.

—¿Con quién estabas viajando, niña?—la nueva pregunta de Su Majestad la sacó de sus tristes pensamientos y no pudo evitar fruncir un poco el ceño.

Resultaba irónico que él la llamara de esa forma, cuando a simple vista podía verse que no era más que unos pocos años mayor que ella. Además, la poca sensibilidad que mostraba respecto al tema del naufragio era cruel e insultante.

—Con mis padres, Su Majestad—respondió manteniendo sus maneras educadas, aunque cada vez sentía mayor desagrado hacia aquel hombre—, y el resto de la tripulación. El almirante, sus asistentes y algunos de nuestros sirvientes.

—Que desafortunado—expresó él pero a leguas se veía que no sentía la menor lástima—. ¿A dónde se dirigían?

—A Islandia, Su Majestad—la mirada penetrante del pelirrojo le instó a continuar hablando—. Mis padres tenían la intención de arreglar mi matrimonio con un noble de la isla. Aunque sinceramente, no sé mucho sobre el asunto—confesó recordando que hasta el momento, ni siquiera había sido informada sobre la identidad de su supuesto futuro esposo, pues los reyes habían considerado que sería mejor comentarle los detalles una vez que se encontraran allá.

Ellos habían estado conscientes de que la idea de un matrimonio por conveniencia no le agradaba, pero establecer aquel lazo era necesario por cuestiones políticas. La única razón por la que no le habían revelado toda la información, había sido a fin de que se hiciera a la idea durante el viaje, pues al principio se hallaba demasiado alterada como para querer hablar sobre el asunto.

Y eso no era bueno para sus poderes.

—¿Cuántos años tienes?—inquirió el rey.

—En unas semanas cumpliré los veintiuno—respondió y él le lanzó una mirada severa—. Su Majestad—añadió rápidamente.

—Veintiuno. Un poco tarde para pensar en matrimonio, ¿no te parece?

Elsa se encogió de hombros. Sabía bien a lo que se refería, puesto que la mayoría de las jóvenes de la nobleza se casaban a edades más tempranas. No obstante ella era un caso especial.

—Bueno, lo lamento por el noble islandés—declaró el monarca con una media sonrisa llena de arrogancia—. Parece que no podrá reunirse con su hermosa prometida. Esa es una verdadera lástima.

La risa grave que soltó y que a oídos de cualquier persona hubiera resultado agradable, no hizo más que aumentar su estado de alerta.

—Entonces—se detuvo una vez más frente a ella con expresión calculadora—, ¿qué vamos a hacer contigo?

Elsa le vio con algo de perplejidad. ¿A qué se refería? ¿Acaso no era obvio que debía enviarla a casa? La sonrisa torcida en la cara del pelirrojo le indicó que debía estar disfrutando de su expresión perturbada.

—¿Disculpe?—consiguió decir con un hilo de voz—. Yo… no entiendo… debo regresar a casa…

—¿Tan pronto?—la pregunta irónica encajaba a la perfección con el semblante de burla que había aparecido en los ojos verdes del hombre—. ¿Es que a Su Alteza no le agradan las Islas del Sur? Me encantaría demostrarle personalmente cuan hospitalarios podemos ser aquí.

Obviamente sus palabras no eran sinceras y la rubia no pudo hacer otra cosa, que tratar de ignorar el miedo que ahora se extendía a lo largo de su persona, amenazando con sacar a relucir sus poderes.

"No sientas, no sientas Elsa".

—¿No le parece que esa es una idea encantadora?—inquirió él con cierta crueldad.

"¡No!", quiso responder, "¡Tus hombres me encarcelaron! ¡Quiero regresar a mi hogar! ¡No me gusta estar aquí!"

—Se lo ruego, Su Majestad—habló elevando un poco su voz y apelando a toda su educación—. Ayúdeme a volver a mi país. El Consejo Real sabrá cómo agradecerle por ese gesto.

El rostro de él permaneció imperturbable.

—Por favor, Su Majestad—insistió en un tono algo más desesperado—. Solo necesito un barco. Es importante que vuelva a casa. Por favor.

La muchacha se sintió impotente cuando su mirada esmeralda la observó con cierta condescendencia. Estaba a punto de romper el silencio que se había formado en la conversación, cuando el rey habló de nuevo.

—Lo pensaré—espetó esbozando de nuevo una sonrisa arrogante y ella sintió como si el mundo se le viniera encima.

El gobernante se volvió hacia el guardia que la había traído.

—Llévatela—le ordenó—. No la pongas en los calabozos. Asegúrate de colocarla en un lugar donde sea más… útil.

La joven solo atinó a ver cómo pronunciaba la última palabra con un dejo de sorna antes de darle la espalda y acto seguido, sintió el fuerte agarre del soldado sobre su antebrazo de nuevo, conduciéndola de vuelta por donde habían entrado.

—¡No! ¡Espere!—exclamó Elsa tratando de zafarse de su agarre mientras era arrastrada—¡Déjeme ir!

Sus gritos se perdieron a lo largo del pasillo mientras era forzada a darse la vuelta para caminar y el Salón del Trono quedaba atrás con sus ocupantes.


Tsssssss, se jodieron las cosas para Elsa. D:

¿Qué tal estuvo eso, eh? Hace unos días empecé a escribir esta nueva historia, considerando que estoy a un solo capítulo de terminar mi short-fic. xD Me encantaría decir que tuve toda esta idea yo sola, pero lo cierto es que surgió a partir de una sugerencia de aledartz, (por cierto, si estás leyendo esto espero que te haya gustado :3). La verdad es que la idea que me planteó ella fue un tanto diferente, pero aun así no podía dejarla pasar. Así que decidí que lo mejor sería guiarme por mi inspiración y hacer una versión, respetando la esencia original de lo que ella quería. :)

Por lo tanto, este fic en su inicio va dedicado totalmente a aledartz.

Todos estamos acostumbrados en el fandom a ver a nuestro pelirrojo favorito siendo obligado a regresar a Arendelle y convertirse en sirviente o mayordomo, como castigo a su maldad. Es algo que considero bastante light para un atentado de regicidio, pero que igual me encanta. Sin embargo... ¿qué pasaría si las cosas se dieran vuelta y la situación fuera al revés? (Levanta sus cejas sugestivamente al estilo de Milhouse).

Sí, tal y como lo leyeron. Nuestra querida Elsa va a tener mucho trabajo. ¿Por qué? Se preguntaran ustedes. Y yo respondo... bueno, ¿y por qué no? xD Es un contexto algo duro pero creánme, bueno para que surja el Helsa. Ya lo verán.

Claro que las circunstancias de ella son muy diferentes, ya que no ha intentado matar a nadie. Pero bueno igual esto se va a poner interesante.

Otra cosa que presiento es que a estas alturas, muchos de ustedes estarán sorprendidos por el hecho de que Hans sea rey. ¿Que por qué? ¿Que cómo sucedió? What the fucking fuck?! Calma copos de nieve, se van a enterar en el siguiente capítulo. Sí tengo una explicación para eso, aunque por otra parte, debo decir que lo bonito de los AU's es poder cambiar todo de maneras EXTREMAS. Pero sí, básicamente en esta historia si se le cumplió su retorcido sueño de gobernar. Y si a alguien le parece que él es un imbécil pues... disfruténlo, porque yo amo que sea un maldito y demonios, sé que ustedes también. xD

Así es, obviamente él no va a ser un terrón de azúcar ni mucho menos. No por el momento, eso es seguro. e.e

Otra cosa sobre el capítulo, es que estuve viendo un mapa de Europa y elegí Islandia como el destino al que se dirigían los reyes, porque me pareció el país más cercano por mar. No habría tenido mucho sentido poner otros a los que podían viajar por tierra, dado lo del naufragio. También estaba Reino Unido, pero Islandia me pareció más atractivo. De cualquier manera eso no importa porque el viaje se fue a la mierda, jajajaja.

No sé cuantos capítulos tendrá esta historia, pero no quiero alargarla demasiado. La musa es la que habla, así que ya veremos cuanto se puede prolongar. Respecto al nombre del fic me parece muy telenovelesco, pero es que no se me ocurrió algo mejor así que creo que lo dejaré así, jejejeje.

Al carajo, ya me quedó muy larga la nota de autor. D: Esperen mi actualización y por lo que más quieran, opriman el botón de abajo para saber si les ha gustado. Harán que mi semana sea buena con sus reviews.

¡Disfruten de la suya y que el espíritu de Olaf los acompañe!