Dean vio cuando Ana apuñalaba a su hermano y sintió que su corazón se detenía, otra vez estaba viviendo -como un claro y terrible dejà vu- la muerte de su hermano pequeño. Vio como caía, llamándolo, necesitándolo, como siempre Sam ha necesitado a Dean, pero él no podía correr a abrazarlo, a sostenerlo porque Uriel se lo impedía: estaba luchando por su propia vida y por la vida de sus padres…

- Sam!!!- oyó su propia voz como salida de otra dimensión y luego vio como se hacía realidad la peor de sus pesadillas: Sam resbalaba lentamente hacia la inconsciencia de la muerte, lenta pero inexorablemente. Aún trabado en lucha con Uriel, vio cómo se dormía su hermano y sintió en ese momento que su alma se partía en mil pedazos, que no se volverían a juntar a menos que tuviera a Sam, su Sam a su lado, supo en ese instante, como siempre lo había sabido que su vida sin su hermano no valía nada, que él no deseaba que valiera la pena seguir viviendo sin su hermano, sin la razón de su vida, y supo también que si fuera necesario volvería a hacer un trato con un demonio, volvería al infierno una y mil veces, aceptaría ser el envase de Miguel, todo con tal de mantener a salvo a su pequeño Sam, lo único en este mundo que le importaba, lo único que lo mantenía humano….