Niñeros dorados

El sol se ocultaba en el Santuario de Grecia. En poco tiempo el cielo se vio cubierto de millones de hermosas estrellas, todo un espectáculo para aquellos que quisieran salir de sus templos para disfrutar de la oscuridad de la noche y de la suave brisa que refrescaba cada rincón de los doce templos. Los árboles también fueron víctimas del suave viento cuando éste mecía con delicadeza sus delgadas ramas provocando que unas cuantas hojas cayeran y se expandieran por todo suelo; la tranquilidad se apoderaba de lo que anteriormente había sido un típico día de verano lleno de entrenamiento y sobre todo, cansancio. En el noveno templo se podía escuchar la conversación que sostenían dos hermanos:

- ¿Cuándo volverás, hermano? – preguntó el más pequeño mientras observaba al castaño mayor guardar su hermosa armadura en su respectiva caja de oro. Desde que se había convertido en Caballero Dorado, el Patriarca le había asignado incontables misiones fuera del Santuario y esto hacía que el arquero pasara menos tiempo con su hermanito. Lo que le parecía extraño era la repentina asignación de dicha misión; no le había dado detalles ni nada concreto, simplemente le pidió a él y al Guardián de Géminis presentarse al día siguiente listos para partir. Nada más que eso.

- Sólo serán unos cuantos días, Aioria. No creo que me tome mucho tiempo regresar. – se rascó la cabeza como si quisiera recordar algo importante. – Estaré bien, te lo prometo. – se acercó al leoncito y le revolvió sus castaños cabellos mientras éste sonreía intentando detenerlo con sus manitas.

- Pero hermano, si la misión no es tan difícil… - el pequeño entrecerró los ojos y se cruzó de brazos. - ¿Por qué ira Saga también?

Aioros pareció pensar la respuesta un poco. Él tampoco tenía idea del porqué tanto misterio pero no quería preocupar a su hermanito. No era necesario. – Pues… Saga también es un Caballero Dorado, ¿recuerdas? – esperó que esa respuesta fuera suficiente para su hermanito. Con las dudas que él mismo tenia era suficiente.

- ¡Pero no tan poderoso como tú, hermano! – exclamó lleno de orgullo. No dijo más pues su carita pasó de la alegría a la seriedad. - Pero Aioros, Shura también es caballero… ¿por qué no va con ustedes? – el leoncito entrecerró sus ojos turquesas. No estaba del todo convencido con esa famosa misión.

- Eso es muy simple, pequeño. – sonrió orgulloso. Al menos tenía una respuesta concreta para esa pregunta. – Shura no irá porque él es quien cuidará de todos ustedes mientras Saga y yo estamos fuera. - pronto notó cómo su hermanito bajaba la mirada y observaba el suelo de su habitación como si éste fuera lo más interesante del mundo.

- ¿Qué pasa, Aioria? – lo miró curioso. – Creí que te gustaba pasar tiempo con Shura.

- No es eso, hermano. – el leoncito alzó la mirada y se encontró con los ojos azules preocupados de su hermano. Bajó la mirada de nuevo y comenzó a jugar con su playera. - Quiero mucho a Shura pero prefiero estar contigo.

Aioros sonrió con ternura y se colocó al nivel de su hermanito. – Ya habíamos hablado de esto, Aioria. - tomó sus manitas entre las suyas. – Haré todo lo posible para regresar pronto. – sonrió abiertamente. – Además, también estará Milo. – al oír esto, los ojos del castaño brillaron de emoción. Al menos podría jugar con él si Shura estaba muy ocupado. – Estoy seguro de que Camus, Mu y Shaka también irán y se divertirán como siempre. – al arquero todo esto se le hacía muy extraño. Los maestros de Shaka y Camus también habían sido asignados a misiones lejos del Santuario. Sacudió de golpe su cabeza intentando borrar todas esas dudas. No tenia caso preocuparse por ellas ya que no resolvería nada. Lo mejor era esperar hasta el día siguiente.

- Entonces, ¡ya quiero que sea mañana, hermano! – Aioria comenzó a aplaudir con sus manitas, se subió a la cama de su hermano y empezó a saltar sobre ella. – No puedo esperar más, Aioros. ¡Ya quiero jugar con ellos!

Aioros sonrió y caminó en dirección a su hermanito. – Al parecer no me extrañarás tanto. – se sentó sobre las cobijas y agacho la cabeza suspirando resignado. – Verás que estos días se pasarán rápido y ni te acordarás de tu hermano. – el arquero fingió tristeza y se abrazó a sí mismo.

- No te pongas así, hermano. – el pequeño dejo de saltar en su cama y abrazó al castaño mayor por la espalda. - ¡Prometo pensar en ti todo el tiempo!

Aioros bajó sus brazos y dejó que su hermanito continuara con el abrazo. – Entonces te daré algo para que no me olvides. – sin brindarle tiempo al leoncito lo jaló, lo colocó en sus piernas y comenzó a hacerle cosquillas en su pancita. Aioria no se molestó en ocultar su risa y pronto Aioros hizo lo mismo. Definitivamente extrañaría mucho a su hermanito.

Templo de Géminis

¡Milo, Quita esas cosas de la cama! – exclamó Saga al ver cómo el futuro guardián del octavo templo jugaba con tres escorpiones cortesía de Shura sobre la cama del gemelo mayor. Miraba con horror cada vez que alguno de ellos se escabullía entre las sabanas, las cobijas y sus almohadas.

- No son cosas, Saga. – contestó mientras alzaba su cabecita y miraba con enojo al gemelo. – Son escorpiones. – lo dijo como si quiera resaltar la obviedad y Saga sólo pudo rodar sus verdes ojos. - ¿Todavía no te sabes sus nombres? – preguntó mientras fruncía el ceño y cargaba al escorpión de mayor tamaño. – Mira, éste se llama Saga. – lo colocó de nuevo en la cama y alzó al que le seguía de tamaño. – Éste es Kanon. – y al final agarró al más pequeño. – y éste se llama Milo ¡cómo yo! – exclamó con alegría mientras volvía a jugar con ellos. - ¿Ya entendiste?

- Lo que no entiendo es en qué estabas pensando cuando los llamaste así. – Saga se colocó ambas manos en la cintura esperando una respuesta coherente del bichito.

- ¡Eso es fácil, Saga! – Milo sonrió abiertamente y expandió sus bracitos a los lados. – Son tres como nosotros y eso los hace una familia ¡cómo nosotros! Y mira. – señaló a los escorpiones aún esparcidos en la cama. – Los más grandes cuidan al más chiquito ¡Cómo tú y Kanon me cuidan a mí! – el bichito se bajó de la cama y se acercó al gemelo. – Son demasiadas coincidencias, ¿no crees? – preguntó mientras se rascaba la barbilla. - ¡Por eso los llamé cómo nosotros! – el pequeño sonrió y abrazó a Saga que correspondió la acción con una enorme sonrisa. – El más enojón es Kanon. – finalizó Milo. – el mayor no pudo evitar reír con ternura ante la inocencia del futuro Santo de Escorpio.

Continuaron con su abrazó hasta que Milo rompió el silencio.

- ¿Cuándo estés en tu misión nos extrañarás verdad, Saga? – Milo se alejó un poco del gemelo y espero su respuesta con ilusión en sus ojitos azules.

- ¿Nos? – fue lo único que Saga pudo contestar.

- Sí. – el bichito afirmó con su cabeza. – A kanon y a mí. Yo te extrañaré mucho y sé que él también. – Milo lo dijo cómo si fuera lo más obvio del mundo. Saga tardó en contestar unos segundos y el bichito interpretó su silencio. - ¿No no extrañarás, Saga? – las lágrimas no tardaron en aparecer en sus ojos y caían libremente sobre sus cachetes.

El gemelo mayor se acerco al pequeño y le secó las lágrimas con sus dedos. Milo ya había comenzado a hipar. – No seas tonto, enano. – sonrió con cariño. – Claro que te extrañaré. Sabes que te quiero como si fueras mi hermanito menor. Nunca lo dudes. Tú eres muy importante para mí, ¿de acuerdo? – Milo asintió mientras se limpiaba las lágrimas de sus hinchados ojos.

- ¿Y a kanon? – preguntó aún hipando.

Saga sonrió y lo abrazó con más fuerza. – A él también, bicho. – el pequeño sonrió y le devolvió el abrazo. Ninguno de los dos notó la presencia de Kanon quien había escuchado toda la conversación sin atreverse a interrumpir. Prefirió permanecer oculto tras la puerta de madera. Jamás había visto a su hermano expresar sus emociones tan abiertamente aunque sabía perfectamente que todo era gracias al pequeño Milo. Era imposible no tomarle cariño al bichito. No es que él lo quisiera ni nada por el estilo. Sacudió la cabeza eliminando esos pensamientos y se volvió a enfocar en aquella hermosa escena. Sonrió al ver que Saga seguía abrazando al niño. Seguramente diciéndole que todo iba a estar bien y que regresaría sano y salvo de la misión. Volvió a sonreír con ternura y decidió retirarse del lugar antes de que se dieran cuenta de que él estaba ahí. - Ya es tarde, enano. A dormir. – soltó el gemelo mayor mientras finalizaba el abrazo y se ponía de pie.

- Pero, Saga ¡aún no tengo sueño! – el bichito se quejó y colocó sus manitas en su cintura.

- Nada de peros, Milo. Mañana tenemos que levantarnos temprano para ir con Shura. Si llegamos tarde se enojará como la última vez. – tomó a Milo entre sus brazos y se dirigió hacía la habitación del pequeño.

- ¡Sólo te hizo lavar los platos, Saga! Pero se enojó más porque rompiste su vajilla favorita. – soltó el bichito mientras que Saga se sonrojaba de vergüenza.

- ¿De qué lado estás, Milo? – preguntó indignado.

- ¡Del tuyo, Saga! – exclamó lleno de alegría y lo abrazó con fuerza para después darle un beso en la mejilla. - ¿Puedo dormir contigo hoy, Saga? – preguntó esperanzado el pequeño. – Es que no quiero dormir solo y Kanon se molestará si voy a su habitación. – el gemelo suspiró resignado y giró sobre sus pasos rumbo a su habitación.

– Está bien, enano pero directo a dormir.

- ¡Te lo prometo, Saga! – cuando llegaron a la alcoba, el guardián del templo colocó a Milo en la cama y lo tapó con las sabanas. Antes de que pudiera apagar la velita que se encontraba en una pequeña mesa de madera, Milo habló:

- ¿Shura me cuidará sólo a mi? - preguntó mientras bostezaba.

- No, bicho. También estará Aioria.

- Bien. – cerró sus ojitos y los volvió a abrir rápidamente. - ¿Saga?

- ¿Si?

- ¿Y Camus? Debe ir también porque es mi mejor amigo.

Saga sonrió. – También estará.

- Bien.

Sabiendo que Milo continuaría con sus preguntas el gemelo interrumpió. – Y shaka y Mu también. Todos estarán mañana. – Milo sonrió y cerró sus ojitos mientras Saga se recostaba y soplaba su flequillo. – Descansa, Milo.

- Hasta mañana, Saga. – el bichito se acurruco cerca del gemelo y lo abrazó. Éste cerró los ojos pero los abrió bruscamente al sentir algo entre las sabanas.

- ¿Milo?

- ¿Si, Saga? – preguntó tratando de tener sus ojitos abiertos.

- Guardaste a tus escorpiones, ¿verdad? – preguntó esperanzado aunque ya sabía la respuesta.

- No, Saga. – contestó el pequeño luchando contra el sueño. – Creí que estarían más cómodos si dormían con nosotros.

Definitivamente iba a ser una larga noche para el santo de géminis.

Templo de Capricornio

- Y esa es la constelación Corona Boreal, Ángelo. – soltó orgulloso el Caballero de Piscis señalando un hermoso grupo de estrellas, se encontraba sentado a las afueras del Templo de Capricornio.

- Sabes perfectamente que pierdes tu tiempo. No me interesan tus estúpidas constelaciones, Olle. – contestó de mal humor el guardián del cuarto templo mientras se ponía de pie y se alejaba de su amigo. Olle rodó los ojos y sonrió burlonamente.

– Por comentarios así, las personas piensan que eres un idiota, Ángelo. – una pequeña carcajada salió de sus labios cuando vio cómo Ángelo volteaba molesto y regresaba a su lado. – No te haría mal dejar de ser tan amargado y tratar de sonreír de vez en cuando.

Ángelo alzó una ceja al escuchar el último comentario. – ¿Eso me lo dice el que piensa ser el hombre más hermoso del maldito mundo? – el Caballero de Cáncer se cruzó de brazos y entrecerró sus azules ojos.

Olle no disimuló una sonrisa y se puso de pie. – No lo pienso, Ángelo. – se colocó detrás de su oreja un mechón de su ondulado cabello y encaró a su amigo. – Lo soy. - Ángelo parpadeó varias veces ante la respuesta de Olle. No sabía que el ego de su amigo llegara a tanto. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el guardián del onceavo templo volvió a hablar. – No pongas esa cara, Ángelo. Tú no estás tan mal. – Olle sonrió burlonamente al ver cómo una pequeña sonrisa se escapaba de los labios del santo dorado. - ¿Ves? Deberías hacerlo más seguido, cangrejo. – Ángelo rodó los ojos pero sin dejar de sonreír.

– Idiota.

- No los puedo dejar cinco minutos solos sin que comiencen a pelear. – soltó el dueño del décimo templo mientras se acercaba y les brindaba un vaso de agua.

- No sabía que fueras tan tacaño, Shura. – contestó el italiano mientras aceptaba el vaso, el español sólo pudo sonreír. – ¿No tienes un poco de vino? – Shura rodó sus verdes ojos. - ¿Y qué hay de tequila?

- ¿Tequila? – Olle interrumpió – Ni siquiera sabes emborracharte con dignidad, Ángelo. – tomó su vaso y se bebió el fresco liquido de una pasada.

- En primera, nunca ha habido alcohol y nunca lo habrá. – Shura vio a ambos caballeros y sabiendo que tenía su completa atención continúo. – Y en segunda, mañana vendrán los pequeños – su mirada se llenó de ternura cuando pensó en los futuros santitos a los que quería como sus hermanitos. – No quiero ni pensar en lo que harían Aioros y Saga si los niños terminaran ebrios en el suelo de mi templo.

- ¿Todos vendrán? – Olle abrió sorprendido sus enormes ojos celestes. - ¡Valla qué eres un buen amigo, Shura!

- Es eso o no tiene vida social. – soltó Ángelo con una sonrisa burlona.

Shura rodó los ojos. – Es que no pude negarme, eso es todo. Además…- el español se acercó y se puso en medio de ambos caballeros que lo miraban confundidos. Colocó sus brazos en cada hombro y sonrió. – Ustedes me ayudarán. - Ángelo sólo pudo escupir el agua que anteriormente había estado bebiendo y Olle parpadeó varias veces, como si intentara asimilar la ultima oración.

- ¡¿Quéeeee?! – gritó el Sabto de Cáncer mientras se soltaba bruscamente del brazo de Shura. Olle intentó calmarlo.

– Tranquilo, Ángelo. No puede ser tan malo. Sólo son unos niñitos, ¿verdad, Shura? – el Caballero de Piscis miró al guardián de la décima casa, sus enormes ojos celestes suplicaban una respuesta tranquilizante para él y en especial para Ángelo quien ya se encontraba un poco más calmado. Shura dudó unos segundos. Sabía que Milo y Aioria eran traviesos por sí solos y que juntos eran muchísimo peor; sin embargo, contaba con que Mu, Shaka y Camus se supieran comportar, después de todos eran los más tranquilos, ¿no? Además, ellos eran tres Caballeros Dorados del más alto rango y jamás podrían ser derrotados por niñitos de cinco años, ¿Qué tan malo podría ser?

- Por supuesto. – afirmó Shura mientras asentía suavemente. Quería creer con todo su ser en sus palabras pero había algo que se lo impedía.

-¿Lo ves, Ángelo? – sonrió Olle aliviado y le palmeó la espalda un par de veces. – Todo estará bien. – dejó al italiano y se acercó al de cabellos oscuros. - Cuenta con nosotros, Shura. – Piscis pasó su brazo sobre el hombro del español mientras éste reía nerviosamente.

- Si algo sale mal, al menos no moriré solo. – susurró creyendo que nadie lo escucharía.

- ¿Dijiste algo, Shura? – preguntó Olle viéndolo de reojo.

- Este… ¡no! Nada. Todo estará bien. Ya lo verán. – Ángelo rodó los ojos y el sueco sonrió ampliamente. Shura sólo pudo rogarle a Athena que sus palabras fueran ciertas.

Notas

¡Hola de nuevo!

Yeeii mi primer capítulo listo! Aún no sé cuántos serán porque ya se me secó el cerebro pero intentaré subir el siguiente lo más pronto posible ^^ mmmm ¿Qué les puedo decir? Creí que sería buena idea que Shura, Ángelo y Olle convivieran con los pequeños. Respecto a Afrodita su nombre será Olle en mis futuros fics es un nombre sueco y me gustó mucho. No tengo la menor idea de cómo se pronuncia en Suecia pero en mis historias se pronunciará "Oli" haha xD

La constelación Corona Boreal sí existe. Se encuentra en el hemisferio Boreal durante la primavera y el verano. Comprende Europa, Norteamérica, el Ártico, casi toda Asia, África y algunas partes de Oceanía. Bueno esos son algunos datos para que vean que no lo inventé xD

Ojala les guste y me dejen reviews

¡Besos ya brazos!

Helena Hibiki :D