Saludos, quiero dejar claro que a pesar de que esta historia no dice ser un oneshot, puede que termine siendo uno por mi falta de ideas. Lamento de ante mano si no llego a continuar con esta o alguna otra de mis historias. Espero que les agrade este pequeño fanfic.


En Ciudad Halloween los gritos, aullidos, rugidos y risas malévolas se escuchaban con más intensidad de lo normal. Esto se debía a la gran celebración que se estaba llevando a cabo en honor al nacimiento del nuevo príncipe. "¡Felicidades Jack, Sally!", decían todos mientras rodeaban a dicha pareja. Todos los ojos estaban enfocados en el sonriente bebé que sostenía Sally entre sus brazos.

"¡Miren esos ojos! Son tan oscuros y terroríficos como los tuyos, Jack. Debes de estar muy orgulloso", comento alegre el alcalde.

"Claro que lo estoy", admitió el rey esqueleto mientras levantaba la barbilla y rodeaba con su brazo esquelético los hombros de su adorada esposa.

"Pero a quien más se parece es a Sally", se burlaron las brujas y los demás rieron junto a ellas ya que opinaban lo mismo. El pequeño era un muñeco de trapo como su madre; lo único que parecía diferenciar a madre de hijo era el cabello color blanco y los ojos completamente negros que éste poseía.

"¿Cómo se llama el chiquitín?", pregunto con voz refinada un vampiro.

"Aún no hemos decidi…", empezó Jack antes de ser interrumpido por Sally.

"Alan..., me gusta ese nombre. ¿Qué te parece si nuestro hijo se llama así, Jack?", la pelirroja miro con ojos suplicantes a su esposo, haciéndole imposible a éste rechazar su petición.

"De acuerdo", suspiro resignado Jack Esqueleto y ella lo beso en la mejilla agradecida. Una de sus debilidades más grandes era su esposa, no podía negarle nada.

"¿Sally, cariño, nos dejarías cargar a Alan un momento?", dijeron las brujas con entusiasmo. La muñeca asintió y coloco con delicadeza a su preciado hijo en los brazos de una bruja. Después de varios minutos de cuchicheo de mujeres, las brujas devolvieron al bebé a los brazos de su madre.

"¿Usted no quiere cargarlo también, Sr. Alcalde?", pregunto la bruja más joven al susodicho.

"¡¿Yo?! Pero nunca he sostenido a un bebé", exclamó el alcalde nervioso retrocediendo varios pasos. Todos los presentes se rieron al ver su reacción y Sally intentó tranquilizarle diciéndole que no era difícil. Un minuto después el alcalde había conseguido, con ayuda de todos, cargar a la personita más joven de la ciudad halloweenesca.

El sentimiento de triunfo del alcalde no duro mucho, ya que Alan comenzó a llorar fuertemente. El señor doble cara se sintió culpable de hacer llorar al diminuto príncipe y al no tener la ni la más mínima idea de que hacer en aquella situación pidió ayuda a los presentes. Antes de que los padres de la criatura le echaran una mano, el payaso más terrorífico del Halloween interfirió.

"Yo puedo hacer que cualquier niño llore o ría. Deja que te ayude", aseguró el gordito en monociclo, mientras se aproximaba al pequeño llorón. Una vez frente a éste, el payaso le saludó con voz aguda," ¡Holaaaaa!". Ante esto, el infante deja de llorar y mira fijamente al intimidante personaje de nariz roja. "¡Ríeteeee!", le ordena con voz grave el payaso mientras se quita su propio rostro como si de una máscara se tratase, revelando un espacio oscuro como un abismo.

Un niño normal hubiese llorado, gritado y mojado sus pantalones al ver semejante acto, pero Alan no era normal. En Ciudad Halloween nadie lo era. Así que, como se podría esperar, el nuevo príncipe no se asustó sino que río a carcajadas. Su risa fue contagiosa y pronto todos en la aldea más terrorífica del mundo se encontraban gritando, aullando, rugiendo o riendo malévolamente.


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