Hola! Hola! Esta es una historia creada para su diversión enbase a mis personajes adorados que, como todos saben pertenecen a CLAMP =)

Espero que les guste y... COMENZEMOS!!


EL CIELO ENTRE TUS MANOS

País de Siván

Capítulo 1

"La sangre corrió mientras me adentraba

en las ventanas de tu alma"

Aquel día sería muy espcial en el país de Siván. Habría bailes, música, luz de vela y hermosos vestidos que, ocuparían lugar en el gran salón de palacio.

Pero había una joven que sentía...

¿Emoción?

Negativo.

¿Felicidad?

Negativo.

A sus veinte años los vestidos no le interesan como a las demàs muchachas, creìa que las luces no la favorecían y lo bailes le gustaban pero siempre y cuando fueran en primer. Lamentablemente, para ella, debía asistir por dos simples razones que adoran las personas: protocolo y apariencia.

La velada que se celebrará la llaman: Ahév.

El significado de la fiesta le gusta, es acerca del amor y cada vez que llega esta fecha, se pregunta si las personas que la celebran han meditado sobre su significado, ya que, a sus veinte años siente que no ha hecho nada que se pueda considerar un acto de amor. Una acción que la haga sentir una persona completa.

Graciás a todos los que viven en este país y, a quien los rige espiritualmente, nunca han tenido que sufrir los horrores de una guerra, para ser más exactos, no han estado ni cerca de participar en una, más explicitamente, se podría decir que con suerte conocen la definición correcta de esta palabra de dos sílabas.

Siván es un país de geografía tan hermosa que calma a quién sea.

La joven de castaños cabellos se encontraba sentada sobre un césped verde y brillante, mientras se protegía del sol gracias a un árbol que sostenía hermosas y estrelladas hojas anaranjadas. En el paraje podía apreciar un sin fin de colinas con arbustos en diferentes tonalidades y al final, en el inmenso horizonte, con placer y un total agrado sentía que tenía la suerte de apreciar un sol tan grande como los deseos de vivir aventuras que poseía su corazón.

-- Sakura Kinomoto -- ese es su nombre. En cierto modo le agrada... es pacífico.

Paz.

-- Hola, Meiling -- ella es una de sus amigas. Es la felicidad en persona. Rie, canta, baila y salta. Esas son acciones que denotan felicidad sin duda alguna. Una persona que esta deprimida no sería dueño de tal energía. Aunque a veces es fácil fingir... más de lo que cualquier persona pensaría... mucho más.

-- ¿Cómo estás, Sakura? ¿de nuevo soñando con la aventura que algún día vivirás? -- preguntó sentandose a su lado -- deberías estar poniendote linda para hoy en la noche.

-- Tú también.

-- Yo no lo necesito. Soy divina -- la castaña rió -- Antes de que lo olvide -- dijo buscando algo en el bolso que traía -- Tomoyo Daidouji, te envió esto.

-- ¿Por qué llamas a las personas por sus nombres y apellidos?, Meiling Li.

-- No lo sé -- respondió mientras le entregaba un pequeño paquete de color café que estaba atado con hilo grueso y blanco.

Lo desato y cuando lo logró pudo descubrir un hermoso prendedor que tenía la forma de una pluma plateada, adornada con detalles de color verde que, parecían pequeños trozos de una piedra preciosa.

-- Es hermoso -- dijeron al unisóno. Tomoyo siempre habia sido luz para Sakura. Un camino a seguir. Su sonrisa era como los ansiados rayos de sol en invierno.

-- A mi me regaló un collar -- acotó Meiling y de su bolso sacó un paquete igual al de la castaña pero, cuando lo abrió, pudieron ver un collar con diferentes piedras, y cada una de ellas tenía uno de los colores pertenecientes al arcoiris.

En una palabra: Hermoso.

-- Cuando me los entregó me pidió que los usaramos esta noche. Le dije que yo lo haría... despues de todo el vestido que me compró mi padre es de color rojo. Este collar le dará vida. Será como mi personalidad -- Sakura sonrió.

-- Estoy segura de eso -- la castaña posó sus ojos en el obsequio y sonrió nuevamente.

Cuando llegó a su casa pudo ver a su perfecta hermana mayor alborotada, porque tenía una uña desarreglada. ¡¿A quién le importa?!, se preguntó Sakura, además, usará guantes como siempre.

Esta desquiziada...

Absurda.

Ya en su dormitorio, sobre su blanda y cómoda cama, estaba el vestido que debería usar. Era hermoso y, coincidentemente, el broche que le regaló que le había entregado Meiling en nombre de Tomoyo, sería un complemento perfecto. El vestido era de color blanco. La joven calculó que, indudablemente, arrastraría no solo la parte de abajo del vestido, además, se agregarían aquellas largas cintas de color verde que adornaban el vestido a la altura de la cintura con la intención de marcar la figura femenina a su máximo nivel . La parte superior es sin tirantes. Bastante provocativo. En el centro del pecho tiene un detalle hermoso, es un broche de plata y del cuelgan dos cadenas finas del mismo material.

Al mirarse en el espejo no le agradó completamente lo que vió. Una muchacha de estructura corporal media, ojos grandes y verdes. Pelo corto, a la altura del mentón, liso y del color de las hojas de los árboles en otoño cuando estan apunto de caer, tonalidad que lograba un contraste especial con su piel trigueña y sus rosados labios carnosos.

El vestido le quedó muy bien, al menos se sentía cómoda, que es un punto fundamental e importante, y el prendedor de pluma se veía glorioso entre sus cabellos. Es lo que más le gustaba. Mientras términaba de arreglarse el cabello, entró su madre en el dormitorio, mirandola con ternura y amor incondicional. Estaba radiante y hermosa como siempre, con su largo cabello de ondulados movimientos.

Su madre se llamaba Nadeshko Kinomoto.

-- Hija ¿estás lista? -- preguntó mientras ponía un hermoso collar plateado alrededor del cuello de la joven. Estaba frio así que se estremeció.

-- Si, madre -- le sonrió.

Cuando estuvieron en el salón del primer piso del castillo señorial de los Kinomoto, Sakura pudo ver a la desquiziada, es decir, a su hermana con un antifaz. En un primer momento pensó que estaba avergonzada por su evidente histeria pero prefirió preguntar a que se debía que la "perfecta Ricka" no les concediera el privilegio de mostrarles su linda cara.

-- ¿No te lo había dicho? -- le preguntó Nadeshko extrañada. La castaña la miró de la misma manera -- el rey desea que, debido a que es el último año de su gobierno, este año sea una fiesta de máscaras. Dijo que lo considera más emocionante para los jovenes, incluyendo su hijo, el príncipe de Siván.

-- No sabes cuanto... -- expresó mientras rodaba los ojos.

-- Iré a ver algún antifaz que convine con tu vestido.

Mientras su hermana miraba si la uña mal arregleda se notaba con los guantes que traía, Sakura esperaba que lloviera, de esa manera el carruaje que las esperaba afuera y luego las transportaría hasta su destino, quedaría tapado en barro pero, no podía tener tanta suerte, ya que, por el pasillo, poco minutos después, pudo ver como se aproximaba por el pasillo su madre con un antifaz blanco con detalles plateados y verdes.

¡Qué suerte!

Al llegar al castillo se sentía como un pájaro que se había caido de la inmensidad celestial. En vez de estar volando entre las nubes, sufría en la tierra aparentando ser alguien que no era ni llegaría a ser. Se sentía como un ave con las alas atadas y el castillo sería su jaula de turno.

En el salón pudo admirar el número de personas que ya habían llegado. Estaban alegres y con máscaras. Sería más difícil que pudiera encontrar a sus amigas: Tomoyo y Meiling. Cuando las buscaba no pudo evitar concentrarse en las máscaras de los presentes. Eran preciosas. Se preguntó si sus corazones eran iguales y si su alegría sería auténtica. Era casi imposible averiguarlo porque no podía ver sus ojos.

La música estaba compuesta por instrumentos de cuerda y viento. Tranquila, amena, clásica, suave, en tanto, los presentes estaban inquietos y expectantes a lo que puediera suceder esa noche. Quizás entre las cortinas de seda bordadas con hilos de oro naciera una nuevo romance o alguien dijera algo tan impulsivo que fuera mal visto por los demás, convirtiendose en la victima de la hipocresia de la sociedad. También podría suceder que el vestido de una de las invitadas no fuera el más apropiado para un baile de esta magnitud. Nada que afecte el ecosistema del mundo pero, si algo para entretener a las masas.

-- Sakura -- llamó alguien con delicada voz. Al darse cuenta descubrió que era la voz de Tomoyo y se encontraron nuevamente en un abrazo -- ¿cómo has estado? -- sonrió mientras se separaban.

-- Mejor de lo que creerías. Mi padre regresa esta semana de su viaje y, de esa manera, podré ver a mi madre sonreir más tranquilamente.

-- ¿Oigo sarcasmo en tu voz?

-- Yo no diría que, precisamente, es sarcasmo pero, vivir de apariencias destruye. De cierta forma puedo decir que me agrada el trabajo de mi padre... lo mantiene lejos -- Tomoyo la abrazó.

¿cómo estuvo tu viaje?

-- No lo creerias -- sonrió -- los aliados de nuestro país son adorables. Las personas de Tamuz son cálidas y alegres, pero, como las dos sabemos, no es solo apariencia.

Con la conversación comenzó a pasar el tiempo, no sintierón los números que abanzaron las agujas del reloj. Dieron vueltas alrededor del salón pero no encontraban a Meiling. En un momento pensaron que estaban buscando mal pero, cuando llegaron a una pergóla que estaba en el jardín posterior del palacio la vieron sentada con una flor en la mano.

Cuando llegaron a su lado notaron que a través de sus ojos se escapaba el dolor o la tristeza pero... no podía ser felicidad.

-- ¿Estás bien, Meiling? -- preguntó Tomoyo.

-- No -- respondió aún jugando con la flor - Mi padre... él... se fue.

-- ¿A dónde? -- Sakura la insitó a seguir hablando.

-- A...

Temieron la respuesta. Había sólo un lugar en aquel mundo que empezaba con esa vocal. No era una buena señal.

-- ¿Por qué asistieron? -- preguntó Tomoyo sin comprender nada.

-- Conoces la respuesta mejor que la anterior -- habló seria y mirandolas fijamente.

-- Apariencia -- suspiró la castaña.

-- Señoritas, Su majestad Clow Reed, pide que todos sus invitados estén presentes -- el hombre que hablaba, supusieron las jovenes, sería uno de los asistentes del rey o un servidor.

En el salón se podía ver a la magnificencia del país, parado elegantemente en su tarima, con un traje refinado, un gesto amable, una sonrisa hermosa, pelo oscuro y una corona grande que, seguramente, debía pesar mucho.

Pobre.

-- Queridos subditos -- comenzó a hablar justo cuando extendía los brazos como si quisiera abrazar a todos los presentes -- me honran con su presencia. Estos años en que he gobernado he tenido la satisfacción de que todo en este reino siga siendo paz y armonía como lo habían hecho mis antecesores pero, cabe destacar que solo a través de ustedes mismos...

En ese momento, Sakura pudo ver a través de los vidrios de uno de los tantos ventanales del salón, se acercaba un fino carruaje negro con caballos del mismo color. Nunca supo como entraron ni porque los dejaron ingresar pero llegó a irrumpir la fiesta. Llegó a interrumpir al rey.

Llegó a interrumpir la vida de Sakura Kinomoto.

Sin que la castaña se diera cuenta, la música había comenzado a sonar de nuevo y en un parpadeo el carruaje ya no estaba. Tenía curiosidad de saber quién era. Más de la apropiada. No pudo ver quién bajó pero, lo más extraño era que no entendía porqué, pero su corazón se había paralizado y acelerado por un cuantos segundos.

-- ¿Estás bien, hija? -- era su madre. Ella había notado que el tiempo pasó diferente para su pequeña. Cuando despertó de aquel trance notó que sus amigas bailaban animadamente con dos apuestos jovenes. Sonreían y disfrutaban. Le alegró ver sonreir a Meiling otra vez.

-- Si, madre. Es solo que me quedé pensando en las palabras del rey -- Nedeshko tocó el hombro de su hija y, a continuación, se alejó.

Sakura se preguntaba cuantos minutos se habría quedado mirando a través de la ventana, pero empezaba a creer que había soñado con el carruaje. Era la única explicación, ya que, nadie había entrado por las grandes puertas del lugar. Las luces de las velas lograron distraerla, el reflejo en el piso de piedra blanca y brillante era fascinante, además, los diferentes colores de los vestidos de las damás que danzaban se reflejaban en el, convirtiendo la escena en una obra de arte.

Sintió un escalofrio cuando alguien acarició su hombro sin permiso.

-- ¿Me regalaría un baile? -- preguntó alguien cerca de su oido. Volteó para ver quien era pero se quedó muda al ver al hombre que estaba frente a ella. Alto, elegante, con ojos intensos e indolentes del color del ámbar. Él la miró con cierta burla debido a su reacción y luego sus ojos desendieron por su cuerpo para volver a clavarse en aquellos espejos verdes. Rió ante el temblor de las manos de la joven-- ¿Me regalaría un baile, señorita? -- su voz era suave pero a la vez decidida -- me retiro, puedo ver que la he asustado.

-- Se equivoca -- respondió molesta y, lamentablemente, con sus mejillas enrojecidas.

-- Entonces... -- respondió ofreciendo su brazo para conducirla al lugar de la pista de baile que él considerara más adecuado.

Aunque intento con todas sus fuerzas evitarlo, lo miró con toda la atención que sus sentidos le permitieron. Tenía ojos hermosos de tonalidad penetrante, el pelo revoltoso y castaño y la piel... El brazo que la conducía era fuerte y sus pasos decididos, por esa razón, caminó intentando parecer segura y un poco altiva a su lado.

Sakura, estando cerca de la ventana por la cual había visto el carruaje negro, comenzaron a bailar. Él mantenia la distancia y la castaña sentía que lo hacía para que estuviera cómoda pero, ella no puedo evadir aquellas sensaciones en su piel. Nunca había estado más pendiente de la mano de un hombre alrededor de su cintura, del roce de su pierna contra la de ella, de una de sus manos en directo contacto con su piel creando un camino de hormigas hasta su estómago o, sencillamente, de los ojos de un hombre.

-- Sakura Kinomoro -- la aludida se sorprendió cuando él pronunció su nombre. Nunca había conocido a un hombre que tuviera aquel color de ojos y esa intensidad al mirar.

-- ¿Nos concemos? -- preguntó sin pensar.

-- Yo tenía muchas ganas de conocerte, Sakura.

-- ¿Tenemos a alguien en común? -- no entedía a que se refería pero él la apretó contra sí susurrandome al oído : Tu padre...

Dos jovenes corrían apresuradamente en los jardines del rey. Estaban asustadas y cansadas mientras estaban siendo perseguidas por alguien a quién no reconocían. Una de ellas tenía el pelo castaño y los guantes sucios, una parte de su vestido había sido arrancada. Con dificultad conseguía aire para no ser atrapada por el ágil cazador.

La joven cayó y alguien se abalanzó sobre ella.

-- ¿Me acompañas? -- preguntó el joven mientras sostenía la mano de la castaña y su cintura firmemente.

-- No... no te conozco.

-- Me llamo Syaoran. Ya te lo había dicho.

-- Tener conciencia de tu nombre no implica conocerte.

-- Si vamos afuera me puedes conocer mejor.

-- ¿Qué es lo que quieres? En este país no existe la prostitución ni las ventas fáciles por si no lo sabías. Esta penalizado con la muerte -- él sonrió.

Tomó más fuerte la cintura de la joven, hasta el punto de hacerle daño con sus dedos. Sus hombros estaban tensos y su respiración entre cortada. La conducía a un lugar del cual ella no tenía conocimiento alguno y la boca de aquel hombre sostenía una sonrisa indesifrable.

-- Sueltame... por favor.

-- Nada va a pasar... lo prometo.

Sin saber porqué confié en él... en Syaoran.

Habían abierto sus piernas y escarvado con dedos furiosos su intimidad para obtener la sangre que probaría su virginidad. El hombre depositó con toda la precisión y cuidado posible las gotas de rojo color en un frasco del porte de su dedo meñique y luego golpeó a la muchacha en la cabeza con algo duro.

Una piedra.

Sus ojos se apagarón. Estaba muerta...

-- Sakura, la verdad es que vine a... vine a...

Un grito desconsolado.

-- ¿Qué fue eso? -- exclamó la castaña. Él la miró fijamente.

Sin importarle y soltandose del agarre de su acompañante comenzó a correr en la dirección de la que provenía el grito. Alguien seguramente se había caído o se había perdido y necesitaba ayuda. A su lado corría Syaoran.

Al llegar a un laberinto que poseía el palacio, Sakura no pudo evitar horrorizarse. Sin quererlo se ahogó en un grito y tapó sus ojos con ambas manos. El paisaje era macabro.

Sakura y Syaoran se quitaron las máscaras y vieron que la cabeza de la joven estaba mirando al lado contrario de donde estaban ellos. Su vestido había sido arrancado y el cráneo destruido con una piedra que estaba a su lado derecho.

Sus dedos estaban retorcidos y los guantes que traía se encontraban cubiertos con sangre. El pelo revuelto y las piernas abiertas.

A la muchacha le habían abierto la piel desde la traquea hasta el comienzo del pubis, luego de izquierda a derecha. De cadera a cadera. La piel caía sobre sus extremidades y parte del suelo, la sangre corría y habían espacios en su cuerpo.

Faltaba el corazón y el útero.

-- ¿Quién... sería capaz? -- murmuró la castaña tapando su boca. Según sus padres y todos los habitantes del país, esto jamás sucedería en Siván.

Syaoran la miró y se acercó al cuerpo calmadamente. Tocó la punta de los dedos de los pies con cuidado de no mancharse con el líquido vital.

-- Ya se enfrió...

Caminó hasta Sakura y la abrazó. Ella no pudo entender su gesto pero... sus brazos eran tan cálidos.

Sin previó aviso se acercaban muchos pasos desde la distancia y de un momento a otro un gran número de personas que, antes se encontraban en el salón, habían llegado hasta donde estaban ellos.

Una muchacha gritaba desesperada apuntando a Syaoran: ¡es él! ¡él lo hizo!

"No puede ser... ella es amiga de mi hermana... entonces..."

Cuando la joven sentió que ya no podía respirar se soltó del abrigo que le había propinado su acompañante.

¿Quién era él?

Un, dos, tres pasos hasta donde estaba el cuerpo de la muchacha. Los guantes era lo único que conservaba. Pelo castaño... ¿castaño? Sakura sin pensarlo se arrodillo al lado de la joven. La noche se había quedado muda y los espectadores también. En el momento en que su vestido blanco hizo contacto con el cuerpo, este se empezó a teñir de rojo y sus manos goteban un líquido vital. Temerosa tomó su cabeza entre sus manos para poder ver el rostro del cadaver, la giró hacia ella descubriendo lo sospechado... lo indeseado.

Su respiración cesó y luego se convirtió en un lamento: Ri... Ricka...

La soltó para poder abrazarse mientras cerraba lo ojos y apretaba los dientes en busca de calma pero no podía conseguirlo, ya que, aún podía escuchar los gritos de la muchacha.

Lo acusaba a él.

Lo acusaba en gritos desesperados.

A Syaoran.

--­ Pero... él estaba conmigo...


Muy bien!! este es el primer cápitulo... obvio xD!

Espero que o hayan disfrutados y por favor dejen reviws con: opiniones, quejas o lo que deseen =)

Un beso!!