Disclaimer: Los personajes de Katekyo Hitman Reborn! no me pertenecen.
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Extraño
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Era más que claro que algo extraño estaba pasando con Cavallone. Había que ser muy estúpido para no darse cuenta.
Hibari notaba los pequeños cambios; las extrañas escapadas, las visitas en solitario a la Mansión Vongola, las prolongadas ausencias de la ciudad… Cosas que usualmente no eran normales se habían convertido en una ridícula constante. Tan así que ciertamente comenzaba a cabrear, de una forma u otra, al Guardián de la Nube.
El que el Haneuma ya no tuviera tiepo para él no era algo que le molestara particularmente… En realidad, sí lo hacía. Y mucho.
Desde que Hibari Kyōya había conocido a Dino Cavallone supo que éste sería una constante molestia en su vida, como un hueso que jamás soldaba o una herida infectada que no hacía más que crecer; aun así había algo en todo aquello que se salía de lo normalmente fastidioso que su Haneuma solía ser, pues, aunque siempre más molesto que una patada en los bajos, Cavallone Dino siempre era sinónimo de una buena pelea, un enfrentamieno de igual a igual, como Hibari solía llamarlo para sus adentros. El Décimo Cavallone era el único humano que lograba satisfacer su ideal de un enemigo. Tal vez por esa razón todo aquello resultaba tan frustrante.
Todavía recordaba los buenos tiempos, cuando con un simple: "Te mataré", tenía a Cavallone con su látigo en mano y una expresión de batalla en el rostro, listo para ser peteado. Sin embargo, desde que ese algo había pasado con su Haneuma, cada vez que Kyōya mascullaba un: "Te mataré", Dino se limitaba a responder con un simple: "Ahora no, Kyōya. Puedes matarme luego", para después encerrarse en su habitación con el teléfono pegado a la oreja y esa expresión de idiota que había empezado a cargarse en los últimos días.
Al principio ni se molestó en buscarle una explicación a tales cambios, pero cuando ella pisó la Mansión Cavallone por primera vez del brazo del Capo muchas de sus dudas se vieron aclaradas.
A Kyōya le costó poco disimular su sorpresa, pero no así el fastidio que le causó cruzar miradas con Bianchi, el Escorpión Venenoso, quien se mantenía sujeta al brazo del idiota de Dino, sin compartir su sonrisa bobalicona, pero tampoco mostrándose tan fría e indiferente como lo había sido en las pocas ocasiones que Kyōya había tratado con ella.
—Ella es Binchi— había anunciado el Don, sin borrar aquella sonrisa— Ha aceptado ser mi novia.
Y de pronto todo quedó más claro que el agua; las escapadas, los llamados a hurtadillas… Se había resuelto el misterio; ¿por qué no se sentía más tranquilo?
Todos los subordinados de Dino habían festejado la noticia con exclamaciones y aplausos, pero no él; Hibari no halló ninguna causa para sentir alguna clase de euforia; casi nunca la hallaba, pero esa nueva noticia se le hacía curiosamente todo lo contrario a buena.
Esa fue la primera vez que sintió aquel extraño dolor de estómago, como si alguien acabara de darle una patada allí. Y odió mucho más a Dino por eso.
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N del A:
Creí que no volvería a escribir algo sobre estos dos, pero admito que es divertido; incluso ahora pasan miles de ideas por mi mente.
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Nos vemos.
H.S.
