Todo Cambia

Ante él se alzaba la gran tragedia de la vida: todo cambia.

La sangre se había congelado en el paso por sus venas, cada vez la sentía más espesa y con dificultad para circular, pero no dolía, o al menos no tanto.

De pronto el juego había terminado, ya no podía seguir tirando y aflojando la cuerda, porque se había quedado solo con ella en la mano.

Lo sabía, lo supo el primero. Y también supo lo que ella no quiso decir, pero ni ella fue valiente para pedirlo, ni él para decirle que sí, aunque en más de una ocasión lo hubiera pensado. Pero era tarde.

Las extremidades se le estaban entumeciendo, y la voz de Wilson era como el zumbido de una abeja, molesto pero sin sentido. Él tan sólo repetía una idea en su cabeza. Comenzó a percibir que su rostro estaba desencajado, y por los ojos con los que ambos le miraban, significaba que ellos también se habían dado cuenta.

-¿No vas a felicitarme?

Ha terminado el juego. Porque al fin todo había cambiado y él no había sabido pasar la última pantalla. Pero por una vez, debía saber perder. Habían esperado demasiado.

-Si tú eres feliz, yo…

Y esa era realmente la gran tragedia de la vida: todo cambia, todos cambian, menos él.