«Una vez que un objeto ha sido incorporado a una pintura, acepta un nuevo destino».

Georges Braque.

(...)

Sakura suspira por tercera vez en la noche cuando el reloj muestra las ocho y cincuenta, no entiende si es a causa de su impaciencia y continúo escrutinio del aparato, pero es la misma hora que, según ella, jura haber visto minutos antes. Su turno, como habitualmente solía ser los sábados, termina a las 9 de la noche, y la ansiedad que siente por salir del lugar la invade de sobremanera. La cafetería se muestra sola, excepto por el grupo de amigos que han llegado hace bien calculados treinta minutos y no se dignan aún a irse. Y realmente aquello en otra situación no le hubiera importado demasiado, de no ser por la presencia conocida de uno entre ellos.

—Ya vamos a cerrar, si aún no se van, tendrás que ir a avisar gentilmente que se retiren.

—Si buscas que el acto sea "gentilmente" estás hablando con la chica equivocada.

Sakura observa reír a su compañera de trabajo y mejor amiga, Ino, mientras su larga cabellera rubia arregla en un acto que resulta inconsistente, típico en ella.

—Podría hacerlo yo, pero ya sabes...

—Sí, no te preocupes. Tu ex es un imbécil, no se con qué intenciones sigue viniendo a este lugar.

—Molestarme, es obvio. Y es que, no lo culpo, es imposible superar a alguien como yo.

Ino aletea las pestañas destellando seguridad y arrogancia, pero Sakura no puede encontrar graciosa la situación.

—Estás loca, yo en tú lugar estaría asustada. Me resulta desagradable, hasta espeluznante.

—Oh, vamos, Sakura. Si te haces tanto problema simplemente llama a Deidara y que él lo haga, ya ha de estar afuera esperándonos—. Ino sacude la diestra, entre desinteresada y divertida, mientras que sus pies la llevan hacia la parte del local dónde solo el personal tiene permitido pasar. La pelirosa, por otro lado, observa la hora una vez más, y tras un gruñido de molestia, su recorrido empieza.

Ni siquiera piensa en efectuar el consejo que Ino le ha dado, sabe que el hermano de su amiga estaría más que encantado en solucionar el tema con sus propias manos (como lo ha hecho antes), pero Sakura no quiere molestar esta vez, prefiere hacerse cargo ella misma. Si la escoria de Subaru no se iba por sus propios medios y sin hacer escándalo, se las vería con ella, y por las malas, claro que sí. Sakura camina con serenidad, llamando la atención de algunos de los acompañantes del ex de su mejor amiga, mientras con intenciones de ser discreta, empieza a ordenar las sillas desocupadas y colocarlas volteadas sobre las mesas; espera que de esa manera la indirecta sea captada, que los muchachos decidan marcharse de una vez, pero no resulta ser así. Sus intenciones pasan olímpicamente de ellos. Decide esperar un poco más, tomándose su tiempo, pero ella sabe que es inútil. Si bien Sakura era famosa entre sus amistades por su mal carácter, también lo era por la poca paciencia con la que solía cargar, y definitivamente esta vez no sería la excepción. Sólo segundos bastaban para hacerla explotar, y qué mejor si se trataba de...

—Chicas, maldición, ¡se nos hace tarde!

El tintineo de la campana que acompaña a la puerta principal al abrirse hace a Sakura levantar la mirada y detenerse a medio camino de su misión. Un chico de cabellera rubia y larga, recogida en una coleta, muy parecida a la de su amiga, se encuentra ya de pie en la entrada del lugar. Sakura busca la mirada ajena apuntando discretamente al grupo de amigos, y una vez ve la expresión del joven cambiar da media vuelta. Supone que esta vez se ha librado de actuar. La muchacha suspira cansada, dejando los bramidos que Deidara empieza a soltar a sus espaldas.

—¿Qué diablos haces tú aquí otra vez? —Grita, haciendo sonreír a la pelirosa mientras se dirige al mismo lugar dónde Ino ha desaparecido.

—Trabajo hecho. —Dice, asomando la cabeza por la puerta, encontrando de inmediato la figura de Ino, misma que ya se ha sacado el uniforme de trabajo y se encuentra vestida muy distinta de como ha llegado, resultándole extraño a Sakura; además ésta se aplica maquillaje. Maquillaje, oh, no.

—Acabo de escuchar los gritos de Dei, me di cuenta.

Ino le sonríe a su reflejo en el pequeño espejo de su polvo compacto.

—¿Te cambias ya? Se nos hace tarde. —Agrega.

Ahí va.

—¿Tarde? ¿Para qué?

—¿Cómo que para qué, frentesota? —La rubia enfoca su total atención en ella, escandalizada. —¡La fiesta! ¡Fiesta! La fiesta más grande del año, llena de chicos guapos y más.

—Ya te dije que no iría. —Es la simple respuesta de la pelirosa, mientras los lazos de su vestido de camarera deshace. —Así que era hoy... Ahora entiendo por qué metiste más ropa de lo habitual en tu mochila.

—Sí, es hoy, ¡te lo he estado diciendo todo el día! Es increíble la demasiada atención que me prestas, ¿eh?

Sakura suelta una pequeña carcajada, entrando en uno de los vestidores personales para cambiarse la ropa; se coloca rápidamente sus vaqueros, blusa y zapatillas, mientras deja a su chaqueta ser sujetada por su brazo. Guarda su ropa de trabajo en su mochila y la credencial de trabajadora otorgado por Ino días antes; Sakura no puede evitar pensar aún en lo ridículo que le resulta llevar una identificación cuando su trabajo es simplemente atender mesas, no es parte de una empresa o algo.

Jo... Sakura, tranquila, sólo quise darnos un bonito detalle de aniversario, ¡ya es un año desde que abrimos el café, nena! Además, que seguro es lo que más te preocupa, es una identificación falsa, ¿bien, señorita, Anzu Konoe?, había dicho su amiga, decidiendo ella entonces que aquello no era en realidad un gran problema, porque lo importante estaba oculto, simplemente era una foto suya con un mote falso junto al nombre de la cafetería.

—Ya sabes que no es mi ambiente, cerda. Habrá demasiada gente, chicos imbéciles o chicos guapos aún más imbéciles, además de niñas bonitas que sólo me bajan el autoestima.

—Oh, por favor. Ven, sólo esta vez, hazlo por mi. Prometo no molestarte más con ninguna fiesta, esta es importante.

—Me pregunto cuántas veces me has dicho eso, Ino Yamanaka.

—¡Por favor! —Implora la rubia, con las manos juntas, mientras Sakura ya tiene la mochila sujeta en el hombro y se dispone a salir.

—Escuché que Tenten y Temari irán, que se diviertan. Y no olvides cerrar bien el local, o tu padre se enojará mucho otra vez.

—¡Sakura!

Pero la recién nombrada no se queda para responder, desapareciendo por el mismo lugar por donde ha ingresado y dejando a una indignada rubia gritando lo mal amiga que es, que espera que su cabello rosa se convierta en chicle de verdad y muchas cosas más. Sakura no hice más que reír y menear la cabeza; su amiga se lo perdonaría.

—Oh, ¿ya están?

Sakura le da un rápido vistazo general al lugar antes de sus orbes enfocar en Deidara, quien sin mirarla teclea algo rápido en su móvil y ocupa un lugar en la mesa dónde antes han estado el grupo de jóvenes.

—Ino sigue retocándose, pero... ¿qué pasó con ellos?

—Pasó lo de siempre. Que ni bien empecé a amenazarlos salieron corriendo... El muy cobarde de Subaru, ¿cuándo se va a rendir? Me estoy hartando.

—No eres el único. —Suspira—. Pero en fin, me alegro. Ya me tengo que ir, nos vemos el lunes.

—¿Te vas? Pensé que irías con nosotros esta vez—. El rubio eleva la vista del celular y forma un mohín con sus labios, acto que hace recordar a Sakura a una especie de cachorro abandonado.

—Me gustaría ir, pero me encuentro realmente cansada.

Deidara exhala.

—La misma excusa de siempre, ¿eh?

—¿Lo siento? —Ella le regala una última sonrisa y pasa por su lado, dejando un caramelo de fresa en la mesa, frente al muchacho. —Diviértanse, y que Ino no beba mucho, ya sabes como se pone.

—Sí, y tú ten cuidado al regresar a casa, florecilla.

Sakura sólo sacude su diestra seguido de un "Lo tendré", dejando al muchacho atrás.

La calle la recibe con el sentimiento de alivio en su ser, ha logrado safarse una vez más de otra de las invitaciones de Ino. Sus pies empiezan a moverse en dirección a su casa mientras saca los auriculares del bolsillo de su mochila y los conecta con el celular, colocándoselos en los oídos luego. En un día cualquiera habría sido Deidara quien la llevase a casa en su coche, pero esta vez tendrá que caminar o en caso extremo tomar un taxi.

—Podría llamar a papá... —Susurra para sí, recordando seguidamente que la ayuda de su progenitor resulta imposible; éste se encuentra fuera de la ciudad por razones de trabajo y no regresará sólo porque su hija no tiene intenciones de gastar dinero en un taxi. —Supongo que tendré que caminar. —Y eso hace. Es demasiado casual que un fin de semana por la noche la ciudad se muestre aún encendida y llena de vida. Las personas pasan a su lado, hablando animadas y riendo, mientras que algunos locales se mantienen todavía abiertos al público. Sakura observa en los adolescentes que se topa una euforia única en ellos, hablando de fiestas y reuniones en grupo, algo que ella a sus cortos 19 años no se ha dado el gusto de disfrutar. Recuerda lo inevitable que le resultaba en aquellas épocas sentirse mal por lo mismo, verse excluida a causa de sus propias acciones, pero, ¿era tan malo? ¿preferir quedarse en casa leyendo un libro o haciendo los deberes en vez ir a una fiesta? ¿eso se podría considerar como una juventud malgastada? Ella habría querido cambiar, ser alguien "normal" entre sus amigos, pero al final del día siempre pasaba lo mismo. Las inseguridades, las incomodidades, el agobio, todo junto la atacaban en el momento menos preciso; y la nueva experiencia se convertía en algo terrorífico y lo único que deseaba era salir del lugar, alejarse de las personas. Las fiestas nunca han sido lo suyo, y de un día para otro eso no va a cambiar. Se siente bien así, escuchando al día siguiente las experiencias de sus amigas, reír con ellas imaginando lo que debieron haber pasado y olvidándolo al rato. No tienes que cambiar, Sakura... Si tú crees que es lo correcto, no tienes que cambiar... ¿pero entonces, si debería sentirme bien, por qué al final termina siendo doloroso?

—¡Eh, eh, eh, cuidado!

Sakura para en seco cuando el alarmado grito la despierta de sus cavilaciones, levantando con celeridad la mirada hacia el dueño de aquella voz. Le es imposible entonces no adivinar lo siguiente que sucederá, lo ve venir, y posterior a ello lo siente, todo sucede demasiado rápido, su cuerpo se congela y sus posibilidades de reaccionar son nulas, permitiendo que todo suceda tal cual. Experimenta el embuste realizado contra su pierna, que la empuja hacia el piso con fuerza; ambos codos chocan contra el pavimento y un pequeño quejido de entre sus labios escapa. Lo siguiente es el sonido de algo cayendo y gemidos de dolor provenientes de una garganta masculina. Sakura tarda en reaccionar, encontrándose mareada por lo imprevisible que ha resultado todo; parpadea una cuantas veces antes de la mirada levantar, encontrándose con la escena vergonzosa que ha protagonizado. La gente se reune a su alrededor para verla, mientras ella, sonrojada, se pone en pie con dificultad, y entonces nota a la bicicleta que la ha embestido tirada a un lado, y junto a ésta un muchacho de cabello rubio, quien se sostiene la muñeca con gesto adolorido. Azul, azul cielo, es el primer pensamiento que Sakura tiene una vez el muchacho tropieza sus orbes contra los de ella. Sí, definitivamente, sus ojos son de un luminoso azul cielo.

—¿Está bien, señorita? —Es la pregunta de un hombre, quien se acerca, ofreciéndole su mochila y chaqueta, que sin darse cuenta ha tirado. Ella le sonríe sin muchas ganas y recibe sus pertenencias, con otros pensamientos en su cabeza. Con un tenue dolor en la pierna se dirigie hacia el muchacho rubio, quien ya levanta su bicicleta cerca de la acera.

—Lo lamento. —Pronuncia con timidez, llamando su atención. Al mismo tiempo ella no lo mira al rostro, tiene su mirada fija en el cuerpo del joven, estudiándolo—. Fue mi culpa, ¿verdad? No presté atención al semáforo y llevaba los audífonos puestos. No sabes cuánto lo siento, ¿estás lastimado?

Sakura espera alguna respuesta una vez termina de lamentarse, pero al pasar los segundos ninguna palabra sale de los labios del joven. Tal vez está molesto, ella piensa, tal vez lo último que quiere ahora es hablarle a la tonta chica que por despistada ha atropellado y lastimado en el proceso. Sin embargo, para su sorpresa y alivio, él muchacho contesta.

—Eh... ¡no, no! No te preocupes... Son cosas que pasan, y estoy bien. Además, mejor que te atropellé yo y no un imbécil en auto o una apresurada motocicleta, ¿no crees? —Sakura entonces levanta la mirada, no pudiendo evitar soltar una pequeña risa que se intensifica al ver el rostro algo arrepentido del muchacho al darse cuenta de su torpe elección de palabras. Él tiene una voz cantarina y bonita, diferente, y su cabello alborotado le dan la impresión de un niño travieso. Sakura siente en el fondo sus nervios aplacarse, agradeciendo lo agradable que ha resultado ser el muchacho. Asimismo no es lo bastante observadora para notar en absoluto la manera en cómo él enfoca sus ojos en ella; aquellos par de faros azules parecían centellear asombrados y maravillados ante lo que contemplan.

—Ya veo, aún así lamento haberte causado esto, fui muy descuidada, ¿será que habrá algo que pueda hacer por ti?

El rubio parece desorientado por el ofrecimiento de la fémina y traga saliva. Las personas que antes los observaban empezaban a dispersarse ya, poco interesadas en la conversación de ambos jóvenes protagonistas del accidente de la noche.

—¡Tu nombre! —Suelta éste de repente—. El mío es Naruto, ¿c-cuál es el tuyo?

Sakura abre los labios con intención de responder, pero el sonido de su móvil la detiene. Disculpándose con la mirada contesta el teléfono, es su madre.

"¿Qué horas crees que son, niña? ¿Dónde estás?"

Sakura se lleva la mano a la cabeza.

—Estoy llegando, tuve que ir a dejar unos libros en casa de Temari—. Miente, de mala gana, no quiere ni imaginar lo irritante y dramática que se pondría su madre si llegase a enterarse que su hija ha sufrido un pequeño accidente... claro que para Mebuki Haruno "pequeño accidente" quedaría corto.

"Será mejor que regreses pronto, Hinata-chan ha llegado mientras no estabas".

¡¿Hinata?! —Sakura da un respingo al escuchar la noticia y las comisuras de sus labios se curvan en una animada sonrisa— ¡Ya mismo voy! —Y corta la llamada, guardando el móvil con rapidez. "Naruto" la observa aún, nervioso—. Lamento esto y lo que pasó esta noche, te hice pasar un mal rato, pero es hora de que me vaya o estaré en problemas. ¡Adiós!

Y sin más ella empieza a correr. El rubio siente su pulso acelerarse, ansioso por la pronta despedida de la pelirosa.

—¡No me dijiste tu nombre! —Grita rápido, esperando a que ella lo escuche, y para su alivio la ve girar su cabeza en su dirección.

—¡Sakura! —Vocea de vuelta, dejando al joven con las palabras atoradas en la garganta, pues ella ya se ha mezclado entre el cúmulo de gente, desapareciendo de su vista.

Sakura... —Murmura fascinado, antes de agarrar sus cosas y alejarse por el camino opuesto a la que la muchacha ha escogido. De vez en vez él gira la cabeza con esperanzas de encontrarla de nuevo, en una tonta creencia de volverse a topar con ella, sin embargo aquel sentimiento disminuye conforme avanza más. Posiblemente nunca más la volvería a ver, y mantener una ilusión ante algo imposible de suceder sería realmente estúpido. —¿Será mejor olvidar esto?

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Sasuke apaga la televisión con una mueca de asco una vez los programas de reality show empiezan a transmitirse. El café ubicado en su mesita de noche ya está frío, y cuando él lo bebe siente un agradable sabor amargo recorrerle la garganta. La perfecta combinación en una bebida para él. Con la mano libre tantea su cama, en busca del móvil, encontrándolo a los segundos; desbloquea el aparato y cae en cuenta de la existencia de siete mensajes sin abrir que tiene.

"¿No vendrás?", "¿Dónde está Naruto?", "¡Hay una bellezas por aquí, Sasuke!" Dicen algunos, y él no puede evitar poner los ojos en blanco. Lo siente sólo con Shikamaru, dado que puede imaginar al desinteresado muchacho sentado en algún lugar susurrando lo aburrido que está, pero aunque de haber querido, le ha resultado imposible asistir. Los demás... Los demás podían pasárselo a lo grande solos, no lo necesitaban.

—Excelente día para enfermarse... —Murmura, recostándose por completo en el espacioso colchón. Ha pasado todo el santo día amarrado a la cama, con dolor muscular y de cabeza, con la nariz roja y la garganta inflamada, maldiciendo el momento en el que a sus amigos se les ocurrió la maravillosa idea de ir a la playa. Y claro, no había nada de malo con pasar un día en la arena, broncearse, hasta acampar con el relajante sonido de las olas como música de fondo (tal cual habían planeado)... lo desastroso empezaba cuando tenías "amigos" como los suyos. Esos que te despertaban en la madrugada y te tiraban al mar esperando a que te ahogues mientras ellos reían.

—¡Qué exagerado eres! Sólo queríamos refrescarte—. Recuerda decir a Naruto entre carcajadas, mientras él tosía y sentía el frío calarle los huesos. Era obvio que el rubio había sido el paladín de la operación.

Deja el móvil en la mesa de noche, junto a la taza de café sin acabar y seguido busca cobijo entre sus mantas. El reloj marca ya las diez de la noche y los medicamentos que antes ha ingerido empiezan a hacer efecto en su organismo, causándole somnolencia. Supone que a los minutos caerá profundamente dormido, y con las luces y el televisor apagado, con el único reflector de luz lunar que entra por la ventana, decide entregarse a los brazos de morfeo.

O así habría sido de no ser por...

—¡Sasuke! ¡Sasuke! ¡No sabes lo que me ha pasado!

El recién nombrado abre los ojos de golpe, arrepintiéndose al acto de hacerlo. Las luces repentinamente prendidas de su habitación han tomado por sorpresa a sus débiles ojos, quienes sienten ardor al contacto. Sasuke se incorpora a duras penas buscando al recién llegado.

—Naruto... —Susurra enojado, más sin embargo el rubio no parece notar el aura asesina que éste empieza a exudar.

—No sabía que los ángeles existían, y menos que llevaran el cabello de un color tan peculiar... Y su nombre, ¡pétalos de cerezo! Qué encantador, todo en ella fue encantador.

Sasuke no tiene ni la más mínima idea de qué es a lo que se refiere su amigo, y tampoco le interesa demasiado.

—¿Quién te dejó pasar? —Es lo único que cuestiona.

—¿Ah? Ah, tu mamá. ¡Pero Sasuke! ¿Acaso no me estás escuchando? ¡Esmeraldas! ¡Jade! ¡Cerezos!

—No grites, por el amor de dios. —El muchacho en la cama riñe irritado, llevando su diestra hacia el tabique de su nariz, lugar que masajea a ojos cerrados. Espera a que el rubio, ahora sentado en la piecera del catre, se tranquilice lo suficiente para empezar a interrogar—. Muy bien... —Inicia, sin mucho ánimo—. ¿Qué fue lo que te pasó ahora?

—Creo que me he enamorado.

Tal directa y sorpresiva declaración hace al de cabellos negros arquear una ceja. ¿Cuántas veces ha pasado esto ya?

—¿De qué? ¿Del ramen?

—¡No se trata de eso! Hoy conocí a la mujer más hermosa que haya visto jamás, y fue amor a primera vista.

"Como si eso existiera..." Sasuke a éstas alturas no sabe cómo lidiar con su mejor amigo.

—Su cabello... —El rubio continúa—. era de un hermoso y exótico color pastel, corto y a la vista suave. Sus ojos parecían albergar todas las estrellas del mundo, penetrantes, pero al mismo tiempo gentiles. Y su nombre...

—Ajá. —Sasuke lo interrumpe, cansado de su amigo: el repentino poeta— ¿Y? ¿Cómo pasó?

—Eh, pues... Todo sucedió muy rápido, la atropellé, nos caímos, hablamos algo que no recuerdo y se fue.

A comparación del aspecto abatido del de cabellos áureos, Sasuke queda desconcertado a la mitad de la oración. Está seguro que ha escuchado bien, que no son cosas de su enfermedad o el sueño, pero es que... ¿Que la atropelló? ¿Que se ha enamorado de la chica que atropelló? ¿Cómo era que las historias de Naruto siempre tenían un factor tan poco corriente, rozando lo bizarro?

—Espera, ¿no resultó ella herida? En serio... No sé ni por dónde comenzar.

—No, no, no fue nada grave. Ambos estamos bien, yo iba en bici.

Sasuke suspira nuevamente, cansado, y volviendo a recostarse en la cama. La fuerte luz artificial que el foco desprende hace que encierre los ojos tras sus párpados.

—Pues felicidades por encontrar el amor, ¿cuándo tendrán su primera cita? Imagino que moviste tus fichas rápidamente.

—Eh, uh... No creo que la vuelva a ver. No sé en dónde estudia, o trabaja, o vive.—Naruto gimotea lanzándose de espaldas al catre mientra sus manos ocultan su rostro.

—Eres un idiota. Contándome una historia que no tendrá futuro, empeoras mi dolor de cabeza.

—¡Hey! Qué cruel eres...

—Ahora vete, quiero dormir.

—¡Sasuke, qué cruel eres!

Lo siguiente que Sasuke recuerda es soportar por media hora más a su amigo antes de que éste finalmente decida irse y dejarlo descansar, no sin antes golpearlo por idiota. No le toma ni la más mínima importancia a la anécdota que aquella noche ha escuchado, puesto que está seguro será la primera y última vez que ambos toquen el tema. Como todas las veces.

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Juro que ésto es un SasuSaku. xD