—¡Hola! —saluda Ladybug al apoyar los pies en el tejado donde se encuentra Chat Noir sentado— Viniste temprano —observando su perfil.

Al no contestar, Ladybug se aproxima más hacia él. Notando como unas finas lágrimas se deslizan por sus mejillas. De inmediato sus ojos se dilatan al ver a Chat Noir llorando.

Sin perder ni un segundo más, él se friega los ojos con el dorso de su mano al darse cuenta de la presencia de Ladybug, quien no se percata al estar tan sumido en sus recuerdos.

—Hola, My Lady —dice sonriendo— Bonita noche —comenta.

La heroína se sienta a su lado mientras lo examina con la mirada.

—¿Tanto que te emociono?—pregunta aun cohibida por ver de ese modo al minino.´

—Me ha entrado algo en el ojo —sigue sonriendo— No es nada —volviéndose a fregar.

Ladybug siente que es algo, pero no dice nada. No quiere inmiscuirse en su vida.

—¿Estas mejor? —en cambio cuestiona.

—Lo estoy —esta vez es sincero. Ladybug siente un nudo en la garganta porque le gustaría poder decir que no solo se tienen que apoyar y confiar mutuamente cuando combaten Akumas que también pueden hacerlo en la vida personal.

Sin embargo no puede. Si, él sonríe de esa manera ¿Cómo puede decir que hace solo unos minutos, él, estaba llorando?

— ¿En qué sector comenzamos? qué te parece...

Ladybug ya no escucha. No responde, piensa en el gato, en lo que le agobia y quiere ser de ayuda, a pesar de que parezca una completa entrometida.

—Si te sucede algo, puedes decirme... —inicia— A lo mejor no soy de ayuda, pero hare todo lo que este en mi alcance.

Las palabras salieron de la nada, que Chat Noir se le quedo mirando sin habla.

— ¿De qué estés hablando? —pregunta luego de la conmoción.

La que ocasiono que borrara momentáneamente la sonrisa de su rostro y un semblante triste apareciera en su lugar, antes de que pueda volver a sonreír.

—Tú... —comienza Ladybug— Estabas llorando.

La sonrisa del gato, seguía pintada en su rostro pareciendo inamovible. No obstante se podía vislumbrar como sus pupilas brillaban cristalinamente.

—Los gatos no lloran —espeta— Solo fue algo que me entro en el ojo —sigue mintiendo.

Todo porque no quería admitir que estaba llorando, no quería verse débil ante la chica que le gusta. Tenía orgullo, uno, que le impedía mostrar esas lagrimas sin que se avergüence.

El bichito decide creerle, dejar que le mienta.

—¿Vamos hacia la torre? —pregunta el felino. La heroína asiente.

En segundos se encontraba balanceándose por las estructuras en una carrera con Chat Noir, lado a lado, el mismo individuo que más tiempo lo observaba, notándose feliz, sonriendo. Más estaba segura que los gatos si lloraban, pero eso no significaba que te dejen limpiar sus lágrimas.