« Hey. Cassandra Clare se lleva los derechos.
Para mi ovejita feliz Mee Mee, aka Karli, aka Miss Rumania 2010. TEAMO. Y espero que sepas que las maquilladoras son muy out -rolling eyes-
Idol
«Saboreo tus pasos,
Dibujo tus palabras (y te amo)»
—Clary —dijo Maia amablemente, levantándose de la mesa—, supéralo de una buena vez.
Ella la ignoró, por supuesto, y Maia, suspirando, puso los ojos en blanco y se marchó a la cocina. Su novio, Simon, arqueó las cejas, estirando con impaciencia su camiseta —con la inteligente leyenda de «Hola, bebé»—. Maia negó con la cabeza y encogió un hombro con indiferencia. Clary apoyó los codos sobre la fría madera, se inclinó (unos cuantos metros) y una perfecta sonrisa estúpida se instaló en su rostro pecoso, blanco y ovalado cuando el tipo de pelo engominado se aclaró la garganta en la televisión, y sonrió brillantemente, alardeando una dentadura que le había costado literalmente millones de dólares. (Hoy, todo cuesta un ojo de la cara —y te deja el otro colgando—, pero él sabía que valía la pena).
—Y aquí estamos —farfulló el tipo, nervioso—, con el actor del momento... Jace Wayland.
(Bajo la mesa, Clary cruzó las piernas) y encima de ella soltó un chillido de calidad supersónica, algo que solo a un murciélago le hubiera gustado oír. Dio un golpe con ambas manos y jadeó, riéndose tontamente, mascullando un montón de declaraciones de amor entre dientes.
—Hola —sonrió él. Para Clary, no había nada más perfecto: con su cara adorable, sus labios de querubín, sus ojos de león y su desordenado pelo rubio. Clary entornó los ojos y parpadeó, como si él pudiera ver su coqueteo (y tal vez sentirlo, porque se echó a reír con un precioso sonido que hizo que Clary entreabiera los labios)—. Hola, chicas.
—Hola —susurró Clary.
—Estoy feliz de estar aquí —continuó él, alegre—, y estoy seguro de que todo irá bien a partir de ahora.
—Me tienes contigo —prometió Clary con solemnidad—. El mundo será brillante.
Maia puso los ojos en blanco, otra vez.
—Está loca —siseó—. Obsesionada con ese tarado.
Simon asintió sin decir nada, disparándole una mirada de compasión a Clary, a pesar de que él hacía lo mismo con la preciosa modelo de Isabelle Lightwood.
—Me preocupa —insistió Maia—. ¿Qué si luego forma un culto o algo así?
Clary cerró los ojos. La voz suave la arrullaba. Ella no sabía nada, (no lo entendía). No era un Dios. Era su alma gemela.
(Y lo esperaría el tiempo que hiciera falta).
