"Tal vez me he cansado de ser buena." Levantó su mano con parsimonia hasta que quedó frente a su cara y la observó, no había mucho que hacer en el castillo. Las clases ya no representaban un reto, todo parecía tan fácil.
"Desde cuándo soy diferente, no me reconozco." Se levantó de la cama y se paró frente al espejo. Cabello negro azabache, brillante, abundante y liso hasta la cintura, delgada con el cuerpo bien formado. "¿Tú eres Hermione Granger?" Si no fuera porque sus ojos miel le miraban, era posible que ella misma lo pusiera en duda.
"¿Qué me pasó?" Decidió que ya era tiempo de ir a sus clases, se arregló el pelo en una cola alta y llevaba puesta falda blanca con una remera verde, cubierta por la túnica. Bajó a la sala común donde Ron la esperaba.
-Buenos días Hermione- le saludó el pelirrojo que conocía desde hacía años. "¿Porqué ya no me importas?"
-Buenos días- le respondió mecánicamente. En el rostro del chico volvía a dibujarse la preocupación y ansiedad de los últimos meses.
-Es mejor que nos vayamos a desayunar si no queremos llegar tarde-
Ron asintió y salieron juntos a través el retrato. Vio su reflejo en una de las armaduras camino al gran salón. "¿Quién eres? Hermione Granger." Harry y Ginny ya estaban en la mesa de Gryffindor, demostrándose su cariño entre toqueteos tontos y palabras melosas. Ella quedó frente a Harry y Ron frente a su hermana.
-Buenos días chicos- dijo la pelirroja animada, recibió el mismo saludo que le diera a Ron con anterioridad. La pareja se miró antes de mirarla. Ella solo los ignoró y apuró su desayuno. Miraron a Ron y este solo se encogió de hombros.
Su forma de caminar, su porte, su presencia. ¿Acaso ser llamada la princesa de Gryffindor le había trastornado? Esa altivez y elegancia que antes no poseía, ¿de dónde la había sacado? Su paso era sutil, los chicos la deseaban, las chicas la envidiaban y la pregunta que todos se hacían era: ¿Qué le pasó a Hermione Granger?
"Transformaciones." Convertir esa nuez en una máquina de escribir fue para ella como levantar el dedo índice, absolutamente nada de esfuerzo. No entendía cómo era tan difícil para los demás.
-Muy bien, 5 puntos para Gryffindor- no sonrió como antaño pudo haber hecho, estos logros le parecían más vacíos a medida que pasaba el tiempo.
-Bien señor Malfoy, 5 puntos para Slytherin- "Bueno al menos alguien ha podido lograrlo." Instintivamente miró en su dirección, la mirada de triunfo, cómo observaba a los demás con altanería, los ojos grises con matices azules que se posaron en ella. No desvió la mirada, ni él la suya y más que una sonrisa, una mueca de satisfacción se marcó en su rostro.
"Pociones. ¿Por qué no podían seguir unas tontas instrucciones? Están detalladas en papel."
-Señor Longbottom, esta vez ha roto su record, por mucho esta es la peor poción que haya hecho jamás- Neville se sonrojó hasta la nariz, pero no era imposible de hacer. La poción de Hermione, por otra parte, era perfecta. Color y textura adecuados. Snape pasó a revisar su poción pero no dijo nada. Esa era su forma de decirle que estaba muy bien hecha.
-10 puntos para Slytherin- Otra poción perfecta a manos de Draco Malfoy. La deformación en los labios de Snape por intento de sonrisa y como miraba el aula pavoneándose de su alumno predilecto, era una imagen regular a los ojos de los estudiantes. Miró más por curiosidad que instinto y como la vez pasaba, él contorsionó sus labios en lago más semejante a una mueca de satisfacción que a un gesto de amabilidad.
Después de la muerte de Sirius ella se comportó como todo el mundo esperaba que hiciera, comprensiva, amable y paciente. Escuchaba a quien se hiciera llamar su mejor amigo durante horas sobre la pérdida de su padrino. Para ese entonces su cambio aún no era visible, pero entrado el sexto año era algo que alguien pudiera negar.
"¿Desde cuándo ya todo dejó de tener sentido? ¿Desde cuándo ya no me importa nada? Tú lo sabes Hermione." Sí, claro que lo sabía. Descubrir que quienes creías eran tus padres no lo eran de la noche a la mañana, puede marcar tu vida de tal forma como para hacer que cambies tu perspectiva sobre la misma. "No soy una Granger. Entonces, ¿quién soy?" La pregunta rondaba en su cabeza desde las vacaciones antes de entrar al sexto año.
Del por qué nunca le dijo a sus amigos lo que le sucedía es algo que ni ella misma podía explicarse. Tal vez era porque no se sentía la misma, porque en algún momento ella dejó de ser Hermione Granger para convertirse en una extraña. Pero, ¿cómo explicar el cambio físico? ¿Cómo explicar la nueva personalidad?
Tal vez la guerra la había desgastado. Sus amigos se vendieron esta excusa para tratar de entenderla, pero ella estaba segura que la guerra no le podría hacer esto. Y allí estaba, sin guerra, sin Voldemort, empezando el séptimo curso en Hogwarts. Ya no estaba segura qué la mantenía con cordura, su cambio era más pronunciado. Sus facciones eran más finas, su personalidad, aunque en esencia la misma, ahora era más sigilosa, nada de la imprudencia que pudiera tener por ser de Gryffindor.
Su relación con Ron se deterioró tanto que fue el mismo pelirrojo que decidió dar fin a esa falsa, que llamaban noviazgo. El único que no cambió con ella, que la acompañaba en sus silencios aunque no recibiera respuesta, aunque no la entendiera, seguía siendo él, su amigo, el niño que vivió. Lo más probable es que él esperara a que ella se decidiera algún día a decírselo, que ya dejara su máscara a un lado y le contara qué era lo que le sucedía, qué le pasaba desde el sexto año.
-Su atención por favor alumnos- dijo la voz de la nueva directora de Hogwarts luego de la selección – es hora de anunciarles quiénes son nuestros premios anuales de este año, Hermione Granger de Gryffindor- los gritos, aplausos y felicitaciones por parte de los leones no se hicieron esperar, Hermione había recibido la carta durante las vacaciones, pero como todo, simplemente no le importaba- Y Draco Malfoy de Slytherin- esta vez fue el turno de las serpientes de estallar en alaridos y gritos de júbilo – esperamos grandes cosas de ustedes-
Harry la miró demostrando lo poco que le gustaba la idea, ella solo se encogió de hombros. Después de la cena se dirigió a la torre de premios anuales, su equipaje ya debía de estar en su habitación. Después de pasar el retrato observó la sala común con detenimiento. De muy buen gusto, elegante. Había una mesa de caoba lo suficientemente espaciosa como para que ambos pudieran hacer sus deberes sin molestar al otro, un sillón y una silla a juego frente a la chimenea y hermosas cortinas colgadas en las ventanas.
-Sangresucia- siseó su compañero de torre detrás de ella. No hubo protestas ni insultos. Se giró lentamente como si le mirara por primera vez y no dijo nada, sin odio en sus ojos, sin rabia o consternación. Simplemente se quedó allí mirándole impasible, ni siquiera sus insultos eran algo que le importara ya. Por su parte, él esperaba algún tipo de reacción, un comentario sarcástico, un insulto. Pero a cambio recibió nada. La miró con desdén antes de irse a su habitación. Hermione se fue a la suya y observó la hermosa cama que tenía, su habitación estaba decorada con los colores de Gryffindor, poco después se dejó arrastrar por el sueño.
-¿Qué era eso tan importante que quería contarme, señorita Granger?- la directora McGonagall la miraba con dulzura, ella aún veía a la pequeña de cabello alborotado que se ganó su corazón. Había cambiado, sí. Pero muy dentro de ella intuía que la chica que llegó a Hogwarts de 11 años aún seguía ahí.
-No iré a casa de los Grangers estas navidades, de hecho, no pienso regresar por mucho tiempo- "Al menos no hasta que descubra la verdad y pueda perdonarles." –Pero tampoco me quedaré en el colegio, quiero dedicar ese tiempo a descubrir quiénes son mis verdaderos padres, padres que intuyo son de la comunidad mágica y entender porqué este cambio físico en mí- Sí, la directora lo sabía, en realidad aparte de los Grangers y Hermione, era la única que conocía el secreto. La miró con tristeza, la chica aún no estaba perdida y necesitaba respuestas. Como su directora y ex-jefa de casa la ayudaría en lo que pudiera.
-Puedes quedarte en Hogwarts todo el tiempo que necesites Hermione y sí tienes mi permiso para hacer lo que sea necesario para descubrir la identidad y paradero de tus padres biológicos-
-Gracias directora- y salió del despacho.
-Granger-
-Malfoy- el rubio acortó la distancia entre ellos y la tomó violentamente. La llevó hasta su habitación. Le quitó la túnica y empezó a recorrer la piel desnuda de sus brazos. La acostó en su cama y buscó sus labios con desesperación. Desde hacía un mes, después de una noche de estudio, sin saber cómo o sin recordar por qué, se acostaron juntos.
De ese día en adelante repetían el suceso en la sala común o en el cuarto del chico, jamás en su habitación. Su habitación era sagrada, ahí estaba lo poco de Hermione Granger que le quedaba.
Su mano se deslizó por debajo de su falda hasta que llegó a su zona húmeda. La chica gimió por el contacto y se apretó contra él. Pronto se deshizo de la blusa y la molesta falda, de los pantalones y la camisa. Acarició sus senos por encima del sostén y besó su cuello. Siempre en silencio, nunca se decían nada, tal vez porque aunque lo estaban haciendo, ninguno de los dos creía que se trataba del otro. "Antes no hubiera hecho esto. Sí, pero ya no eres la misma." Y por no ser la misma amaba de forma distinta.
Cuando se acostaba con Ron era tímida, dejaba que él tomara toda la acción, pero ahora le gustaba jugar con el cuerpo de su acompañante, recorría con besos húmedos la piel de Malfoy, acariciaba sus partes íntimas sin ningún pudor y llegaba al éxtasis de forma ruidosa, entre gemidos, gritos y jadeos. Esa vez se quedaron dormidos juntos.
-Buenos días Hermione-
-Buenos días Harry, ¿cómo estás?-
-Pues ya ves- dijo el chico mirando a un punto en la pared, luego Ginny les acompañó en la mesa y saludó a su novio con un beso fugaz y se sentó a su lado.
-Buenos días Hermione-
Buenos días Ginny- ya todos se habían acostumbrado a esa forma mecánica al saludar y ya no les afectaba, o al menos eso parecía. Ron hacía acto de presencia en el lugar. Luego del rompimiento con Hermione el chico se había dedicado a acostarse con cualquier ramera que se le ofreciera, en este momento Lavender era la de turno. Sus aventuras duraban unas cuantas semanas y luego pasaba a la siguiente.
Se sentó con cara de sueño al lado de Hermione, desde siempre había sido igual. Ella frente a Harry y él frente a su hermana. Había cosas que ni siquiera el tiempo tenía el poder de cambiar.
-¿Qué harás hoy Hermione?-
-Estudiar en la biblioteca- le respondió al pelinegro sin levantar la vista de su desayuno.
-Me preguntaba si podrías ayudarme a estudiar, necesito adelantar unas tareas-
-Claro Harry- dijo sin emoción alguna, él sin embargo, la miraba tratando de encontrar algo que le indicase qué sucedía con ella. Siempre lo hacía. Ginny llamó su atención hablándole sobre Quidditch, nunca le gustaba cuando su novio ponía demostraba tanto interés por Hermione, a decir verdad le molestaba mucho. Su instinto le decía que algo andaba mal.
-¡No quiero que vayas a la biblioteca! Quiero que te pases la tarde conmigo-
-Ginny ya te dije que debo estudiar, si quieres puedes acompañarme, pero en verdad necesito ir a ver a Hermione-
-Si claro, ver a Hermione- de nuevo la ironía en la voz de la pelirroja, Harry se estaba cansando de tener que soportar los celos irracionales de su novia. ¡Por Dios, si Hermione también era su amiga! O al menos solía serlo, apenas y se hablaban. Para ser sinceros, Hermione apenas sí hablaba con otras personas.
-Ginny no pretendo tener esta conversación nuevamente- dicho esto y dejando a la pelirroja hecha una furia, salió de la sala común de Gryffindor rumbo a la biblioteca.
La encontró sentada en una mesa un poco alejada de las demás. Una montaña de libros apenas dejaba visible una parte de su rostro. "Hay cosas que no cambian." Pensó Harry sonriendo para sí mismo.
-Siento el retraso Hermione-
-No hay problema Harry- dijo levantando la vista de su pergamino un momento para mirarle- ¿en qué quieres trabajar primero?-
-Pociones- dijo el chico tomando asiento. Después de unas dos horas, Harry había podido terminar su ensayo de una forma satisfactoria, incluso provocando que la chica sonriera al leerlo.
-Te ves linda cuando sonríes Hermione, debieras de hacerlo más seguido- este comentario provocó que esa sonrisa se desvaneciera y sus ojos se posaran en los de Harry.
-Disculpa si he dicho algo que te molestara, sabes que no es mi intención incomodarte- por un momento la chica enterneció la mirada y Harry pudo haber jurado que sus ojos se humedecieron un poco, pero si fue así no podía probarlo, así que decidió desviar la conversación un poco.
-¿Cómo están tus padres Hermione? Hace mucho no nos hablas de ellos. ¿Los verás en navidad?- la cara de la chica se contorsionó en una visible mueca de dolor, luego regresó a su máscara imperturbable y miró a Harry nuevamente. "¿Sería seguro confiar en él? ¿Debía acaso decirle lo que había estado escondiendo durante el último año? ¿La odiaría después de conocer la verdad?" Y como si leyera sus pensamientos él le dijo – Puedes contarme lo que sea Hermione, aunque hayas cambiado sigues siendo mi mejor amiga y ni siquiera un cambio de personalidad o de cabello me harán pensar lo contrario-
Esto fue suficiente para tumbar las defensas que tanto tiempo había mantenido alertas y le contó todo. Como sus padres le contaron la verdad al finalizar el quinto curso, los cambios que se produjeron en ella poco tiempo de conocer la verdad y de sus intenciones de encontrar a sus verdaderos padres y descubrir la verdad. En el fondo ella esperaba no haberse equivocado al volver a confiar en alguien.
Harry se quedó pasmado en su asiento. Apenas podía asimilar todo lo que su amiga le contaba y no era para menos, ella había estado sufriendo todo este tiempo sin contárselo a nadie, sin apoyarse en alguien.
-Oh Hermione, niña tonta- sin importarle que estuvieran en la biblioteca fue a abrazarla y acariciarle el pelo – Debiste de habérnoslo dicho, te hubiéramos ayudado, hubiéramos estado allí para ti. No sé qué razones te pudieron llevar a mantenerlo en secreto y no te presionaré para que me lo cuentes. Pero de lo que puedes estar segura, es que no te dejaré hacer esto sola. Está decidido, te acompañaré a buscar a tus padres y no se vale protestar-
Faltaba un mes para las vacaciones de navidad y sin proponérselo ya tenía un compañero de travesía. -¿Qué harás en las vacaciones de navidad?- le preguntó un rubio platinado en su sala común.
-No mucho, solo viajaré un poco- Asintió delante de su respuesta y regresó su atención a los deberes. Luego de un par de horas cada uno regresó a su habitación.
