Mientras no estabas.
Hay muchas adicciones en el mundo; la mayoría de ellas son malas, pero la mía era la mejor.
No tenía problemas de dinero, que de por si, es poco el que tengo. Me mantenía ocupado la mayor parte del tiempo, pero hacía cosas de provecho, nada de ir por el mundo vagando, siendo nada y parte del todo.
Me daba individualidad, fuerza, persistencia y muchas ganas de ser el mejor. Cuando la conocí, no puedo negar que me asustó, a simple vista no quería tenerla siempre cerca. Me daba algo de seguridad el hecho de saber dónde encontrarla, en qué estado estaba. Lo que fuera. Simplemente quería saberlo todo.
El primer momento a solas entre ella y yo fue una peripecia total. De haber tenido una cámara fotográfica lo habría capturado todo en ella. Cabe mencionar que al final del día quedé muerto, caí al sofá a respirar y desperté al día siguiente en el mismo lugar, la misma posición y un dolor de músculos colosal.
Pero ese día se repetiría, porque yo quería, la ansiaba. Sentirla treparme, recorrerme; me ponía eufórico y, casi, podía sentirla dentro de mí, correteando bajo mi piel, como una colonia de hormigas.
Me dejaba tan sediento que necesitaba beber agua; al menos tres litros por día me satisfacían pero, yo insistía en que todo esto valía la pena. Era tanto el ánimo de tenerla que podía darme cuenta de que estaba cayendo a una adicción segura. El simple hecho de tenerla en la casa ya era casi suficiente para vivir.
Era una fortuna que Lily no estuviera viviendo aun en conmigo, sino con sus padres, de otra forma vería lo que hacíamos su gata y yo.
Sirius odiaba a ese animal, decía que era estresante y le daban ganas de vestir de blanco con el montón de pelos que soltaba por todos lados. Tenía tiempo diciéndome que mejor le regalara a Lily un perro pero, él no sabía que, a escondidas de él y de los ojos mundanos, esa gata era mas divertida que Snyvelus en tutú por todo el castillo.
Tenía un pequeño ratón rosa con un alambre que la volvía loca. Hacia sonidos extraños cada que la veía, lanzaba zarpazos para atraparla y cuando el ratón salía disparado ella corría al lado contrario.
Toda la diversión era de ella y mía, al menos hasta que Lily regresara de su servicio en el departamento de Inefables. No quería contarme sus secretos, no se los contaría yo tampoco.
Días después, como cualquier adicción, comencé a ver los contras de tenerla. Mis sillones eran tiras de tapiz, el ratón corría por todos lados y detrás de él, salía disparada la gata haciéndome "casi" caer. No podía vestir de colores oscuros por que todo se había tornado blanco y peludo. Comía la mitad de mi ración por que ella ya no quería croquetas.
Sirius estuvo en mi casa el otro día y vio que la gata comenzó a comer de mi plato. Dijo que un día yo sería quien comiera lo de ella y ella lo mío, sin derecho a replica.
— ¿Qué me recomienda doctor?
—Yo no soy su psicólogo, ¿comprará el sillón señor?
—Si, esta cómodo. –El vendedor fue a hacer la nota mientras James continuaba recostado en el diván. –Gracias doctor.
