Nunca pensé que escribiría un fic de Ino, pero aquí está:D. Cuando vi los capítulos en donde Inoichi tuvo mucho dialogo con Shizune, siendo una activa autora fickera, nació una pareja en mi corazón. Me gusta mucho Shizune así que no me dio mucha dificultad pensar en ella como novia, lo terrible fue pensar en Inoichi D:, no le dan mucha atención en la página, ni siquiera aparece mucho u.u; aparece de vez en cuando en un fic actuando como el accesorio de Ino, pero ya no más, puedo decir que aquí está mi fic en que todo gira entorno a él.
Además, ¿quién no ha tenido odio irracional con la novia de su papá? Yo sí.
Madrastra.
Capítulo primero: Magnolias y Diamelas
Ino siempre pensó que su padre no merecía estar soltero, pero no le prestaba mucha atención a su pequeña idea, eran felices juntos y quizás esa futura segunda esposa llegaría cuando ella saliera del nido en busca de una vida independiente. Su padre era coqueto por lo que no le costaría mucho trabajo conseguirla cuando Ino despareciera de la casa, además, estaba bastante entrenado estando a cargo de la florería, puesto a que la mayoría de la clientela era femenina.
La joven Yamanaka hojeó una revista mientras su padre daba vueltas por la tienda familiar, había entrado una clienta y él iba y venía por flores y plantas buscando algo que le atrajera al ojo inexperto de la mujer.
—¿Qué tal este tulipán? —indagó el viejo Yamanaka, mostrando un botón de la temporada a lo que la mujer no pareció muy convencida.
—Busco algo que ilumine mi departamento. —comentó ella e Ino se dedicó a admirar con mayor detención la escena, cualquier flor iluminaba un espacio y si su papá lo escogía, con mayor razón.
—Entonces, busquemos algo que concorde con su personalidad, Shizune-san. —comenzó Inoichi y su hija trató de aguantar la risa, esa era la táctica preferida de su padre, y la más infalible además, para seducir hasta el punto de los suspiros a las mujeres. La morena no comprendió y el rubio mayor mostró su sonrisa impecable. —Descríbeme tu personalidad en pocas palabras.
—Bueno…—dijo la asistente de Tsunade, entrecortada y tímida, se analizó a sí misma pero no encontró mucho. —No creo saber qué es lo que busca, Inoichi-san.
—Diré que es…—expresó él, preparado para la batalla, se paseó por la tienda entre toda la variedad de flores que tenía. —Tierna como una diamela. —dijo acariciando la pequeña flor blanca que reposaba sobre un estante colorido. —O tan simpática como una magnolia.
—¿Qué quiere decir con eso, Inoichi-san? —replicó divertida, y un tanto enrojecida.
—Las flores también tienen personalidades, no mienten cuando dicen que las mujeres son flores. —concluyó el padre de Ino, a lo que Shizune explotó en risas nerviosas. Yamanaka había ganado una vez más y a su hija le pareció que el viejo tenía más coquetería que ella misma, y pronto decidió que debía dejarlos solos antes de que su padre se lo dijera con una mirada cómplice.
—Papá, iré por abono. —dijo saliendo de la tienda, sabía que su progenitor había traído esa misma mañana, pero hoy no se encontraba de lo más creativa. Magnolias y diamelas, salían esos nombres de la boca de Inoichi al menos dos veces por semana.
—¡Hija mía! Qué padre desnaturalizado sería yo si dejara que mi única y hermosa hija se embarrara las manos. —exclamó él desde el otro lado de la tienda, ocasionando que Shizune sonriera por la excesiva caballerosidad del hombre.
—Pero falta abono. —Ino estaba descolocada, no comprendía muy bien el nuevo giro en las tácticas de su padre.
—Iré yo, hija. —y dicho esto, se desprendió el delantal de su cuerpo bien formado y con zancadas lo fue a colgar a un lado de la puerta. Luego, el heroico padre se dirigió a su única cliente del momento. —Lo siento, Shizune-chan, espero que te hayan gustado mis flores pero debo ir.
—¡Oh, claro que no! Llevaré un ramo de cada flor que me ha indicado. —expresó. —Además, debo volver pronto a la torre.
—¡Perfecto! Puedo acompañarla y luego compraré el abono. —replicó, a Ino le pareció demasiado fingidos los actos de su padre y volvió extrañada al mesón, Shizune pagó las flores e Inoichi tomó todos los ramos florales y la guió hasta la puerta.
—¡Hola, Shizune-san, Inoichi-san! —dijo Sakura, entrando a la tienda justo cuando ambos se retiraban. Llegó hasta el mesón y se sentó a un lado de la rubia con distinta variedad de libros y pergaminos que contenían todos los conocimientos básicos del ninjutsu médico, pero Ino ya no estaba en este mundo. —¿Ino-cerda? Te dije que hoy estudiaríamos.
—Sakura, cuando entraste ¿notaste algo extraño en mi papá? —la rosa repasó todo lo que había hecho al topárselo en la entrada, no, nada había de extraño en él.
—Cerda, estaba igual que siempre. —replicó y abrió un libro.
En la noche, Ino cerró la tienda con llave y se fue a su casa para preparar la cena. Comió sola, lavó la loza que utilizó y le sirvió a su padre en la espera de que él llegara, y cuando lo hiciera tendría que escucharla. Para evitar ser un padre desnaturalizado, desapareció todo el día de la tienda y la obligó a hacerse cargo de todas sus responsabilidades como señor de la casa; conclusión: se volvió desnaturalizado.
Llevó todos sus apuntes a la mesa de la cocina y comenzó a memorizar todo lo que Sakura había marcado. Pasaron quince minutos, media hora, una, dos y al fin oyó movimiento en la entrada de la casa y con eso se apresuró a apagar todas las luces que la delataban, esperaría sentada en la penumbra. Su papá entró sigiloso hasta la cocina y buscó entre todas las ollas los restos de comida que sabía que Ino había preparado.
—Tu cena está acá, en la mesa. —dijo con la voz ronca, provocando que Inoichi se sobresaltara imperceptiblemente. —Debemos hablar.
—Hija, se me hizo tarde en el campo. —replicó amable y se sentó en frente de su hija para comenzar a comer. —Se ve delicioso.
—Creí que comprabas abono. —castigó Ino con una ceja alzada. —Aun estando abastecidos para todo el mes.
—Claro que sí, lo recordé al llegar a la tienda de abono, de hecho, el encargado fue quien me lo hizo recordar. —explicó divertido, parecía sincero y a Ino le entró un sentimiento de culpa que luego pasó a la preocupación, ¿sería que su padre ya se estaba volviendo viejo y obsoleto? Seguía siendo jovial pero toda la actividad mental que hacía en el Cuartel de Espionaje y Tortura debía estar acabando con su memoria. Se levantó de su asiento y abrazó a su padre.
—Te quiero, papá. —besó su frente y volvió a sentarse para seguir memorizando materia para hacerle compañía a Inoichi mientras cenaba.
—Yo también, hija. —expresó complacido. —Pero yo te quiero más.
—Papá, ¿qué hacías en el campo? —indagó para comenzar una amena conversación familiar.
—Shizune quiso que le diera una clase rápida de las flores medicinales. —dijo sin mucha importancia, le sonrió a su hija y siguió comiendo. Ino analizó con detención los dichos del rubio mayor y Shizune no cuadraba en la fotografía, menos el prefijo que faltaba en su nombre, ¿desde cuándo habían empezado a ser amigos? —Lo que me recuerda, Shizune me ha comentado que estás en su clase y está preocupada por tu control de chackra.
—¿Hablaron de mí? —se ofendió Ino, sabía que no destacaba y que por esa razón Sakura frecuentaba la tienda para ayudarla en todo lo que podía. Ahora, como si no pudiese denigrarse más que pedirle ayuda a su antigua rival y amiga, una de sus profesoras hablaba con su padre de su rendimiento, ya estaba bastante crecida como para que eso pasara. En la academia podría pasar pero no ahora que era casi adulta con sus dieciséis años cumplidos, aunque su padre se encargara de decirle que todavía era una niña.
—Sí, no veo qué tiene de malo. —comentó. —Ella dice que puedes ir a verla siempre que quieras, trabajaran juntas en el control de chackra.
—Seguro. —la rubia no estaba del todo convencida y cerró el libro que leía, de pronto, estudiar se le hacía desagradable. —Papá, creo que me iré a la cama, estoy cansada.
—Anda, hija.
—No, Ino, así no. —reclamó Sakura a su lado, cambió varias veces la posición de las manos de la rubia y luego la quitó del camino para revivir ella misma el pez. —Así, debes concentrar el crackra en estos puntos vitales, no esparcirlo por todo el cuerpo, se necesita precisión y calidad…
—No cantidad. —completó la frase, más disgustada que al comenzar la clase particular de la aprendiz de Tsunade. —Creo que tomaré un descanso.
—Con tantos descansos no aprenderás lo necesario. —regañó una vez más y a la rubia le entraron ganas de estrangularla, tirar el cuerpo a la piscina y esperar a que los peces se la devoraran como venganza por haberlos matado y revivido miles de veces. La única explicación que encontraba en las habilidades sorprendentes de Sakura, era ser la asesina en serie más grande del estanque de las artes médicas.
—Si fueras mejor enseñando no me entrarían ganas de descansar tanto. —replicó al instante.
—Si pudieses concentrarte por más de dos segundos sería todo más fácil. —Sakura logró sacarle chispas por los ojos a la florista, la rosa rió por su pequeña batalla ganada y siguió: —Es más, si destinaras más tiempo a los estudios en vez de a los chicos, todas seríamos más felices.
—¡Dices eso porque no tienes mi misma suerte, Frente! —gritó furiosa, la aludida reía junto a la estanque de peces como desquiciada. Estaba a punto de botarla al agua de un empujón cuando se abrió la puerta y todo el griterío que tenían herméticamente sellado en esas cuatro paredes se interrumpió.
—¿Ino?
—¿Papi? Qué haces en la torre. —resolvió la florista y caminó hasta la puerta en su encuentro. Imaginó que el mayor estaba allí para informarle de una nueva misión peligrosa, que debía irse inmediatamente y que tendría que ausentarse muchas noches.
—Realmente, nada. Me he perdido buscando a Shizune por toda la torre. —confesó el rubio, Ino quedó petrificada por la información y Sakura se le adelantó.
—Debió salir a almorzar con Tsunade-sama, usualmente van a la ciudad. Creo que deben estar por llegar.
—Gracias, Sakura-chan. Siempre le he dicho a Ino que eres una buena chica, además de buena amiga. —replicó Inoichi amablemente a lo que Sakura se sonrió ampliamente como triunfante, miró de soslayo a su amiga y rival para restregárselo en la cara pero la hija del mentalista no estaba concentrada en ella.
—¿Y por qué estás buscándola?
—Encargó flores a la tienda esta mañana. —sonrió indicando el canasto repleto de polen. —Creo que le ha gustado todo lo relacionado con el tema desde que hablamos en el campo.
—Si quiere, puedo guardarlas hasta que ella llegue. —preguntó Sakura al ver que la hija no respondería más por un buen rato, se notaba que la florista maquinaba algo extenso dentro de su cabeza y que ninguna conclusión a la que llegaba le simpatizaba del todo.
—Claro que no, Sakura-chan, se les entregaré yo mismo. Muchas gracias. —replicó Inoichi. —La esperaré en otra sala, las dejaré solas para que estudien, chicas. —y dicho esto, se retiró sonriente.
—Bien, Ino, ¿qué te sucede? —la rosada posó sus manos sobre su cintura y contrajo sus cejas en forma amenazante una vez que Inoichi cerró la puerta tras de sí y el silencio volvió a las cuadro paredes del estanque de peces. La rubia no respondió instantáneamente y sólo se dedicó a mirarla con una expresión descompuesta y la boca abierta. —¿Ino?
—¿Acaso no lo viste? Está cortejando a Shizune. —puso la cara de asco y volvió a la mesa en donde se encargaban de revivir una y otra vez a los mismos peces.
—¿Y en algún universo eso es malo? Ambos están solteros, sería bueno que sucediera. —replicó divertida la rosa, imaginó un par de escenas que involucraban a la gentil asistente de su maestra y al papá jovial de Ino, la combinación sólo consiguió sacarle unos suspiros de enternecimiento.
—Da asco, son tan… —no pudo terminar la frase, tenía una vaga idea de cuál era la razón de tal aversión en contra de aquel emparejamiento y sólo llegó a algo cercano a una definición: intenso olor a naftalina. —Viejos.
—Cerda, eres lo más tonta que hay en esta aldea. —rió a carcajadas y la encontró en la mesa, tomando una red a un lado de la piscina, terminó: —Tu papá no se quedará soltero para toda la vida y debes aceptarlo.
—Frentona, debes ayudarme. —suplicó. —Debo saber si Shizune será mi nueva madrastra.
—Ino, no seas tan apresurada, todavía se están conociendo. —reclamó su amiga quien sintió la terrible necesidad de golpearle una cachetada en la mejilla sólo para que entrara en razón, pero probablemente Ino saldría disparada por el muro contiguo.
—Te lo juro, jamás había visto a mi papá actuar de esa forma. —dijo la rubia. —Siempre ha sido coqueto con las mujeres que van a la tienda, ¡pero se excedió en todo lo imaginado!
—Si es tan importante para ti…—habló resignada la chica de pelo rosado. —…acepto.
—Shizune. —la llamó desde el pasillo, supo que había estado esperándola sentado con las flores a cuestas. Reprimió una risa de felicidad y se devolvió sobre sus pasos para ir en su encuentro.
—Inoichi-san. —saludó cordialmente a lo que el rubio se rió a carcajadas al oírla.
—Olvida las formalidades. —reclamó el mayor y le indicó las flores medicinales en el canasto. Ella lo guió por el pasillo hasta el estanque de peces, en donde todos los utensilios que correspondían al entrenamiento masivo de ninjutsu se llevaba a cabo.
—Lo siento, todavía estamos haciendo las remodelaciones para enseñar correctamente la medicina. —explicó la mujer, Inoichi asintió con la cabeza comprendiendo, mientras recordaba que hace unos momentos había visto a su hija ahí con su mejor amiga y que posiblemente no estaría muy contenta de verlo con su profesora. Shizune abrió la puerta y descubrió a ambas chicas en silencio sepulcral, con las narices metidas en los libros como nunca las había visto. —Hola, chicas.
—Buenos días, Shizune-san. —saludaron al unísono y volvieron al estudio inmediatamente, Inoichi levantó una de sus pobladas cejas rubias y se acercó a su primogénita.
—Ino, veo que estás progresando. —puntualizó con las flores bajo el brazo. La chica no lo miró y sólo asintió con la cabeza, lo cual, lo hizo pensar que ambas estuvieron pendientes de todos sus movimientos antes de volver a entrar.
—Inoichi, puedes dejarlas aquí. —indicó la mujer morena a un lado de un estante, e Ino no pudo evitar levantar la cabeza, curiosa, desde qué momento eran tan unidos, Shizune jamás dejaba las formalidades.
—Claro, Shizune. —dijo su padre y la florista abrió los ojos a más no poder por lo que Sakura tuvo que pegarle un codazo para evitarle la obviedad. Ambas vieron expectantes las interacciones que tenían los adultos, Yamanaka dejó las flores en el estante, Shizune cerró con llave en mueble, se sonrieron largamente y desaparecieron por la puerta sin decir palabra alguna.
—¡Sakura, déjame usar tu cuerpo! —suplicó cuando volvieron a estar en silencio absoluto.
—¿Estás loca?
—Claro que no, pero Shizune está más acostumbrada a verte a ti caminar por toda la torre. Y papá no sospechará. —concluyó la rubia, sujetando las ropas de su amiga para no perder su atención. Sakura suspiró, y aceptó silenciosa, separándose de Ino unos metros. Cerró los ojos cuando escuchó decir a Ino: —Ninpo Shintenshin no jutsu.
Shizune sonrió, tapándose la boca con una mano para evitar soltar una carcajada; Inoichi podía llegar a ser verdaderamente gracioso cuando se lo proponía. Estaban sentados a la sombra de un frondoso árbol a las afueras de la torre, la morena no podía alejarse mucho de las dependencias de Tsunade ya que podría necesitarla en cualquier momento.
Su mirada pasó por los alrededores y dio con la pequeña aprendiz de su maestra, Sakura, la chica se había puesto a barrer el polvo de las escaleras que daban al interior de la torre y recordó que esa tarea era usualmente la de Izumo. Contrajo las cejas cuando su duda se agigantó, cosa que no pasó desapercibida por el mentalista.
—¿Qué sucede? —indagó mirando hacia las escaleras, la chica de cabellos rosados barría varias veces sólo un escalón por lo que se demoraba una eternidad.
—Sakura, no creo que le corresponda hacer eso. —dijo la morena, dispuesta a ir a hablar con la adolecente y preguntarle el porqué de su actuar, no creía capaz a Izumo de pasarse de listo y saltarse las tareas que le correspondían a él y pasárselas a la inocente aprendiz de Tsunade.
—Ino…—suspiró cansado y Shizune no logró comprender. —Es Ino.
—¿Qué? Cómo lo sabes.
—Es claro para mí, he usado esa técnica desde que tengo uso de razón. —explicó el mayor y se paró del asiento que compartía con la morena.
—Pero, ¿por qué estaría haciendo eso?
—Seguramente está celosa. —pensó en voz alta y su acompañante se calcinó en su propia vergüenza. —No te preocupes, Ino debe reconocer las intenciones que tengo contigo. —explicó calmado y volvió a sentarse junto a ella, la supuesta Sakura estuvo a punto de pegar un grito ensordecedor a los cielos. —Creo que he sido bastante obvio.
—Inoichi, siento causarte problemas con tu hija. —replicó atropelladamente y cabizbaja sintió que el mayor le tomaba sus pequeñas manos entre las enormes de él.
—Shizune, ¿quieres cenar conmigo esta noche?
Espero que haya sido de su agrado:D
