Lo que pasa en la arena, se queda en la arena

Disclaimer: THG no nos pertenece. Lukas, Morgan y Lis son obra de .Silence. Collins fue adoptada también.

Este fic participa en el "minireto de febrero" para el "Torneo entre distritos en la arena" para el foro "Hasta el final de la pradera"

Alianza: D4 – D9

La arena comenzaba a ser un suplicio. El tiempo cálido y seco había pasado a ser seco y frío y Lukas ya contemplaba la posibilidad de perder más dedos a causa de la congelación. Para colmo, habían conocido a Lluvia, tributo femenino del Cuatro. Lukas se había alegrado al verla, tan preciosa e inofensiva, con una sonrisa perenne en la boca y sin ninguna gana de matar. Pero horror. La muchacha no usaba solo la boca para sonreír, la usaba para no parar de hablar ni un instante. En serio, parloteaba constantemente con una horrible voz de pito y Collins le daba réplica, dando como resultado un soniquete molestísimo que pronto Morgan decidió erradicar.

—Mira —le dijo a Lukas—, no soporto este tormento. Las ato juntas y las dejo aquí hasta que se revienten los sesos mutuamente.

A Lukas no le pareció mala la idea, aunque…

—Se van a morir de frío —advirtió.

—Les haremos una fogata, para tu tranquilidad —dijo Morgan.

—Morirán igual. Encender una fogata es la forma más segura de invitar a todo el mundo a una barbacoa.

—Ay, alma de cántaro —replicó Morgan—. ¿Para qué crees que hemos venido? Mejor ellas que nosotros.

Pues sí. Tenía razón, mejor ellas. Lukas prefería seguir vivo y a ser posible que Morgan hiciera lo mismo. Las otras dos eran intrusas en su pequeño grupo. Mientras Morgan se afanaba enlazando a las féminas entre nudos marineros, sucedió algo; algo cayó del cielo.

Lukas cazó al paracaídas al vuelo.

—¿Qué es? —preguntó Morgan.

—Es de Lis —dijo Lukas la mar de sonriente.

—¿Cómo sabes que es de Lis? —volvió a inquirir Morgan.

—Lo sé y punto —confirmó Lukas, tras leer una pequeña notita en la que ponía "espero que volvamos a vernos". Había un diminuto corazón. Eso le dio la pista definitiva. Luego Lukas mostró a Morgan el cacharro de había dentro.

—Es un collar un poco raro —comentó—. Será el último grito en moda del Capitolio. Acuérdate de cuando se llevaban los Sinsajos.

—No puede ser solo un collar —gruñó Morgan acercándose a cogerlo—. Ni siquiera Lis es tan lerda. Aparte, ¿qué sabrás tú de moda?

—Sé mogollón de moda —contestó de forma airada. Los dos se sedaron mirándolo. Era una cadena con un colgante en forma de reloj de arena—. No trae libro de instrucciones.

—Pues gira el reloj.

Los dos escucharon la chillona voz de Collins. Se volvieron para mirarla, Morgan con el collar puesto y Lukas muy cerca, sujetando el pequeño reloj con ambas manos.

—Otra que sabe de moda —dijo Morgan.

—No es eso, pero me suena que hay que girar el reloj —repitió Collins—. Soy escritora. Y te digo que los relojes son importantes en todas las historias de todos los libros en que se menciona uno. Gira el reloj, Lukas. Nada puede ser peor que estar metido en la arena. Arriésgate y gíralo.

Lukas bajó la vista a los enormes ojos negros de Morgan, sus pies se rozaban y hasta podía notar su aliento. Soltó una de las manos con que sujetaba el reloj y la posó en la cadera de Morgan. Ella colocó una mano en la baratija, sobre la de Lukas y juntos, sin mediar palabra, giraron el reloj.

La arena dio media vuelta. Literalmente. Al menos esa fue la sensación. Estaban allí pero ya no estaban. Era el mismo lugar, sin embargo todo había cambiado. Collins había desaparecido. Lluvia se había esfumado. No obstante, lo que es seguro es que ellos, Lukas y Morgan, quienes se miraban mutuamente con incomprensión, seguían en el mismo sitio.