Tal parece que todo lo que voy a lograr sentir en esta vida es solo tristeza. Siento que ya nadie me necesita, yo no valgo nada. Ayer en la noche me di cuenta por fin que Akihiko nunca respondería a mis sentimientos. Lo lastimé a él y me lastimé a mí. Lloré, lloré por un amor que nunca podría ser. Jajaja, que tonto fui, un perdedor ilusionado, un imbécil.
El día de hoy era un día soleado pero agradable, un día perfecto para salir con la pareja. Me dirigía hacia el parque en donde podía ver como los niños jugaban y como las demás personas pasaban un rato agradable con los que más querían. No importaba la edad que tuvieran, todos disfrutaban ese día. Pude ver como un muchacho de cabellos negros jugaba con un cohete de agua junto a un grupo de ancianos. Se veían tan felices. No pude soportar esa felicidad así que decidí retirarme de ahí.
Me dirigí a toda prisa a un bar para poder olvidarme de todo, me olvidaría del estúpido de Akihiko, me olvidaría de la humillación que sentí, Dios me sentía tan dolido que también quería olvidarme de aquel muchacho que jugaba con el cohete.
Era oficial, estaba ebrio. No podía caminar en línea recta sin estrellarme en el suelo. Con todo lo que me estaba pasando sería una gran bendición que me atropellara un camión. Ya iba en la calle cuando de pronto sentí como unas manos similares a las de Akihiko me agarraban por debajo de los brazos y me guiaban hasta un automóvil. Después de ese evento ya no me queda memoria de nada.
Me encontraba en la habitación en la que Akihiko y yo nos habíamos convertido en uno solo, esa maldita habitación que ya no quería recordar. En ella se encontraba Akihiko, tan hermoso y sensual como lo recuerdo, estaba sin camisa y podía ver su hermosa y blanca piel cubriendo sus bellos músculos.
Me dolia ver esa imagen, me dolia de verdad. Vi que había alguien más en la cama de Akihiko y ese alguien no era yo, ese alguien era su amado Takahiro. Takahiro se encontraba en las mismas condiciones que Akihiko, pero pude ver en su piel cómo mi antiguo amado había plantado las marcas de su amor.
Estaba devastado, de pronto vi como Akihiko se fijó en mí e inmediatamente empezó a besar al maldito ese. Sentí cómo mi corazón se partió en mil pedazos. Lo odiaba, los odiaba, fue tanto el dolor que sentí que me desperté.
Estaba en una habitación asombrosa, era digna de la realeza, lástima que el que estuviera hospedado ahí fuera yo. Qué gran desperdicio.
Parpadee varias veces para poder acostumbrar mi vista. Contemplé mi alrededor. Esta habitación era más grande que mi apartamento. No es que no estuviera acostumbrado a lugares así ya que cuando era niño mis padres también eran ricos, no tanto como los de Akihiko pero todo esto no era nuevo para mí. El papel tapiz de las paredes tenía un bello color azul claro y tenía un poco de color crema. Simplemente admirable. Los cuadros que estaban colgados en las paredes eran pintados a mano y mostraban diferentes paisajes extranjeros. Todos los muebles que estaban en esa habitación eran de madera pura. El piso era de mármol y en una esquina de la habitación se encontraba sentado Haruhiko.
Me sorprendí mucho. Qué hacia el hermano de Akihiko en esa habitación viéndome dormir. Esto era una situación muy incómoda para mí pero parecía que a él no le molestaba en lo más mínimo.
-Buenos días- me dijo.
-B…Buenos días- repetí.
Quise ponerme de pie lo más rápido posible y salir de ahí pero la resaca que tenía me traiciono y me fui directa al suelo. Pensé que ya nadie más me podría humillar y estaba en lo correcto, nadie me humillaba, eso lo hacía yo solo a la perfección.
Estando en el suelo me di cuenta que estaba completamente desnudo. La sangre fluyó inmediatamente a mi cara junto con un gran desconcierto. ¿Qué me había hecho aquel hombre? Haruhiko siempre me pareció alguien muy extraño, eso siempre me dio miedo y ahora me encontraba desnudo en su suelo.
Me levante como pude. Mi cara parecía un tomate. Al momento de verlo a la cara pude oír como una risita se le escapaba de los labios. A pesar de quién era, se trataba de una risita bastante dulce que me derretía el corazón.
Haruhiko debió de ver en mi cara todas las emociones de preocupación y desconcierto porque lo siguiente que me dijo fue:
-No te preocupes, te he tenido que sacar de tu ropa porque estaba llena de desperdicio. No deberías de beber así.
-Veo que alguien te lastimó- me dijo. Otra vez el color del tomate regresó a mi rostro.
Se levantó de su lugar y se acercó bastante a mí.
-A mí también me han lastimado. Haruhiko me estaba hablando.
-Sabes, comenzó, desde la primera vez que te vi me pareciste alguien sumamente testarudo y terco y valla que no me equivocaba. Siempre que no conseguías lo que querías hacías un gran berrinche. Haruhiko rio mientras me decía esto. Rio con esa dulce risita.
Nunca había hablado con Haruhiko pero debo de admitir que había algo de lastimoso en su voz. Algo que hacia olvidarme de mis problemas y querer ayudarlo a él.
Recuperé mi sentido común y por fin le dije: - Muchas gracias por haberme ayudado, Usami-san. Lamento haberle molestado. Ya no le quito el tiempo, me marcho.
Procedí a buscar mi ropa pero no la encontré. Sentí como Haruhiko ponía su elegante saco sobe mis hombros.
-Por favor quédate, nunca serás ninguna molestia para mí.
Eso fue lo más hermoso y humano que alguien me había dicho, tanto que comencé a llorar incontrolablemente. Haruhiko me tomó entre sus brazos y me estrechó contra él.
Esto era lo que necesitaba. Haruhiko fue muy paciente conmigo. Mientras yo lloraba sentía en mi espalda suaves palmaditas de aliento. Cuando por fin acabé de llorar me dijo: - Toma un baño y cuando termines quiero hablar contigo.
Esas palabras eran tan misteriosas como Haruhiko. Tan misteriosas como Akihiko.
