El actual fic participa en el reto temático de Abril-Mayo: ¡No tan muerto! Del foro Anteiku


Él creía saber lo que era estar completamente solo. Pero solo conocía parte de aquello, hasta que todos se alejaron de él, hasta su hermano, y por fin lo supo por completo.

Gilbert proclamaba que la soledad era asombrosa, que no necesitaba a nadie. Y, por alguna tonta razón, todos le creyeron. Y ellos sabían perfectamente que no debían hacerle caso.

Primero fueron sus amigos. Fue tan tonto de decirles que no les necesitaba… Se molestó con Antonio y Francis solo por algún tonto comentario. ¿Qué habían pasado con todos esos años de amistad? ¿Con todas las bromas pasadas de tono que se hacían? En esos días, Gilbert estaba más irritable que nunca.

Segundo, su amor imposible. El joven austriaco en el cuál había puesto sus ojos, le rechazó cruelmente. Exagero, no fue tan cruel, pero para Gilbert, aquel simple "Lo siento, yo no siento lo mismo por ti" le había dolido en el alma, y en el orgullo. Aunque sabía que le rechazaría, igual le dolió. Porque de cierto modo, intuía que era de la bonita húngara de quién su castaño se había enamorado. Y no es que la maldiga, es más, le caía súper bien, pero aquello le hizo sentir un revoltijo incómodo en el estómago cada vez que la veía.

Tercero y último, el alejamiento que más le dolió en el alma fue el de su West. Pasó en aquel accidente, maldito accidente. Lud le decía miles de veces que los paseos en moto no le gustaban para nada, y tenía el presentimiento de que algo malo iba a pasar. Y no se equivocó. Siempre debió hacerle caso a su Lud. Porque él le cuidaba más que nadie. Le abrigaba en el frío, le refrescaba en el verano. Le amaba como a ninguno, porque era su única familia.

Pero lo que no sabía Gilbert era que él no era el único que sufría por la soledad.

A Matthew nadie le notaba. Pasaba desapercibido hasta de su propia familia. Su propio hermano. Y eso le dolía mucho.

A pesar de ser el hijo ideal, el más tranquilo, el más obediente, era el más rechazado. El favoritismo siempre iba por Alfred. Que ganaba las competencias de baloncesto, que ganaba en la lucha libre, que ganaba en el football americano, que era el orgullo de su padre. Ese era Alfred. Y Matthew solo consiguió la victoria en hockey. Él también quería ser el orgullo de su familia. Pero por más esfuerzo que hiciera, era igual de ignorado.

Su lugar favorito para pasar el rato era detrás de unos arbustos, en la escuela. Era su lugar ideal, su espacio, donde podía hacer lo que quería sin ser ignorado. Porque estaba completamente solo allí. Y lloraba, desconsoladamente, en su lugar ideal.

Pero un día, algo cambió.

Gilbert tropezó por allí, de alguna manera. Porque aunque no le gustaba admitirlo, era algo torpe a veces. Pero no se molestó por haber caído allí.

Un confundido Matthew le miró.

-Eh… ¿Hola?- Dijo, apenas audible.

-Perdón, yo…

-N-no importa…- Sonrió angelicalmente. Y a Gilbert eso le iluminó el día. Sintió su cara arder, mientras se paraba del suelo.

Le pareció muy lindo el chico, y no quería mostrarse como un completo torpe ante él.

-Bien… entonces, me voy.

Se fue, pero volvió al día siguiente. Y el siguiente a ese.

Ya no estuvieron completamente solos.