Se presenta Bou aquí de vuelta con una serie nueva. Es un poco ida de olla, pero se me ocurrió y decidí escribirla... En un principio no creo que tenga más de cinco capítulos porque no ando muy inspirada, pero espero que por lo menos pasemos un buen rato =D, si me perdonáis el fail xD.

Sin más dilación, vamos a por la primera: a pesar de que esta escena está basada en el universo Gakuen Hetalia, se mantienen los hechos históricos ocurridos, así que es aun poco como un popurrí ( ºДº)ノ

Disclaimer: Hetalia es propiedad de Hidekaz Himaruya. Gibraltar es propiedad de Inglaterra T-T.


Castigos, sellos y propiedades

Castigado. Otra vez.

Y, una vez más, en el despacho de Inglaterra. ¿Por qué de entre todo el alumnado había tenido que ser él quien saliera elegido presidente del consejo de estudiantes? Era tan mala suerte...

España suspiró profundamente. Desde luego, los profesores sabían cómo castigarle para hacerle pagar sus travesuras. Además, se estaba haciendo tarde y el amor de su vida, el astro rey, estaba ya a punto de marcharse:

—Ah... solecito mío...

— ¡Quieres hacer algo! –gritó Inglaterra desquiciado al encontrar por enésima vez al español pasando de su castigo y mirando con aquella sonrisa tan boba por la ventana. España se asustó con el grito y se cayó de culo de la silla.

— ¡Maldita sea Inglaterra! ¡Qué susto me has dado!

— ¡¿Susto yo? ! –espetó el otro, sintiendo en partes iguales ganas de reír y rabia–. Es culpa tuya joder, tienes que ayudarme a hacer este trabajo, que estás castigado. Lo que no sé es por qué me castigan a mí teniendo que aguantarte...

— ¿Qué le encuentras de entretenido a ser el presidente? Es todo tareas... –añadió España con tristeza, levantándose y tomando un montón de papeles que había en una esquina–. ¡Espera! ¡Tengo una idea! Vamos a hacerlo más deprisa –dijo de repente con emoción y con un brillo especial en su mirada–. Dame tu sello; yo voy leyendo las propuestas en alto, y si les das el visto bueno, le estampo la marca de validez inglesa. ¿Te parece? ¡A trabajar!

El rubio le echó una mirada de sospecha al español, sabiendo que tramaba algo. Pero, por otro lado, estaba claro que él mismo se sabía cansado, así que pasear por la habitación un rato pudiendo relajar la vista era toda una oportunidad.

—¡Arturo!

Susto.

— ¡Que es para hoy, venga! –siguió hablando el español golpeando la mesa.

— ¡Que no me llames Arturo! ¡Me llamo Arthur maldita sea!

—Como sea, voy a empezar porque veo que te gusta menos trabajar que a un gato el agua.

— ¿¡Cómo te atrev-...!

—A ver, primera petición, de parte de Alfred F. Jones:

"Inglaterra, tengo hambre. Por eso, considero que las importaciones ¿o para ti serían exportaciones? No sé ni lo que me digo, bueno, que debes mandarme más comida; sobre todo esos dulcecillos tan ricos que hacías con azúcar que parecían nubes, ¡pero me gustan más blanquitos que negros! ¡Un saludo! El Héroe."

— ¡Será posible! ¡Ese memo!

—... ¿Sello?

—Sí, hombre, el dinero es dinero al fin y al cabo, hay que fomentar el comercio internacional –admitió Arthur con una sencillez que abruma–. Siguiente.

Tras un pestañeo de sorpresa, Antonio continuó:

—Seguimos, firmada en principio por Francis Bonnefoi:

"Monsieur Kirkland, he aquí la siguiente petición, firmada y avalada por muchos estudiantes: libertad en las normas del uniforme, merecemos tener la oportunidad de combinar nuestras ropas de modo que sienten bien, y no sólo a la inglesa..."

—Pasa esa, que le den –interrumpió el rubio sin querer oír el final.

— ¡Pero si trae un millón de firmas!

Inglaterra se quejó y con un deje de fastidio ordenó que la apartara para considerarla más tarde. Siguió escuchando a España mientras caminaba distraídamente por la habitación.

—Más: formulario de confirmación de los presupuestos para arreglar el lavabo del baño de los chicos del segundo piso.

—Sella.

Petición del gimnasio entre las 17:00 y las 19:00 horas del martes para el equipo de baloncesto.

—Sella.

Confirmación de asistencia de los miembros del consejo a la reunión del próximo miércoles.

—Sella.

Justificante de Toris Laurinaitis por su ausencia del pasado viernes.

—Sella.

Petición de devolución de los objetos confiscados al héroe durante el curso anterior... Trae una carita sonriente, por si te interesa.

—... Supongo que si son los del curso anterior podemos sellar la petición para que se los devuelvan –meditó Inglaterra con un suspiro. Dudó un poco, pero finalmente cedió–. Sella.

Petición de devolución de los objetos confiscados a Ivan Braginski durante el curso anterior. Postdata: ¿creéis que no me he dado cuenta de que la mitad del trabajo de fontanería de este lugar se me debe a mí? ¡Devolvedme mis cañerías! ...Lo creas o no también tiene cara sonriente.

—...Sella.

Arthur se relajó y se sentó en una silla. A pesar de lo increíble que le parecía, trabajar así estaba resultando ser una maravilla.

Petición de devolución de los objetos confiscados a Antonio Fernández Carriedo durante 1713.

—Sell... ¡ESPERA, NO!

¡Ahí estaba la trampa! Inglaterra pegó un salto de su asiento y se abalanzó sobre España, quien se escondió bajo la mesa para recuperar sus bienes: ¡Gibraltar estaba a un sello de ser suyo de nuevo! Pero cuando iba a estampar el susodicho sobre el papel dos manos le tiraron de las piernas y le arrastraron fuera de la mesa. Empezaron a pelearse violentamente por el instrumento del poder rodando por el suelo:

— ¡Serás ruin! ¡Capullo! ¡Ese sello es mío! –gritó Arthur haciéndole un placaje al español y cayendo encima suyo, dispuesto a seguir con la pelea.

— ¡Calla! ¡Calla! ¡Devuélveme Gibraltar!

— ¡Jamás!

—... ¡Suéltame por Dios que me matas! –rogó Antonio intentando quitárselo de encima–. ¡Gordo!

— ¿Gordo yo? ¡Cómo te atreves! ¡Devuélveme el puñetero sello, palo sin carne!

— ¿Palo yo? Yo estoy perfecto, mira este culo, es tesoro nacional.

—Si todavía te queda algo en tu país que sea tesoro nacional ya lo estás empeñando, ¡que no tienes dinero ni para subvencionarte el verano!

—... Eso es verdad –se deprimió España de repente, afectado por las bajas temperaturas que se registraban en su península a pesar de ser bien entrada la primavera–. ¿Por qué hará tanto frío?

Aprovechando ese momento de debilidad Arthur se lanzó a por su sello y casi consiguió quitárselo de las manos a España. Éste no cedió, sin embargo, así que estuvieron forcejeando por él algunos minutos durante los cuales se lo estamparon sin querer el uno y el otro varias veces sobre sus personas, hasta que salió despedido volando por la ventana.

—¡Mira lo que has hecho!

Inglaterra se enfadó tanto que le terminó echando del despacho, diciéndole que podía irse a casa, o a la mierda, si tenía el gusto. Así que, sin pensárselo mucho, España volvió a donde estaban sus amigos más feliz que un regaliz.

—¡Chicos! ¡Ya soy libre!

En ese momento, en cuanto le vieron, sus amigos se echaron a reír.

— ¿Qué pasa? –preguntó confundido.

—Tienes –rio Prusia–, tienes el sello inglés en la frente.

— ¡Agh! ¿De verdad? –España intentó borrárselo con los dedos frotando con mucho fervor.

— ¡Te has vendido! –se burló de nuevo el alemán. Entonces Francia interrumpió la conversación con una risa muy particular.

Antoine, mon amour, ¿es posible, tan sólo probable... que lleves el sello de Arthur estampado en el culo?...