Ni Naruto ni los personajes me pertenecen, son de la autoría de Masashi Kishimoto
El summary es de mi amiga Luciana Flores, la historia es completamente mía
Advertencias: Lenguaje obsceno. Contenido sexual en próximos capítulos
El rey supremo se encontraba sentado pacíficamente en su enorme trono. Un aura celestial y resplandeciente lo envolvía destacando su prácticamente palpable bondad y gentileza. Una agradable sonrisa, llena de paz y profundo cariño, se plasmaba en sus labios logrando que una hilera de blanquecinos dientes quedara a la vista. Su estado anímico siempre transmitía seguridad y confianza a todos los seres celestiales que lo rodeaban, o mejor dicho, casi a todos.
Sakura, una pequeña y joven serafín de larga cabellera rosada y grandes ojos verde esmeralda, era un ángel sumamente inseguro y temeroso. Si bien los de su raza se caracterizaban por ser seres llenos de amor y paz, con la confianza y valentía como principales virtudes, ella no encajaba para nada en dicho prototipo. Fallaba a menudo en las misiones que su Dios le encomendaba y, debido a ello, sus compañeros la veían como a una completa extraña, no la consideraban digna de ser catalogada como una auténtica serafín. Con el paso del tiempo se había acostumbrado a pasar el tiempo sola, realizando simples e infructíferos deberes que serafines superiores le repartían.
Cuando Dios se entero de aquello de inmediato puso manos a la obra. Organizó una gran reunión invocando a todos los seres celestiales que habitaban en su reino.
Querubines, Tronos y Ángeles de otros rangos inferiores se hallaban en la reunión contemplando impacientes la escena que se montaba en frente de sus curiosos ojos. Sakura temblaba de pavor e inseguridad ante el poder de dichas miradas y principalmente la de su amado señor, sin saber que pretendía con todo aquel gran alboroto. Finalmente, cuando todos se habían ubicado en sus lugares y el bullicio se había calmado, se dispuso a hablar.
- Mi pequeña hija ¿Cómo has estado a lo largo de este tiempo? – preguntó con simpleza el majestuoso Dios.
- Bien mi amado señor – contestó la joven dudosa, sin saber a qué se debía dicha pregunta.
- Hija mía, no estas siendo sincera. Por favor, dime la verdad – suplicó el sabio hombre mientras mantenía su vos suave y calmada.
- Lo estoy siendo señor – replicó la joven desviando avergonzada la mirada.
- Eres muy humilde pero no estas haciendo bien en ocultarme la verdad. No cuando aquella verdad te esta haciendo un terrible daño..
Casi de inmediato, los ojos verde jade de la pequeña serafín se cristalizaron. Su señor estaba al tanto de la triste situación que ella estaba pasando y ahora ya no valía la pena tratar de ocultar su gran sufrimiento. Mordió su labio inferior en un vano intento de controlar al ya inevitable llanto y rodeó su cintura con sus cálidos brazos para tratar de brindarse consuelo a si misma.
El gran rey comprendió los sentimientos de la pequeña criatura y decidió callar para darle tiempo a reponerse. Los demás Ángeles la miraban con pena y compasión, todos salvo los orgullosos serafines, incapaces de sentirse culpables.
Cuando finalmente Sakura logró calmarse, el rey volvió a hablar.
- Mi pequeña Sakura, lamento que hayas pasado por todo este sufrimiento. He estado tan ocupado que fui incapaz de darme cuenta del gran dolor al que has estado sumida a lo largo de todo este tiempo – habló el rey con tristeza y dolor, tan profundos y lastimosos como los de la pequeña ángel – Pero no volverá a suceder. He estado pensando mucho con respecto a esto y he tomado una importante decisión – declaró, parándose de su trono y dirigiéndose a Sakura a paso lento y calmo.
- ¿Q-qué decisión? – preguntó temerosa el ángel.
- Voy a darte una muy importante misión. Una que solo Ángeles de alto rango son capaces de realizar
- ¿Q-qué? – le preguntó exaltada y temblando de incertidumbre – Señor, yo soy incapaz de hacer algo como eso. En la mayoría de las misiones falló siendo que son sumamente simples. No puedo realizar nada con éxito, soy una completa inútil – farfulló apenada, mientras nuevas lágrimas se aglomeraban en sus ojos.
- Serás capaz, confío plenamente en ti – dijo él mientras una sonrisa sincera surcaba sus labios y rodeaba con sus largos y fuertes brazos a la pequeña serafín – ahora ven, te explicaré todo detalladamente
La reunión se dio por terminada y todos los Ángeles desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, ansiosos por saber de que se trataba esa gran misión de la que Dios había hablado.
Sakura se quedó en completo silencio, esperando a que se le informara de una vez sobre lo que tendría que hacer en un futuro próximo, muy próximo. Se sentía mareada y su estómago gruñía constantemente a causa de los terribles nervios que la atormentaban.
- Vamos a dar un pequeño viaje – mencionó Dios situándose nuevamente a su lado, colocando uno de sus brazos por sobre los hombros de la serafín – será necesario para que veas cual es tu misión.
El ángel estaba por replicar pero en menos de un segundo la preciosa y celestial atmósfera en la que estaban envueltos desapareció bruscamente siendo suplantada por una completamente diferente. Esta era obscura y siniestra, terriblemente desesperante. Los ojos de la temerosa serafín recorrieron todo el lugar, en busca de algo o alguien particular, tratando de encontrar la respuesta del por qué se hallaban en un lugar así, tan distinto a su calmo y querido hogar. Cuando estaba por darse por vencida y preguntarle a su señor qué tenía que ver ese sitio con su deber, una extraña silueta, alzándose a unos metros de ella, llamó su atención.
Se acercó más y finalmente, lo vio. Se trataba de un muchacho, joven y apuesto, muy apuesto. Se encontraba en un rincón de la vieja y lúgubre habitación, aspirando un extraño polvillo blanco de una pequeña mesa. La curiosa mensajera de Dios, se arrimó aun más, a sabiendas de que resultaba totalmente invisible para los humanos. El corazón de Sakura se detuvo por una milésima de segundo cuando pudo verlo claramente. Su pálido rostro era bellísimo. Su oscuro y rebelde cabello destellaba deslumbrantes y exóticos reflejos de color azul metálico. Poseía labios finos y algo agrietados, pero no por eso menos tentadores. Unas manchas negras rodeaban sus fríos y misteriosos ojos negros, tan oscuros como el plumaje de un cuervo. Cuando Sakura fijo su inocente mirada en ellos sintió una extraña sensación, mezcla de temor e insólita fascinación. Su enrojecida nariz aspiraba con desesperación aquella extraña sustancia, como si la misma fuera vital para su supervivencia. Quiso ir y apartarlo de inmediato, ella sabía que aquello no estaba haciendo mas que dañarlo pero Dios se lo impidió situando su brazo en frente de ella.
- Aun no – fueron sus palabras. Y ella obedeció, haciendo una mueca que reflejaba su preocupación por aquel extraño humano.
- Quiero ayudarlo – susurró el ángel, su vos era suave pero también firme.
- Me alegro que eso haya salido de tus labios – sonrió el sabio rey – Porque es lo que harás – prosiguió él mientras su cálida sonrisa se ensanchaba. La serafín lo miró escéptica.
- ¿Y-yo? – preguntó anonadada.
- Por supuesto
- P-pero… ¿cómo? – continuó el ángel sin salir de su asombro y estupefacción.
- Tú sabrás – contestó el rey.
Tan sorprendida y paralizada había quedado la pequeña mensajera de Dios, que tarde se dio cuenta de que el mismo se había marchado, dejándola completamente sola con aquel joven humano. Un fuerte mareo aturdió su cabeza y fue necesario sentarse en aquel sucio suelo para recomponer algo de su cordura. Mientras lo hacía, observaba fijamente al muchacho de cabellos azabaches y misteriosa mirada. El ya había abandonado lo que momentos atrás había estado haciendo, ahora solo se encontraba sentado en el frío piso al igual que ella, observando a la misma nada, con la vista totalmente perdida.
Sakura no resistió más, tenía que hacer algo, esta vez no fallaría. Junto toda su fuerza y coraje y, finalmente, logró levantarse. Observó nuevamente al joven, y en un mero e inexplicable impulso fue acercándose a él segura y decididamente, sin ningún atisbo de cobardía o temor. En menos de un minuto ya estaba parada a su lado. Se volvió a agachar para quedar a su altura y vaciló unos segundos con respecto a qué hacer. Optó por seguir respondiendo a sus impulsos. Con total lentitud y cuidado, fue dirigiendo su mano derecha hacia la cabeza del muchacho, quería tocarlo, sentirlo.
Cuando la palma de su mano tomó contacto con la sudada frente del chico, algo inesperado ocurrió, algo de suma importancia que la joven serafín no había tenido en cuenta y que sucedía cuando la piel de un humano y la de un ángel se juntaban.
Un potente dolor recorrió toda la columna de la ingenua ser celestial. Un desgarrador grito escapó de sus labios mientras se abrazaba con fuerza y extendía sus blanquecinas y suaves alas, en un vano intento de calmar el agobiante dolor. Blancas plumas caían una tras otra de ellas, asemejándose a una interminable lluvia. El brillo de su piel se apagaba, la misma se tornaba pálida y fría. No cabían dudas, estaba en pleno proceso de convertirse en una humana.
El muchacho, quien hasta entonces había permanecido totalmente ausente, dirigió su vista hacia donde Sakura se encontraba. Sus ojos recobraron algo de lucidez y a gatas, se dirigió al llamativo ser que profería agonizantes gritos y sollozos. La miró cautivado y sorprendido. Si bien aun estaba bajo los efectos de la droga, no entendía como aquella muchacha había llegado hasta su habitación y el por qué de su terrible estado. Sin tener la fuerza para hacer otra cosa, tomó a la pequeña chica entre sus brazos y la acunó.
El no se caracterizaba por ser alguien amable y cariñoso, era un ser despreciable y temible, un peligroso delincuente buscado en todo el país y por cuya cabeza ofrecían una inhumana cantidad de dinero. Robaba y asesinaba sin piedad, no tenía amigos ni familiares y eso le parecía grandioso; la soledad era su mejor arma. De nada le había servido la compañía con la que alguna vez había contado, ella había sido un mero estorbo, un grave error que jamás volvería a cometer…
Pero a pesar de su interminable repertorio, de una manera irracional algo en su pecho se estrujó cuando vio a la extraña joven siendo consumida por el dolor, algo que embargaba lo poco que restaba de su lado humano y que creía haber perdido por completo.
Ahora se encontraba sosteniéndola delicadamente, mirando fascinado sus gestos de agonía y la extraña metamorfosis que en su pequeño cuerpo se estaba dando, asumió que aquello era solo producto de una terrible alucinación que la cocaína estaba produciendo en su cabeza.
Las preciosas y majestuosas alas blancas de la muchacha se vieron completamente disueltas. Su luminosa piel ahora estaba fría y su extrema palidez se confundía con el color blanco de su vestido de seda. Los espasmos ya no eran tan intensos pero aun así leves temblores recorrían su delicado cuerpo. Sus ojos, que hasta entonces se habían mantenido cerrados con fuerza, se abrieron de a poco, tratando de acostumbrarse a la tenue luz que invadía al cuarto.
La oscura mirada del joven colisionó con la esmeralda de la, ahora, pequeña chica. Ambos se quedaron en la misma posición por minutos enterrados en un profundo silencio, tratando de descifrar el misterio que sus miradas ocultaban. Cuando Sakura cayó en la abrupta realidad, se soltó del agarre del chico con desespero y huyó lo más rápido que sus temblorosas piernas le permitieron. El, por su parte, aun atontado ante la hermosura de aquellos preciosos y únicos ojos jade, solo fue capaz de verla marcharse. El estrepitoso resonar de la pesada puerta sobre la pared de concreto, logró que su lucidez volviera completamente. Fue entonces que se preguntó ¿quién era ella?
La ex serafín corría débilmente por las frías y oscuras calles de aquel extraño lugar. Quería alejarse de allí, no podía permitir que él la encontrara o de otro modo sería otra misión fallida. "Esta vez no" pensó mientras apuraba aun más el paso. Tan absorta estaba en sus pensamientos que demasiado tarde se dio cuenta de que un grupo de tres hombres la había rodeado, impidiendo que siguiera avanzando.
- ¿Q-quienes son ustedes? – preguntó temerosa la chica mientras se alejaba lo más posible de ellos, quedando en el centro de una especie de círculo que habían formado.
- No creo que te interese saberlo – profirió con burla uno de ellos, acercándose lentamente hacia ella. Sus ojos destilaban lujuria y perversión, pero ella era demasiado inocente como para darse cuenta de aquello.
- L-lo lamento pero tengo que irme – logró decir nerviosamente – tengo que ayudar a alguien.
- ¿Por qué no nos ayudas a nosotros? Tenemos un problema y estoy seguro de que tu eres la indicada para resolverlo – comentó otro de los hombres con un doble sentido que la jovencita fue incapaz de entender. Este era menos robusto que el anterior y algo más bajo pero, igualmente peligroso.
- ¿De veras? – preguntó la chica con un brillo de esperanza en los ojos, olvidándose de aquel mal presagio que sentía. Que alguien necesitara de su ayuda hacía que su ser se llenara de inmensa alegría.
- Claro – contestó el tercero – Y puedes empezar ahora.
En un fugaz movimiento, los hombres tomaron a la desprevenida muchacha. Comenzaron a arrastrarla hacia uno de los tantos callejones que había en esa parte de la ciudad mientras ella inútilmente trataba de huir y gritaba desesperadamente. En escasos minutos ya tenían a la muchacha arrinconada en un oscuro rincón. Mientras uno la sostenía de las manos, otro arrancaba con brusquedad el fino y largo vestido. El que restaba se encontraba en el inicio de aquel callejón, vigilando que nadie interrumpiera su futuro momento de diversión.
- ¿Cómo van? – preguntó el que servía de "guardia" dirigiendo su vista hacia los otros dos.
- Esta zorrita lo esta haciendo difícil, no para de moverse – dijo entre dientes el que sujetaba a la muchacha
- ¡Apúrense! es solo una mocosa insignificante – gritó el anterior con furia
Fue en aquel momento, que otro extraño hombre apareció en la escena. Este no era como los anteriores, era alto y delgado, de cabello rubio y ojos tan azules como el mismísimo océano. Sakura distinguió un aura distinta en él, no era oscura como la de esos despiadados hombres o aquel misterioso chico al que tenía que ayudar, no. La de él era cálida y brillante, totalmente resplandeciente.
- Déjenla – espetó. Los otros tres se voltearon y un potente escalofrío recorrió sus cuerpos cuando fijaron sus ojos en los de él.
- Vete si no quieres que nada malo te pase – amenazó el que sostenía a la chica, tratando de ocultar el miedo en su voz
El chico de cabellos dorados no se hizo esperar más y de inmediato fue en contra de los hombres. Atacó primero al que se encontraba vigilando, un basto golpe en la nuca logró que este cayera de inmediato inconsciente en el suelo. Los otros dos, presos del pánico, huyeron despavoridos, liberando finalmente a la traumatizada muchacha.
- Malditos desgraciados – espetó el rubio, mientras colocaba su chaqueta sobre los hombros de Sakura – ¿Te encuentras bien? – preguntó a continuación, mientras fijaba su vista en el tembloroso cuerpo de la jovencita.
Sakura abrió medianamente los labios para responder a lo que el joven le había preguntado, pero en ese momento sus sentidos se nublaron y las cosas a su alrededor dejaron de tener sentido. Cayó desmayada al suelo de un momento al otro sin dejar tiempo para que el joven muchacho reaccionara y pudiera salvarla del terrible golpe que su cabeza sufrió al impactar contra el rocoso y frío suelo del callejón.
Los Ángeles son seres celestiales, criaturas de gran pureza cuyo principal deber se basa en promover el sentimiento de amor entre los seres humanos. No son capaces de sentir dolor o pena, angustia o tristeza, rabia o rencor. Son puros e inmaculados, una perfección divina totalmente inalcanzable para cualquier ser que habita en la tierra.
Sakura entraba en el grupo de los Serafines, Ángeles de seis alas que tenían la gran dicha de ser los más allegados a Dios así como también los más poderosos de entre los demás rangos. Eran admirados y venerados por todos debido a su precioso carácter y tremenda voluntad para realizar las dificultosas y exigentes misiones a las que eran derivados. Íntegramente dignos de ser igualmente adorados y respetados que el mismísimo Rey supremo.
Se pensaría que perteneciendo a aquel bendito rango ella sería sumamente feliz, agradecida eternamente por los increíbles dotes que Dios le había confiado. Pero aquella premonición estaba muy lejos de ser verdadera.
Sakura era un ser celestial incompleto. Era temerosa e insegura, desencajaba enteramente de sus pares. Prefería vivir en soledad debido a la vergüenza que sentía de ella misma por no poder ser lo que supuestamente debía ser. Se estaba por dar por vencida, viviría eternamente bajo las sombras de los demás y seguiría amando a su señor, porque a pesar de todo, ella amaba profundamente al Rey Supremo.
Pero su plan se vio frustrado cuando Dios se enteró de todo. Decidido a traer de vuelta plenitud y confianza a su amada hija, le encomendó una difícil misión. Y Sakura complacida, aceptó sin reclamos.
Las consecuencias de su consentimiento recién comenzaban…
Sentía una sensación molesta y aflictiva en todo su cuerpo, algo que jamás había experimentado en su vida como Ángel y con la que ahora, como humana, tendría que lidiar a menudo. Estaba experimentando dolor carnal. Se removió inquieta en su lugar, tratando de que ese terrible malestar desapareciera, pero no tuvo suerte. Con cada mínimo movimiento que daba aquel dolor parecía propagarse cada vez mas, tornándose aún más insoportable.
Abrió los ojos, los cuales habían mantenido fijamente cerrados, encontrándose recostada sobre algo mullido y suave. Tenía puesto algo distinto a lo que antiguamente llevaba, eran unas prendas que le quedaban grandes y holgadas, impregnadas de un aroma peculiar y agradable. Comenzó a recorrer con la vista el lugar en donde se encontraba cuando se topó con el joven de la noche anterior. Se encontraba sentado al lado de una mesa y parecía estar concentrado escribiendo algo. Sus rubios cabellos se encontraban húmedos y revueltos, pequeñas gotas caían de ellos sobre su torso desnudo. Al percatarse de aquello, otra nueva sensación hizo acto de presencia en el cuerpecillo de la joven muchacha. Se tocó perturbada las enrojecidas mejillas que comenzaron a arderle de una extraña manera y frunció levemente el entrecejo al no comprender de qué se trataba.
- Veo que ya despertaste – comenzó a decir el muchacho, logrando que Sakura se sobresaltara de inmediato. Sus ojos azules la miraban fijamente y demostraban alivio y alegría.
- S-si – tartamudeó ella desviando la mirada.
- ¿Te duele la cabeza?
- ¿C-cómo? – preguntó la joven desorientada, llevando inconscientemente la mano derecha a dicha parte de su anatomía. Cuando la tocó, percibió de nuevo como aquella desagradable sensación se intensificaba – Duele… – contestó, comprendiendo finalmente el significado de aquella palabra.
- Lo lamento. Ayer te desmayaste y fui incapaz de atraparte a tiempo, te diste un golpe bastante fuerte – continuó el, con culpa en la voz.
- No te preocupes. Estoy bien
- ¿No quieres que te lleve a un médico? Para sacarnos las dudas…
Sakura se quedó en silencio unos escasos segundos. La verdad era que no sabía que era un médico pero intuyó que sería algo o alguien que podría contribuir al que potente dolor que sentía en la cabeza y el resto del cuerpo disminuyera o desapareciera por completo. Sin embargo, la muchacha prefería evitarle molestias al agradable joven y negó con la cabeza. El sonrió a modo de respuesta y, a paso calmado, se fue dirigiendo al lado de la ex Serafín.
- Me llamo Naruto – dijo el muchacho manteniendo aquella grata sonrisa y extendiendo uno de sus brazos
- S-soy Sakura – musitó ella, tendiendo también su mano, tratando de imitar lo que Naruto hacía. El sonrió y tomó la mano de la joven para luego llevársela a la boca y plantarle un casto beso en el dorso. Las mejillas de la joven se volvieron a colorear.
- Bien Sakura, si quieres puedo llevarte a tu casa. Debes de querer descasar…
- Yo… no recuerdo donde es mi hogar – mintió ella. Los defectos humanos salían a flote uno tras otro. Sakura era una joven Serafín con muy poca experiencia con respecto a sentimientos personales y transgresiones. Sin embargo, se hacía una idea de lo que era "mentir", sabía que estaba mal, representaba un pecado pero, esta vez, lo vio necesario para evitar levantar sospechas. Tendría que mantener su identidad oculta si quería cumplir su misión adecuadamente.
- ¿No? – preguntó el joven sorprendido – El golpe en la cabeza te debe haber producido algún daño. Definitivamente necesitas ver a un medico.
- ¡No! Por favor…Yo estoy bien – se apresuró a contestar ella.
- ¿Tienes alguna mala experiencia con médicos? – se burló él largando una divertida carcajada – De acuerdo, no te presionare. Puedes quedarte aquí hasta que recuperes la memoria. Supongo que si el dolor no es tan intenso la amnesia debe ser temporal. Se algo de medicina ya que mi padre era doctor y de vez en cuando me explicaba ciertas cosas
- M-muchas gracias. No te ocasionare molestias – contestó ella apenada. No le gustaba como se sentía el no decir la verdad, veía a Naruto como a un buen y confiable chico pero, si había algo que sabía, era que no se podía fiar de un humano. La mayoría de ellos solían ser tramposos y embusteros, tal como los sujetos que momentos atrás la habían atacado. Decidió entonces seguir con el engaño, lo haría hasta que pudiera realizar con éxito aquello por lo cual ya había cometido tantos sacrilegios.
- Bien, puedes seguir descansado. Seguiré con este papeleo en otro lugar del departamento. En la jefatura me llenaron de trabajo… – comenzó a decir Naruto mientras volvía al lado de su escritorio.
- ¿Jefatura? – le preguntó Sakura curiosa.
- Si, soy policía. Aunque últimamente trabajo más en casa que allí por diversos motivos…– continuó el mientras apilaba y acomodaba la enorme cantidad de papeles para ir a trabajar a otra parte del pequeño apartamento en donde vivía.
- No te vayas – pidió ella mientras el joven muchacho tomaba los papeles con la intención de marcharse del cuarto y dejarla descansar tranquilamente.
- ¿No te incomoda que yo este aquí? – le preguntó con cierta sorpresa reflejada en su vos
- N-no – contestó agachando la mirada mientras el rubor acudía a sus mejillas nuevamente
- Bien, desde ya pido perdón en caso de que se me llegue a escapar alguna maldición – comentó divertido – realmente odio el papeleo
- No te preocupes – dijo ella mientras le brindaba una sonrisa sincera
Los minutos pasaban y ellos seguían con sus respectivas tareas; Naruto trabajando y Sakura observándolo detenidamente, prestando atención a cualquier gesto o mínimo movimiento que el joven policía daba mientras realizaba su trabajo con empeño y suma concentración.
Habían pasado unos treinta minutos cuando Sakura notó unas curiosas fotos colgadas en un panel de madera a un costado del escritorio de Naruto. Desde la distancia a la que estaba, sentada en la cama del muchacho, no podía verlas con claridad, pero algo en ellas despertó sus sentidos y casi de inmediato, se levantó y dirigió hacia el lugar en donde se encontraban.
Recorrió todo el panel con la vista y su pecho se estrujó con fuerza cuando lo vio a él, el chico de su misión. Se encontraba sentado en una banca, llevaba puesto un saco negro y un pantalón del mismo color. En sus ojos negros se reflejaba esa misma mirada profunda y perdida con la que Sakura lo había visto. Era una foto de tamaño grande, rodeada de otras más pequeñas. Aquellas pertenecían a una mujer joven, una bonita adolescente de no más de dieciocho años de edad. Poseía una larga melena rubia, unos brillantes ojos azules y una enorme sonrisa que desbordaba felicidad. Sakura pensó que su parecido a Naruto era enorme.
- N-Naruto – logró pronunciar ella mientras seguía con la vista fija en el mismo lugar.
- ¿Qué sucede? – preguntó Naruto mientras abandonaba su trabajo y se acercaba a un lado de Sakura, preocupado por la excesiva palidez que había adquirido su rostro.
- ¿Q-quienes son ellos? – preguntó la ex Serafín en una especie de transe.
- Ella – contestó el muchacho señalando a la jovencita de extremo parecido – era mi hermana pequeña.
- ¿Era? – le cuestionó Sakura confundida.
- Si, ella… falleció – pronunció el muchacho mientras apretaba los puños con fuerza y centraba su mirada en el suelo
- Oh yo… lo siento mucho Naruto – musitó Sakura a medida que un nudo se formaba en su garganta – Pero, ¿qué fue lo que le ocurrió?
- El – mencionó con rabia mientras señalaba al muchacho de la foto – la mató.
- ¿Q-qué? – logró decir Sakura mientras el dolor en su pecho se intensificaba.
- Aquel maldito fue el culpable… Sasuke Uchiha.
Fue en ese entonces que otra foto llamó la atención de la joven. En ella se encontraban la muchacha de cabello rubio y Sasuke, uno al lado del otro entrelazando cariñosamente los dedos de sus manos. Sasuke ya no presentaba esa mirada fría y distante, en sus profundos ojos negros se reflejaban completa calma y felicidad. La bonita joven sonreía alegremente y sus mejillas se encontraban adornadas de un leve color carmín. Hacían una pareja preciosa, a simple vista se podía ver como ambos se complementaban a la perfección, sus enormes contrastes creaban una notable atracción entre ellos, maravillosos polos opuestos. Entonces Sakura se preguntó ¿qué fue lo que había ocurrido?
Bueno, se que debería estar escribiendo la continuación de Elecciones pero los que me conocen saben que necesito distenderme con otra cosa antes de retomar con aquello XD
Esta vez NO es un one-shot :) es un fic aunque no planeo que tenga demasiados capítulos, calculo que serán 10 como mucho. Espero no sobrepasarme e.e
Es el primer fic que publico en tercera persona, creo que lo hice bastante bien pero si hay algo que no les gusto no duden en decirme, veré que puedo hacer para corregirlo XD
Otra importante cosa que quería comunicar es que esto de los Ángeles nunca llamó mucho mi atención, el fic va dedicado a una de mis mejores amigas y más fieles seguidoras: Noe n.n A ella le encantan estas cosas así que quise probar para complacerla e.e. Otro detalle es que la personalidad de Sakura esta basada en la de mi amiga e.e ella me inspiró jajaja XD
En fin, les mando un saludo a todos! Nos leemos pronto!
P.D: Teme, amm lo de siempre: GRACIAS POR TODO!
